En una Plaza vacía, con calles vacías, con vallas por todo el recorrido (sin público alguno) con un despliegue nunca visto de Policía Federal, Metropolitana, Gendarmería, Prefectura, armados como para una guerra, el Presidente Macri dijo su discurso de inicio de las sesiones parlamentarias del 2017 sobre cuyo contenido el título de este artículo no exagera.
Habló de recuperación económica, luego de 15 meses (1/3) de su mandato, cuando el balance objetivo, con datos oficiales, habla de :
Caída de los ingreso de asalariados y jubilados de entre el 8% y el 10%, a estos últimos les sacó los medicamentos gratis del PAMI al igual que a los hospitales, caída del PBI (3,9 en 2016), de la producción industrial (INDUSTRIA, palabra que no mencionó), con cierre de miles de empresas y comercios por apertura de las importaciones y derrumbe del consumo con pocos antecedentes en un lapso tan corto, con despidos y suspensiones de trabajadores a granel, con aumento de la pobreza y la indigencia, con record de inflación en el año 2016 (41 al 43%) y un cálculo de 2,5% para febrero de este año (según consultora Elipsis, afín al gobierno), con techo a las Paritarias por debajo de la inflación, con caída del consumo de carne, pollo, leche y otros productos alimenticios.
No mencionó el crecimiento exponencial de la deuda externa (aquí parece que no hay pesada herencia) para financiarse por la caída de los ingresos del Estado por la recesión y la quita impositiva al “campo” y las mineras.
En una hora no le dedicó una línea a los trabajadores, salvo para mencionar lo otorgado a las obras sociales de los sindicatos con el claro y único objetivo de aplacar reclamos.
Hablo con extremo cinismo del desarrollo científico en medio de una feroz baja del presupuesto, despidos y la privatización de ARSAT.
Planteó una “revolución educativa” ( en realidad cometió un error, otro más y van, debía haber dicho contrarrevolución) con salarios docentes desvalorizados, negativa a la discusión paritaria, sin haber construido una sola escuela en el 2016, con colegios sin mantenimiento, chicos que no encuentran lugar, con planes de entregas de libros y computadoras liquidados, con una declaración de guerra a los maestros que se atreven a ejercer el derecho constitucional de huelga y una convocatoria a remplazarlos ilegalmente por “voluntarios” (carneros) , amenazas de muerte a sus dirigentes y familias, a las que él no solo minimizó, sino que aventuro que la probable victima debía defenderse sola.
Habló de cerrar la “brecha” y bastardeó, denigro y culpó de todos los males del universo a los partidarios del gobierno anterior en un discurso berreta de campaña electoral. Se habrá avivado que es Presidente hace 15 meses?.
El Presidente, sus ministros, secretarios, etc; no tienen autoridad ni moral para hablar de corrupción, son Ceos de empresas que se enriquecieron chupando de la teta del Estado, aumentando precios artificialmente, explotando a los trabajadores. A la cabeza de ellos el clan Macri, la “famiglia”, con antecedentes mafiosos en Italia, enriquecidos durante la Dictadura cargándoles sus deudas al Estado, con las cloacas de su socio menemista de Morón, con el contrabando desde Uruguay, con el negociado del Correo a costa del Estado (antes y ahora), con el negociado de las líneas aéreas también a costa del Estado, con su sociedad coimera con Oderbrech y la lista sigue.
Vivimos una pseudo-democracia, ajena al concepto de “gobierno del pueblo y para el pueblo”, donde un candidato, a lo que sea, si es a Presidente peor, está habilitado a levantar promesas generales para ser electo, mintiendo conciente y alevosamente, y luego hacer lo absolutamente contrario; limitada a que cada dos o cuatro años votes y luego tus justos reclamos o protestas, o siquiera tus opiniones, no solo no sean tenidas en cuenta, sino incluso descalificadas y perseguidas. Una pseudo-democracia que habilita presos políticos, como el caso de Milagros Sala, y una justicia al servicio de los sectores dominantes.
Es evidente que hay que construir una nueva democracia, donde el PODER radique en el pueblo y no en las multinacionales y los grupos económicos y financieros, con una Constitución que discutida en cada rincón de la patria, incorpore y priorice los derechos de las mayorías populares, habilite el plebiscito para debatir las leyes más trascendentes, la revocación de mandatos y donde los candidatos electos a cualquier cargo deban rendir cuentas del cumplimiento de los programas con que se han comprometido y han sido votados.
Alberto “Cacho” Rodríguez