CLOTILDE MATHIEU Y ROSA MOUSSAOUI**
TRADUCCIÓN PARA TESIS 11: CARLOS MENDOZA***
Entrevista de L’humanité a Paul Boccara sobre la crisis económica internacional
El economista francés Paul Boccara acaba de publicar un libro* sobre las transformaciones y la
crisis del capitalismo mundializado, en el que aborda, entre otras cosas, la cuestión de la crisis financiera
y avanza propuestas para comenzar a emanciparse de un sistema que «se ha vuelto demente».
L’h: La crisis financiera nacida en EE.UU. sacude al mundo y también a Europa y a Francia.
¿Porqué habla de «crisis del capitalismo mundializado» más bien que del fracaso del «capitalismo financiero»?
PB: Yo insisto en mi libro sobre la crisis del capitalismo mundializado, pero también sobre sus transformaciones profundas. Esas transformaciones exacerban el capitalismo. La crisis financiera es reveladora de la «maduración» de la crisis del capitalismo.
Contentarse con cuestionar el «liberalismo» o «la falta de regulación» o la «la finanza desregulada», como se dice a izquierda y derecha, constituye un error fundamental, tendiente a mantener el sistema y sus crecientes males.
Si el sistema se ha vuelto loco, no es porque se habría desviado de un capitalismo «normal» que sería «sano», como lo pretende Nicolas Sarkozy.
Este sistema que domina en el mundo entero, se vuelve loco porque su lógica de rentabilidad es impulsada a su paroxismo. Es el capitalismo al cuadrado. Es entonces el capitalismo, en tanto que sistema, que hace predominar el dinero para hacer más dinero contra la vida de la gente, el que está en causa.
Es en vano hablar de «moralización» y de «transparencia» sin tocar la lógica del sistema. Por otro lado, no se puede volver atrás hacia el capitalismo de nuestros abuelos, ya que las transformaciones muy profundas que lo exacerban son irreversibles.
Ud. Distribuye esas transformaciones del capitalismo en tres «revoluciones»: revolución informacional, revolución monetaria y revolución ecológica. ¿En que esas mutaciones condicionan una crisis radical?
En el corazón de esta crisis sistémica, mucho más profunda que aquella entre las dos guerras mundiales, se pueden observar revoluciones en las operaciones técnicas y sociales. Con la revolución industrial, los medios materiales y la moneda predominan sobre los hombres en la producción. La acumulación del capital ha permitido de reemplazar las manos, en el manejo de la herramienta, por las máquinas herramientas. Eso ha provocado la eliminación de asalariados y una presión sobre los salarios en beneficio de la ganancia, desarrollando al mismo tiempo la producción.
Con la revolución informacional se opera un cambio radical. Las ciencias y la información dominan en adelante la producción. Las computadoras reemplazan ciertas funciones del cerebro humano. Es una extraordinaria mutación, ya que una información, como una investigación, pueden compartirse a la escala del mundo entero. En cambio, una máquina herramienta no puede instalarse sino en un lugar determinado,
de donde su apropiación privada Esta mutación suscita a la vez una necesidad de compartir y una exasperación del sistema.
Particularmente por la expansión de las empresas multinacionales privadas, capaces de compartir los costos de investigación a escala mundial, contrariamente a las empresas públicas puramente nacionales. De donde
la ola de privatizaciones.
De donde también las desregulaciones de los mercados, su apertura y las construcciones multinacionales,
desde la Unión Europea a la hegemonía mundial de los EE.UU.
Otros factores de exacerbación del capitalismo La puesta en competencia entre ellos de los asalariados del mundo entero (con el aumento formidable de las poblaciones de asalariados y de la industria en los países emergentes, notablemente en Asia) y la enormidad del recurso de las multinacionales al mercado financiero.
Es esta contradicción creciente entre acumulaciones financieras y materiales y superexplotación que presiona sobre los salarios por todos lados, que hace estallar las crisis, como la del 2001, o como la
que se perfila detrás de la crisis financiera actual.
¿Como se inscribe en la crisis financiera la «revolución monetaria» que Ud. Analiza?
Históricamente, la moneda se emancipó gradualmente del oro, que era su base. Pero la desvinculación
de la base oro es ya casi completa con los comienzos de la revolución monetaria. Esto permite una creación monetaria aparentemente ilimitada, como con el dólar. Pero la ausencia de límites es un fantasma. Es una de las razones de la enorme locura especulativa que origina la crisis financiera actual.
Para una especulación, se necesitan tres elementos: una masa monetaria, la exigencia de tasas de ganancia muy elevadas y un producto fuertemente demandado sobre el cual especular.
Precisamente, el comienzo de la revolución monetaria ha hecho explotar la masa monetaria disponible. Por otro lado, la productividad de la revolución informacional y la competencia mundial entre asalariados han elevado fuertemente las tasas de ganancia (15% y más) que la especulación desea superar. Finalmente, la demanda popular de viviendas se volvió considerable.
Las tasas de interés muy bajas practicadas sobre el dólar permitieron a los bancos y fondos especulativos
conseguir préstamos a tasa de interés muy bajas, para a su vez prestar masivamente (mucho
más allá de sus propios capitales) a particulares que se endeudaron para adquirir viviendas. Esas instituciones
financieras prestaron a tasa de interés más y más elevadas, obteniendo sobreganancias con estas diferencias de tasas de interés.
Y esto hasta que los compradores de viviendas no pudieron más reembolsar los créditos. Esto hizo que se hundieran los títulos de créditos hipotecarios, que habían sido masivamente adquiridos por los bancos de EE.UU. y Europa.
De ahí las pérdidas de los bancos. Esta especulación nos reenvía a la contradicción exacerbada del capitalismo. Este sistema juega el dinero por el dinero, contra los salarios de los hombres explotados. Sin embargo, no puede hacerlo sin los hombres consumidores. Aquí, la demanda popular, impulsada mediante enormes endeudamientos, chocó contra la presión sobre los salarios, lo que impidió el reembolso de las deudas hipotecarias.
¿Y la crisis ecológica?
La revolución ecológica no es solamente la contaminación exacerbada hasta amenazar el clima.
Es también el desarrollo de biotecnologías, la conquista del espacio, etc. La locura de la contaminación reenvía al sistema que exacerba la rentabilidad financiera, con el desperdicio de medios materiales, en la producción como en el consumo.
La simple imposición de gravámenes no puede ser la solución sin un cuestionamiento de la gestión en las empresas para la sola rentabilidad financiera, pero a su vez con un nuevo servicio público para
nuevas formas de producir y de consumir. Sin otros criterios de gestión, poderes y financiamientos, contra
las exigencias capitalistas, intentar un «desarrollo durable», como se dice consensuadamente a derecha
y a izquierda, es totalmente insuficiente.
Volvamos a la crisis financiera. Las respuestas a esta crisis, ¿pasan por el «retorno del Estado» para supervisar «nuevas regulaciones»?
Esos llamados a la intervención del Estado y a la regulación de los mercados manifiestan un nuevo clima, favorable a las propuestas para dominar los mercados y comenzar a emanciparse del capitalismo, devenido demente. Es un viraje respecto de la época anterior.
Pero, una mayor intervención de los Estados y una mayor regulación no alcanzarán en absoluto si se mantienen las reglas fundamentales del sistema.
La izquierda debe salir de esta alternativa tradicional, mercado o Estado.
En cuanto al Estado, es necesario establecer nuevos poderes de control e intervención de los trabajadores
y los ciudadanos en las empresas y en los servicios públicos.
En cuanto a los mercados, es necesario dominarlos, mediante el avance de coparticipaciones y de servicios públicos novedosos. Sobre el mercado de trabajo, para asegurar el empleo y la formación; Sobre el mercado de productos, para nuevos criterios de gestión; En fin, sobre el mercado de la moneda y de la finanza, mediante instituciones públicas y un nuevo sistema de crédito.
Pero, ante las debacles bancarias en serie, ¿qué hacer?
No podemos conformarnos con tapar alocadamente los agujeros que se multiplican sin poner en causa toda la construcción bancaria.
Ciertamente que gradualmente, partiendo de medidas inmediatas, pero a desarrollar en planes de conjunto concertados con los trabajadores, los ciudadanos y sus organizaciones, en los planos nacional, europeo y mundial.
Las tomas de control o de participación de los Estados en los bancos, en EE.UU. y en Europa, son inevitables. Pero se hacen de manera puntual, en la urgencia y son declaradas provisorias.
Esto no es suficiente para nada. No se trata de cubrir los desastres de la especulación, sobre las espaldas
de los contribuyentes, para arrancar de nuevo con los mismos criterios de crédito. ¿Prevenir? Pero no se responde solo con un fondo público europeo, imitando al plan Paulson norteamericano, para comprar
los activos podridos de los bancos. Ni por simples garantías para los depósitos bancarios, o por una estructura pública de tomas de participaciones eventuales y provisorias en los bancos, sino se aplican
otros criterios.
Es una reforma del sistema lo que se necesita. Con avances de lo público y nacionalizaciones, crear polos financieros públicos nacionales, un nuevo crédito bancario, nuevos servicios públicos de crédito, con cooperaciones entre ellos para una reconstrucción, desde el plano local, al europeo y mundial.
¿Qué forma podrían tomar en Francia ese polo financiero y ese nuevo servicio público del crédito?
Se trata de establecer un nuevo crédito bancario y nuevas instituciones, como un polo público nacional. La idea de un polo financiero público, que hemos avanzado en el PCF, es ahora mejor comprendida y sostenida por otros. Se trataría de vincular en un conjunto la Caja de Depósitos y Consignaciones, las Cajas de Ahorro, los bancos mutuales, OSEO (NT: institución oficial de financiación de la innovación y desarrollo de PYMES), Banca Postal, etc.
Esta propuesta, desarrollada en mi libro, integra en este polo a bancos privados, en dificultades o no, pero que son estratégicos y que deberían ser nacionalizados.
Ese polo permitiría a su vez encuadrar a los establecimientos que continuaran en el sector privado.
Pero el fondo del problema es un sistema de crédito totalmente diferente. Basta de propuestas vagas,
llamando a otorgar créditos para la economía «real» en lugar de la «financiera», como las de Nicolás Sarkozy y quienes le hacen eco, oponiendo capitalismo emprendedor y capitalismo financiero.
Solicitar créditos para «inversions útiles» o para «necesidades sociales», es algo vago y no define ningún criterio aplicable a las operaciones bancarias.
Para el crédito, se requieren criterios técnicos rigurosos, que por supuesto hay que popularizar. Nosotros
proponemos un crédito selectivo y a largo plazo, con intereses muy bajos o inclusive negativos (es decir con disminución de los reembolsos), para las inversiones reales, materiales e inmateriales como las destinadas a la investigación y desarrollo.
En cuanto a las instituciones, el polo público financiero puede hacer posible ese nuevo sistema de crédito. Pero para extenderlos a todos los bancos, se necesitaría, en el plano local, fondos públicos regionales.
Estos absorberían total o parcialmente los intereses de los créditos de los bancos a las empresas (sobretodo a las PYMES), para sus inversiones reales, con tasas de interés tanto más bajas cuanto más se crearan empleos y se otorgara formación para los asalariados.
Esos fondos serían controlados por los trabajadores y sus organizaciones, para que sean utilizados según sus propuestas para crear empleo en las empresas.
Un presupuesto regional de 8 millones de euros permitiría, con una tasa de interés del 4%, prestar 200 millones de euros a tasa de interés cero. Es posible en lo inmediato, partiendo de las mayorías de izquierda que hay en la mayoría de los Consejos Regionales.
A nivel nacional, podría ser instituido un fondo del mismo tipo, participando en el polo público.
Sería alimentado por los fondos públicos que están hoy consagrados a las exoneraciones de cotizaciones
patronales, que representan unos 27 mil millones de euros, sobre un total de 33 mil millones de exoneraciones. Esas exoneraciones, contrariamente a lo afirmado por Nicolás Sarkozy en Tulón, no son sino regalos a la patronal. Regalos peligrosos, que hacen bajar los costos salariales, presionan sobre los salarios,
es decir sobre la demanda y, finalmente, sobre el empleo.
Para las PYMES, valdría mejor bajar las cargas financieras del crédito, hasta cero, bajo condición de tomar personal. Es esto lo que sería favorable al empleo.
Tomemos, por ejemplo, solo 20 mil millones de los fondos públicos destinados a exoneraciones de aportes patronales. Con esos 5 veces 4 mil millones y con una tasa de interés del 4%, movilizaríamos 500 mil millones de euros de crédito a tasa cero. O sea alrededor del doble de todas las inversiones materiales, denominadas fijas, de las empresas no financieras!
Más allá, se trata de las instituciones europeas. Hay que organizar la cooperación de nuevos servicios públicos y de polos públicos nacionales de crédito. Se pueden establecer fondos utilizando empréstitos
públicos para las garantías, nacionalizaciones concertadas, otro rol del Banco Central Europeo.
Esta nueva construcción europea, puede desembocar asimismo en nuevas instituciones mundiales de otro
tipo. En los EE.UU. la política de tasas de interés muy bajas de la Reserva Federal (Fed), desarrollada desde la era Greenspan, ha sido acusada de contribuir a alimentar la especulación.
¿Debe el Banco Central Europeo bajar sus tasas de interés directrices.
El Banco Central refinancia todos los bancos mediante la emisión monetaria. Sin embargo, la actual misión primordial del Banco Central Europeo contra la inflación, mediante un euro elevado, favorece las exportaciones de capitales contra el empleo industrial. Es una de las razones por las que la tasa de desempleo es más elevada en la zona euro que en los EE.UU., donde el empleo es una misión primordial de la Fed.
El Banco Central Europeo a debido volar a socorrer los bancos, como la Fed, suministrándoles liquidez.
Pero no puede hacerlo sino a cambio de títulos de deuda que los bancos depositan en el BCE.
Cuando esos títulos están podridos y que consecuentemente las acciones de los bancos se desmoronan, los bancos son arrastrados a la quiebra o bien deben ser recapitalizados por el Estado.
Una simple baja de las tasa de interés del BCE, reclamada a derecha e izquierda, no es la solución.
Sin embargo la reciente baja simultanea de las tasas de interés de seis bancos centrales en el mundo, incluido el BCE, revela la gravedad y el carácter novedoso de la situación.
Las bajas tasas de interés de la Fed han alimentado la situación. La cuestión es entonces de bajar las tasas de interés de manera condicional y selectiva: Aumentar las tasas de interés para los créditos utilizados para colocaciones financieras y bajarlas, incluso hasta cero, para las inversiones, tanto más cuanto se acompañen con creación de empleos y formaciones a los asalariados. También hay que suprimir el pacto de estabilidad de la Unión Europea, dirigido contra el gasto público.
Pero, como lo muestro en mi libro, detrás de la crisis bancaria se perfila una grave crisis económica a escala mundial, con el cuestionamiento del dólar.
Esta crisis concernirá también a los países emergentes.
Ya vemos como la caída de las bolsas son fuertes y alcanzan tanto a Asia como a Japón.
Los EE.UU., para financiar su hegemonía mundial, mediante la absorción de capitales de todo el mundo, han contraído una colosal deuda externa.
Esta deuda se corresponde con la compra de masas formidables de bonos del Tesoro de los EE.UU. por los bancos centrales europeos y más aun asiáticos.
Esto genera una inflación o pérdida de valor del dólar, que a término podría conducir a su rechazo, lo cual estremecería muy gravemente el sistema monetario y financiero internacional. Por otra parte,
los dólares de los bancos centrales, como fondos soberanos, han comenzado a ser utilizados para comprar
participaciones accionarias de empresas norteamericanas.
Se habla de un nuevo Bretón Woods para reformar el sistema monetario internacional. Ud. formula la propuesta de una moneda mundial común.
¿Cómo establecerla? El FMI atraviesa una profunda crisis. Los derechos de voto de los países en desarrollo y emergentes son ínfimos. Dominique Strauss-Kahn quiere aumentarlos un poco. Eso no resolvería en nada el
poder de bloqueo de los EE.UU. que habría que suprimir.
El role de gendarme del FMI, contra los países en desarrollo, lo ha desacreditado. Haciendo presión sobre los gastos públicos y sociales, en beneficio de los acreedores, ha provocado catástrofes. Ha abandonado
el rol que le fue atribuido, luego de la segunda guerra mundial, que era de sostener el crecimiento en el mundo entero. Esto condujo a ciertos países a querer emanciparse del FMI. Es el sentido de la creación del Banco del Sur por los países de América Latina. Tales iniciativas son positivas. Pero más allá, se necesita un FMI radicalmente nuevo y una refundación de la organización económica mundial con nuevos criterios.
¿Como crear un instrumento monetario común a escala mundial?
Para crear una moneda mundial común, emancipada del dólar, podría apoyarse en un embrión que ya existe: Los «derechos especiales de giro» del FMI. El FMI, suerte de banco central de todos los bancos centrales, administra un pool común de divisas y oro, establecido en los acuerdos de Bretón Woods, en 1944. Cada país podía retirar divisas de otros países, en proporción a su propio aporte en oro. Los derechos especiales de giro, creados a comienzos de la década de 1970, son derechos de retiros sin contrapartida de oro aportado. Es una pura creación monetaria del FMI. Pero los EE.UU. se oponen
a su utilización, porque amenaza la hegemonía del dólar.
Sin embargo, se puede crear ya más derechos especiales de giro, inmediatamente, y a partir de ellos crear una moneda mundial común. Esto permitiría refinanciar créditos para el empleo y la formación, o para los servicios públicos, etc. Esta moneda permitiría de promover servicios y bienes públicos comunes de la humanidad (alimentación, agua, energía, transporte, medio ambiente, cultura, salud, paz, etc.), y así cuestionar la dominación de las multinacionales.
En fin, yo hablo en mi libro de «nueva civilización mundial». La transformación no puede ser solo económica. Los poderes, la cultura, los valores, son decisivos para una «civilización de toda la humanidad». Una civilización de cooperación y coparticipaciones, contrariamente a las competencias, rivalidades, monopolios, contra los pueblos, y a la hegemonía de los EE.UU.
* Transformations et crise du capitalisme mondialisé. Quelle alternative ? Edición «Les Temps de crises», París, Septiembre 2008.
** Periodistas de L’Humanité
*** Ingeniero, especializado en economía política, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.