Revista Tesis 11 Nº 139
Edición dedicada a América Latina
(américa latina)
Claudio Esteban Ponce*
La Historia Latinoamericana siempre se caracterizó por vivir el “tiempo de los Intentos”. Desde su independencia en adelante, cada país que se formó en el continente anteriormente dominado por el imperio español, luchó por la defensa de sus derechos soberanos con el objeto de lograr un desarrollo integral de sus pueblos, ya que la maldita alianza entre sus oligarquías locales y los nuevos imperios dominantes, lo impidieron permanentemente. Los últimos grandes “Intentos” fueron durante los primeros quince años del siglo XXI. En ese lapso Venezuela, Argentina y Brasil parecieron plantarse frente al imperialismo e impulsar a que otros países de la región acompañen. Hubo avances y retrocesos en el plano internacional y en el ámbito local de cada nación embarcada en estos cambios debido a que el enemigo interno asociado al externo jugó un papel relevante para frenar el avance de las democracias populares. ¿Por qué no se pudieron consolidar los procesos de transformación latinoamericanos? ¿Cómo pudo recuperar espacio político la derecha e incluso ganar elecciones? ¿Qué reflexiones merece el presente de América Latina? ¿Cómo volver a intentar un movimiento de liberación que haga posible una salida de la opresión imperialista?
Los primeros años del siglo XXI en América Latina estuvieron signados por el resurgimiento de movimientos populares en diversos países del continente. La crisis social y económica previa a la reaparición de estos movimientos hizo que las protestas de la clase trabajadora pusiera entre paréntesis las recetas neoliberales de la década de los años noventa. Esta lucha había generado la posibilidad de recuperar gobiernos y dar comienzo a diversos procesos que, por sus analogías, reavivaron la vieja visión de los héroes de la independencia de una América potencialmente unida. El Chavismo en Venezuela, la alianza del Partido de los trabajadores en Brasil y el Kirchnerismo en Argentina, fueron los que lograron establecer una “cabecera de playa” sobre la que avanzaron Ecuador, Bolivia, Paraguay y Uruguay entre otros países de la región. La primera década del nuevo siglo asemejó la continuidad del proceso de liberación que había quedado trunco en años anteriores. Ante el ímpetu de las nuevas “primaveras políticas” el poder concentrado del imperio contraatacó. Con la ayuda de las oligarquías tradicionales y sus esbirros de siempre, lanzaron una contraofensiva amparada en el “lawfare” o los “golpes blandos” primero, y apelando a la violencia de los viejos golpes de Estado después, para hacer posible que la derecha fuera recuperando el terreno perdido. Con el tiempo fueron logrando sus objetivos incluso por medio de elecciones, otra vez se diluían los “intentos emancipadores”.
El año 2021 se inició con el optimismo de la vacuna contra el Covid-19 pero a la vez abatido por una segunda oleada de la pandemia. El virus sigue presentando batalla a pesar de los esfuerzos de la ciencia y las medidas restrictivas nunca bien aceptadas. La “Aldea Global”, como gustaban de decir los amantes del neoliberalismo, continúa afectada por una crisis que fue ahondada por la propagación de una enfermedad que mostró las carencias y debilidades del “poder capitalista”. Aún así, la concentración de la riqueza siguió y las mezquindades de las minorías evidenciaron el verdadero rostro de un sistema autoritario, brutal y egoísta. América Latina, como región que forma parte del Tercer Mundo olvidado, intentó sobrellevar una coyuntura en la cual el imperialismo pretendió hacer pagar a los pueblos pobres los costos de la crisis. A esta situación todavía se enfrentan los países del continente, a resistir ser forzados a convertirse en la garantía de perpetuidad de los poderosos.
En medio de la actual coyuntura Latinoamericana, con la mayoría de sus Estados gestionados por gobiernos de derecha durante los últimos años, solo tres países volvieron a recuperar administraciones de tinte progresistas. El primero fue México, donde una gran alianza llevó al gobierno a López Obrador como representante de un espectro político muy amplio. Unos meses más tarde, otro gran “frente de Todos” hizo lo mismo en Argentina, y por último, después de un año de dictadura, elecciones libres lograron recuperar la democracia en Bolivia luego del cruento golpe de Estado contra Evo Morales. Los gobiernos de México y Argentina se presentaron como los que habían logrado arrebatar el poder a la derecha neoliberal con hipotéticos proyectos de modificación de lo que habían realizado las administraciones anteriores que se habían olvidado de las necesidades básicas de sus pueblos. A su vez, a poco de asumir el gobierno en ambos países, mucho menos tiempo en el caso de Argentina, sobrevino la pandemia que afectó a todo el planeta. Fue innegable que la situación obligó a un cambio de planes respecto de lo que se concebía en cada país, pero más allá de los condicionamientos enfrentados, se percibió cierta debilidad en ambos gobiernos para confrontar con el poder económico concentrado. Si los movimientos populares que gobernaron los tres primeros lustros del siglo XXI fueron desestabilizados y muchos derrotados debido a no asumir profundas políticas de transformación, la experiencia debió haberse aplicado durante el año 2020. Sin señalar puntualmente a Bolivia cuya gestión del Movimiento al Socialismo recién comienza su nuevo ciclo, tanto México como la Argentina optaron por políticas “dialoguistas” y “conciliatorias” con quienes nunca respondieron de la misma forma. El gobierno de López Obrador preservó el acuerdo de libre comercio con EEUU que ninguna gestión de izquierda hubiese avalado. No se observó una clara política para resolver la cuestión del narcotráfico, como tampoco se destacó su gestión frente a la crisis sanitaria generada por la epidemia ya que en un acto de imitación de la propuesta norteamericana privilegió la economía a la vida de su pueblo. En estos aspectos la actitud del presidente mexicano fue poco menos que irresponsable. Como se suele decir siempre en estos casos, tal vez no le dio “la relación de fuerzas” y tuvo que hacer solo eso…lo que pudo… En Argentina, por el contrario, la gestión del Frente de Todos enfrentó la pandemia con el objetivo de no llegar a una profunda crisis sanitaria y lo logró. El sistema público de salud nunca colapsó como sí lo hicieron en los países desarrollados. Los funcionarios del Ministerio de Salud argentino hicieron un impecable trabajo. Ahora bien, en lo que refiere a la cuestión económica y social, el gobierno de Alberto Fernández desperdició la oportunidad de poder realizar una profunda transformación. Toda crisis, por grave que sea, presenta un abanico de posibilidades de cambiar y mejorar la vida de los pueblos. El “Frente de Todos” se organizó con el objetivo táctico de derrotar electoralmente a la derecha, el cual hizo factible más allá de no tener muy explícitos sus acuerdos respecto de sus objetivos estratégicos. Sus votantes, de gran mayoría kirchneristas, desconocían los antecedentes ideológicos del grupo de funcionarios cercanos al actual presidente. Éstos, desde el comienzo de la gestión comenzaron a predicar la falacia del “es con todos”, cuando en realidad, si se tiene en cuenta que algo enseñó la Historia, fue que ninguna transformación social y política destacable fue “con todos”. Cuando se inició la pandemia y las economías del mundo se desplomaron, con un capital electoral reciente del 48% de la población sumado a una alta imagen positiva del presidente producto de la buena gestión sanitaria, era el momento propicio para tomar algunas medidas políticas de “urgencia” contra el poder económico concentrado. Bastaba con rescatar prácticas económicas y políticas de un “peronismo clásico”, no era necesario “tomar el palacio de invierno” ni llevar adelante una “Revolución Cultural Maoísta”, solo “peronismo clásico”: nacionalización del comercio exterior, revitalización de una ley de medios adaptada al contexto y un mayor control del Estado frente a una situación límite muy peculiar como la que había desatado la expansión del virus.
El presidente argentino optó por llevar al extremo el supuesto “diálogo” con una oposición que nunca escuchó, y con representantes de la economía concentrada que no solo hicieron oídos sordos a los pedidos presidenciales sino que respondieron con golpes de mercado y la desestabilización permanente del sistema democrático. Aún así, la respuesta del gobierno fue la ambigüedad y la tibieza frente a los ataques de la oligarquía tradicional. ¿Será que es demasiado bondadoso este presidente? ¿Será que no encontró aún una “relación de fuerzas” favorable? ¿Será que no están dadas las “condiciones objetivas” para los cambios? Si se siguen las experiencias de Castro y Guevara habría que preguntarse si esas “condiciones objetivas” no habría que crearlas, hacerlas posibles. De no ser así quizás valdría preguntarse si la Revolución Cubana hubiera sido viable.
El Frente de Todos en Argentina sigue siendo un dilema sin resolverse. Según el lineamiento ideológico que se siga se podrá mejorar la situación que padecen los pobres de ese país, dejaran de existir los presos políticos que aún padecen persecución, y tendrán la posibilidad de profundizar una democracia que le devuelva los derechos a los más necesitados. Si no se elije el camino de la “liberación” aunque éste parezca imposible, se avala la opresión. No se puede “servir a Dios y al diablo” al mismo tiempo, o estás con uno y por ende contra el otro, o ambos te considerarán enemigo. En política no hay lugar para la “tibieza”, la falacia del “ancho sendero del medio” solo es producto de la difusión que hizo siempre de la “violencia simbólica” el capitalismo neoliberal. Para contrarrestar esta influencia de discursos vacíos, el gobierno de una democracia popular debe iniciar los grandes cambios dando una batalla en varios campos, el cultural, el económico-social y el de política internacional. El primero de ellos demanda un proyecto nacional en el cual la Educación jugaría un rol de importancia fundamental para la toma de conciencia respecto de la consideración de la “otredad” y de la “solidaridad”, para hacer factible un designio de vida en común. El segundo campo refiere a la independencia económica que sería factible a partir de una determinación política que conlleve un objetivo más allá de las presiones y condiciones nacionales e internacionales. Y por último, en el plano de la política exterior, una democracia nacional y popular debería apuntar a la defensa de los intereses soberanos y a una independencia que no obligue a la nación a ponerse en contra de otra solo porque ésta desobedece al imperio dominante.
América Latina continúa resistiendo al imperialismo. Como una suerte de ironía del presente, los gobiernos que se dicen “progresistas” temen enfrentar las intenciones de sometimiento del capitalismo internacional, mientras que los pueblos conducidos por la derecha neoliberal libran cruentas batallas callejeras para lograr una mayor democracia. Chile, Perú, Colombia e inclusive Brasil entre otros, resisten los crímenes de la violencia institucionalizada expresada en el asesinato sistemático de sus dirigentes sociales. Inclusive los países de América Central se encuentran, como en el resto del continente, en medio de una fuerte tensión entre la brutalidad autoritaria disfrazada de legalidad, y una democracia como proceso de construcción de una sociedad de pleno derecho para toda la población. La situación que se vive en el continente hace que Latinoamérica persista en el “Tiempo de los Intentos”. Tal vez, y gracias a los anhelos de los sectores subalternos de las sociedades de la región que nunca se rinden ni dejan de luchar, América Latina seguirá siendo el “Continente de la Esperanza.
*Claudio Esteban Ponce. Licenciado en Historia. Miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11
Seguiremos resistiendo , y vamos sumando fuerzas hoy ya tenemos nuevamente a Ecuador digo, en referencia a America Latina. Y respecto de la tibieza del gobierno argentino , si bien es razonable que desaprovecho el momento de los inicios de la pandemia para plantarse frente a la hegemonia de la derecha, no dudo que ese fue un buen momento , porque esas cucarachas no tenian para donde disparar, pero en el medio de una decision estamos nosotros , el pueblo que hubiesemos quedado al descubierto y aislados del mundo para encontrar una solucion a esta cruel pandemia que azota al mundo, dado que en ese momento no se conocia absolutamente nada del COVID 19 y las necesidades exteriores que podia conllevar el sistema sanitario. Mi pensamiento va en el mismo sentido de recuperar el poder del pueblo, pero no a cualquier precio , sino dando pasos pequeños o grandes segun las circunstancias y oportunidades que a mi criterio ya hemos comenzado a transitar. Solo hay que insistir en culturizar al pueblo en especial los jovenes a los cuales parece no importarles nada, tam solo para que este preparados y receptivos.
Muy bueno. Excelente.!!!!