Ignacio Paz*
“Luego de 12 años de conquista de muchos derechos sociales, la actual política a favor de los grupos dominantes irrumpe como una revancha a favor de los sectores terrateniente, minero, agroexportador y financiero, con tintes parecidos a la denominada “revolución libertadora” de 1955, pero materializada en las condiciones actuales del capitalismo, mediante la traslación de recursos desde los asalariados hacia el capital concentrado.”
El pueblo argentino, conformado por asalariados, campesinado pobre, capas medias, pymes, intelectuales, profesionales, artistas, y científicos, sufre la irrupción de un gobierno de derecha, que ganó en forma ajustada las elecciones prometiendo cambios positivos para el pueblo y que, en cambio, desencadenó una sucesión de medidas en contra de los sectores populares y a favor de los grupos dominantes en el país.
Luego de 12 años de conquista de muchos derechos sociales, la actual política a favor de los grupos dominantes irrumpe como una revancha a favor de los sectores terrateniente, minero, agroexportador y financiero, con tintes parecidos a la denominada “revolución libertadora” de 1955, pero materializada en las condiciones actuales del capitalismo, mediante la traslación de recursos desde los asalariados hacia el capital concentrado.
La concatenación de medidas actuales, al mismo tiempo que castigan a los sectores populares, acrecientan las ganancias de los grupos dominantes, afectando los intereses de las pymes, sobre todo industriales, y sus trabajadores, abriendo el país a las importaciones de productos desde países con mano de obra semiesclava, que compiten así con la industria nacional en condiciones de desigualdad.
Bajo el pretexto de “liberar” la economía de “cepos populistas”, se produjo la devaluación más importante de los últimos 25 años, provocando ganancia masiva para el sector financiero y permitiendo su traslado, como aumento de costos, a los productos más esenciales por parte de los formadores de precios. Esto sumado a la eliminación total ,de las retenciones de los granos y carne exportables, excepto soja con reducción de 5%, implicó un reflujo inflacionario de más del 40% y el encarecimiento más extraordinario de los últimos tiempos de la canasta alimentaria.
El aumento sideral de los servicios públicos de transporte, agua, luz y gas y la ola de despidos en la administración pública (luz verde para los despidos privados)
conllevan a la reaparición del hambre en millones de hogares, al cierre masivo de fuentes de trabajo, sobre todo pymes, al retorno desesperado a los comedores escolares y al incremento de los índices de pobreza y miseria, bajo un gobierno que anunció que se proponía como objetivo “hambre y pobreza cero”.
La desocupación, la inflación con recesión, la importación indiscriminada, son, en la práctica y en la ideología neoliberal, instrumentos disciplinadores de los trabajadores en la demanda de salarios y reivindicaciones sociales.
El pago a las demandas usurarias de los fondos buitres, avalados por la justicia norteamericana, y el inicio de una etapa de endeudamiento externo se presentan como “una vuelta al mundo” de Argentina. Esto es coherente con el retorno a “relaciones carnales” con EEUU, y con ello el alineamiento con proyectos o medidas reaccionarias y antipopulares (ataque a Venezuela, subestimación del Mercosur y la Unasur, acercamiento frontal al Tratado TransPacífico, liberación de restricciones a la venta a capitales extranjeros de tierras estratégicas por su ubicación o contenido mineral o de agua en Argentina, etc). Un giro de 180 grados en la política interna y externa de nuestro país.
Esta somera descripción de los hechos más relevantes del nuevo gobierno argentino da cuenta de un tipo de concepción ideológica en el nuevo poder político del país
Si el kirchnerismo representó concreciones significativas, de carácter nacional y popular en el terreno económico, político, social y cultural, lo fue porque su ideología implicaba reposicionar al pueblo como sujeto político en el país. De allí la asignación de recursos para una mejora sustancial de las condiciones de vida del pueblo en general, y con ello el desarrollo del mercado interno y el crecimiento de la economía.
El macrismo representa exactamente lo opuesto. Es la ideología neoliberal que aplica criterios económicos, políticos, y culturales que refuerzan el papel político y económico de la parte más concentrada del capital, con dominancia de los sectores terratenientes, mineros, agroexportadores y financieros.
La maxidevaluación y la eliminación de retenciones se hicieron con el argumento falaz de propiciar el aumento de exportaciones, como supuesta herramienta de crecimiento.
Estas medidas provocaron aumentos de precios domésticos, despidos masivos y pérdidas de fuentes de trabajo, con un deterioro progresivo del mercado interno. Sin embargo, en un mundo sumergido en una crisis estructural, en donde la lucha por mercados es canibalesca, la devaluación monetaria del 50% no ha producido aumento de las exportaciones argentinas.
Por otro lado, la reducción del salario en término de dólares, prácticamente no influye en los costos de las grandes empresas del reducido sector industrial exportador, dada la baja participación del costo salarial en sus costos de producción. En cambio, devaluación, ataque al salario, despidos y cierre de fuentes pymes de trabajo, atentan frontalmente contra el mercado interno, sector vital para potenciar el crecimiento de la economía.
Esta situación genera asimismo restricciones importantes en las cuentas fiscales y en el balance externo de la economía: Déficit fiscal (por eliminación de impuestos a los ricos y reducción en términos reales de la recaudación de impuestos por caída del mercado interno) y déficit comercial (mayores importaciones que exportaciones), se cubrirán con mayor endeudamiento externo. Esto genera nuevamente, después de 12 años, un aumento sustancial de la deuda externa (aumentada ya en más de 25 mil millones de dólares) y de sus servicios de intereses, lo que agravará el déficit fiscal, lo que a su vez demandará nuevos ajustes, y así de seguido.
Este cuadro de crisis interna, no es el resultado de “errores” o simplemente “impericia” en el manejo de la gestión económico-social. Representan la instrumentación práctica de un modelo de dominación económico, político y social con consecuencias nefastas para el pueblo argentino.
La crisis del sistema capitalista mundial hoy, es la expresión de estos círculos viciosos del modelo de acumulación capitalista que impone el neoliberalismo. Crisis que ya no es exclusiva de los países periféricos, sino que ha penetrado en el corazón del mundo del capitalismo desarrollado. Las crisis de Grecia, Portugal, Irlanda, España, Italia, Francia (convulsionada por luchas sociales), Gran Bretaña (abandonando la unión europea), son manifestaciones evidentes de un modelo económico político y social basado en una ideología que hoy el gobierno busca imponer en Argentina.
Esta ideología prioriza la acumulación desenfrenada de capital en un polo cada vez más reducido, aumentando sus ganancias y reprimiendo la protesta social. Su pregón es la teoría del derrame, sosteniendo que esta redistribución de la riqueza a favor de los sectores concentrados redundará finalmente en beneficio global por el derrame de arriba hacia abajo que producirían sus inversiones. Precisamente la crisis estructural del sistema capitalista actual, se basa en la aplicación de este modelo ideológico, demostrando su falacia.
Thomas Piketty economista francés, manifiesta, en su obra “El Capital en el siglo 21”, que, cuando la tasa de retorno de la inversión (léase las ganancias monopólicas) supera a la tasa de crecimiento de la economía, se acumula en forma inequitativa la riqueza y se generan las condiciones para un crisis social de envergadura.
Esta es la ideología dominante hoy en el gobierno argentino y con la cual se elaboran las políticas sociales.
Frente a esto se impone nuevamente la necesidad de un reagrupamiento político que se constituya sobre la base de una ideología opuesta a la dominante. Es necesario la conformación de fuerzas políticas, sociales, sindicales que reivindiquen la dinámica del crecimiento a partir de la revitalización de las condiciones de vida de la mayoría del pueblo. Esto deberá generar mercado interno, y una redistribución de la renta nacional más equitativa y justa.
La crisis hoy en Argentina tiene características propias, sobre todo porque se produce en forma inducida por la política gubernamental y no como consecuencia de ajustes recesivos anteriores. Precisamente, la crisis hoy asume las características de una revancha por los años de “populismo”. Es decir de una política popular y nacional que con errores y defectos, representó sin duda una experiencia de gran valor para imaginar un futuro distinto.
Los medios masivos de comunicación, hoy más concentrados que nunca, conforman la pata mediática del gobierno, necesaria para la difusión sostenida y generalizada de la ideología dominante:
– La exaltación del individualismo como factor fundamental de éxito.
– El pedido de disculpas a las empresas españolas por la nacionalización de YPF y Aerolíneas Argentinas. La presunción de Macri acerca de la “angustia” de nuestros próceres al independizarse de España en 1816, dicho ante el rey vitalicio, cuya familia aparece envuelta en hechos de corrupción.
– La repetición del “se puede” desde la perspectiva que otra política opuesta a la nacional y popular es posible.
– La repetición en cadena y deformada, de casos de corrupción en la administración kirchnerista, en la mayoría de las veces sin sustento probatorio fehaciente, pero repitiendo en forma taladrante los casos en curso de investigación.
– El ocultamiento sistemático de las protestas sociales así como de los índices de deterioro de la economía.
– La vinculación en forma subliminal entre gobierno nacional y popular (populismo) y corrupción.
– La reptante e insidiosa afirmación de que el gobierno anterior representó una “mentira engañosa de hacerle creer a un empleado medio, que con su sueldo medio podía comprar plasmas o viajar al exterior”.
Todo apunta a generar un nuevo sentido común en los argentinos
Esta es la batalla ideológica que se presenta en Argentina hoy: De un lado la ideología del neoliberalismo capitalista actual que justifica las acciones reaccionarias y antipopulares de su política como única manera de avanzar en forma sustentable hacia un supuesto futuro venturoso. Al mismo tiempo atribuye la razón del ajuste brutal de la economía en beneficio de los capitales más concentrados, a los “desastres de la pesada herencia recibida”.
Se busca imponer un silogismo ideológico: El sufrimiento actual sería consecuencia de la “pesada herencia”. Esta más la “corrupción” serían sinónimos de gobierno populista. En consecuencia gobiernos “populistas” representarían la razón del sufrimiento del pueblo.
Del lado de los sectores populares otra ideología deberá difundirse. Se comienza a dialogar con vistas a la conformación de nuevos acuerdos políticos y sociales que se basen en ideas antagónicas al neoliberalismo conservador. Una ideología de carácter nacional y popular, de profundo contenido democrático, que tenga en cuenta las experiencias positivas y las negativas de los 12 años anteriores. Ideas que se basen en la afirmación del pueblo como sujeto histórico que, a través de sus organizaciones políticas, sociales, sindicales y culturales, asuma un papel activo en el control de la gestión pública. Gestión que se base en un contenido progresista de redistribución de la riqueza social generada y en la solución de los nudos cruciales de nuestra estructura económico social con un sentido realmente transformador.
La afirmación del kirchnerismo como “accidente de la historia argentina” deberá ser reemplazada por la constitución de un movimiento socio-político o frente de fuerzas políticas y sociales que consoliden una recomposición del campo popular en la política argentina y que un nuevo gobierno nacional y popular no sea el resultado de una “casualidad” histórica.
Si esa recomposición se concreta, la posibilidad de acceder nuevamente al gobierno y concretar acciones políticas y sociales progresistas, se asentaría sobre nuevas bases. Bases que tendrían en cuenta los derechos conquistados en los 12 años anteriores, pero que seguramente representarían una superación de ineficiencias, errores y deformaciones. En este caso el “Sí, se puede” tendría un profundo contenido popular.
*Ignacio Paz, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.