És hora de un balance de las trayectórias recorridas por los gobiernos progresistas de América Latina, desde el triunfo de Hugo Chávez, en 1998.
Emir Sader *
El movimiento de gobiernos progresistas en América Latina vino para superar y dar vuelta la página del neoliberalismo. Tuvieron una primera fase en que se fueron sucediendo, conforme fueron fracasando los gobiernos neoliberales.
Esos gobiernos atacaron los puntos más frágiles del neoliberalismo: la desigualdad social, la centralidad del mercado, los acuerdos de libre comercio con los EE.UU . La derecha de cada país y Washington se aislaron y perdieron capacidad de iniciativa.¿Qué podían decir sobre políticas sociales que disminuyen la desigualdad, la pobreza y la exclusión social producidos por sus gobiernos a lo largo de tanto tiempo? ¿Qué podrían argumentar contra la acción del Estado para resistir la recesión producida en el centro del capitalismo?
¿Cómo garantizar derechos sociales y desarrollo económico si no es impulsando a partir del Estado, más aún en época de recesión?
¿Qué argumentos podrían tener contra la intensificación del comercio con China, del comercio intraregional, los únicos sectores dinámicos en una economía mundial recesiva?¿
Qué pueden argumentar contra la extensión del mercado interno de consumo popular, que amplía el acceso de las personas a bienes fundamentales de consumo, al mismo tiempo que abre espacio para la producción nacional?
Las derechas latinoamericanas, donde se instalaron gobiernos progresistas, quedaron reducidas a la inacción, a la oposición sin alternativas. Baste decir que en los países en que se aprovecharon de gobiernos aún débiles, para recuperar el poder – como en Honduras y Paraguay – tuvieron que recurrir a golpes blandos, sacrificando las arquitecturas constitucionales construidas por ellas mismas
Pero un revés de esas dimensiones, propiciado al mismo tiempo por tantos gobiernos progresistas en América Latina, aislando como nunca a los EE:UU., no podría dejar de recibir contraofensivas por parte de las derechas locales y de Washington.
Las primeras reacciones fueron claramente golpistas, de la que la tentativa de golpe en 2002 en Venezuela fue el ejemplo más expresivo y que, con su fracaso, cerró el ciclo de tentativas de golpe al viejo estilo.
En seguida aparecieron otras tentativas más diversificadas en los temas y las formas de acción.
Una de las modalidades reiteradas es la de acusar a los gobiernos progresistas de “corruptos”, que se asocia a la idea de que los partidos de izquierda se apropian del Estado para sus fines y de que toda fuente de corrupción vendría del Estado.
La ofensiva contra el gobierno Lula en 2005 es el mejor ejemplo de esa modalidad.
En Bolivia, la retomada iniciativa de la derecha tuvo como tema la reivindicación de autonomía de las provincias contra el gobierno central de Evo Morales.
Posteriormente el tema ecológico, en versión fundamentalista, fue utilizado por la oposición para apoyar marchas contra el gobierno.
En Argentina, la ofensiva de 2008 contra el gobierno de Cristina Kirchner se centró en la elevación de los impuestos- otro tema permanente de la derecha – sobre la exportación de soja.
Posteriormente temas vinculados a la inflación y al desabastecimiento – de la misma forma que actualmente en Venezuela – son los centros de las campañas opositoras.
La cuestión de la violencia y de la seguridad pública es regularmente utilizada por los sectores conservadores en la perspectiva de sembrar pánico en la población y demandar siempre acciones más duras por parte de la policía y penas mayores, implementadas por los gobiernos y los Estados.
La lista podría ser más larga y debería ser, especialmente, analizada de forma más detallada.
Sin embargo, basta esto para que podamos, en primer lugar, constatar que un período más lineal de fortalecimiento de los gobiernos progresistas ya quedó atrás.
Una parte de las importantes conquistas de esos gobiernos ya es considerada como adquirida, requiriendo sólo su profundización, más la definición de metas superiores, especialmente que lleguen al corazón de los jóvenes.
Las derechas, por su lado, se recomponen y, contando con EE:UU, buscan retomar la iniciativa. No disponen de propuestas alternativas, oscilan entre afirmar que harán lo mismo, pero “mejor” y formas distintas de retrocesos, de la que los opositores brasileños son el ejemplo más claro, apelando al equipo económico del Gobierno de Fernando Henrique Cardoso
Lo cierto es que hoy los gobiernos pos-neoliberales consiguieron un gran apoyo popular, centralmente por sus políticas sociales, determinantes en el continente más desigual del mundo.
Los discursos políticos consiguen obtener ciertos grados de consolidación de esos apoyos – lo que significa hegemonía – más cuando hay problemas de implementación de esas políticas, directamente en algunas de las áreas o indirectamente cuando procesos inflacionarios desgastan el poder adquisitivo de los salarios o situaciones recesivas aumentan el desempleo, pierden su apoyo de la población.
Las políticas sociales, por esenciales que sean, permiten apenas formas de consenso pasivo. De ahí las sucesivas victorias electorales, incluso enfrentando a los monopolios privados de medios de comunicación.
Pero el paso de los consensos pasivos – aquellos en que consultadas las personas se pronuncian a favor de los gobiernos por sus políticas de carácter popular – a consensos activos, en que las personas disponen de argumentos a favor de esas políticas, de valores correspondientes a formas de vida solidarias y se disponen a organizarse y a movilizarse en su defensa, requieren estrategias específicas, de construcción de hegemonía alternativas.
Esos análisis tienen que tomar en cuenta el marco general de la hegemonía conservadora, incluyendo las formas de vida y de consumo de estilo norteamericanos, asumidas por amplias capas de la población, el monopolio de los medios privados de comunicación y otros factores que componen el cuadro histórico que vivimos actualmente en América Latina.
Es preciso seguir denunciando siempre las maniobras de la derecha y de su gran aliado, el gobierno de EE.UU., pero es preciso tener conciencia de que cuando ellos consiguen retomar la iniciativa e imponer reveses a las fuerzas progresistas, es porque encontraron errores de esas fuerzas.
Es hora de hacer un balance de las trayectorias recorridas por esos gobiernos, desde el triunfo de Hugo Chaves, en 1998, pasando por todos los avances y tropiezos, en la perspectiva de la formulación consciente de estrategias de hegemonía pos-neoliberal, tomando en cuenta las fuerzas propias y la de los adversarios, así como nuestros objetivos estratégicos
Ellos siempre actuaran conforme sus intereses y objetivos.
Cabe a nosotros tener los nuestros muy claros, hacer balances constantes y actuar de forma coordinada en la perspectiva de los objetivos nuestros.,.
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Publicado en en el blog de Emir el 20 de marzo de 2014
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traducción I. Grober
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*- Emir Sader, sociólogo y cientista político brasileño, es coordinador del Laboratório de Políticas Públicas de la Universidade Estadual do Rio de Janeiro