ISAAC GROBER * Es el modelo… ¡Estúpido!
Ocultado por adjetivos, falsedades y verdades insustanciales, el conflicto por las retenciones agrarias encubre la confrontación entre modelos diferenciados de país. Grober desbroza aquí la esencia de esos planes, los intereses en juego y el lugar por donde pasan las restricciones políticas del oficialismo para concretar sus proyectos.
Adjetivos, motes, calificaciones y descalificaciones al modo de argumentos es lo que más abundó en respaldo y en contra del intento de aplicación del régimen de retenciones móviles a la exportación de determinados productos agrarios. Se discutió si son o no confiscatorios, si pecan de inconstitucionales. Sobre si devienen de la soberbia y el autoritarismo o si los que se oponen son golpistas o traidores y ahora hasta no se duda en calificar a la fijación de retenciones como un «ataque al campo», sinónimo «de un ataque a la Argentina», «al ser nacional» 1, según el entender de los hombres y mujeres que en «su compromiso…..han dedicado su vida al campo» 2, seguro que haciendo Patria.
Por eso no es de extrañar lo fácil que es para algunos cotizar la Patria en plata.
Víctimas y victimarios han pecado no sólo por no demostrar sus fundamentos, sino por no aportar una letra sobre lo que realmente está en juego detrás del conflicto, qué es lo que en esencia está en debate. Este ocultamiento es en parte producto de su incapacidad, en parte obnubilados por ver sólo los pesos que pueden perder de ganar o por demostrar quien ostenta el poder, pero en gran medida es producto de una confusión deliberada y mediaticamente explotada por grupos financieros y grandes productores, además de la inyectada por los que ideológicamente están consustanciados con los fundamentos del neoliberalismo.
Sólo así, en el marco en que lo fundamental está entreverado con falsedades y hasta verdades, pero secundarias, se explica que personas aisladas orgánicamente, sueltas como se las suele calificar y hasta organizaciones que tradicionalmente se muestran embanderadas con causas progresistas y populares, terminaran ensalzando y hasta vitoreando como propio el triunfo de la reacción.
Más claro, se abrazaron a Martinez de Hoz y sus consocios de la SRA y a sus compañeros de ruta, que ahora envalentonados van por más. Ya lo avisó Luciano Miguens en su reciente discurso en ocasión de la inauguración de la Exposición Rural: «podemos empezar ahora o esperar al 2011», amenazó.
Probablemente el que más indicios clarificadores aportó sobre el tema fue Eduardo Buzzi, titular de la Federación Agraria Argentina, cuando el 05/06/08, ante una Asamblea de Productores en San Nicolás dijo «Esto no se trata de discutir cinco puntos más o menos de retenciones, sino que tiene que ver con un modelo de país distinto».
¿Cuál es entonces el modelo en juego? Vayamos pues al grano. La redistribución progresiva del ingreso, además de una problemática moral, ética, es – debe ser – un imperioso e insoslayable objetivo económico porque de ello depende la ampliación y dinamismo del mercado interno, base insustituible para el desarrollo de la industria y de servicios calificados. Salvo que alguien se ilusione con la posibilidad de un país factoría, no existe en la Argentina posibilidad de vislumbrar el desarrollo de una industria integrada y con la escala que reclama la actual y venidera tecnología que el sustento de un amplio mercado propio, seguro demandante de la producción de la industria local.
Y esa demanda efectiva derivada del mercado interno, solvente y autónomo, también redundará
en definir la composición de nuestra oferta industrial, su escala y por tanto la base material para abordar competitivamente el mercado mundial, incluido el modo de insertarse dentro del Mercosur.
Para construir este modelo de ramas y sectores entrelazados y dinámicamente proyectados, las retenciones constituyen un instrumento insoslayable– nunca el único – de redistribución de ingresos y fuente de canalización de inversiones en áreas en que el sector privado no puede o no quiere o no conviene que queden bajo su exclusiva responsabilidad. En estos casos debe pesar el Estado.
Es un instrumento de redistribución porque la sola aplicación de las retenciones limita la concentración de riqueza, máxime con una política de tipo de cambio sobrevaluado y en una época de una suba fenomenal
de precios internacionales, generadores de una renta extraordinaria que para lograrla los productores
no hicieron ningún esfuerzo. En segundo lugar, al disociar precios internos de los de exportación, también limita la transferencia al costo de vida interno de los precios internacionales.
Se pretende inhabilitar este último argumento para el caso de la soja en la Argentina con la justificación
de ser un producto que se exporta casi en su totalidad, que aquí casi no se consume Pero es una justificación falsa, porque la alta rentabilidad de la misma soja es determinante del precio de la tierra y
por carácter transitivo del costo de producción y del apetito de ganancia de los productores de los demás
granos y cereales. Redondeando. Una primera conclusión en torno al si o no de las retenciones está vinculada al diseño de un modelo de desarrollo económico y social, con presencia de un Estado activo y una fuerte potencialidad de la industria y los servicios, sin relegar al agro, pero entrelazado a un todo integrado
en el marco de un mercado y un país soberanos y de mayor justicia social. Estos son al menos los resultados
posibles derivables de la redistribución.
Quienes en cambio se oponen a las retenciones, las móviles y las fijas también 3, va de suyo que concientemente son contrarios a toda idea redistributiva. Y explicitamente postulan además la reducción del gasto público (cuando no es gasto que los beneficie directamente), porque es la política que a su juicio hace innecesario que tributen impuestos 1. Reducción del gasto público en un país que clama por más educación, más salud, más vivienda, más infraestructura, más seguridad, etc.!
Planteado así, para este segundo modelo, en el que para ser justos correspondería diferenciar las
concepciones de la Federación Agraria de la de las demás entidades de la Mesa de Enlace, el ideario de
canalización de su producción ya no es de preferencia el mercado interno, sino el comercio exterior para
el cual piden la mayor liberalización posible, la menor intervención e interferencia del Estado.
En su concepción, en esencia, se trata de generar un modelo consistente en «aprovechar la oportunidad extraordinaria que ofrece el mercado mundial», a reproducir en Argentina, en los marcos del siglo XXI,
la economía agroexportadora gestada a partir de los ´80 del siglo XIX, necesariamente complementada
ahora con la agroindustria moderna. Mucho más no necesitan. Y esto no son meras elucubraciones. . En palabras de Pedro Apaolaza, presidente de CARBAP, el 18/ 09/07 en ExpoJunin 2007, «Señores,- se sinceró – la Argentina por sus características geográficas y culturales es un país de base claramente agropecuaria.
En las oportunidades en que Argentina aceptó esa virtud y ese destino histórico y pudo obrar en consecuencia, nuestra economía despegó».
Pero para este modelo de país sobrarán muchos habitantes, millones para los que seguro no habrá cabida, porque mantener la actual distribución del ingreso sin cambios significativos, también lleva a definir una acotada estructura de producción y de importaciones restringida a la demanda existente, con un importante peso de bienes suntuarios de origen externo con los cuales sostener el gusto de una fracción pudiente y relativamente minoritaria de la sociedad. Resultados: bajo ritmo de incorporación de mano de obra y desequilibrios sociales, económicos y regionales potenciados 4. Es frente a estos dos proyectos de país y de
vida que debería instalarse el debate, que convengamos, sería mucho más productivo que el que surge de indagar acerca del «doble comando», de si el estilo es o no confrontativo, que la cartera y el maquillaje
de la señora y otros «sólidos argumentos» por el estilo destinados a deteriorar la autoridad institucional y a desviar y confundir sobre cuál es el foco central y neutralizar los propósitos de cambio.
De paso tampoco vendría mal que tanto el gobierno como las entidades de la Mesa de Enlace se tomaran el trabajo de ilustrar como se componen los costos y cuál es la rentabilidad que queda antes y después de las retenciones. Tendríamos así un panorama mucho más claro y civilizado para saber cómo y donde pararse y de paso valorar más acabadamente el grado de compromiso de ciertos políticos mezquinos y trasvestidos de republicanos, democráticos y populares después de la crisis del 2001 y que creen que no es ni será para ellos el mandato de «que se vayan todos».
Permítasenos a esta altura una breve digresión sobre la liviandad con la que se vino acusando al gobierno
por confrontativo y remiso a la búsqueda de consenso. Y para esto diferenciemos lo que es agresión gratuita y hasta torpeza política, de la que el gobierno y varios de sus funcionarios no han estado exentos, de la lógica confrontación que surge y surgirá siempre que haya una disputa de intereses opuestos, antagónicos y por tanto imposibilitados de conciliar si se es realmente consecuente con los objetivos que se persiguen.
No conciliar en las metas políticas, en este caso el modelo, no necesariamente significa ser inflexible en su instrumentación, porque si de lo que se trata es del modelo de país y no de puntos más o puntos menos de retención, según palabras del mismo Eduardo Buzzi, ¿de que posible conciliación hablamos? ¿Cómo esta diferencia de enfoque no se traducirá en un conflicto, en confrontación? Y si de confrontación se trata, ¿cómo se califica un paro por tiempo indeterminado, un bloqueo de rutas y la adopción de medidas que generan el desabastecimiento y la paralización de la producción en otras ramas de la actividad económica?
Llegados a este punto debe quedar en claro que el tema del modelo trasciende el del beneficio esperado por el ejercicio de una actividad. Que hablar de modelo de país significa también hablar del papel a desempeñar por las diferentes clases sociales, de la importancia y el peso de cada una de ellas y de cómo se vincularán entre sí, de cómo y con quienes se ejercerá el poder. Del papel que se espera cumplirá el Estado.
Planteados en estos términos, el desarrollo de uno u otro modelo requiere pues, ineludiblemente, determinados sujetos sociales, determinadas alianzas, algún tipo de construcción política coherente
para hacerlo viable. Y es justamente en el tipo de construcción política desarrollado por el kirschnerismo, donde radica la debilidad central para hacer aprobar con apoyo orgánico de masas esta política de retenciones y toda otra que deba enfrentar o rozar al capital concentrado.
Construcción política cuyo basamento está por lo general anclado en adhesiones de oportunidad y conveniencia de un aparato de funcionarios políticos y dirigentes sindicales y no en objetivos programáticos enraizados en el sentir de esas masas. Este es un basamento endeble y volátil, carente de principios y convicciones, como lo prueba el recorrido de muchos de los que lo integran, propios y extraños, a lo largo de más de cuatro meses en que se extendió el conflicto con el campo.
Si el desarrollo con inclusión es una meta política auténtica, si es sentida por las autoridades como una política de Estado, ello debe llevar a la conducción del gobierno y del PJ a buscar otros partícipes y otras formas de relacionarse, en particular haciendo posible profundizar la democracia con un criterio participativo para que las organizaciones, de verdad populares, tengan razones para sentirse parte del país y del programa de gobierno en lugar de otras que, al decir de la Sra. Presidenta, se viven a sí mismas como dueñas de la Patria.
* Contador Público y Magister en Economía Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11
Notas
1 Luciano Miguens, Presidente de la Sociedad Rural Argentina (SRA) el 03/08/08, al inaugurar la Exposición
Rural de 2008.