El premier indio consiguió una aplastante victoria en unas elecciones en las que votaron 600 millones de personas durante 38 días. Tiene el respaldo de una poderosa organización que controla los resortes del poder en el país
Narendra Modi, celebrando la victoria de su partido en las elecciones indias (Reuters)
La resonante victoria del Bharitya Janata Party (BJP), el partido nacionalista hindú del primer ministro Nerendra Modi, es un hito en la historia moderna de la India. Fue la campaña electoral más extensa y costosa en la historia del país, con la participación de 600 millones de personas -de los 900 millones habilitados para votar-, que emitieron sus votos en un millón de colegios electorales durante 38 días y en el que 83 millones de indios votaron por primera vez, de los cuales 15 millones acaban de cumplir los 18 años. El “gran festival indio de la democracia”, como se suele llamar a las elecciones en ese país, es visto como “el ejercicio más desafiante” para hacer que todos los indios sientan que tienen algo que decir en el funcionamiento del gobierno. Esta vez, la elección fue un referéndum sobre la gestión de Modi y el primer ministro no sólo lo ganó, sino que recibió un respaldo mayoritario que le permitirá gobernar aún con mayor holgura de lo que lo venía haciendo hasta ahora.
Su herramienta para controlar a este país de 1.300 millones de habitantes y mantenerlo dentro del Hindutva, el nacionalismo hindú, es una vasta red de poder y negocios denominada Rashatriya Swayamsevak Sangh (RSS), que tiene más de cinco millones de afiliados, todos hombres, y que controlan desde las escuelas más importantes hasta amplios sectores del ejército y el poder judicial. A partir de esta elección, la RSS tendrá un poder enorme que puede transformar a la democracia más grande del planeta en una autocracia nacionalista de consecuencias imprevisibles en la geopolítica global.
En esta democracia parlamentaria, la clave está en el control de la décimo séptima Lok Sabha (la Cámara baja). Según las proyecciones de la cadena de televisión NDTV, el BJP lidera el escrutinio en 324 de los 442 distritos, muy por encima de los 272 que otorgan la mayoría absoluta. El principal partido de la oposición, el del Congreso, liderado por Rahul Gandhi, y sus aliados lograrían 107 escaños. Esto representa una sustancial mejoría frente a los 44 de hace cinco años, pero no les alcanzará para condicionar de alguna manera al gobierno. Los resultados fueron inmediatamente aplaudidos por “los mercados”. Los índices Nifty y Sensex de la Bolsa india registraron subas récord. La rupia también se revalorizó junto a los bonos soberanos.
La tendencia ganadora de Modi se fue consolidando en los últimos cinco días mientras la Comisión Electoral iba confirmando lo que habían indicado los sondeos de boca de urna. Y si bien habrá miles de impugnaciones y acusaciones de fraude, un clásico de la política india, nada indica que vaya a modificar el resultado. Por las dudas, la sede de la Comisión Electoral en Delhi está blindada por alambradas, carros de asalto y cientos de policías. El partido del Congreso denunció que las máquinas electrónicas donde se registran los sufragios habrían sido manipuladas en algunas zonas. “Debemos estar alerta. No tengan miedo, nuestra lucha es la verdad. No dejen que las falsas encuestas los desanimen”, dijo Gandhi en Twitter mientras centenares de sus militantes acampaban ante los centros de recuento de votos en distintos puntos del país. El BJP no calmó para nada los ánimos. Advirtió a una sociedad ya muy polarizada –como en buena parte del mundo- de posibles incidentes organizados por la oposición. Finalmente, el jueves, Gandhi aceptó su derrota pero sus seguidores continúan las protestas.
Modi llegó al poder en 2014, con el apoyo de la primera mayoría absoluta parlamentaria en 30 años. Lo hizo en la cresta de una ola nacionalista que fue la que también utilizó para ganar estas elecciones, particularmente después de que en febrero se registrara un atentado terrorista, en la región de Cachemira, que dejó más de 40 muertos. La apelación patriótica, y la efectiva maquinaria electoral del BJP, monopolizó la campaña frente a las críticas de una mala gestión económica, con cifras récord de desempleo y una honda crisis agraria. Esto, acompañado por una retórica profundamente anti-islamista y de enemistad permanente con Pakistán. Mientras se producía una apabullante “hinduización” del país. Para acallar las señales de descontento, Modi prometió duplicar los ingresos de los agricultores y aumentar el gasto en infraestructura en los próximos cinco años.
Estas elecciones fueron las más “presidenciales” desde la época de la Primer Ministro Indira Gandhi, hace cuatro décadas, con un enfoque más en la personalidad de un líder (y su trayectoria) que los candidatos que se postulan para los cargos parlamentarios nacionales y regionales y sus respectivos partidos. La imagen de Modi estuvo omnipresente en toda la campaña, un signo que muestra cómo los indios se están volcando hacia el culto a la personalidad y la retórica nacionalista. Modi fue proyectado como el único líder capaz de revivir la gran civilización india y salvar al país de las élites poderosas y políticos corruptos que constituyen lo que el BJP considera “lo antinacional”. Incluso, ese culto a la personalidad asumió proporciones casi mitológicas cuando Modi se despojó de sus ropas y se retiró a meditar a una cueva de los Himalaya, cerca de uno de los centros más importantes de peregrinación hindú. Esa imagen del líder desnudo apenas protegido por una manta monástica color azafrán reforzó su imagen como líder puritano e incorruptible cuya primera elección en la vida era ser un monje.