Joel Kovel*
Traducido por Margarita Cohen. Supervisado por Carlos Mendoza.
La lectura de este informe remite a la ya clásica escena del film “El Planeta de los Simios”. Un presidente antropoide y loco contemplando la derruída y semienterrada Estatua de la Libertad.
Uno de los rasgos más notables de la primera fase de la segunda presidencia de George W. Bush es la forma en que consideró la escasa mayoría electoral que obtuvo, como si se tratara de un mandato de poder absoluto. Inmediatamente después de la elección, Bush declaró que “Me ha sido otorgada una considerable cantidad de capital político y pretendo usarlo”. Y vaya si lo ha hecho, aún cuando el capital en cuestión sea imaginario. Bajo la dirección de su Rasputin, Karl Rove – Bush, a pesar de ser un hombre de convicciones fuertes, también es incapaz de tener ideas sustentables – el Presidente se ha embarcado en una campaña de tres partes: Una grandiosa campaña doméstica de cambios políticos, planes aún más grandiosos para rehacer el mundo según su imagen de “libertad” e intenta atestar las ramas judicial y ejecutiva de su gobierno de personajes del ala de extrema derecha. En el momento de escribir este texto (mediados de Abril de 2005) las chances de éxito en los primeros dos frentes son confusas – pero se debe tener en cuenta que esta aseveración se realiza desde la perspectiva de la realidad, mientras que la presidencia Bush se jacta de estar “basada en la fe” y sujeta a leyes superiores a las de la mera razón.
No hace falta decir que es un método propio de la locura de Bush. Dado que la mayor parte de su base política son fundamentalistas cristianos, Bush y Rove no ven daño alguno si someten a este crédulo sector de la población a una demostración del poder de la fe para mover montañas. Para hacer esto, el Presidente puede contar con una prensa extraordinariamente complaciente y cautiva que le da un sentido de total impunidad. Es increíble cómo la prensa protege al Presidente. Prácticamente no prestó atención al hecho de que por segunda vez consecutiva, en la elección presidencial hubo fraude masivo y bien pudo haber sido robada; evitó llamar la atención sobre los horrores de la guerra en Irak, incluso aquellos que surgen del GULAG de tortura que la Tierra de la Libertad ha instalado allí; oculta los antecedentes viciosos de sus principales funcionarios, como John Negroponte, supervisor de la carnicería de USA en América Central en los años 80 y ahora Zar de Inteligencia; y esconde bajo la alfombra escándalos que derrocarían a un gobierno común, como poner una prostituta hombre como un falso reportero en las conferencias de prensa para que haga preguntas halagadoras al Presidente – y esto viniendo de una administración donde la abominación de la homosexualidad, es considerada como el Undécimo Mandamiento enviado por Moisés.
Como confían serenamente en su habilidad para manipular la percepción de la realidad, Bush/Rove/Cheney adoptan libremente la estrategia de la Gran Mentira. Cuando se nos confronta con una gran discrepancia entre lo que es y lo que se supone que es, uno reclama enfáticamente que todo sea como se supone debe ser, y confía en la renuencia de la gente para soportar desilusiones dolorosas. Cuanto mayor es la mentira, mayor es la disonancia cognitiva y moral que produce y más difícil se hace revertirla – especialmente, por supuesto, si uno se está dirigiendo a un pueblo ignorante y confundido, atrapado por ilusiones religiosas.
De lo anterior se desprende que es altamente prioritario mantener al pueblo americano en un estado de confusión e ignorancia. Y así es como podemos viajar a lo largo y a lo ancho del país más poderoso de la historia y terminar creyendo que en el mundo no está pasando nada más importante que el juicio de Michael Jackson. Que el planeta se dirige hacia una catástrofe ecológica o que el Hemisferio Occidental al sur de Río Grande en su totalidad se está desplazando hacia la izquierda, son temas que quizás solo conoce y preocupa a un diez por ciento de la población. Aun la guerra de pesadilla en Irak se ha transformado en rutina y ha sido efectivamente olvidada por la mayoría. El gobierno ha realizado “investigaciones” que muestran que no habrá clamor público hasta que las muertes de americanos en Irak no lleguen a 10.000 (en lo que respecta a los iraquíes, bueno, todo el país puede ser aniquilado y la gente no cambiará el dial de su televisión para enterarse de eso). Mientras que la cantidad de víctimas de USA sea de solo 1500 y esté “equilibrada” en las noticias por historias conmovedoras de soldados construyendo escuelas, el americano promedio estará contento cantando “Dios Salve a América” en un partido de béisbol y pegando cintas amarillas baratas con la leyenda “Apoyemos a nuestras Heroicas Tropas” en su Vehículo Utilitario Deportivo, sin pensar por un solo instante que la única forma de apoyar a las tropas es haciéndolas volver a casa. En otras palabras, el sistema “funciona”.
El sistema puede funcionar en un sentido restringido e inmediato, pero el malestar profundo y la rabia están apenas debajo de la superficie. Por cierto, la situación es profundamente insostenible. Mientras Bush establece un grado de control reaccionario sobre todos los niveles del gobierno nunca antes visto en la historia de los Estados Unidos, sus grados de aprobación también bajan al nivel más bajo jamás visto en esta etapa de una Presidencia, mezclado con un extendido pesimismo en cuanto a la economía y a la dirección que lleva el país. Pero nada perturba al Presidente loco, que anda por el país pidiendo que se haga permanente la reducción de impuestos otorgada a sus amigos; o predica incoherentemente a favor de una revisión radical de la Seguridad Social, único programa público que funciona, a fin de que sus activos sean controlados por el mercado financiero. Aparentemente hay una feroz embestida del capital sobre la gente común, desprotegida contra la tormenta y sin un partido político alternativo que los proteja o exprese sus intereses reales. Los ingresos están bajando, reaparece el fantasma de la inflación como consecuencia de aumentos fuertes en los precios de combustibles, y la ciudadanía está siendo abrumada por niveles de endeudamiento personal sin precedencia. Como resultado de lo anterior, los niveles de bancarrotas son record, causadas comúnmente por la incapacidad de pagar las enormes facturas de servicios médicos.
Como si lo anterior no fuera lo suficientemente malo, las compañías de tarjetas de crédito, también alarmadas por el nivel y la fragilidad de la estructura de deuda, han logrado que los políticos pagados por ellas, promulguen una ley que hará que la declaración de bancarrota sea más dificultosa y punitiva. Se puede esperar, entonces, un grado de despojo de haberes, pérdidas de viviendas y desesperanza que revierte todo el esfuerzo de una época entera de la sociedad moderna para mitigar los saqueos del sistema económico.
¿Se van a reinstalar en USA cárceles de deudores, o, peor aún, un nuevo régimen de servidumbre de no oficialmente reconocida?. Y aun cuando sea un espejismo, el consumismo se acentúa y los gastos en artículos personales actualmente están en un máximo histórico del 70% del Producto Bruto Interno. Cada vez más la gente se sobrecarga con más deudas; prácticamente no pasa un día sin que reciba una carta hablándome acerca de una nueva y fabulosa tarjeta de crédito que puede ser mía; prácticamente no pasa un minuto sin que el ciudadano promedio no sea incitado a comprar aún más, para que así cumpla con su deber patriótico de permitir que los circuitos de acumulación permanezcan intactos y pueda así ubicarse en el bando de los arruinados por la economía.
Hace más de cincuenta años, Kart Polyani escribió “La Gran Transformación”, un estudio sobre la llegada del capitalismo a Gran Bretaña, donde decía que una economía de mercado sin control, lejos de estar regulada por la “mano invisible” de Adam Smith, es una pura cultura de destrucción que arruinará a la sociedad a menos que sea revisada. Ciertamente, pudo haber agregado que también destruye a la naturaleza, y a las otras sociedades, como Irak, que se interponen inconvenientemente en el camino. ¿Y qué pasa con los hombres y mujeres jóvenes que tratan de evadir la pobreza uniéndose a sus fuerzas armadas y logran evadir ser matados y mutilados?. Bueno, resulta que muchos de ellos también están cayendo en bancarrota. Porque ellos, también, contratan tarjetas de crédito militares especiales para comprar artículos de primera necesidad y placeres; y ellos, también, dejan el mundo militar endeudados y terminan perdiendo sus bonificaciones; y ellos, también, son despojados de toda protección contra los efectos de sus deudas, y así comienzan sus años post-militares ya arruinados por la economía por la cual arriesgaron sus vidas.
¿A esto nos han llevado diez mil años de civilización?
*Joel Kovel, profesor de Ciencias Sociales del Bard College, Annandale, Nueva York.
Traducido por Margarita Cohen. Supervisado por Carlos Mendoza.