El ocaso de la democracia

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Revista Tesis 11 (nº 123)

(número especial: legislativas de Octubre)

Claudio Esteban Ponce*

La desaparición forzada de Santiago Maldonado y la falta de una respuesta de la gestión gubernamental pone entre paréntesis el Estado de Derecho. El incremento de la represión social, la difusión de la hipótesis de un posible estado de beligerancia interna promovida por los medios de comunicación, y la búsqueda de una razón que posibilite poner en marcha una militarización de la seguridad del país al servicio de un disciplinamiento de los sectores populares, son las características de un gobierno contrario a los fundamentos democráticos.

Las acciones restrictivas que implementó el gobierno de Mauricio Macri en los últimos meses se radicalizaron como una política de Estado que apuntó a cercenar los derechos democráticos ganados durante gobiernos anteriores. La tristeza invadió a gran parte de la sociedad argentina, consciente ella del peligro que asomaba en el horizonte. Sin embargo, otro sector social, distraído y “colonizado semiológicamente”, no registró claramente los hechos vividos en el país durante los meses precedentes. Además, hay que destacar también que un grupo de la población argentina, quizás minoritario pero muy poderoso en lo económico, expresó de manera perversa su discriminación y su racismo autoritario para acompañar las políticas gubernamentales. Cierto es que si algo ha enseñado la Historia de los pueblos de Occidente, fue que los gobiernos de derecha con las metodologías más crueles y sanguinarias de represión social, iniciaron su accionar por supuestos caminos democráticos, victimizándose y rogando un espacio de participación, para luego pasar a ser el terror de los pueblos que sufrieron el exterminio.

El gobierno de la alianza Cambiemos, que arribó a la gestión con un discurso que pregonaba el diálogo, comenzó a transitar por un borde muy peligroso cuya  continuidad sería el abismo. Llegar a cruzar los límites del Estado de Derecho ubicándose en el plano de la violación de los Derechos Humanos, convirtió a la administración macrista mínimamente en un Estado de Excepción. La desaparición forzada de Santiago Maldonado marcó un punto de inflexión en la radicalización represiva que vino manifestando el gobierno desde su llegada a la Casa Rosada. Designación de jueces por decreto, endeudamiento astronómico vetando las intervenciones del Congreso, naturalización de la existencia de “presos políticos”, despidos masivos e instalación de un aparato represivo no visto desde la última dictadura, fueron las características de la gestión “Pro”. Pareciera ser que han estado buscando “razones validas” o “forzadas justificaciones” para poner en marcha un plan de desintegración de los derechos democráticos que habían sido profundizados en los últimos años. La protesta Mapuche fue la excusa ideal para poner en marcha la súper-estructura  represiva del Ministerio de Seguridad con el objeto de mostrar el castigo y el disciplinamiento a una sociedad de parte de un gobierno que siempre pretendió imponer sus medidas de ajuste ejerciendo la violencia social. La orden de este Ministerio fue explícita, no solo para agredir a la manifestación de la comunidad indígena sino para cualquiera que a ellos acompañaran, pertenezca o no a nuestros pueblos originarios. Esta actitud gubernamental confirmó la hipótesis de una violencia institucional que las autoridades del gobierno nacional y provincial estuvieron dispuestas a llevar adelante.

La mayoría de los medios de comunicación, propiedad del poder económico concentrado, intentaron de manera repugnante negar lo sucedido en la represión a la comunidad y negar también la desaparición de Santiago Maldonado sumando el desprecio a los pueblos originarios con tal de justificar lo injustificable. Al mejor estilo de las épocas del Terrorismo de Estado, los diarios Clarín y La Nación junto a los medios televisivos y radiales que concentran, divulgaron una cadena de agravios y mentiras intentando legitimar un crimen de lesa humanidad. A través de sus “caras famosas” o de “pseudo-periodistas” junto a mediocres actores y conductores de bochornosos programas de “entretenimiento masivo”, pretendieron difundir el odio y la ignorancia de una clase dominante cada vez más hambrienta de violencia. Miserias humanas que no hacen más que mostrar el desprecio de una clase social que siempre manifestó su rencor hacia una mayor libertad de los sectores populares. El resentimiento contra un ser humano libre y solidario como Santiago Maldonado fue una expresión más de la eterna inquina hacia todos aquellos que la oligarquía consideró como diferentes o peligrosos que pudieran poner en peligro sus intereses y su eterna avaricia.

¿Quiénes eran los verdaderos poseedores de las tierras en conflicto? ¿Cuál fue el fundamento natural y moral que avaló la apropiación indebida del planeta? ¿Qué culturas inventaron la “propiedad individual”?

La “propiedad privada” siempre se fundó en el egoísmo, el odio y la rapiña. Los imperios de la antigüedad, el romano con mayor claridad, le fueron dando “estatuto legal” a la conquista por vía de la guerra. Los pueblos del continente americano en tiempos anteriores al proceso de aculturación realizado por los imperialismos europeos, jamás concibieron la posibilidad de apropiarse de la tierra. Para ellos esa actitud hubiera significado un sacrilegio, un desafío a la divinidad que había otorgado el usufructo de la naturaleza al hombre para su beneficio. Pero el “Huinca” desembarcó en estas tierras considerando salvajes a quienes aquí habitaban y no solo robó lo que ellos poseían sino que lisa y llanamente los exterminó. Cuando en los territorios que iban a recibir el nombre de Argentina durante el siglo XIX el general Roca organizó la “campaña al desierto” financiada por una oligarquía que luego lo convertiría en presidente, el Sur no era ni un “desierto” en lo geográfico ni en lo demográfico. Allí habitaban pueblos que, mediante un genocidio planificado, los representantes de una “democracia restringida” habían decidido aniquilar. Los mismos que robaron las tierras fueron los que luego “legalmente” redactaron las “escrituras sujetas a derecho” que los convertían en dueños absolutos de esos campos que habían arrancado a sangre y fuego a quienes habían sido sus pobladores naturales. El “positivismo” y el “darwinismo social spenceriano”, sustentos teóricos del capitalismo imperialista, fueron los fundamentos ideológicos de los falsos próceres que unificaron el Estado Argentino bajo el régimen oligárquico a partir de 1880. Los “herederos económicos y genéticos” de los que “inventaron una patria como propiedad privada de pocos”, son muchos de los actuales funcionarios de la “alianza cambiemos” que gobierna el país desde el 10 de diciembre de 2015. Los mismos que nunca tuvieron base popular y financiaron todos los golpes de Estado de la Historia Argentina en beneficio de sus particulares intereses, son los que hoy gestionan con el aval de los votos pero, vale aclarar, gracias a los personeros de la derecha enquistada en el radicalismo y el peronismo, siendo éstos en el presente no más que la resaca de esas expresiones políticas.

El contexto actual augura un tenebroso futuro. Si se logra que el cinismo y la mendacidad se instalen en las masas populares, los sectores subalternos de la Argentina quedarán a merced del dominio de sus opresores. Si las instituciones más representativas de las voluntades populares, Sindicatos, Iglesias, Movimiento Sociales, no unen criterios y objetivos para frenar la posible desintegración social, el “tsunami neoliberal” destruirá toda posible defensa de la libertad política y  los derechos humanos de todos los argentinos. La batalla se sigue librando en el “campo cultural”. La “desaparición” por decreto de la Ley de Medios, las hipotéticas “reformas en la educación”, el deterioro de la salud pública, fueron políticas que, como ya fue esbozado en el artículo precedente, responden a un “proceso de devastación cultural planificado” que tiene por objeto doblegar definitivamente cualquier proyecto de liberación desde la concientización y organización de los sectores populares.

En los tiempos por-venir solo se avizora violencia y ajuste económico. Pero aun así las situaciones límites agudizan la inteligencia colectiva, y frente a tamaño desafío del imperialismo capitalista internacional y sus aliados históricos de nuestro país, queda la resistencia, la lucha por la defensa de los derecho humanos, y la creación de conciencia para la organización colectiva y solidaria. La represión a nuestros pueblos originarios y la desaparición forzada de Santiago Maldonado no pueden quedar impunes…

*Claudio Esteban Ponce, licenciado en historia, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

3 respuestas a “El ocaso de la democracia”

  1. Susana Navarro dice:

    Tan clara como devastadora, la descripción de la situación. Los gobiernos de derecha, como acertadamente se señala, jamás harán nada para beneficiar al pueblo.
    Realmente debemos agudizar la inteligencia colectiva, para no permitir el avance de las políticas de represión, de ajuste y de quita de derechos.
    Excelente artículo.

  2. Un artículo esclarecedor sobre la situación social actual. La Alianza Cambiemos es una yunta conformada por hijos de nuevos ricos, herederos de la oligarquía, CEOs, y traidores de clase que instalados en el Gobierno pusieron en marcha su plan de destrucción contra los sectores populares. Y acá entramos todos, desde la clase media alta (aunque no todos se den cuenta y estén creídos que son como los ellos) para abajo

  3. Todos. Por eso hay que agudizar la inteligencia colectiva. Estar atentos porque vienen por los derechos adquiridos y a conquistar mentes y corazones. Gran parte lograron y llegaron tras el balotaje a manejar las instituciones democráticas. Pero más allá del modelo económico de ajuste que están implementando, y que genera dolorosas secuelas a futuro para nuestro país, la resistencia y la batalla en el plano cultural es fundamental y necesaria sino nos convertirán en zombies, o peor, en sus esclavos en las cavernas.

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