Internet, redes sociales y política.

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Adrián Berardi* 

El surgimiento de organizaciones sociales, políticas y culturales en la Argentina ha tenido un crecimiento sustancial, en sintonía con el contexto socio-histórico de toda América Latina en los últimos veinte años. Estos espacios han hecho de Internet una herramienta valiosa para extender su alcance social sin abandonar su praxis en el barrio y diferentes espacios de acción; no obstante, han emergido un sin número de activistas individuales que lejos de participar en espacios de acción concreta llevan adelante su actividad sólo  de forma virtual. Este artículo analiza la relación entre las redes sociales y la política en la Argentina; pone en discusión aspectos de una nueva forma de participación sociopolítica, que podría provocar cierto (des)hacer de la práctica y dificultar la conformación de nuevos actores y propuestas políticas.

Para comprender el tema que pretendemos tratar es pertinente tener en cuenta que  tanto la posibilidad de acceder a la información como las herramientas para distribuirla son elementos que nos permiten avanzar como sociedad tanto política como culturalmente, generado un proceso de integración e igualación de los sectores y permitiendo un debate amplio y consolidado respecto al futuro. Pero también es necesario saber que el uso de las nuevas tecnologías, principalmente referidas a la conformación y circulación de ideas, puede construir un circuito de desinformación y retracción de la práctica política concreta.

En este sentido, la conformación de grupos virtuales de opinión es un elemento determinante para entender la generación de nuevos actores sociales que se escudan en un dispositivo tecnológico como forma de relación con la política, lo que a simple vista puede generar una disminución con respecto a la capacidad de observación y análisis de la realidad y, claramente, un proceso de desarticulación de los canales concretos de intercambio político.

Uno de los puntos sustanciales para comprender el avance de la acción política virtual es la convocatoria a manifestaciones vía web, específicamente redes sociales, muchas de las cuales son condicionadas por el disconformismo ciudadano respecto a ciertas políticas de gobierno; en algunos casos, por inacción respecto de las problemáticas sociales. Pero también son convocadas en apoyo a la gestión del gobierno o en defesa de sus ideales.  Si bien es cierto que esto genera cierto tipo de movilización también constituye un foco de limitación en la práctica política en tanto no es una conformación política que manifiesta su preocupación y tampoco sus propuestas sobre un tema específico; lo que la convocatoria vía web nos permite observar es la congregación de grupos minúsculos o voluntades individuales (muchas veces promovidos por actores desconocidos para ellos mismos o incentivados por agentes espurios) que se ven motivados por la masificación de la convocatoria en medios digitales.

En este punto es importante entender que no estamos poniendo en cuestión las nuevas tecnologías como herramientas políticas y de interconexión entre los distintos actores sociales, lo que planteamos es una preocupación respecto a la construcción sociopolítica que, a partir de la difusión de opiniones y acciones temporales, llevan a las prácticas a diluirse en el tiempo y que no contribuyen a la conformación de proyectos políticos reales; en este sentido debemos reconocer estos actos como simples acontecimientos[1], lo que llevarían a desfragmentar el valor sustancial de la práctica política evitando nuevas formas del quehacer político y su consecuente reproducción.

Otro elemento a tener en cuenta es cómo son usadas las redes sociales y de información por parte de los sectores económicos, políticos y grupos monopólicos informativos; en este sentido las redes de poder con las que cuentan estos actores están determinadas por la forma en que la información, ideas u opiniones son publicadas en la web y diseminada por otros actores que en muchos casos desconocen el verdadero origen de los datos; un caso representativo de esto son los espacios que dejan los canales informativos digitales para la opinión de los lectores.

En principio esta situación parece no generar más que un proceso de desinformación, y si se quiere de movilización temporal de individuos, no obstante los sujetos deberían insistir en conocer cómo se intenta constantemente construir una idea, imponerla en el colectivo social, y emprender un proceso de dominación solapado.

Esta situación produce un conflicto aun mayor que está dado por la falta de debate y de discusión respecto al contenido y los fines, en este punto los internautas o actores virtuales que reproducen la noticia o información, o en todo caso construyen una opinión desde la cotidianidad y la información difundida, no la cuestionan porque no se encuentran en un lugar de participación capaz de permitir la discusión real de dichos datos y elaborar conclusiones propias, sino que por estar dentro de un debate virtual no se puede realmente conocer a las personas que construyen la opinión y menos los intereses que representan, lo cual limita y deslegitima todo debate o discusión.

Entonces el problema no se constituye solo a partir de la difusión de una opinión desacertada, voluntaria o involuntariamente construida, o de una noticia falsa, sino de la ausencia de puesta en cuestión de la información difundida y de los sujetos que la difunden. En definitiva, la oportunidad de protagonismo inmediato que nos da la web, niega una práctica política concreta, que en ningún momento es tomada como principio organizador de nuevas prácticas.

En este sentido existen algunos datos que son realmente interesantes, y nos van a permitir encuadrar el tema. Según la Encuesta Nacional sobre Acceso y Uso de Tecnologías de la Información y la Comunicación (ENTIC), realizada en 2011 por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos[2], el 43,8% de los hogares argentinos tiene acceso a internet. Por otra parte, según la agencia Interactive Advertising Bureau de Argentina[3], en su Informe sobre el Panorama Digital 2013, estableció que el uso de  internet en nuestro país representa un promedio de 22 horas mensuales por persona, de las cuales 9.2hs están relacionadas a la intervención en las redes sociales. A estos datos debemos agregarle el informe realizado por el Barómetro de las Américas, Vanderbilt University[4], donde queda demostrado que solo un 4,6% de las personas en la Argentina participan de manera concreta en partidos o movimientos políticos. Claro que todos estos datos son tomados en muestras representativas, pero lo que nos permite es entender que el nivel de uso de las redes sociales y el acceso a internet es mucho más grande que la participación en espacios políticos, lo que nos da pie a analizar una nueva forma de acción política que es virtual, en principio individual, y que está claramente alejada de la práctica política. Este dato también lo observamos en una encuesta realizada a estudiantes de la Cátedra de Sociología Sistemática (Prof. Pablo de Marinis), carrera de Sociología (Facultad de Cs. Sociales. Universidad de Buenos Aires), donde queda reflejado que un promedio del 60% de los encuestados (que cursaron la materia durante el año 2013) afirmó no tener participación en organizaciones sociales o políticas[5]; este dato nos permite inducir que la ausencia de participación no necesariamente está ligada a una situación social o educativa determinada.

A partir de estos datos, podemos afirmar que existe un proceso de actividad política dentro de la web que es más elevada que la acción dentro de la arena política concreta.

Esta nueva forma de activismo, que podríamos denominar “virtual”, constituye un factor fundamental para intentar comprender cómo funciona la práctica política en la actualidad, cuando el internet deja de ser un medio y se comienza a convertir en el fin último de la acción.

En esta perspectiva lo que se pone en cuestión es si esta forma de participación sociopolítica constituye un avance o un retroceso en el proceso democrático; en este sentido muchos afirmarán que la libertad de opinión es uno de los elementos que nos permiten pensar en la democracia, no obstante eso no determina la posibilidad de desarrollo político democrático de un país.

La cuestión es que la opinión, la difusión de datos, de ideas o información, no necesariamente constituye una construcción política, lo que establece es el principal déficit del activismo virtual. Pensar el problema es un paso, buscar la solución es un salto…. Marx decía, discutiendo con Ludwing Feuerbach, “los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”[6]; en cierto punto la era digital niega esta tesis.

Entonces lo que la “militancia virtual” pone en juego es la verdadera práctica política; mientras que los políticos institucionalizados, con sus partidos y estructuras, los grupos económicos y los medios concentrados de información utilizan a estos actores virtuales para construir una opinión pública, las bases políticas reales comienzan a debilitarse por la ausencia de actores concretos en la práctica.

Acá llegamos a una primera conclusión, tenemos por un lado un sector concentrado que ejerce el poder, tanto económico como político, que por medio de la promoción del uso de los espacios virtuales cohíben la práctica política concreta, fomentan el retiro de la militancia real a bases estables de opiniones desde un celular, tableta o pc y, en todo caso, permiten en forma circunstancial la movilización de esos actores por un tiempo mediado, corto y controlado por estos actores hegemónicos.

Si es cierto que existen actores virtuales que llevan adelante un acción política virtual, también debemos comprender que existen actores concretos que permiten y promueven este tipo de acciones virtuales, mientras que en el mundo real quienes dominan la escena política siguen siendo actores hegemónicos que construyen una especie de velo por medio del cual dicen que se puede hacer política desde la comodidad de la casa, sin embarrarse las alpargatas y principalmente sin ver cosas que pueden ser desagradables e indignantes.

La segunda conclusión respecto a la generación virtual está dada por las etapas superadoras de la política, en tanto esta forma de hacer política virtualmente limita una verdadera formación de cuadros políticos capaces de construir y hacer política en la vida real y concreta, lo que permite que surjan, resurjan y se creen políticos que venden discursos y propuestas solventados por la falta de competencia de políticos reales.

En este sentido es necesario entender que en un país como la Argentina, donde se dieron cambios culturales tan relevantes, como ser la Ley de Matrimonio Igualitario o la Ley de Género, la práctica política debería superar las limitaciones de los grupos hegemónicos que concentran el ejercicio del poder real, sobrepasar la etapa virtual de construcción y difusión de ideas y, principalmente, establecer nuevos parámetros de acción política concreta que lleve a acciones objetivas de nuevos actores políticos; es decir construir nuevos objetivos sobre los cuales se creen espacios de socialización política en la vida cotidiana.

Por último, es preciso tomar en consideración que las herramientas informáticas han sido, y seguirán siendo, un instrumento de uso político para un sinfín de organizaciones sociales, políticas y culturales que promueven, difunden y organizan muchas de sus actividades, proyectos e ideas por esa vía. En un buen uso de estos recursos, estas organizaciones pueden ampliar sus ramificaciones y alcances, logrando llegar a puntos extremos del país con propuestas novedosas sin negar su práctica concreta y objetiva. Siempre que internet sea una herramienta dentro de la construcción de un espacio práctico, su uso sin duda constituye una parte sustancial de su existencia, ya sea como espacio de prensa o prolongación de ideas a aquellos agentes que físicamente no son cercanos; no obstante, este artículo tuvo la intención de mostrar que existe cierta disputa entre una práctica política concreta y una acción política virtual que insiste en evitar el campo de batalla concreto. 

*Adrián Berardi, Sociólogo y Docente Universitario (UBA). Miembro del Consejo de Redacción de  Tesis 11.

Notas:

[1] Acciones que salen de la práctica habitual, pero no tienen continuidad en el tiempo ni grupo o conformación que las sustenten

[2] http://www.indec.mecon.ar/

[3] http://www.iabargentina.com.ar/estudios.php

[4] http://www.vanderbilt.edu/lapop-espanol/acerca-americasbarometer.php

[5] https://docs.google.com/file/d/0B_yNLCLu1rsWa3ZjTVpwLTBVQ2M/edit

[6] Marx, Karl. Tesis 11, en “Tesis sobre Feuerbach”, Obras Escogidas, páginas 713 – 714, Catálogo 1957, Buenos Aires, Argentina.

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