Revista Tesis 11 (nº 118)
(Internacional)
Juan Chaneton *
Las elecciones en los Estados Unidos no exhiben un claro ganador, aunque las campañas de ambos candidatos configuran un cuadro de decrepitud institucional, de violencia y de grosera manipulación antidemocrática. En el escenario global, la administración Obama deja un legado de guerras y terrorismo que deberá ser continuado por cualquiera que venga a sustituirlo. El eje India, Rusia, China, esperanza concreta de un mundo que deberá marchar hacia la multipolaridad para no perecer. Las burguesías francesa e inglesa frente a graves crisis. La masacre de Orlando. Deliberadamente el autor ha omitido, en esta nota, el capítulo latinoamericano, objeto de análisis autónomos y ulteriores.
Desde los tiempos de la así llamada primera guerra mundial (1914-1918), un problema persiste, como obstinada presencia, en la política exterior de los EE.UU. Es el problema de qué hacer con las relaciones Alemania-Rusia. Ya en aquella época, George F. Kennan, padre de la moderna geoestrategia estadounidense, advertía el fondo del asunto: en los vínculos entre ambos países hay una especie de dinámica inercial, que viene desde muy lejos en la historia, y que tiende a la colaboración entre ambos más que al conflicto.
El tema sigue presente hoy; y las opciones que toman cuerpo, dentro y fuera del gobierno Obama, involucran a la Unión Europea y son claramente contrapuestas.
El tradicional establishment apuesta por la mano dura contra el país gobernado por Vladimir Putin. Las sanciones económicas expresan que, en la etapa, esa posición ha sabido imponerse por sobre quienes preconizan la negociación con Rusia. Pero con este tipo de medidas ocurre lo mismo que ocurrió con Cuba: a la larga o a la corta, fracasan.
La línea de la negociación parece más inteligente y sutil, lejos del matonismo actual con que se maneja el Departamento de Estado. Henry Kissinger, pese a su avanzada edad, es la referencia más prestigiosa con que cuentan quienes sostienen que la búsqueda de la “destrucción de Rusia” es el peor negocio para los EE.UU.
Kissinger -como ayer Kennan- conoce la historia y, además, nació en Europa, habla alemán –como Putin- y ha forjado un vínculo personal con el presidente ruso. En agosto de 2015 le concedió una entrevista a Jacob Heilbrunn, editor de la revista de temas de política exterior The National Interest. Allí, el ex secretario de Estado (presidencia Nixon) sostiene que los Estados Unidos no deberían “implicarse en conflictos internacionales si al comienzo no podemos describir el final, y si no estamos dispuestos a sostener el esfuerzo necesario para conseguir ese fin” (www.mundo.sputniknews.com).
En el fondo, ambas posiciones (los duros y los negociadores) buscan interferir en el vínculo Alemania-Rusia aunque de modos distintos. Los asesores de Obama y la candidata Clinton procuran doblegar a Rusia por medio de las dificultades económicas y mediante la amenaza militar. La “línea Kissinger”, en cambio, va por el objetivo de hacer de Rusia un socio subordinado. Ambas miradas coinciden en que la Unión Europea siga siendo un proyecto a la medida de la geoestrategia estadounidense. Una Europa independiente y soberana giraría muy cerca de Rusia (vía la locomotora alemana) con todos los problemas que ello irrogaría a los EE.UU y, a contrario sensu, con todos los beneficios que esto implicaría para el bloque Europa-Rusia en materia económica, comercial, financiera y cultural. Como están las cosas hoy, tal curso de acción no parece probable.
Las elecciones de noviembre
El tradicional establishment estadounidense cifra su baza para las elecciones de noviembre en Hillary Clinton. El candidato republicano, por su parte, aparece como una anomalía en ese juego electoral. No hay que prestar demasiada atención a sus tonterías referidas a Latinoamérica, en particular a México y a los nuevos muros que –dice- serían la solución para los problemas internos de una sociedad regimentada, desinformada y políticamente inculta como son hoy los Estados Unidos y tal vez lo fueron siempre. Se trata de chicanas de campaña.
Las curiosidades, en la plataforma de Donald Trump, pasan por un mensaje confuso y paradójico en temas vinculados a la geopolítica y a la geoestrategia del imperio. No ir a la guerra nunca si no sabemos desde el principio, que el triunfo será nuestro, ha dicho poco más o menos (como si lo asesorara Kissinger). Diálogo y consenso con Rusia y nada de sanciones. Menos gasto militar por la vía de exigir a los “protegidos” de los EE.UU. en el mundo que paguen por esa protección (Corea del Sur, Israel, por caso); de lo contrario, que se defiendan solos. Simultáneamente, y en contra de lo antedicho, mejorar y aumentar el equipamiento de las fuerzas armadas. Destruir al Estado Islámico. Todo ello forma parte de un abigarrado bric à-brac que, en parte, recuerda a Ronald Reagan y, en otra parte, podría suscribir hasta Pablo Iglesias.
Crítico de lo actuado en la era Bush con Irak, para Trump nunca debió limitarse aquella invasión a recuperar Kuwait, dejando a Saddam en el poder. Esto fue lo que hizo Bush padre, quien sólo impuso dos zonas de exclusión aérea, una por el norte y otra por el sur, en el país mesopotámico. Trump lo puso en estos términos: “Sí, creo que sí (se refiere a que había que invadir Irak). Ojalá se hubiera hecho de la forma correcta la primera vez”, en alusión a la guerra de 1991 en la que EE.UU. y sus aliados se limitaron a expulsar a Irak de Kuwait. Dos años antes, en su libro «Los Estados Unidos que nos merecemos», Trump había reclamado una política “dura” contra “estados que actúan como bandidos”, entre ellos, Irak (www.elmundo.es).
Si lo de Trump es aislacionismo, relaciones con Rusia en pos de un improbable aislamiento de China y debilitar la industria de la guerra, sólo caben dos posibilidades: o se trata de un candidato “plantado” por la dinámica inercial del sistema electoral ante la ausencia de un republicano medianamente serio, lo cual redundaría en un triunfo de Clinton con quien una parte del GOP (Grand Old Party) no se lleva nada mal; o el estrafalario outsider viene a introducir una heteróclita anomalía en el sistema de reparto de poder en los Estados Unidos y a enfrentar los mismos viejos intereses que tumbaron a más de un presidente y/o candidato por los medios que fuere.
Hillary Clinton, a su turno, es la “normalidad” y la continuidad de las políticas de Obama. Con ella, el Estado Islámico (EI), ese esperpento diseñado por los EE.UU. para operar como su comanditario en todo el mundo (o, más precisamente, en las zonas calientes del mundo que a EE.UU. le interesan), seguirá siendo “combatido” por una política imperial que -más que sospechosamente- nunca puede derrotarlo del todo. China y Rusia (pero Rusia en primer lugar) continuarán ubicados en el radar del Pentágono como los enemigos a vencer. Israel seguirá teniendo un rol esencial en el diseño de la política exterior estadounidense por la vía del famoso y nunca bien ponderado “lobby judío” de Washington. Asimismo, la marcha hacia la eliminación de la soberanía nacional de los Estados por la vía del TPP (Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica) y del TTIP (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión) se verá fuertemente dinamizada.
Ingresar a estos acuerdos implica deponer la jurisdicción propia en beneficio de empresas que pueden denunciar al país miembro ante la OMC (Organización Mundial del Comercio) y, acto seguido, iniciar acciones judiciales ante tribunales estadounidenses. La litis quedaría trabada, así, entre una multinacional y un Estado debilitado por cuanto el acuerdo previo les concedió inmunidad a las empresas. El derecho laboral nacional, en lo que pueda tener de protectorio, abdica de su papel tutelar de los trabajadores y el Estado nacional no puede dictar ninguna norma de derecho del trabajo que la compañía extranjera no acepte. Los parlamentos locales quedan, jerárquicamente, por debajo de las multinacionales. Esto está expresando una realidad en el nivel económico: el capital, en su fase actual de hegemonía mundial de las finanzas, sólo puede actuar en la economía real comprimiendo al máximo la retribución del capital variable (salarios) y aumentando su tasa de ganancia por la vía de la superexplotación del trabajo.
La frutilla del postre, para terminar de caracterizar a la Clinton, la dejó servida Julian Assange, fundador de Wikileaks, en declaraciones del 10/2/2016 para un portal inglés: “Hillary carece de juicio y empujará a EE.UU. a interminables guerras estúpidas que propagarán el terrorismo. Su personalidad, combinada con sus decisiones de política de baja calidad, han contribuido directamente al florecimiento del Estado Islámico”. Y agregó que si bien el Pentágono se había opuesto a la destrucción de Libia, la candidata demócrata logró su objetivo de destruir el país e, incluso, se entregó a una obscena celebración del cruel asesinato del coronel Gadaffy (www.dailymail.co.uk; y RT).
Faltaría agregar que la misma línea de intervención que en Libia se intentó en Siria. Allí, la movida de Putin -que envió tropas rusas a combatir en serio al terrorismo- frustró los planes de “ideología Clinton”; pero hay que destacar, desde ya, que el 15 de junio la cancillería de Damasco informó, según Prensa Latina, que tropas especiales alemanas y francesas se hallan en las localidades de Ein Arab y Manjeb en abierta violación de la soberanía siria.
China, Rusia, India
La campaña electoral en los EE.UU. se halla en buena medida sobredeterminada por los movimientos que las potencias antagónicas al imperio realizan en el teatro mundial. En ese sentido, debemos apuntar que, a comienzos de 2015, cincuenta y siete países (entre los cuales no están ni EE.UU. ni Japón pero sí Inglaterra, Alemania y Corea del Sur) comprometieron su incorporación al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura con sede en Beijing.
China tiene mucho dinero como para, incluso, financiarles proyectos a los capitalistas lo cual constituye una masa crítica propia (de China) considerable, que tiende a desplazar a los EE.UU. y a dejarlo fuera de una estructura financiera competitiva que agilizará procesos de paulatina integración y que ayudará a todos los miembros de la institución a mejorar, modernizar y expandir sus infraestructuras en todos los niveles.
A su turno, los cancilleres de China, India y Rusia analizaron, el 18 de abril último en Moscú, en el marco de la 14° reunión trilateral de cancilleres, la situación internacional. Es particularmente significativo el hecho de que estos funcionarios pusieran el acento en la coordinación de esfuerzos y políticas entre sus países cuando actúen en formatos como la ONU, los BRICS o la Organización para la Cooperación de Shangai, de la cual Rusia y China son cofundadores. Esto significa -y así lo manifestó Serguei Lavrov, canciller ruso- que la creación de BRICS no minimizó la cooperación tripartita, con lo cual esas potencias dan cuenta de que siempre tuvieron en mira la evolución política en América Latina y la posibilidad de regresión en unos procesos soberanistas jaqueados permanentemente por unos Estados Unidos que se jugaban a enajenarle a esos procesos el apoyo popular con que contaron al principio (Moscú, abril 18, Prensa Latina).
Hoy, cuando el colapso del progresismo en Argentina y Brasil es evidente -aun cuando se haya producido por vías diferentes y nada se pueda afirmar todavía acerca de las perspectivas de aquél-, parece natural evocar algunas virtudes cardinales que, según es fama, siempre han exhibido ciertos actores del escenario global, por caso, la paciencia china, el temple ruso y la sabiduría india.
En este marco político estratégico y que, por ende, consulta el largo plazo, se recortan otros datos, menores pero relevantes, de la política internacional.
Huelgas en Francia y Brexit en Inglaterra
Francia es un caso. El terrorismo sirve, entre otras cosas, para sancionar legislación represiva y antiobrera y ésta para disciplinar a los trabajadores y para enervar la protesta social. En un país agredido por la hidra criminal omnipresente pero invisible del terror, como lo es Francia en estos últimos años, el presidente Hollande está amenazando a los trabajadores que han salido a la calle contra los despidos y la precarización laboral que vienen embozados detrás de la “ley El Khomry” (por la ministra de Trabajo de Francia, redactora e impulsora de la norma antiobrerra y propatronal).
La amenaza de Hollande se produjo al otro día de la masiva manifestación (80.000 personas, según la policía; un millón, según los trabajadores) convocada para el martes 14 de junio pasado por el conjunto del proletariado industrial francés y el movimiento estudiantil (CGT, FO, FSU, Solidaires, UNEF, UNL y FIDL). El caso es que Hollande amenaza con la represión y Sarkozy hace números: ha dicho que la CGT debe cargar con las indemnizaciones civiles y financieras del caso, pues ambas responsabilidades son inescindibles. Es decir, ladra la burguesía cuando el contacto obrero-estudiantil deflagra en una marea humana que gana las calles y pone en crisis la “gobernanza” fraudulenta de esa burguesía (ver Le Monde on line, 15/16 de junio/2016: “Loi travail: la CGT maintient les manifestations des 23 et 28 juin). Para el 23 y el 29 de junio están previstas más movilizaciones obreras y éste es un camino que puede recorrer el proletariado francés con fundadas esperanzas de abrir un ancho rumbo en el escorado casco de la nave europea. Y hasta Amnesty Francia ha dicho que el derecho a manifestar es innegociable y legítimo de toda legitimidad (v. ibídem).
El otro caso es Inglaterra y el “Brexit”. El 23 de junio el país decide si se va o se queda en la UE. Cuando uno observa quiénes están a favor de que Inglaterra se vaya de Europa siente deseos de estar en el otro lado y abogar por la integridad de la UE. Los que desean una Gran Bretaña haciendo rancho aparte son Donald Trump; Jean-Marie Le Pen, Matteo Salvini y Geert Wilders, es decir, los facistoides dirigentes de EE.UU., Francia, Italia y Holanda, respectivamente.
Pero, por otro lado, los partidarios de quedarse son, además del primer ministro Cameron, el FMI y el Banco Mundial, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo) y el G-7, es decir, el sistema económico-financiero internacional. No hace falta más para ratificar lo que, apelando a una responsabilidad elemental, venimos constatando en el escenario global desde hace muchos años: nada es sencillo, todo es complejo y los “luchismos” exaltados y las retóricas encendidas sólo son atributos de anquilosados espíritus que hacen de lo simple y lo binario sustituto del seso y del cerebro.
Roberto Savio dice que es imposible, hoy, saber quién va a ganar; y agrega que los partidarios del Brexit basan su postura en el miedo: ven a 70 millones de turcos viniendo a la rubia Albión a violar a sus mujeres. A los que quieren quedarse, en cambio (siempre según Savio) los mueve la codicia: “De hecho, también es una campaña del miedo aunque no mencione a la seguridad, ni a las fronteras, ni a los inmigrantes, sino que habla de dinero y de cuánto perdería Gran Bretaña si quedara afuera del mercado común. De hecho, el ministro de Finanzas de Alemania, Wolfgang Schäuble, declaró que no hay forma de que Londres logre acuerdos especiales como Noruega” (www.other-news.info). Nota: Noruega no está en la UE, pero consiguió un estatus que le permite mantener, con ese espacio integrativo, acuerdos y beneficios especiales sobre comercio e inversiones.
Agrega el director de Inter Press Service, el aludido Savio: “Sin duda, Inglaterra sufrirá un gran impacto (si gana el Brexit). Quedar afuera de un mercado de 500 millones de personas tendrá graves consecuencias para su crucial sector financiero, y muchas compañías internacionales probablemente se irían de Londres para quedarse en Europa. La capital de Escocia, Edimburgo, es una seria candidata a reemplazarla. Y una Inglaterra disminuida tendrá un peso internacional mucho menor, para empezar, en su relación con Estados Unidos”.[1]
Así las cosas, en opinión de quien esto escribe, una Europa germanizada y con tendencias disparadas hacia un orden simbólico fascistoide no es lo mejor para el movimiento obrero europeo. La integración no fue una decisión subjetiva de unos gobernantes que hubieran podido tomar otro camino. Por el contrario, fue una imposición de la dinámica de funcionamiento del sistema capitalista global: las fuerzas productivas de Europa se liberaban, provisoria y paulatinamente, de obstáculos y ataduras en la medida en que sus principales productos (el carbón y el acero) podían circular libremente entre los mercados nacionales. Era el año 1956, el año en que nació la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), embrión de la actual UE.
La fragmentación de Europa sería la facistización de Europa, bien que sólo en las formas pues, como dice Savio en el portal que citamos, con el chauvinismo, el populismo y la xenofobia se puede ganar una elección pero difícilmente gobernar un país.
Tal vez constituya un adelanto de lo que decimos el asesinato de una joven diputada laborista, el 16 de junio en Birstall, en el norte de Inglaterra, acuchillada y baleada por fanáticos del Brexit. La víctima, Jo Cox, se hallaba haciendo campaña por la permanencia de su país en el seno de la UE y el hecho resulta completamente extraordinario en Inglaterra ya que –según consigna The Guardian- sólo tres diputados habían sido muertos en la historia reciente del país y ello en el marco del conflicto norirlandés (www.lemonde.fr).
Así las cosas, la pregunta debería ser: ¿en qué escenario tendrá la clase obrera europea mejores condiciones para organizarse en torno de un proyecto propio y en pos de un horizonte, a largo plazo, superador del capitalismo?
El 26 de junio hay elecciones en España y sería mejor que Unidos-Podemos ganara en una Europa unida que en una atomizada y encerrada en cotos nacionales. El ejemplo cunde mejor en el primer escenario que en el segundo. Pero, en este punto, complicado como pocos, se escuchan ofertas.
Je suis Pulse
El candidato republicano ha resultado ser, contra todos los pronósticos,[2] el multimillonario Donald Trump. Pero no parece probable que éste pueda derrotar a la inercia del votante estadounidense medio que se inclina, mecánicamente, por lo malo conocido del establishment y raramente por lo bueno por conocer que aparece de repente y no se sabe de dónde y a qué viene.
Clinton y Trump expresan, cada uno a su modo, a un tiempo, la decadencia de un sistema y el horror de esa decadencia. La NRA (National Riffle Association) apoya a ambos. Y allí está Orlando y esos 50 chicos muertos que son apenas minúsculos guijarros en el inventario de los que mandan en los EE.UU y en el mundo.
Una vez más, el absurdo convertido en explicación mediática de lo ocurrido. Esta vez, el odio social que supura una sociedad enferma, se abatió sobre un boliche gay llamado Pulse, es decir, pulso, vida, no muerte.
No es fácil adelantar una conclusión en este doloroso tema, habida cuenta de la poca y confusa información con que se cuenta. Obama ha salido al cruce de los primeros beneficiarios potenciales de la masacre, que son los antimusulmanes extremos. Ha dicho el Presidente que no hay indicios de autoría de Estado Islámico. Pero tal vez no sea suficiente. El lobby antimusulmán -que es el lobby judío- es fuerte y en la campaña de Trump el arresto y la deportación de cuantos profesen esa religión es un punto cimero. Se beneficia Trump, entonces, con este nuevo crimen, lo cual, va de suyo, no está significando que vaya a ganar, sin más, la próxima elección.
Los hechos también deberían -si EE.UU. fuera un país normal- favorecer al lobby por el desarme (contrario a la Asociación Nacional del Rifle) y a las organizaciones que abogan por los derechos de las personas homosexuales y transgénero.
Otra vez los medios de EE.UU. y sus repetidoras del resto del mundo se hallan enfrascados en discusiones inconducentes acerca de la conveniencia de vender y portar armas a tontas y a locas, que es la loca realidad de los Estados Unidos en el punto. Otra vez le echan la culpa o absuelven de toda responsabilidad al espantajo terrorista llamado Estado Islámico, ese que vende petróleo extraído de pozos propios basados en Irak y que va y viene por la frontera turca como si fuera su propia casa.
Los medios han citado, otra vez, los vínculos del padre de Omar Mateen, el asesino, con la CIA desde los años de la guerra en Afganistán contra la URSS. Este padre se llama Seddique Mir Mateen y tiene un programa de TV en San Francisco de California dirigido a afganos que viven fuera de su país. Ese programa de televisión lo financian oenegés estadounidenses.
Al parecer, el hijo de este sujeto, el asesino Omar Mateen, “…era empleado de la transnacional de servicios de seguridad G4S. Nunca fue considerado un individuo radicalizado, ni en el plano político ni en materia de religión. Aunque era casado, Omar Mateen frecuentaba el club nocturno gay donde perpetró la masacre y se sabe que había mantenido relaciones sexuales con al menos otro cliente” (“El asesino de Orlando y los supuestos autores del atentado de Boston tenían lazos «familiares» con la CIA”; 17/6/2016;www.voltairenet.org).
Se repetiría, entonces, el esquema de hijos nacidos en EE.UU. de padres musulmanes extranjeros y que, vinculados a esferas y/o personas influyentes de los EE.UU., son preparados y/o incitados/instigados a perpetrar este tipo de crímenes. El antecedente inmediato, en este sentido, fue el de los hermanos Djokhar y Tamerlán Tsarnaev, musulmanes de origen checheno, autores del doble atentado, en 2013, durante el maratón que se corría en Boston. Se supo luego que eran sobrinos políticos de Graham Fuller, agente operativo de la CIA en Afganistán (www.madcowprod.com; enero 28/2015; por Daniel Hopsicker: “Ex oficial de la CIA desmintió haber encubierto el atentado con bombas en Boston”).
Aquí, en Orlando, nadie investigará nada, salvo el FBI, que es como decir que investigará el autor del crimen. Es probable que se repita el escenario post Charlie Hebdo, es decir, la impunidad. Y no sólo ésta. El riesgo, también, reside en indagar en serio. Pruebas al canto: el comisario francés que investigaba al ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, por su presunta relación con los atentados a la revista humorística parisina, se suicidó inexplicablemente, y los analistas apuntaron a la CIA y al mismo presidente Obama, sugiriendo que estaban detrás de la muerte del comisario Helric Fredou (Agencia ABNA24).
De esto se trata, en fin: si se dice que hay una guerra y que es necesario armarse hasta los dientes para combatir a los enemigos, hay que mostrar muertos de tanto en tanto. De lo contrario, llegará un momento en que esa mentira no será creíble, la disciplina se relajará, el miedo desaparecerá y la protesta y la ingobernabilidad pondrán en riesgo bienes, propiedades y dinero de quienes lo poseen. Así está regimentada la sociedad estadounidense y así pretende la plutocracia gobernante en ese país que funcione el mundo.
El punto a considerar, claro está, es que en manos de este país (los EE.UU.) y de quienes lo dirigen, estamos todos.
*Juan Chaneton, periodista, escritor, colaborador de Tesis 11
[1] Savio da por hecho que si Inglaterra se va de Europa, Escocia se va del Reino Unido para enseguida incorporarse a la UE. Lo mismo haría -según Savio- Irlanda del Norte.
[2] La afirmación “contra todos los pronósticos” se relativiza por cuanto el autor de estas líneas ponderó la posibilidad de un Donald Trump presidente de los EE.UU. el 25/4/2011, en un ensayo titulado “El buen amor de la derecha imperial” (v. Adagio para cuerdas, Subt. “Barbarismos y arcaísmos sobre política, literatura y sociedad”, Nueva Librería. Bs. As., 2015. Pp. 99-105).