El Imperialismo en América Latina

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“…Piñera… … Asesino igual que Pinochet…”

La violación a los Derechos Humanos que se profundizó día a día en la República de Chile, generada por la violenta represión a una protesta social más que justificada, se puede observar como el mayor acto de injusticia del presente Latinoamericano. Más allá del intento de hacer invisibles los hechos por parte de los monopolios multimediáticos, la lucha de los chilenos por una sociedad más justa traspasó el cerco informativo y nos hizo conocer el horror del imperialismo neoliberal. El masivo canto que se expresa en todo el espacio público de Chile sobre Piñera y la comparación de sus crímenes con los de Pinochet, sintetiza todo el conflicto.

El concepto de “imperio” refiere, en su versión latina, a la “dominación y el sometimiento” de un otro individual, colectivo o nacional que indicaba la esclavitud o servidumbre del dominado. En el mundo antiguo adquirió su mayor perfección en el imperio romano. Si bien aquella sociedad según se entiende hoy fue anterior al capitalismo, sentó las bases culturales sobre las cuales se apoyó el feudalismo primero y la génesis del sistema capitalista después. Durante milenios el desarrollo y las acciones del imperialismo se caracterizaron por su violencia y brutalidad para imponer la voluntad de los opresores. Guerras, represión social, torturas y asesinatos masivos fueron las formas en que se impuso siempre el sector social dominante. Ya vigente el capitalismo en su etapa de transformación durante la segunda fase de la Revolución Industrial, llevó su expansión al imperialismo de la segunda mitad del siglo XIX desembocando en la crisis internacional que concluyó en las dos guerras mundiales del siglo XX. La tragedia del fascismo y el nazismo mostró la esencia autoritaria y destructiva de la radicalización del capitalismo, traspasando límites impensados tales como la planificación sistemática de la eliminación de personas haciendo posible una industria del exterminio. Luego de la segunda guerra mundial, con la creación de las Naciones Unidas y la posterior declaración de los Derechos Humanos de 1948, se pretendió persuadir  al mundo que la democracia era posible sin transformar el sistema capitalista, los hechos desde 1950 al presente demostraron la imposibilidad de la mentira más grande de la historia contemporánea. No solo porque desde esa fecha EEUU se consolidó como imperio dominante sino también porque el Tío Sam inventó todo tipo de guerras bajo la justificación de la defensa de la democracia respecto del “comunismo” primero y de un “hipotético terrorismo” después.

El sistema capitalista, en su versión neoliberal, se presentó al mundo como la única forma de vida posible luego de la ruptura del equilibrio internacional provocada por la desintegración del bloque soviético. Esta pretendida cosmovisión planetaria de la globalización capitalista, con sus fastuosos anuncios del fin de las ideologías y el inmanentismo individualista, nunca abandonó la justificación de las violentas prácticas imperialistas, por el contrario, perfeccionó las formas de colonización logrando la conquista silenciosa de las voluntades individuales con el objeto de terminar para siempre con la solidaridad y los proyectos colectivos de justicia e igualdad. Ahora bien, más allá de la sofisticación de los métodos imperiales, luego de más de cuarenta años de prédica neoliberal no pudieron lograr sus objetivos. El “Tercer Mundo”, a pesar de sus debilidades, no ha sido definitivamente derrotado, y lo que es más asombroso aún, resiste los embates de la violencia imperial a la vez que proyecta una liberación con la misma esperanza y la misma lucha que los años que precedieron a la existencia del neoliberalismo.

La República de Chile se a convertido en un heróico ejemplo de resistencia y lucha contra el imperialismo neoliberal. La réplica posmoderna del imperio romano, los EEUU, con su despreciable soberbia en todas sus actitudes belicistas para el sojuzgamiento del planeta, no ha podido aun con América Latina. Su considerado “patio trasero” por el discurso fascista de los neonazis estadounidenses, no ha sido doblegado. Sin duda han hecho mucho daño al “continente de la esperanza”, pero no han derrotado ni a Venezuela, ni a Ecuador, tampoco a Bolivia a pesar del golpe de Estado, ni mucho menos a Chile que hace más de tres meses que el pueblo grita en las calles “basta de neoliberalismo”. El pueblo chileno sigue en el espacio público y le canta a Piñera un clásico insulto con el agregado que sostiene que “… el presidente es un asesino igual que Pinochet…” El colectivo de mujeres, los trabajadores, los estudiantes y el resto de los sectores populares siguen manifestando a pesar de la represión, la tortura y los crímenes de muchos de sus conciudadanos. A pesar de un falso intento de salida política a través de la “reforma constitucional”, el pueblo chileno le ha dejado claro al gobierno que está harto de las mendacidades de la oligarquía corrupta y entreguista. El colectivo nacional y popular chileno ha mostrado de manera evidente que una profunda transformación económica, social, política y cultural sería la única salida que pueda frenar la irrupción de las masas en el espacio público. La renuncia de Piñera en primer lugar, las medidas transformadoras después podrían lograr que los protestantes se sienten a negociar. Los muertos, los encarcelados, los torturados y los reprimidos en la disputa ya no permiten que esa lucha se entregue… las mujeres, los pueblos originarios, los trabajadores y los estudiantes merecen un Chile mayormente igualitario, distributivo en su riqueza y con una verdadera justicia social.

Claudio Esteban Ponce – historiador

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