EDGARDO ROZYCKI*
El que dice la verdad no miente
Sobre la polémica entre los compañeros de Proyecto Sur y Carta Abierta.
«!¿Habrá alguien que piense que hay algo más importante que procurarle alimento a un pibe que tenga hambre?!» Esto era lo que decíamos en el barrio, en nuestra adolescencia, para reírnos de… nada.
En realidad, y para ser más preciso, era una de las tantas frases hechas que se repiten y provocan la misma risueña reacción cuando no se tiene algo más importante para decir.
Ha pasado muchísimo tiempo, y aquella frase guardada en mi memoria ha cobrado una connotación que me llevó a pensar seriamente en que lo que parecía una pavada de chiquilines, una verdad de Perogrullo, por cierto no lo era. La polémica desatada, o quizá debamos decir desbocada, entre compañeros de Proyecto Sur y Carta Abierta me ha evocado estos recuerdos, gratos en su momento y, quizás, aleatorios (¿arriesgados?) ahora. Conozco a varios de estos compañeros, si bien no a todos en forma personal. Presumo que no son mentirosos, que son militantes honestos, que defienden fervorosamente la verdad. Para decirlo más acertadamente, «su verdad».
Pino Solanas, Eduardo Vior, Hugo Barcia y Alcira Argumedo dicen la verdad. Por lo tanto, si dicen la verdad no mienten -–como lo afirma la frase que encabeza este artículo–, pero las posiciones son tan distintas que dan lugar, incluso, a un lenguaje agresivo, no desprovisto de ofensas entre compañeros militantes del campo popular. Ahora bien: ¿Podríamos decir que el que dice una parte de la verdad, pero calla otra, está sosteniendo en el mismo planteo la verdad y la mentira? Si esto fuera así, ¿se podría determinar qué
porcentaje de verdad se dice, y qué otro se calla, para afirmar que lo que se sostiene es verídico o mentiroso?
Y ¿sería correcto darle a quien hace el planteo, las mismas categorías calificativas?
Sobre el tema del hambre, Pino expresa: «un genocidio social evitable que entre el 2000 y el 2002 se cobró cerca de 100 mil víctimas, según el INDEC, y que al final de la década habrá dejado otros 100 mil muertos si continúan las políticas neoliberales». Lo que no dice Pino es que 100 mil en dos años son cincuenta mil por año, y 100 mil en ocho años son doce mil quinientos cada 365 días. (Me siento asqueado al equiparar vidas con números, pero no sé de qué otra manera expresarlo.)
Pino agrega: «los gobiernos de la década, lejos de saldar esta deuda (la del hambre), pagaron la deuda externa con el agravante de no haberla investigado». (¿Sólo los gobiernos de la década no investigaron
la deuda?) De lo que no habla es de la quita histórica, por lo inédita, que exigió el gobierno, así como tampoco de la necesidad de sostener políticas independientes del FMI, como también lo hizo Brasil.
(Una digresión: Hablando sobre el tema de la deuda externa, difícilmente se recuerda que los gobiernos
que disminuyeron la deuda –por supuesto, pagándola– fueron los de Yrigoyen, Perón, Illia y nuevamente Perón, y los que más la contrajeron fueron el de la dictadura genocida y el de Menem).
Continúo con mi análisis: un tema tan complejo no puede ser saldado con una consigna. Pino dice: «Hay hambre porque no existe la voluntad política de terminar con ella». Esta es una verdad incontrastable.
Pero, lamentablemente, lo que desata la parafernalia discursiva parece ser no las decenas de miles de muertes de pibes, por causas evitables, sino lo que a continuación cito del artículo de Pino: «…pienso en queridos y talentosos compañeros, como varios integrantes de Carta Abierta, que tantas veces hicieron oír sus voces defendiendo la causa de los derechos humanos y la democracia, y hoy callan estos latrocinios».
Barcia responde acusando a Pino de hacer declaraciones «en clara sintonía con el diario ‘La Nación’» -–pobre argumento éste–. Como, –me imagino, todos sabemos, «La Nación», que siempre critica al gobierno desde la derecha, no pierde oportunidad de criticarlo por izquierda, cuando el gobierno le ofrece un flanco débil. Al diario de Mitre no le interesa que la pobreza aumente. De hecho, las políticas que su editor impulsa favorecen el crecimiento de la pobreza y la desnutrición, sin que esta posición impida la crítica acerba al gobierno por la manipulación del INDEC.Tampoco le interesa la corrupción. Tal como afirmaba Marx, «la burocracia y la corrupción son inherentes al régimen capitalista». Sin embargo, este sistema es defendido e impulsado por «La Nación», a pesar de que si hay una SKANSKA o un sobre en el baño de Felisa Miceli, pone el grito en el cielo, con tal de debilitar al gobierno.
¿Los militantes del campo popular no deberíamos criticar estos hechos, simplemente porque «La Nación» lo hace? ¿No defenderíamos mejor al gobierno haciendo una crítica desde el otero de la izquierda?
Con una crítica severa, pero sin cruzarnos a la oposición, ¿no ayudaríamos a mejorar las acciones del gobierno? Si esto se calla, ¿qué porcentaje de verosimilitud le resta al planteo primitivo?
¿Acaso no sabe Barcia que una crítica seria, constructiva -–como siempre debería hacerse desde el campo popular–, ayudaría a que este gobierno tienda a buscar apoyo en las organizaciones populares, en vez de recostarse en la asociación ilícita denominada PJ? Quiero aclarar que –como expuse en el número 89 de TESIS 11– estoy de acuerdo con las retenciones móviles.
Como siempre se sostuvo desde el campo popular: el que más gana, más tiene que pagar. La pelea que debemos dar es saber hacia dónde va ese dinero y controlarlo.
Eduardo Vior cita a la primera Carta Abierta en la que ingenuamente se sostiene que las retenciones móviles se orientaban a obtener una mejor distribución del ingreso.
Recordemos que cuando a instancias del entonces ministro de economía Loustau se impulsó la resolución 125, no había ninguna referencia al destino de esos fondos. Sólo cuando la reacción de los empresarios sojeros puso en riesgo la institucionalidad de la república, surgieron informaciones sobre el destino de esos fondos: hospitales, viviendas, caminos provinciales, etcétera.
Si la R. 125 se hubiera aprobado, la lucha por la distribución del ingreso hubiese sido un mérito de la derecha.
«Y yo con mi guitarra, qué boludo, mamita, con mi guitarra y mi canción».
Vior termina con una impertinencia: «Los militantes del campo popular asumimos nuestra responsabilidad,
también en el trabajo intelectual. ¿Y usted señor Solanas?».
Conozco a grandes rasgos la trayectoria de Pino, no así la de Eduardo Vior. Cabe preguntarle, quizá con la misma impertinencia y desmesura: ¿Y usted señor Vior, cómo anda con la Comisión de Derechos Humanos de Carta Abierta?
Alcira Argumedo incurre también en verdades a medias. Sabido es, pero no muy difundido por los medios,
que los grandes agroexportadores, al enterarse–por los buenos contactos que mantienen con el gobierno–
del aumento de las retenciones que estabanen carpeta, anotaron como ya cosechadas millonesde toneladas de soja que aún no habían sido sembradas. Con esto evitaban pagar unos «puntitos» menos de retenciones.
El monto de lo defraudado superó los mil quinientos millones de dólares. Mario Cafiero y Monner Sans lo denunciaron a la Justicia, en tanto que Claudio Lozano lo hizo en el Congreso. Javier de Urquiza se fue –con más pena que gloria–, pero a su casa, no a la cárcel.
Argumedo se pregunta: «¿Por qué Carta Abierta no ha mencionado nunca ese desfalco, que fue la clave del voto contra la resolución 125 de Claudio Lozano?».
Este planteo tiene dos ideas que Argumedo contrapone: en primer lugar, es cierto que Carta Abierta no se hizo eco de un tema tan prioritario.
¿No hay nadie que tenga la valentía de exponerlo en una asamblea?
En segundo lugar, Lozano planteó en el último plenario del partido Buenos Aires Para Todos, al que yo pertenecía: «Yo no lo voy a entregar a Buzzi», haciendo alarde de la «democracia participativa» que nos habíamos comprometido a respetar, ante más de cien compañeros…
Dejando de lado el aspecto anecdótico: ¿debemos suponer –según dice Argumedo– que Lozano votó perjudicando a los pequeños productores y beneficiando a los grandes, como ya quedó demostrado, ante la falta de voluntad política del gobierno para investigar la estafa?
Esto debería ser explicado a los pequeños productores, que con la R. 125 hubieran pagado cinco puntos menos de retenciones en aquel momento. También a quienes están a más de 400 km de los puertos, que tendrían una bonificación del 50 % en el flete.
Los grandes, y los que cometieron la estafa, salieron doblemente beneficiados, dado que se guardaron la plata mal habida y pagaron 7 puntos menos de retenciones. ¡Que extraña manera de hacer política popular!
Sigue diciendo Argumedo: «Se apoyó sin problemas la estatización de Aerolíneas o de las AFJP, al aceptarse las modificaciones del proyecto oficial». Analizando lo implícito, si no se modificaba el proyecto oficial, como lo planteaban Lozano y Proyecto Sur, ¿iban a votar en contra del traspaso al Estado de las AFJP?
La pobreza de estas argumentaciones no tiene nada que ver con la reconocida capacidad intelectual de Alcira Argumedo, sólo que es muy difícil sostener acciones de derecha y tratar de justificarlas con ideas
de izquierda. No cualquiera es Buzzi. Es inaceptable esta intelectual parafernalia discursiva, cuyo objetivo parece ser quedar mejor parado que el ocasional adversario, dejando de lado el problema en sí, minimizando el drama de los miles de niños que mueren, por causas evitables.
¿No deberían los compañeros de Carta Abierta declarar con firmeza su posición contraria a la manipulación del Indec, a la concesión petrolífera de Cerro Dragón, al veto de la ley de protección de los glaciares, al hambre y a la desnutrición infantil, entre otras cosas?
No tendrían los compañeros de Proyecto Sur que revisar su visión política sobre quien es el enemigo principal, criticándole a los Kirchner lo que haya que criticarles, que es mucho, sin adjudicarles la responsabilidad de todos los males que sufre el País desde 1976?
¿No podríamos todos los compañeros del campo popular convocar a la constitución de un espacio amplio, donde se estudie, se debata y se propongan soluciones viables, para avanzar en la erradicación del hambre, de la pobreza y de la mortalidad infantil? O…¿Ese no era el tema y me fui por las ramas?
* Médico, miembro de consejo de redacción de Tesis 11.