Revista Nº 125 (04/2018)
(política nacional)
Claudio Ponce*
La situación argentina en el presente del 2018, tanto en el plano local como así también en el marco internacional, se avizora grave y problemática. El aumento exponencial de la deuda externa, la destrucción de gran parte del aparato productivo, el achicamiento del mercado interno y la desmedida transferencia de recursos económicos de las mayorías a una pequeña minoría, marcaron el “cambio” de rumbo que arrojó a la Nación a un inexorable conflicto social que se profundizó en los últimos meses.
¿Existe algún culpable de este desastre? ¿Dónde reside la responsabilidad que hizo posible un gobierno de la derecha más rancia de la Argentina? ¿Cuál es la patología social que impide a este país el lógico desarrollo humano que mejore la calidad de vida de sus habitantes? ¿Cuál fue la razón que hizo que los argentinos votaran contra sus conquistas sociales y la profundización de sus derechos democráticos?
El egoísmo se expresa como una pulsión que brota de los ámbitos más oscuros del inconsciente humano. Se canaliza con cierto grado de racionalidad pero carece de conciencia respecto de la “otredad” y no es más que un deseo auto-destructivo que se proyecta hacia los semejantes en forma de sadismo y violencia. El egoísmo no es el “amor a sí mismo” como primeramente sostuvo Sigmund Freud, en todo caso, como posteriormente argumentó Eric Fromm superando los postulados freudianos, el egoísmo es una forma de avaricia patológica que carece de amor y destruye aún a las propias personas que lo ponen en práctica. Pero además, bueno es aclarar que el egoísmo es la esencia que hace a la evolución del sistema capitalista ya que este deseo narcisista es el fundamento de la “propiedad privada” y del “imperialismo”. Ahora bien, a pesar de la mundialización del capitalismo todavía existen países que sostienen una mayor distribución de la riqueza, y si bien aceptan la propiedad, ésta tiene ciertos límites determinados por un Estado presente que intenta garantizar los derechos democráticos de los ciudadanos en pos de una sociedad con mayor grado de equidad. No son muchos, pero hay ejemplos de estos países cuyo desarrollo es admirable en medio de un mundo abatido por el capitalismo neoliberal. Pero cuando en un país asume un gobierno que pretende hacer del “egoísmo y la mentira” los pilares de una nueva cultura que desea imponer a cualquier costo, las consecuencias pueden ser aterradoras llegando incluso a la desintegración nacional.
La Argentina del 2018, en el tercer año de la “Administración Cambiemos”, se debate entre un conflicto social insuflado por leyes y decretos que pretenden devastar las conquistas sociales de los trabajadores, sean éstos pasivos o activos, y una política de ajuste aplicada por un gobierno que acata el dictado de los intereses del capital extranjero. Una nación que oscila también entre la autodeterminación política, o un dominio imperialista de características decimonónicas. La “alianza” que unió circunstancialmente a los radicales de derecha con la oligarquía tradicional del Pro “conducida” por un advenedizo a la clase patricia, volvió a poner al país al borde de convertirse en un “Estado asociado” a la voluntad imperialista del conglomerado de EEUU y Europa Occidental. Con el pseudo pretexto de “volver al mundo”, la política exterior de la gestión macrista solo supo entregarse a la toma de decisiones del Departamento de Estado norteamericano respecto de la política a seguir en la región. En el plano local, con el retorno de un modelo económico casi calcado de los años noventa y dictado por los organismos internacionales, creció supinamente el endeudamiento con el único objetivo de poner de rodillas a la nación y condicionar toda posibilidad de desarrollo humano y social. El panorama asoma como desolador, aunque lo más grave y nefasto de esta situación es que todos estos “cambios” se llegaron a imponer con un considerable consenso social.
El misterio que ronda en la cabeza de muchos profesionales que se preguntan sobre las razones de una conducta social incomprensible puede que tenga múltiples causas, aunque las mismas no dejan fuera una responsabilidad colectiva. Si bien la maquinaria multimediática, con su importante respaldo de ocultamiento, desinformación y mendacidad, es todavía un factor de sostenimiento de un gobierno que desprecia la libertad de expresión, eso no alcanza para explicar la conducta de quienes apoyaron y apoyan todavía a la gestión macrista. La explicación del respaldo que tiene todavía el Pro hay que rastrearla en la gran difusión de una cultura del egoísmo individualista. Este mal que expresa los más “bajos instintos” de los seres humanos, como muy bien lo hizo conocer la película homónima, seduce a través de la mentira predicando el amor y el diálogo, cuando en verdad lo que desea es la eliminación física del otro. Este mal es el motor que mueve el deseo sádico de dominar, explotar y maltratar al semejante al solo efecto de obtener el “placer” de la acumulación de unos pocos a costa del sufrimiento de muchos. Para que esto sea posible, el egoísmo se canaliza a través de una estructura de carácter social autoritario que concluye en naturalizar la opresión, el racismo y la discriminación con la intención de matar a toda persona indeseable que se oponga a la clase dominante. Este es el mensaje del macrismo. Detrás de la “alegría televisiva de los globos”, por debajo de cada discurso con promesas inalcanzables y nunca tenidas en cuenta, se esconde el cinismo y la mentira que muestra su negacionismo. Negar la realidad y la Historia es una política cotidiana de la cultura Pro que apuntó siempre a la debilidad de todos aquellos que, sin llegar nunca a pertenecer a su clase, internalizaron una mentalidad burguesa contaminada por el individualismo que el gobierno propone como un “valor” denominado “meritocracia”. En la ingenuidad de muchos avaros y ambiciosos que consciente o inconscientemente creyeron ser más que sus semejantes, allí es donde descansa el sustento de la cultura neoliberal expresada cruelmente por “Cambiemos”. Allí también se encuentran las razones de la conducta de muchos “Judas Iscariote” que pertenecieron a los sectores “progresistas” y ocuparon cargos en el gobierno anterior, junto al comportamiento mediocre de los muchos que gritaban “la Patria es el Otro” cuando vivían en la primacía de lo individual por sobre lo grupal. Así de compleja es la vida social y política, construir el “Hombre Nuevo” lejos está de “soplar e inflar globitos”, la lucha por una sociedad más justa requiere fundamento ideológico, coherencia entre la palabra y la praxis, y primordialmente un claro compromiso con el prójimo. De esto se habla poco y existe exiguamente en la Argentina del presente.
El presidente Macri y todos sus funcionarios se dedicaron durante estos dos años y cuatro meses a violar la Constitución, a derogar leyes por decreto y a interferir en los poderes legislativo y judicial mediante la extorsión, el apriete y la venganza. Hicieron del gobierno un Estado de excepción que por sus acciones recuerda las peores épocas del Terrorismo de Estado, y para terminar de emular a los genocidas, ejercieron arbitrariamente el poder represivo del Estado encarcelando ilegalmente a dirigentes sociales y a políticos opositores. A su vez, eliminaron derechos laborales, despidieron masivamente trabajadores del sector público y privado, censuraron a periodistas que se negaron a convertirse en mercenarios de sus intereses y concluyeron reprimiendo violentamente toda manifestación contra el ajuste y el desempleo. ¿Dónde están los culpables? ¿Quiénes son los responsables?
Los “culpables” de que la derecha política argentina haya llegado a tanto escarnio de su pueblo habitan en una dirigencia política y sindical que, traicionando a sus representados, se dejó tentar por los “bajos instintos” propuestos por el macrismo y se vendió a una oligarquía que ha despreciado siempre a su Patria. Ellos quizás sean más culpables que los que conducen este aquelarre ya que apoyaron e hicieron su aporte para que la maldad se institucionalice. Por otra parte, los “responsables” de la actual situación son todos aquellos “idiotas útiles” signados por sus mezquindades, su egoísmo y sus concepciones individualistas. O sea, la responsabilidad no radica aquí en un sector político definido sino en el “colectivo” de una sociedad colonizada semiológicamente que aún no pudo borrar del todo las marcas del Terrorismo de Estado. Un “colectivo” ignorante de su propia Historia que repite las tragedias como tragedias, y se niega al aprendizaje de los hechos pretéritos para evitar caer nuevamente en los mismos errores. Un “colectivo” con una patología sado-masoquista heredada del autoritarismo que todavía vive latente en considerables sectores de la sociedad argentina.
La Alianza Cambiemos puede convertirse en un mal recuerdo a partir del 2019, en caso contrario, en un escenario de posible continuidad, puede ser factible una definitiva desintegración nacional. El daño de cuatro años no puede determinar el futuro de una nación pero si retrasa el potencial desarrollo humano de la misma. En la toma de conciencia, el análisis crítico y un compromiso expresado con un sano voluntarismo está la posibilidad de reconstruir el movimiento popular. De esa lucha se trata, de “resistir para transformar”, de hecho ya hemos aprendido que las utopías no esperan a la vuelta de la esquina, pero sin ellas no podríamos seguir viviendo.
*Claudio Esteban Ponce, licenciado en historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11
Excelente análisis de esta sociedad egoísta, que quiere eliminar al otro, aunque para hacerlo deba pegarse un tiro en las botas!!!
Me parece excelente el artículo de Claudio. Me aportó mucho respecto al gran tema del porqué una propuesta reaccionaria como la de este gobierno fue votada y sigue contando con el aval de amplios sectores de la población.
Me pareció excelente el artículo de Claudio !!! Me aportó mucho sobre el tema de la conciencia y el manejo que se produce en este sistema.