Revista Tesis 11 (nº 121)
(política nacional)
Entrevista realizada por Alfredo Aguilera* y Carlos Mendoza*
Corrección de desgravado y edición: Carlos Mendoza*
“Creo que se va a afianzar la perspectiva de que la clase trabajadora cumpla un rol importante, trascendente, dentro del movimiento popular y en las coyunturas electorales, en la medida en que seamos capaces de conducir, fortalecer y expandir la lucha contra el ajuste y la respuesta de la resistencia social a las políticas de este gobierno.”
“No creo que el movimiento sindical, independientemente de lo que haga y cómo se pare en esta realidad, tenga que ser de por si parte de la recuperación del frente nacional y popular. Dependerá de lo que haga. No creo que simplemente por ser sindicalistas nos corresponda un lugar en la definición del proyecto futuro si no demostramos que estamos dispuestos a que ese proyecto tenga que ver con la política del campo popular.”
Cuál es tu evaluación de la situación general del país a casi 16 meses del gobierno de Cambiemos.
La realidad de la Argentina cuando se va a cumplir casi un tercio del mandato del gobierno de Cambiemos es en términos sociales una calamidad. Hay un aluvión de pobres, que lo expresan las estadísticas, pero fundamentalmente lo expresa la calle cuando uno camina y ve la desazón, la gente en las esquinas, en los barrios pobres, los comedores escolares, los negocios que se están cerrando. Otra vez se reinstaló esa imagen de la decadencia que vimos cerca del 2000 y que lamentablemente golpea siempre a los sectores más humildes. Hay un aluvión de pobres, la UCA dice 1.300.000, yo creo que estamos muy por encima de esa cifra.
Todo generado como consecuencia de una política de ajuste que se ha aplicado de manera sistemática, con un grado muy alto de irresponsabilidad en términos de las consecuencias que inevitablemente iba a generar aumentar las tarifas, dejar que los alimentos se dispararan a partir de la quita de las retenciones, poner al país en un equilibro inestable y frágil en relación con el endeudamiento tanto a través de las LEBAC como del pago a los fondos buitres. Todas medidas que, supuestamente para algunos, iban a ser expresión de un gradualismo que en la práctica no se dio. Una mirada muy infantil de la derecha de este país pensando que con exhibir un gobierno surgido de un ballotage con vocación de volver a alinearse detrás de las políticas de Estados Unidos iban a llover las inversiones externas. Toda una serie de cálculos que ni siquiera tuvieron en cuenta la lógica con la que se mueven los inversores, que no es ni con el corazón ni con la simpatía, sino simplemente con dar cabida a la voracidad de las multinacionales.
Así que creo que hoy estamos en una situación muy difícil. Y la Argentina se encuentra en un estado de movilización que lo mostraron las marchas del mes de marzo, con un presidente que le basta con que 20 mil personas se acerquen a la Plaza de Mayo para pretender convencerse que tiene un aval de la democracia y que se cree dueño de la verdad absoluta y estigmatiza. Es decir, hay un clima beligerante en el discurso oficial que hace todavía más preocupante la realidad política de nuestro país, porque estamos en una situación de gran movilización social, con un pueblo que no está dispuesto a ceder en sus demandas y por otro lado con un gobierno que habla como si de pronto estuviera en el mejor de los mundos, como si sus políticas hubiesen demostrado que efectivamente todos los que actualmente reclamamos un cambio de rumbo estuviéramos totalmente equivocados y como si además tuvieran la soberbia de los hechos detrás de la espalda y, en realidad, están parados arriba de una capa de hielo que cada vez se hace más delgada.
Creo que la situación en el futuro inmediato va a terminar de demostrar que este es un gobierno carente de apoyo en los sectores populares, pero también carente de sustento en términos políticos. Creo que el paro de los próximos días (del 06/04/17) va a ser contundente. Y después de esto, a contrapelo de lo que el gobierno cree ver, que es que después viene una etapa en la que la economía se reactiva y todo va a andar bien y ellos van a llegar caminando sobre rieles de oro a las elecciones de medio término, creo que lo que va a pasar es que va a haber voto castigo y más fragilidad política del gobierno, en medio de esta especie de tormenta perfecta que combina el ajuste, la recesión y los padecimientos sociales.
Qué balance hacés de lo hecho por el movimiento sindical frente a las políticas aplicadas por el gobierno.
Creo que al movimiento sindical hay que dividirlo en dos vertientes. Las dos CTA hemos intentado expresar y tratar de conducir la lucha de los distintos sectores de nuestra sociedad, fundamentalmente los trabajadores, contra las políticas de ajuste. Hemos tratado de construir escenarios de articulación más amplios, por ejemplo a través de Articulación Popular que incorporó en la convocatoria de la Marcha Federal del año pasado a las multisectoriales contra el ajuste, a las multisectoriales contra el tarifazo, a los movimientos sociales, a los movimientos de empresas recuperadas, a sectores políticos que tratan de resistir la andanada del neoliberalismo encarnado por el gobierno de Macri y a los gremios de dos centrales sindicales.
Eso creo que fue el contrapeso de una CGT que a partir del 29 de abril (del 2016), cuando aparecía en el horizonte de las luchas sociales la promesa de una unidad en la acción, que despertó una gran expectativa favorable en todos y que lamentablemente luego quedó desairada, los hechos nos demostraron que decidió tomar distancia de ese intento de conformar un frente para confrontar con el ajuste y tratar de ponerle límites a la avanzada del gobierno.
Y entonces el análisis creo que por un lado nos pone frente al hecho de que hubo una especie de meseta en la que comenzamos a caminar después de ese momento. El gobierno hábilmente logró dividir a la CGT y a las CTA, excluyó a las dos CTA de todas las convocatorias, generó una “sensación térmica” de diálogo social, que en la práctica no generó ningún resultado favorable para los trabajadores. El “diálogo social” que convocó el gobierno se agotó en una agenda que, a medida que las inversiones del primer semestre terminaron siendo un espejismo, la parálisis de la obra pública se fue dilatando y los tarifazos fueron haciendo estragos, fue poniendo a la CGT en una situación cada vez más difícil de explicar, con sus dirigentes sindicales en una crisis interna que terminó de expresarse en esa imagen del cierre del acto frente al Ministerio de Industria (el 7/03/17), con los compañeros trabajadores reclamando la fecha del paro y la conducción de la CGT por lo menos desairada por ese reclamo insatisfecho.
Creo que las marchas del mes de marzo (del 2017), todas multitudinarias, marcan el voltaje de las luchas sociales, que quizás sea un pico en la historia de nuestro pueblo, porque no hay registro de 7 marchas masivas, multitudinarias, una tras la otra, como las que vivimos en marzo, quizás ponen a la CGT en otro plano. La convocatoria al paro general (del 6/04/17) nos permite avizorar la posibilidad de que los compañeros que dentro de la central hermana tratan de abrirle paso a una central obrera que se decida a confrontar contra las políticas del macrismo, empiecen a marcar otro pulso y otra dinámica social. Creo que esa es la expectativa que tenemos. Hay que ver, porque ahora la flecha está en el aire, pero el paro sabemos que va a ser masivo. Esto va a ser un espaldarazo para los sectores que dentro de la CGT quieren buscar cauces de unidad y de acción con las dos CTA. Pero también sabemos que están los que hacen horas extra para que el paro sea solamente una expresión de descompresión de las demandas sociales, una válvula de escape que permita volver a recuperar ese diálogo infructuoso que el gobierno pretende retomar, como una manera de aislar y marginar a los dirigentes que dentro del movimiento sindical estamos convencidos de que no tenemos retorno y de que hay que profundizar las acciones para que el cambio de rumbo que se reclama se pueda hacer efectivo.
Así que estamos en una especie de punto de inflexión, donde creo que las grandes movilizaciones con que se inició este año a partir de marzo le achican el margen a los que quieren recomponer un diálogo que cada vez tiene menos puntos concretos sobre los que se pueda justificar.
Has hablado de que la flecha está en el aire y que la cosa no está decidida en cuanto a la eventual unidad sindical. De todas maneras, si esto no se da para el lado que queremos todos, que es la unidad de las organizaciones de la clase trabajadora, está la Corriente Federal de los Trabajadores, hay seccionales de sindicatos, de la UOM por ejemplo, que son combativas y están las dos CTA. ¿Ves una mayor confluencia de estos sectores y una posibilidad de institucionalizar algo entre ellos?
Entiendo que el 30 de marzo mostró una perspectiva que si crece puede ser interesante, porque en la convocatoria convergimos las dos CTA y un sector de gremios de la CGT, como el que vos mencionabas, entre los que están el Sindicato de los Trabajadores del Cuero, que lo conducen Correa y Trigo, algunas seccionales de la UOM. Está la posibilidad de que este proceso de unificación, para salir a luchar en la calle, también se exprese con algunas regionales de la CGT donde está madura la idea de que es necesario salir a pelear contra los despidos y contra la caída del salario. Incluso el día 30 se anunció la constitución o el embrión de un espacio denominado “Movimiento de Trabajadores Peronistas Saúl Ubaldini”. Quizás eso pueda ser un espacio apto para intentar darle forma política conjunta. En el acto del 30 anunciamos la decisión de continuar el plan de acción, dijimos que para después del paro del 6 de abril haríamos un plan de acción, para salir a confrontar con la idea de aquellos dirigentes que dicen que después del paro las aguas tienen que volver a su cauce normal y que van a retomar una política de convivencia con el ajuste del macrismo.
Entonces, en ese debate sería muy importante que las dos CTA y una parte de los gremios de la CGT, la Corriente Sindical Federal, pudiéramos generar acciones comunes. Y más que acciones debates que nos permitieran elaborar un programa para esta etapa, una plataforma, una propuesta desde los trabajadores. Porque el macrismo nos quiere colocar en una especie de corporativismo naif, ingenuo, donde los trabajadores tenemos que mirar al cielo para ver si cae la lluvia de inversiones, o buscar brotecitos verdes para coleccionar y convencer a nuestros trabajadores de que dentro de unos cuantos meses, cuando todo mejore, vamos a poder retomar la agenda social. Y yo creo que tenemos que tener una mirada desde los trabajadores, que sea capaz de caracterizar qué es lo que está pasando y de plantear a futuro qué necesitamos en relación con el fortalecimiento del Estado, el mercado interno, alianzas estratégicas con la pequeña y mediana empresa, nuestro posicionamiento frente a este intento de reinstaurar políticas de control social que mezclan la represión en los barrios con formas de persecución, como la que sufre Milagro Sala en la cárcel, o el intento de avasallar conquistas a través de la flexibilización laboral. Todo esto requiere de los trabajadores una respuesta.
Nosotros, en ese sentido, estamos trabajando para fortalecer un espacio de articulación del movimiento sindical con los movimientos sociales, que sea capaz de traspasar los límites de las centrales y que pueda unificar en la construcción de una propuesta para la acción, pero también para el debate desde la perspectiva de los trabajadores, dirigentes y organizaciones de una y otra central. Así que esa construcción está en marcha. A veces los caminos no son sencillos, hay compañeros que privilegian dar esa discusión dentro de la CGT, y son compañeros con los que tenemos mucha afinidad, pero nosotros intentamos que los tiempos se aceleren, porque los debates dentro de la CGT pueden quedar obturados, pueden ser debates que no nos permitan quizás la celeridad con la que tendríamos que estar en condiciones de poder sostener esta agenda de luchas y definiciones programáticas que creo que tienen que avanzar en forma simultánea. Pero hay una buena perspectiva para intentar construir ese espacio.
En ese contexto que vos expresas, de unidad de los sectores más combativos, más consecuentes con la clase trabajadora: ¿En qué estado se encuentra el proceso de posible unidad entre las dos CTA?
Creo que venimos avanzando bien. El año pasado fue la unidad en la acción, episodios en los que estuvimos compartiendo la lucha en la calle, casi a lo largo de todo el año. Este año estamos en una etapa que significa varios pasos de avance hacia la unidad, que es poder discutir y debatir juntos. Hemos hecho un plenario nacional, que fue el que definió la fecha del 30 de marzo como paro y movilización, siempre sujeto a que si la CGT convocaba al paro unificábamos con ese paro, pero manteníamos la movilización. Ese fue un plenario muy interesante. Fue el reencuentro de 1.700 delegados, en un ámbito unificado, con una mesa de conducción del plenario que la presidimos Micheli y yo. Y con un nivel de debate, de respeto y de aportes que la verdad es muy gratificante y estimula en el camino de la continuidad de la unidad en la acción. El año que viene está previsto que cuando se cumplan los mandatos de las dos CTA podamos hacer surgir una nueva conducción unificada y ahí entonces habremos logrado plenamente el objetivo que nos hemos propuesto.
El tema de la unidad de la clase trabajadora está íntimamente ligado con las necesidades, posibilidades, estado actual y alcance de la construcción del movimiento popular. Y está además la relación de esto con el proceso electoral de este año. ¿Cómo ves esto de la construcción de un movimiento popular en el cual la clase trabajadora tuviera que cumplir un rol fundamental?
Creo que se va a afianzar la perspectiva de que la clase trabajadora cumpla un rol importante, trascendente, dentro del movimiento popular y en las coyunturas electorales, en la medida en que seamos capaces de conducir, fortalecer y expandir la lucha contra el ajuste y la respuesta de la resistencia social a las políticas que el gobierno de este gabinete de CEOs de multinacionales y de grupos financieros trata de imponer.
Creo que el movimiento obrero tiene que desarrollar la responsabilidad que hoy le impone un gobierno que está sembrando de hambre el país, que en su agenda tiene todavía bajar más el costo laboral, porque según ellos la competitividad reclama que los salarios sean más baratos en dólares, que tiene en su agenda llevarse puesto el fuero laboral, porque es el único fuero de la justicia que según ellos falla siempre a favor de los trabajadores, un gobierno que en definitiva sueña con un país donde el sindicalismo quede convertido en un muñón deforme y deje de tener la fuerza que ha tenido históricamente en la Argentina. Está claro que frente a eso o somos capaces de confrontar y dar una respuesta que multiplique la fuerza de nuestro pueblo o tendremos que aceptar que hemos malversado, por no tener la capacidad, el coraje y la decisión, una herencia que han construido generaciones anteriores a las nuestras y que han convertido al movimiento sindical en una fuerza social, aunque la derecha siempre la consideró maldita, oprobiosa y un obstáculo para el logro de sus objetivos que son maximizar siempre el lucro y la renta de los sectores del capital.
Creo que si el movimiento sindical tiene la lucidez de asumir el papel que hoy le reclaman los trabajadores, seguramente va a tener un lugar importante en la definición del proyecto político que intenta confrontar y recuperar la iniciativa del campo popular.
Si el movimiento sindical queda, por el contrario, desflecado, opaco, en posición fetal mirándose el ombligo y siendo un instrumento de los que utiliza el gobierno para seguir con sus políticas de ajuste, evidentemente no tendrá ningún peso, seguirá siendo una especie de salvavidas de plomo para el campo popular y será superado por la historia.
Creo que hoy el interrogante está abierto. No creo que el movimiento sindical, independientemente de lo que haga y cómo se pare en esta realidad, tenga que ser de por si parte de la recuperación del frente nacional y popular. Dependerá de lo que haga. No creo que simplemente por ser sindicalistas nos corresponda un lugar en la definición del proyecto futuro si no demostramos que estamos dispuestos a que ese proyecto tenga que ver con la política del campo popular.
Estamos asistiendo a un deterioro de la legitimidad del gobierno de Cambiemos entre los sectores populares, como expresión local de la crisis de la democracia liberal en el mundo. Esto está relacionado con las políticas neoliberales. Y esto realza la necesidad de los sectores populares de impulsar un desarrollo de la democracia, y para ello de la democracia participativa, en sus organizaciones y en la institucionalidad estatal. ¿Cómo ves esta relación dialéctica entre la crisis mundial de legitimidad de las democracias liberales, que se expresa también en la Argentina, y la necesidad del pueblo de desarrollar una forma más elevada de democracia, la democracia participativa?
Creo que América Latina tuvo un período de gobiernos progresistas, de izquierda, nacionalista y popular que, en el medio de la crisis global del capitalismo y del vaciamiento de las democracias de los países de Europa y en general de los países del Norte, abrió una expectativa y una esperanza para los sectores que sueñan todavía con recuperar el concepto de la justicia social, de la democracia, de los procesos populares construidos con participación de las organizaciones sociales.
Es cierto que la derrota de Cristina Kirchner y el golpe de Estado de Temer en Brasil marcaron el inicio de una especie de ocaso de esos movimientos populares y democráticos, que rápidamente los grandes medios de comunicación, los grupos de la derecha, los sectores vinculados en nuestros países de América Latina a los intereses de Estados Unidos, trataron de capitalizar y de convertir en un nuevo paradigma de la democracia, reclamando un nuevo tiempo de modernidad y futuro, en el que lo que ellos denominan políticas populistas iban a quedar definitivamente desarraigadas.
Me hace acordar a cuando se apresuraron, allá por fines del siglo pasado, a proclamar el fin de la historia. Creo que muchas veces confunden sus expresiones de deseo con la realidad. El triunfo del candidato de Correa en Ecuador estaría indicando que todavía la flecha está en el aire. Y la crisis fenomenal del sector político que se vive en Brasil, con la derecha cociéndose en su propio caldo, porque ahora las denuncias que ellos utilizaron para destituir a Dilma se vuelven en su propia contra. La crisis económica que sus políticas están impulsando, más allá de que signifiquen la posibilidad de negocios millonarios de corto plazo para varios grupos que en su voracidad tratan de obtener el máximo de beneficios en esos negocios, uno tiene que empezar a advertir que tiene cierto carácter efímero todo eso.
Los procesos políticos populares creo que no pasaron en vano. No se explicaría semejante grado de movilización en la Argentina si no hubiese habido el acumulado de 12, 13 años de políticas populares, que han hecho crecer las demandas pero también han hecho crecer la participación popular. A diferencia de como estábamos en los 2000 donde había una gran fractura al interior de las organizaciones, un gran descreimiento en los sectores juveniles, el “que se vayan todos”, con los partidos políticos convertidos en especies de caparazones huecas que no albergaban vida a su interior. A diferencia de ese panorama hoy tenemos grandes multitudes de jóvenes participando en el acto del 24 de marzo, sectores populares que se movilizan en las marchas sindicales, sociales, que demandan, que expresan el crecimiento de un espíritu crítico que, aunque la derecha maneje los medios de comunicación más grandes, empieza a filtrarse a través de las redes sociales, a través de la aparición de fenómenos nuevos como son algunos medios alternativos que van acumulando audiencia.
Me parece que es un proceso muy dinámico, que sigue poniendo en la agenda cotidiana la construcción de democracias, sobre la base de liderazgos populares, que puedan recuperar el carácter de la alta densidad que tuvieron los procesos democráticos antes de la irrupción de los gobiernos de derecha en estos últimos 2 años.
Con esto quiero decir que esos liderazgos, llámense Lula, Cristina Kirchner, Evo, Correa, todavía tienen predicamento y todavía está la posibilidad de que vuelvan a reagruparse las fuerzas populares en torno a ellos, para recuperar el ejercicio de democracias que no sean como las que pretenden convertir en Brasil con Temer y acá con Macri en meramente formales, vacías de contenido y sobre todo al servicio del disciplinamiento de los sectores populares, a través del aparato judicial, de los medios de comunicación y del aparato represivo, que son los tres pilares sobre los que hoy están parados los que pretenden poner en práctica una subordinación a los sectores del poder económico de adentro y de afuera del país.
Este tema de la democracia y de su institucionalidad es muy importante para la clase trabajadora y los sectores populares, porque es una herramienta fundamental en la lucha por sus derechos. Ahora, ante el deterioro del gobierno actual de Macri, ante su pérdida de legitimidad entre los sectores populares, uno puede ver en algunas organizaciones populares que hay visiones contradictorias, lo cual es propio de cualquier proceso social, en relación a qué hacer con respecto a esta situación. Se puede ver en algunos sectores, por ejemplo en el Movimiento Evita, que algunos de sus referentes le dan una importancia prioritaria a que el gobierno pueda terminar su período constitucional y eventualmente tratar de derrotarlo en las urnas. Y que, en ese sentido, las organizaciones populares tendrían una responsabilidad para ayudar a la gobernabilidad. Mientras que en otros sectores de las organizaciones populares está la idea de que hay que enfrentar las políticas neoliberales con las luchas y si eso genera una crisis institucional o de gobernabilidad, habría que luchar porque eso se resuelva por las vías constitucionales, pero que no es rol de las organizaciones populares garantizarle la gobernabilidad a ningún gobierno de derecha. ¿Qué opinas sobre esto?
Creo que depende de qué entendamos por garantizar gobernabilidad. Garantizar gobernabilidad si es sinónimo de ser engranaje de una política destinada no solamente a empobrecer, sino a generar una especie de aluvión de exclusión social, y en todo caso limitar el papel de las organizaciones populares a reclamar políticas para sostener a los excluidos, que se caen del otro lado de la empalizada social, y ser funcionales a la continuidad de una política que genera pobreza, yo entiendo que eso no es gobernabilidad, eso es ser funcionales a las políticas que imponen los grupos del poder económico de la clase dominante.
Creo que garantizar gobernabilidad es, en el marco de la democracia, exigir paritarias libres, creación de empleo, cambios de rumbos políticos y económicos para hacer sustentable la pequeña y mediana empresa, generar un país donde la educación y la salud pública tengan la posibilidad de darle respuesta a la mayoría de su población. Para nosotros eso es gobernabilidad, eso es fortalecimiento de la democracia. Nadie quiere que un gobierno, aun un gobierno como éste, termine antes su mandato, porque cada vez que un gobierno como éste terminó antes su mandato fue en el marco de una crisis que significó hambre, represión, derramamiento de sangre, siempre de compañeros del campo popular, nunca de grandes referentes de la Sociedad Rural ni del empresariado, nunca hubo que velar en los countries a las víctimas de la represión cuando los gobiernos chocan la calesita. Pero este es nuestro límite.
Ahora, que un gobierno no choque la calesita no depende de los trabajadores. Que un gobierno no entregue a la Argentina y la ponga en una situación de fragilidad por políticas irresponsables de endeudamiento y de voracidad de los sectores financieros tampoco depende de los trabajadores. Si para que este gobierno termine su mandato, la resignación, la aceptación del hambre de la mayoría y la entrega de los derechos conquistados es el precio, evidentemente nadie puede exigirle eso al movimiento sindical ni a la ciudadanía argentina. O sea, no puede haber un gobierno que diga “si no me dejan destruir sus conquistas, achicar sus salarios, hacer más barato el costo laboral, poblar de hambre la Argentina, para que nuestras políticas se puedan poner en práctica, están negándome la posibilidad de cumplir el mandato constitucional”. Si algún gobierno dijera algo así evidentemente estaría exigiéndonos que renunciáramos a la democracia para que ellos pudieran cumplir, supuestamente, los mandatos de la democracia. Es un contrasentido. Yo creo que como lo dijimos en el acto, vamos a exigir que cumplan su mandato hasta el último día que les corresponda. Pero vamos a luchar por los intereses que nosotros debemos garantizar, que son los de los trabajadores y los sectores populares y eso es parte de nuestro mandato democrático, de la vigencia de nuestra Constitución y de la tarea que debemos desarrollar quienes defendemos el ingreso fijo, el salario, la jubilación. Porque una sociedad tiene que tener fuerzas que compensen la desigualdad de origen que genera la imposición del capital sobre los intereses de los que somos más débiles. Si no, no es democracia.
Después de la manifestación oficialista del sábado 1/04/17 hubo un cambio en la posición del gobierno, es como que se envalentonó, no solo a nivel de Macri sino también del conjunto del equipo de gobierno. Inclusive está el hecho de que Macri haya hablado de las mafias sindicales, denostando a todo el movimiento obrero. ¿Cuál es la actitud que esperan a futuro por parte del gobierno? ¿Una persecución y división del movimiento obrero para poder facilitar su política?
En primer lugar una observación: El gobierno pondera y pesa de una manera una marcha de ciudadanos de las zonas más opulentas, o menos castigadas, como la que tuvo lugar el día sábado. Lee, en una manifestación que según datos de la propia policía no superó las 25 mil personas, un aval enorme a su política; abreva en esa marcha para tonificarse, robustecer su capacidad de confrontar, revivir esa oratoria agresiva donde ve la paja en el ojo ajeno, señalando la existencia de mafias, cuando no ve la viga en el propio; porque si de mafias se trata creo que podríamos escribir una cantidad de volúmenes interesantes solamente registrando lo que tenemos dando vueltas actualmente dentro de la Casa de Gobierno.
Y sin embargo, para el gobierno, los cientos de miles de personas que marcharon durante el mes de marzo, que multiplican la marcha del sábado (1/04/17) varias veces, no tienen ningún peso, no tienen ninguna incidencia en sus registros de lo que pasa en la Argentina, no le dejaron ningún mensaje. Solamente le nublaron de odio la vista. Odio de clase, porque cuando arremeten contra el choripán, y los micros, y las mafias y los dirigentes sindicales que no nos dejan trabajar y ocuparnos de lo que necesitamos hacer, todo ese tipo de discurso que en el fondo lo que tiene es simplemente la expresión de un pensamiento oscurantista, de derecha, entonces la verdad es que uno se pregunta ¿cuál es la capacidad que tiene este gobierno de decodificar y de entender los mensajes de la calle?. ¿De qué manera este gobierno puede uno esperar que sea receptivo ante demandas tan fundamentadas como son la que hoy planteamos los asalariados, los que han perdido sus empleos? ¿O ante las que vamos a plantear en el paro general del 6/04/17? Porque cuando llegamos a este punto es porque no hubo posibilidad de hacerlo de otra manera.
Entonces, creo que evidentemente hay un gobierno que está como si estuvieran emocionalmente descompensados; lloraban adentro de la Casa Rosada porque había 20 o 25 mil personas el día sábado. ¿Y ante los cientos de miles que hubo durante el mes de marzo qué hicieron? ¿Se les nublaba la vista de la furia? ¿Querían arremeter contra ellos? ¿Querían negar que existe un pueblo que está reclamando cambios? Me parece que – más allá de la banalidad con que muchos medios intentaron interpretar el episodio del sábado como una especie de canto a la democracia, masivamente multitudinaria decía La Nación, ya no sabían de qué manera adjetivar para que fuera más que masivo y más que multitudinario el encuentro de 20 o 25 mil personas – evidentemente hay quienes van a apoyar a un gobierno con el que tienen una fuerte identificación de clase, con el que se sienten congratulados. Y si uno escuchaba las cosas que decían algunos de los manifestantes está claro que es un sector que fundamentalmente siente que no necesita del Estado, que así como está todo va a seguir bien, no importa que de pronto haya muchos argentinos que padezcan necesidades porque total ellos tienen satisfechas las suyas. Me parece que esa suerte de falta de ética social, ese individualismo convertido en una especie de alabanza del egoísmo y de la voracidad de los que pueden comer, es lo único que caracteriza y le da un color a este episodio, en el que evidentemente el gobierno se siente autorizado para agredir y descalificar a los otros, que fuimos absolutamente mayoritarios pero absolutamente ignorados en nuestros reclamos.
Creo que por este camino las marchas van a seguir. Y creo que las que se van a multiplicar son las marchas de los que reclamamos. Porque las marchas de los que están opíparos, de los que están satisfechos, con el tiempo dejan de tener sentido.
*Alfredo Aguilera y Carlos Mendoza, integrantes del Consejo Editorial de Tesis 11
Se puede acceder al audio de la entrevista a Hugo Yasky mediante el siguiente enlace:
Entrevista a Hugo Yasky 04-04-17