Como se esperaba, la primera vuelta fue la definitiva. Alberto Fernández es el presidente electo de los argentinos y será el encargado de curar las heridas abiertas de un país desbastado por una fuerte recesión que, en simultáneo, significó una concentración inédita de la riqueza. Más débil, más endeudado y más injusto. Esa la pesada herencia que deja Mauricio Macri.
El triunfo del Frente de Todos comenzó a construirse con la brillante decisión de Cristina Fernández de postular a su ex jefe de gabinete, acompañándolo en la fórmula presidencial. Decisión que al mismo tiempo desbarató la estrategia del macrismo de confrontar con su figura -aunque lo intentaron hasta último momento- y las prevenciones de muchos actores del peronismo hacia una unidad encabezada por ella. A partir de ese gesto definitorio, Alberto construyó una amplia unidad de todos los actores, que en incluyó al massismo. En la nueva etapa que se inaugura, acrecentar el arco de alianzas se vuelve imperativo y posible a la vez, dadas las evidentes coincidencias parciales con el lavagnismo y otros.
Esta votación debe leerse bajo los efectos de las PASO en ambas fuerzas. Este fue la segunda vuelta de aquella elección “que no fue”. Macri sacó votos a Lavagna, Espert y Gómez Centurión. Además, gente que no fue a votar, se movió para impedir el retorno kirchnerista. Y los votantes de Fernández se durmieron con las encuestas, que hasta último momento auguraban una diferencia que no se verificó en las urnas. Los próximos días proveerán más elementos para el análisis de una elección controversial, sobre todo por el lado de los votos que se le evaporaron a la izquierda troskista.
Pero, por lo pronto, así también Macri ganó. Consolidó su lado de la grieta con un sorprendente 40% de los votos, variopintos pero unidos por su espanto ante el populismo peronista y el odio al kirchnerismo. Y de paso, con apresurada recorrida por diferentes rincones de la geografía nacional, se aseguró el liderazgo de su espacio, aun siendo el causante de la derrota. De paso, Cambiemos ganó en el área centro del país, su corazón sojero, lo que junto a las gobernaciones que retiene, lo convierte en un fuerte adversario de la coalición ganadora.
Al respecto, señalaba el psicoanalista Jorge Alemán “Se ha ganado y es importantísimo. Sin embargo que un aparato depredador de la Nación haya obtenido un 40% da cuenta de la presencia de un ‘macizo ideológico’, cristalizado e inerte, al que no le produce alteración alguna que se haya destruido todo e incluso a sus seguidores. No es servidumbre voluntaria, es un odio activo en plena actividad pulsional que reúne desde el rechazo clásico al peronismo reactualizado en el odio a Cristina con nuevas formas segregativas con ingredientes de coach y evangelismo. Pensar el ‘fantasma ideológico’, nuevo desafío de la militancia.”
En la provincia, principal escenario de la disputa nacional, hubo un calco. Kicillof ratificó los votos logrados en las PASO y se convirtió en el nuevo gobernador sin apelación. Pero Vidal sumó cuatro puntos más y redondeó un resultado consistente, que avala su tentativa de seguir activa en el escenario político provincial como referente de la coalición de derecha.
En la Ciudad, el contundente triunfo de Larreta revalida una gestión que debe muchos de sus brillos a una generosa contribución de aportes nacionales y que multiplicó los negocios del círculo de amigos presidenciales con el patrimonio público. Con estos números, aunque Larreta tenga espalda para proyectarse nacionalmente, será contenido por una sociedad difícil de deshacer en lo inmediato, máxime con un Macri derrotado pero no destruido.
Tal como se expresó en este momento la sociedad, dos grandes campos de fuerzas se configuraron. El mayoritario, con eje en el peronismo reunificado, tendrá en el centro de su agenda la deuda social acumulada y la reactivación productiva, con un estado presente para ordenar los mercados en función del bienestar general.
Del otro lado, la hegemonía macrista sobre la coalición de derechas tendrá que revalidarse en el ejercicio del rol opositor y será tensionada por las necesidades prácticas de las administraciones locales. Además, en sus sueños de ejercicio eterno de un poder sin límites, Macri cruzó en varias oportunidades las líneas rojas de la legalidad, algunas de modo grosero. Es por eso que también necesita de su liderazgo político para protegerse de esa rendición de cuentas y eventualmente, victimizarse ante propios y extraños. Un refugio europeo no lo pondría a resguardo por mucho tiempo. Pero transitar tribunales, aunque se cuente con el favor de la prensa partidaria, siempre desgasta, máxime si se consolidan causas irrebatibles.
Alberto asumirá en una región convulsionada, donde todo está en proceso de cambio pero aun no queda claro qué tendencias prevalecen. Si, quienes juegan y fuerte. Es el reflejo de una tensión mayor, que recorre todo el planeta y excede las posibilidades de este comentario. Un escenario que ya intervino intensamente en nuestra política doméstica. No fue por amor a Macri que Trump forzó una decisión inédita del FMI otorgando un crédito enorme para que pudiese disputar las elecciones con márgenes de certeza. Tampoco será por amistad con Fernández que se resuelva un cronograma de vencimientos posibles para el país. Hay muchos intereses en disputa y los argentinos tenemos que tener en claro los propios. Alberto lo sabe. Lic. Gerardo Codina