Con información de Cubadebate.
En entrevista ofrecida a la prensa Carlos Fernández de Cossío, director general para EE.UU. del Ministerio de Relaciones Exteriores (Minrex), manifestó cómo se ha hecho sentir la política de recrudecimiento del bloqueo contra Cuba de la administración Trump, en medio de la lucha de la isla contra la pandemia por coronavirus.
En tiempos de COVID-19, un factor fundamental es obtener los insumos que requiere el país para el aseguramiento médico, de equipamientos y materiales con el propósito de enfrentar esta enfermedad.
Precisamente, el bloqueo significa un escollo para adquirir en mercados de terceros países algunos productos y equipamientos fabricados por empresas subsidiarias de EE.UU., o que contienen un porciento de componentes, partes o software estadounidenses.
Entre los ejemplos concretos ya hecho públicos, Fernández de Cossío se refirió a uno de 2019, cuando Cuba trató de contratar varios equipos de ventilación mecánica usados en las terapias intensivas, y tan necesarios ahora en el contexto de la COVID-19.
“Después de meses de intentos de compra a una empresa europea, resultó imposible porque caducó la licencia con la que debía contar”, afirmó; por tanto, “hemos tenido que enfrentar la pandemia con esa gran limitación”.
Otra situación más reciente fue la ayuda que se intentó enviar desde China, la cual no pudo llegar a suelo cubano porque la empresa transportadora de la carga se negó a hacerlo ante el temor de ser castigada por las leyes de EE.UU.
Se ha alegado en ocasiones que EE.UU. autoriza la venta si Cuba solicita una licencia. “Nadie que conozca cómo funciona el comercio internacional, en particular cuando hay necesidades apremiantes, puede suponer que los problemas se resolverán de manera urgente mediante procesos deliberadamente dilatados como los que establece ese Gobierno”, apuntó.
“Si EE.UU. no tuviera restricciones no exigiría licencias, ni pondría los medicamentos y alimentos dentro las limitaciones a Cuba para comprar en EE.UU. o en terceros mercados”, aseguró.
Alegar que el bloqueo no es real, es un acto deshonesto
Acerca de grupos que dentro y fuera de Cuba sostienen que el cerco de Washington no es real, el Director General de EE.UU. de la Cancillería opinó que “están mintiendo”.
Quien diga que el bloqueo sólo trata de la prohibición de comerciar entre Cuba y EE.UU., “está actuando deshonestamente y de forma deliberada, no lo dice por falta de información o de comprensión de los hechos”.
En ese sentido, recordó que la motivación para la aplicación del bloqueo está escrita desde inicios de la década del sesenta.El memorándum del seis de abril de 1960, con la firma de Lester D. Mallory, subsecretario de Estado Asistente para los Asuntos Interamericanos, define claramente el propósito del bloqueo: crear penuria, escasez y con ello, una situación económica insostenible en Cuba, a fin de derrocar al Gobierno.
Por si eso no fuera suficiente, —sentenció Fernández de Cossío— se trata de algo que está escrito en la Ley Helms-Burton, cuyo título I dice explícitamente que es obligación del Gobierno de Estados Unidos, procurar frenar u obstaculizar las relaciones comerciales de Cuba en cualquier parte del mundo.
“Mandata a Washington a enterarse de cuáles son las relaciones económicas y comerciales la isla con otras naciones, y a tratar de obstaculizarlas, al punto de exigir que el Departamento de Estado reporte cada año al Congreso sobre los resultados y cumplimento de esta medida”, argumentó el diplomático.
“Este Gobierno se ha comprometido con la aplicación en extremo de la Helms-Burton, cuyo título III ampara la posibilidad de acciones legales en tribunales de los EE.UU. contra entidades que sean demandadas por hacer negocios, vincularse comercialmente o invertir en propiedades legítimamente nacionalizadas al triunfo de la Revolución, en enero de 1959”.
Cada año, el bloqueo cuesta a Cuba más de 4 000 millones de dólares a causa de las prohibiciones para adquirir productos en un mercado tan cercano como el estadounidense, acceder a esa tecnología y por los obstáculos que impone a terceros países.
Y es que la isla, además de estar impedida a realizar importaciones desde EE.UU., tampoco puede acceder a productos que contengan más de un 10% de componentes estadounidenses (materias primas, piezas y partes, software, propiedad intelectual).
“En una economía tan globalizada como la actual es muy difícil encontrar productos que no tengan hasta un 10% de fabricación norteamericana”, sustentó Fernández de Cossío, quien insistió en que Cuba tampoco puede comerciar con empresas subsidiarias de EE.UU. radicadas en terceros países, aunque respondan a la legislación, paguen impuestos y empleen a personal de las naciones donde están asentadas.