La cultura necrófila, el mito capitalista de la libertad y la represión de los sectores populares.

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Revista Tesis 11 (nº 122)

(política nacional)

Claudio Ponce*

Los hechos vividos últimamente en la Argentina del macrismo, el incremento de la violencia social, el desprecio por el semejante o la conformación inexorable de un Estado represor, no es solo la expresión de la derecha local ni del interés de unos pocos que forman parte de la actual gestión, sino que se fundan en la esencia misma del sistema de occidente. La violencia de un gobierno como el de Mauricio Macri refiere a una ansiada imitación de los autoritarismos más crueles del capitalismo occidental. Una muestra más de que la Historia se puede repetir como tragedia.

La cultura occidental capitalista pregonó un “sistema democrático” que fundó sus principios en una “libertad” solo referida al libre mercado. Tales normas, alejadas de la ética o de regla moral alguna, nunca respetaron la vida de los seres humanos, y menos aun la supuesta igualdad en la que debería sostenerse una Democracia. La falacia residió siempre en creer que el capitalismo fue el único sistema de vida en que podía desarrollarse una sociedad democrática. En realidad, el verdadero “rostro” del capitalismo fue el “rostro de Hitler”. El mundo occidental y mal llamado cristiano, o sea el mundo capitalista, se mostró sin interrupción con una esencia profundamente autoritaria  ya que propuso la desigualdad social como un “orden natural” ligado a la competencia y el individualismo. En verdad, la Historia demostró que el origen de la acumulación de riquezas nació del “robo y la rapiña”, luego, esta actitud bestial fruto del egoísmo del hombre se intentó justificar bajo el concepto de “imperium”, o sea, la validez del “dominio o control” de unos pocos seres humanos sobre otros más débiles de su misma condición. La “opresión” que se vive en el capitalismo se originó en el delito validado por la “ley del más fuerte”, lo que implicó que la cultura capitalista estuvo siempre impedida de valorar la vida y solo controló a la sociedad mediante una ley inspirada en la concepción hobbesiana del origen social de la humanidad. Si se sigue la evolución histórica de estos fundamentos ideológicos, se puede observar que la radicalización de los mismos llegó al paroxismo de la defensa de la “propiedad” y la “condición de clase”, en el desarrollo de los totalitarismos expresados en el fascismo y el nazismo. Estas orientaciones políticas que llegaron al poder en occidente a través del “miedo” de la burguesía que pretendió preservar el poder enquistado en los sectores concentrados de la economía, mostraron la verdadera “faz” del sistema capitalista.

La Argentina, como país ligado a la sociedad occidental, no escapó de las peores influencias culturales del viejo mundo. Los pseudo-valores de un sistema que propuso o sostuvo que “lo muerto” tenía mayor “valor” que lo que gozaba de vida propia, jamás podían considerar ni respetar los Derechos Humanos. El concepto del “otro”, del “semejante”, como sujeto pasible de ser dominado, oprimido e inclusive “eliminado” acorde a los intereses de los grupos más poderosos, fue la base de todo exterminio planificado por las clases dominantes contra grupos masivos de personas consideradas como “potenciales enemigos”. De hecho, los países más capitalistas del mundo nunca concibieron a todos los habitantes del planeta como seres humanos, su esencia imperialista sostuvo siempre que la esclavización de los pueblos del Tercer Mundo se hizo en virtud de la justificación descarada que consideraba que las poblaciones de los países dominados llegarían a convertirse en personas en tanto y en cuanto se sometieran a la voluntad de sus opresores. La “cosificación” de hombres y mujeres se relacionó directamente con la primacía del capital por sobre la preservación de la vida. Una cultura necrófila que clama por el amor al “ente” sin vida, y niega el valor del “ser”, es una cultura donde el respeto por la dignidad humana resulta inviable.

El mes de abril de 2017 en Argentina marcó un punto de inflexión para las estadísticas de feminicidios y maltrato violento de mujeres y niños. El contexto social de este país se deteriora día a día producto de una devastación cultural planificada. Los asesinatos de Micaela en Entre Ríos, o de Araceli en el conurbano bonaerense, solo fueron exhibidos como otros tantos hechos de inseguridad producto de la marginalidad, la delincuencia o la “maldad” de los sectores subalternos de la sociedad. Sin embargo, detrás de todo crimen existió siempre una responsabilidad política, y por ende socio-cultural. Escandalizarse por los medios de comunicación, reclamar airosamente sobre la igualdad de género, o mostrar cara triste ante tamaña violencia social, no es más que una expresión de la hipocresía generalizada de quienes representan a un sistema de vida que propone la competencia destructiva como fundamento del accionar de los individuos.

El gobierno de la Alianza Cambiemos se mostró siempre plenamente identificado con los fundamentos ideológicos más extremos del sistema capitalista. No solo en el marco teórico de un modelo económico liberal, sino en la praxis política de un capitalismo maltusiano dispuesto a “invisibilizar” a todos los sectores populares considerados como “sobrantes” en el proceso de acumulación de riquezas, y peligrosos como potenciales subversivos al mismo sistema. Desde una óptica semejante, el accionar represivo y violento de un gobierno de derecha, no es más que la consecuencia lógica de la defensa de los intereses del sistema frente a las protestas de los más desprotegidos del ámbito social. La represión a los docentes, el maltrato provocado por las mismas autoridades contra los movimientos sociales, o las golpizas a los trabajadores como si fueran delincuentes cuando solo pretendían defender sus fuentes de trabajo, son las acciones que presentan en sociedad a un “Estado de excepción” según la noción desarrollada por Giorgio Agamben.

En plena etapa pre-electoral, el gobierno macrista se mostró como una gestión de “mano dura” apuntando a fortalecer la estructura de carácter social autoritario latente en un sector de la población argentina. Si bien pueden existir miles de “idiotas útiles” violentados simbólicamente por los medios de comunicación dominantes, se hace difícil entender que mediante la brutalidad y el maltrato a la sociedad se puedan ganar las elecciones de octubre. De ser así, la sociedad argentina estaría sufriendo de una patología similar a la del pueblo alemán de la década de 1930. Ahora bien, lo que demuestra todos estos ejemplos de violencia institucional y socio-cultural, refieren al poco valor que tiene la vida en un sistema como el que vivimos. La violencia de género, el maltrato a los niños, la represión a los trabajadores y a todos aquellos que pretender peticionar justicia, son los rostros de una misma moneda, capitalismo de pocos que se apropian del esfuerzo de muchos oprimidos, avalados en un “derecho positivo” fundado en leyes imperialistas. El derecho romano que sostiene la justificación del “arrebato” ejercido por el más fuerte sobre los más débiles, es el basamento teórico de la civilización occidental. Por ende, el mal del capitalismo es un mal sistémico que lleva a la formación cultural de una vida con tendencias autodestructivas.

La libertad no es la libertad de un individuo o la libertad del mercado. La Libertad es un concepto que refiere a un proceso de construcción colectivo y permanente de los seres humanos, con el objeto de perfeccionar la convivencia social haciendo factible la idea de que todos somos semejantes y tenemos los mismos derechos. Esto requiere además un replanteo respecto del significado de la palabra “poder”, que en occidente supone “dominación” cuando en realidad su significado refiere a la capacidad de construcción que todo ser humano tiene en función del bienestar colectivo. El porvenir sigue abierto al constante proceso de una revolución cultural y política que posibilite superación definitiva del sistema capitalista.

*Claudio Esteban Ponce, Licenciado en Historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11

2 respuestas a “La cultura necrófila, el mito capitalista de la libertad y la represión de los sectores populares.”

  1. Susana Navarro dice:

    Excelente! preciso y minucioso análisis, del momento por el que estamos transitando. Esperemos que ese proceso de revolución cultural y política, nos alcance pronto!!!

  2. Buenísimo artículo, «Devastación cultural planificada» excelente conceptualización.

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