Dra. Flora M. Hillert
Profesora Titular Consulta
Departamento de Ciencias de la Educación
Facultad de Filosofía y Letras – UBA
“Cambiemos” la educación
El gobierno de Cambiemos insiste en la realización de la “revolución educativa” del siglo XXI, que ponga punto final al modelo educativo de fines del siglo XIX.
¿En qué consiste el modelo fundante de nuestra educación pública? En un amplio sistema, en su momento preferido por su calidad por familias de diversos orígenes sociales y latitudes, a pesar de contener deficiencias, desigualdades y discriminaciones.
Durante más de un siglo este sistema fue atacado y deteriorado por los intereses privatizadores, y ampliado y mejorado por las luchas populares y los gobiernos democráticos. Pero siempre conservó sus características de público: nacional, estatal y gratuito. Éste es el modelo que el ministro Bullrich dice que estaba idealizado, que no sirve más y que hay que destruir.
Claro que la educación pública es un ideal que nos enorgullece. El capitalismo neoliberal se burla de lo público, lo injuria, lo denigra, y apenas lo toca con su vara lo convierte en mercancía mundial:
“La educación es ganancia y la ignorancia es pérdida desde el punto de vista empresarial.” “La educación es apertura de nuevos mercados. Es mejora de la productividad. Es innovación. Es el tipo de cambio ideal. La buena educación no tiene barreras arancelarias.” (1)
En la actual etapa de dominio del capitalismo financiero y salvaje, lo nuevo es que la educación misma puede ser vista como fuente inagotable de enormes ganancias. Y no solo en los límites de una escuela ni en los límites de un mercado nacional, sino en los marcos de la globalización. Por eso el ministro considera “buena educación” a la que no tiene barreras arancelarias. Quizás así entienda también la tan mentada “calidad educativa”.
¿Qué es lo que el gobierno quiere cambiar del sistema educativo nacional?
Ni más ni menos que eso, que sea sistema, y que sea nacional: la educación tiene la misma estructura y está regulada por el Estado en todo el territorio nacional. Y los estados y las naciones, se sabe, son una traba para el capital transnacional, el verdadero gobierno del mundo.
Desde los 90’ los Tratados de Libre Comercio ya no se limitan al intercambio de bienes, como sucedía en el siglo XIX, cuando se creó nuestro sistema educativo; ahora imponen el intercambio de los que consideran servicios:
“Lo distinto de esta época estriba por un lado en que ahora el comercio comprende los productos de la investigación y creatividad humana, así como la vasta e intangible actividad de los servicios…” (2)
La OMC (Organización Mundial de Comercio) presiona a los gobiernos para abrir las fronteras nacionales a la libre circulación del capital, las inversiones, la competencia, en áreas como salud, educación, agua:
En el terreno cultural tratan de hacer de la educación un aparato propio, interviniendo en la planeación, privatizando espacios educativos e impartiendo educación de servicio para el sistema que están entrando a dominar;
esmerándose en la difusión del “pensamiento único”. (3)
Por eso la apertura de la educación y de cada uno de sus componentes –evaluación, informática, etc.- al mercado transnacional significa colonialismo cultural, pone en juego la soberanía educativa y cultural.
Se calcula que la educación puede ampliar los mercados de las empresas transnacionales con decenas de sistemas educativos de distintos países, cientos de miles de escuelas y centenares de universidades; más las familias y estudiantes, todos como consumidores de insumos que van desde mobiliario escolar hasta libros de texto, computadoras, y elementos sofisticados de laboratorio. (4)
Para las empresas estadounidenses, el Área de Libre Comercio de las Américas suma una población equivalente a tres veces la población de los EEUU (5).
En este modelo, la escuela puede ser estatal y llamarse “José de San Martín”, formalmente no ha sido privatizada, formalmente no se favoreció a la educación privada; pero en su interior circulará sin limitaciones el capital multinacional, con incidencia sobre los contenidos a través de series de TV educativas, programas de capacitación docentes, evaluaciones, y otras múltiples formas de injerencia y ganancia.
La educación es un bien del que no se puede prescindir; para la realización del capital, las generaciones que en forma obligatoria ingresan al sistema se renuevan más rápida y permanentemente que el automóvil o los electrodomésticos.
Por eso el capital incorporó ávidamente a la educación a la lista de bienes transables del GATT. Pero nuestra Ley de Educación Nacional 26.206 sancionada en 2006, a instancias de las luchas gremiales y populares y bajo un gobierno celoso de los intereses nacionales, prohibe expresamente que la educación sea incluida entre los bienes transables. Dice el artículo 10 de nuestra Ley vigente:
“El Estado nacional no suscribirá tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten cualquier forma de mercantilización de la educación pública.”
La educación universitaria, primer blanco de las empresas trasnacionales
La mirada transnacional se dirigió primero hacia el nivel universitario.
Adriana Puiggrós detalla que el Banco Santander tiene acuerdos con cerca de dos mil universidades latinoamericanas, a las que vende o gestiona campus informáticos, aulas digitalizadas, asesoría legal, formación de docentes, administración de las cuentas sueldo de grandes universidades como en el caso de la UBA. (6)
La OMC introduce distintas formas de comercialización en la educación superior, como por ejemplo la educación virtual, que promueven como el modo predominante de la educación superior del futuro. Con ello se segmenta la enseñanza superior en dos tipos paralelos: una presencial de alta calidad, y una a distancia, virtual, masificada, de una calidad inferior, ofrecida por empresas de “nuevos proveedores” de servicios educativos. En EE.UU. en 1998 el número de este tipo de universidades corporativas llegaba a 1.600; entre ellas Disney University, Motorola y General electric (7). H. Abortes señala que el grupo corporativo Carlyle, empresa trasnacional universitaria estadounidense que cotiza en Wall Street, adquirió instituciones en Chile, México, Suiza y España, y se mueve en una lógica totalmente distinta a la de las grandes universidades. (8).
Por eso es necesario alertar sobre el presupuesto nacional aprobado para 2017 en nuestro país, que beneficia a 21 universidades nacionales sobre 56. Esto responde claramente a un proyecto de segmentación universitaria.
En este esquema comercial regulado por la OMC pero desregulado desde las Estados, la educación superior pierde su carácter de bien público, de derecho ciudadano, de contextualización y pertinencia nacional. Lo que se vende es un producto abstracto.
La evaluación educativa
La evaluación forma parte de la actividad educativa, y es aplicada permanentemente en el aula, como puede constatarse por la presencia de calificaciones en los cuadernos de clase, y la toma regular de pruebas orales y escritas que permiten confeccionar los boletines en la enseñanza primaria y secundaria. No hay duda de que las evaluaciones pueden afinarse y mejorarse, y así lo proponen académicos y gremios docentes.
Una mirada inocente o cándida sobre las actuales pruebas estandarizadas de evaluación se pregunta qué tienen de malo evaluaciones terciarizadas, ranqueadas, globalizadas, y por qué no participar de ellas.
Pero la evaluación que está en debate forma parte de una operación gubernamental y global colonialista, con distintas etapas:
1) demostrar que la situación educativa de nuestros países es calamitosa;
2) culpabilizar a los docentes, y al Estado;
3) atar los sueldos docentes punitivamente a los resultados de las pruebas internacionales estandarizadas;
y 4) por último, argumentar que un problema de esta magnitud no atañe solo al Estado, sino a toda la “sociedad”, la que “debe acudir en su auxilio” (solo que donde dice “sociedad”, en el neoliberalismo ya aprendimos que debe leerse “mercado”).
Si pasamos de la inocencia superficial a una lectura en profundidad, nos enteramos que la educación, y en particular la evaluación, mueven intereses de primera magnitud en el mercado global:
“En Estados Unidos (…), la educación alcanzó el segundo lugar en el mercado con cerca de dos billones de dólares en juego, siendo pioneras las empresas dedicadas a vender exámenes estandarizados para docentes, alumnos y establecimientos educativos; son las que más rédito sacan del negocio, alcanzando una tasa de crecimiento de dos dígitos. Rápidos para los negocios, el magnate Rupert Murdoch y bancos como Goldman Sachs y JPMorgan Chase, han incrementado poderosos fondos de inversión en educación (10).
En nuestro país, las pruebas “Aprender 2016” y “PISA 2018” fueron delegadas a la multinacional Pearson PLC, de origen inglés.
Ante estos embates, en distintos rincones del globo docentes, padres y estudiantes resistimos activamente los operativos de evaluación.
En el mismo imperio, en Texas, casi el 80 por ciento de las juntas escolares rechazaron los exámenes estandarizados como base de evaluación de maestros y escuelas. En Chicago, estalló una huelga docente contra las escuelas chárter, la evaluación y los bonos a los maestros en base a los resultados de los estudiantes en exámenes estandarizados. (11).
En México, país pionero de la privatización educativa por su pertenencia al Tratado de Libre Comercio, en 2015, en Chiapas, los docentes fueron concentrados en un campo militar para obligarlos a rendir las pruebas de evaluación de desempeño. Y en la mayoría de los estados del país parte de los profesores fueron llevados en camiones resguardados por la policía y el ejército, o en helicópteros. En respuesta, hubo movilizaciones de maestros, padres de familia, y estudiantes normalistas (10).
Las luchas muestran que a estos proyectos, para mal del capital, se les opone la tradición histórica de la educación latinoamericana, altamente apreciada y defendida por los pueblos, enraizada en nuestra vida cotidiana, y protegida por cuerpos jurídicos que van desde las constituciones nacionales a decenas de leyes específicas.
Hoy en educación, es más actual que nunca la consigna “Patria sí, colonia no”. Si somos capaces de comunicar y compartir lo que implican las pruebas de evaluación estandarizadas y transnacionales para nuestro sistema, el proyecto mercantil No Pasará.
Referencias
(1) Infobae, 22-11-2016: Esteban Bullrich en la UIA: Debemos articular más el mundo empresarial y el sistema educativo (www.infobae.com/…/esteban-bullrich-en-la-uia- Consultado 26-11-2016)
(2) Aboites, H., 2006: Tratados de libre comercio, educación y educación superior. (planinst.unsl.edu.ar/pags-pdi/plan/1docs-info/docs-elec/libre-comercio-y-univ.pdf.)
(3) Díaz, G. V., 2008, Notas sobre globalización (www.eumed.net/libros-gratis/2008b/389) Consultado 20-11-16)
(4) Aboites, H., op. cit.
(5) Aboites, H., op. cit.
(6) Puiggrós, A., Como educa Davos, Página 12, 25 -01- 2016.
(7) López Segrera, F., 2007: “Notas para un estudio comparado de la educación superior a nivel mundial” en Escenarios mundiales de la educación superior. Análisis global y estudios de casos. CLACSO (bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/campus/segrera/03LSegrera.pdf)
(8) Aboites, H., op. cit.
(9) Puiggrós, A., 2016: El perfecto negocio de la educación Página 12, 13 -07- 2016.
( 10) Brooks, D, 2016: “Estados Unidos: La guerra contra la educación pública”. (http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/73552)
(11) Mandujano, I., Concentran en campo militar a docentes para evaluación en Chiapas. 7-12-2015 http://www.proceso.com.mx/author/imandujano (Consultado 1º-12-2016)