FLORENCIA RODRÍGUEZ * Y ADRIÁN BERARDI ** Refundemos la Educación
¿La educación está en crisis? Esta es la pregunta que todos se hacen, pero en realidad el interrogante debería ser ¿la educación sirve según el pensamiento neoliberal argentino?1, porque la educación estaría en crisis si no cumpliría los objetivos que se plantea, pero en realidad en la Argentina la educación no tiene
ni objetivos ni prioridades.
Es más, ni siquiera se piensa en alfabetizar, cuando en realidad hay países como Cuba y Venezuela que hicieron principal hincapié en eso, erradicando el analfabetismo, o como Bolivia que en medio de una crisis política interna está a punto de lograrlo.
Entonces el tema es más profundo, el razonamiento debe ir de menor a mayor y comprender que en realidad la educación argentina no está en crisis, sino que se está reformulando en torno a las nuevas políticas y a las
perspectivas productivas, todo enrolado en un sistema capitalista desregulado y normativo, donde la mano
invisible del Estado se muestra cada tanto del lado donde se juntan los billetes.
En la ciudad de la furia, los estudiantes hacen política
En la Ciudad de Buenos Aires el problema sobre la educación no es ajeno, la reacción del estudiantado de las escuelas medias demuestra el desbarajuste estructural del sistema educativo y su desmantelamiento, porque lo que está en juego es la estructura física de los establecimientos, no su condición como institución. Lo que se exige son edificios habitables y becas escolares para los chicos de bajos recursos. Ahora bien, por qué no
reconsiderar el presupuesto al sistema educativo cuando en realidad sería un beneficio para la sociedad en su conjunto. Bueno, José Pablo Feinmann lo advirtió como muchos de nosotros… el Macricidio está en marcha.
El Sr. Mauricio intenta a toda costa construir una ciudad elitista, donde no interesan las becas, los techos, ni los maestros y mucho menos los alumnos, porque la Ciudad de Buenos Aires se prepara de a poco
para expulsar a los sectores de menos recursos y dejarlos a fuera de la construcción final de la «ciudad del futuro», a fin de no tener que preocuparse por sostenerlos u ocultarlos. Así, si alguien quiere una buena educación debe ir a una institución privada, donde con una simple subvención todo se arregla y no debe invertirse, porque la educación privada no deja de ser una empresa en la lógica mercantil capitalista, que queda al libre albedrío del mundo liberal, aunque con alguna ayudita del Estado.
De esta forma, el macrismo se garantiza, por una lado una educación consecuente con su política deliberadamente conservadora, neoliberal y elitista; y por otro, una expulsión de los jóvenes del sistema educativo generando no sólo una desintegración y diferenciación social, sino también permitiendo el equilibrante futuro de la dominación de una parte de la sociedad sobre la otra, de la misma manera que en la actualidad pero agravado por la consecuente ausencia de alternativas políticas que esto puede llegar a generar en el mañana.
De ahí que el estudiantado de las escuelas medias vea la necesidad de ser ellos quienes levanten la bandera de la defensa de la educación pública y gratuita, porque saben que lo que está en juego es más que una formación, es su condición como sujetos políticos; y las asambleas, las tomas, los debates públicos no hacen más que demostrar que el estudiantado está dispuesto a hacer política, empezando por defender un derecho para todos.
La Nación educativa y La educación superior
Pero este tema, no es sólo una cuestión porteña como parece, es nacional y mucho más complejo que una alteración en la formación educativa que conocemos los argentinos. Si nos detenemos en los aspectos
salariales, vemos un desbarajuste sobre los sueldos docentes que la mayoría de la sociedad lo comprendería como algo que es común a casi el total de los trabajadores. Pero en realidad el problema de fondo es que la educación no tiene un lugar determinado en la política nacional, y el aumento de presupuesto para sostener edificios, docentes, investigadores y alumnos no tiene mucho sentido o eso se piensa; sin ir más lejos, las universidades nacionales en su conjunto recibían según datos de 2004 sólo el 0,47% del PBI (producto bruto interno), porcentaje que va en decadencia. En números reales, el Estado entrega a las universidades públicas solo U$S400 por alumno, contra los U$S2500 que da Uruguay o los U$S3800 que da Paraguay.
Sin embargo, la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, por parte de la gestión de Cristina Fernández, parecía mostrar una perspectiva para la educación superior, pero en realidad se limitó hasta
el momento a desarrollar trabajos relacionados al avance de la ciencia en aspectos que sólo le interesa
a las grandes corporaciones que invierten en la Argentina, tal es el caso del desarrollo de proyectos relacionados con la trenguenia, donde participan la facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires,
el INTA y nada menos que la multinacional Monsanto.
De esta forma, la educación superior, las universidades públicas son cada vez más elitistas y se desarrollan a partir de la demanda empresaria, según la necesidad de profesionales de cada rama. Esto genera el devastador conflicto interno por el presupuesto educativo que se asigna a partir de la importancia que adquiera cierta disciplina en el mercado empresarial, casi siempre relacionado con el capital trasnacional; pero a pesar de eso estudiantes y docentes de diferentes áreas, entablan una pelea diaria para seguir formando profesionales, para seguir enseñando y aprendiendo, con un alto nivel académico trar no con estudiantes crónicos o con «recalcitrantes» militantes de izquierda como suelen decir, sino con un edificio donde la solidaridad y el aprendizaje se mezcla con el embotellamiento en la escalera principal, con olor a humedad, con ruido constante, con frío o calor según la época del año…. con bancos del siglo pasado, con pisos y paredes rotas… es decir con condiciones «excelentes para estudiar», y a pesar de todo sigue siendo la clase pública, la forma de protesta, es decir la colectivización de un saber que muchos lo creen exclusivo y otros lo creen inútil. Pero eso no es todo, el bajo presupuesto, particularmente en la educación superior, genera otro dilema que se divide en dos partes.
Por un lado, la currícula de algunas carreras, que es tan reducida que aquellos estudiantes que trabajan jornada completa deben abandonar sus estudios o demoran exactamente el doble de años estipulados
en recibirse. Esto se debe en primera medida a la falta de espacio físico, y en segunda a la falta de dinero para pagar a los docentes. Por otro lado, el tema docente es un GRAN TEMA, porque más de la mitad del cuerpo docente trabaja gratis o con un sueldo súper básico, generando la necesidad de ejercer otros trabajos para sobrevivir, limitando el desarrollo de su carrera docente e intelectual en el ámbito académico, como también su forma de dedicación y performance (como le gusta decir a la jerga empresaria) se ve condicionada.
Estas son algunas de las condiciones en que la educación argentina de desarrolla, es sólo una mirada de un problema casi inherente al sistema económico político y cultural en el que vivimos, es casi el
reflejo de una política colonial retrógrada y dependiente de lo exterior.
Otra cara pero la misma moneda
Educación y política: ¿Cómo defendemos los estudiantes la Universidad pública? Teniendo en cuenta este panorama general, y en el marco de crecientes niveles de movilización en los estudiantes secundarios y universitarios, nos parece importante hacer una revisión de los modos de hacer política en las universidades públicas. Partimos de la certeza de que la incorporación de los estudiantes y de sus perspectivas e ideas hace a la transformación de sus casas de estudio de manera fundamental.
Los posibles aportes de este apartado se concentran fundamentalmente en la Facultad de Ciencias Sociales porque es la que conocemos y vivimos todos los días. Por otro lado, es allí donde se condensan muchas de las dinámicas y prácticas que queremos pensar. Seguramente otras formas y dinámicas deben existir en las demás facultades, y sería interesante revisarlas en un próximo artículo. El caso de esta facultad es significativo, a la luz del reclamo por un edificio único que concentre a las carreras que hoy en día se encuentran dispersadas en tres sedes.
El reclamo también se sostiene sobre la base de la emergencia edilicia: falta de planos de evacuación, salidas de emergencia, problemas estructurales, etc. La primera semana de septiembre se decidió la toma
de las tres sedes de la Facultad; y a la hora de escribir este artículo, una nueva reunión de las Asambleas Estudiantiles ha decidido una nueva toma a actualizar cada día.
Más allá de las condiciones materiales y edilicias nos parece oportuno pasar revista de lo que hoy, aunque sea potencialmente, está en juego, y qué posibilidades pueden abrirse en el futuro en la política universitaria.
Qué es lo político. La política universitaria se encuentra fuertemente atravesada por la lógica partidaria.
No se trata aquí de realizar una crítica extensiva a las izquierdas en la Universidad, sino de apuntar la necesaria inserción y articulación de los estudiantes agrupados en organizaciones no partidarias y de
estudiantes no agrupados, así como también la urgente ampliación de los reclamos.
En primer lugar, la nominación de los grupos extrapartidarios como «independientes» no está significando una independencia de lo político por parte de éstos, sino la inevitable redefinición de lo político que acarrea su aparición en el escenario público. En segundo lugar, lo político encierra una serie de reclamos hoy concentrados en la falta de presupuesto y las consecuencias que ello trae. Existen en la universidad muchos profesores no rentados, los profesores que sí perciben salario aún reclaman por aumentos, muchas de las sedes no son adecuadas, etc. Sin embargo, la centralización de los reclamos en la cuestión presupuestaria no nos está dejando entrever otros reclamos necesarios. Hay en funcionamiento una lógica del stock centrada en lo cuantitativo («triplicación del presupuesto») que impulsa reclamos genuinos y necesarios, pero insuficientes.
Defender la Universidad pública también implica la defensa de la calidad académica, el trabajo de investigación dentro de la facultad, y la creación de talleres entre los/as alumnos/as. Muchos sabemos
cómo algunos profesores utilizan los seminarios de investigación para inflar sus propias investigaciones,
sin otorgarnos ningún crédito y anulando la posibilidad de aprendizaje al dividir las tareas de acuerdo a
sus necesidades. También es necesario apuntar acerca del vaciamiento de las carreras de grado, y la proliferación de postgrados rentados. Asegurar la continuidad del aprendizaje, exigir una nueva forma de
ejercer la pedagogía que logre rearticular las relaciones de poder entre profesores y alumnos/as es también
defender la Universidad. ¿Para qué estudiamos?, ¿para escribir papers? ¿Qué queremos estudiar?,
¿Vamos a discutir el contenido curricular? ¿Cómo queremos estudiar?, ¿Desarrollaremos nuevas formas
de aprender? El estudiante modelo.
La lógica de la queja y la frustración debe ser desarticulada. El estudiante que va «de la casa a la facu y de la facu a la casa», sólo estará interesado en conseguir los apuntes, llegar a las clases y obtener buenas notas. El imaginario neoliberal, con su lógica de consumo y su ética del individualismo, también ha penetrado en la Universidad.
Es hora de hacerse cargo de la socialización del conocimiento fomentando grupos y actividades varias que rebalsen la idea de la movilización y el paro como únicas formas de protesta.
El estudiantado «independiente» puede involucrarse en las instancias de lucha existentes y crear otras nuevas. La demonización de los partidos de izquierda, y no su crítica constructiva, lleva a la mera queja y fomenta el llamado descreimiento de la política tan en boga hoy en día.
Sin embargo, y aunque el doble movimiento queja-pasividad propio del imaginario neoliberal está presente, esto no quiere decir que no haya de hecho una movilización creciente del estudiantado. En las últimas asambleas se ha registrado una presencia masiva de estudiantes no agrupados en partidos políticos y se ha creado una Comisión por el Edificio Único a partir de la iniciativa de estudiantes que ha llevado a cabo tareas creativas e importantes para lograr la movilización política de muchos estudiantes.
Asimismo, hemos presenciado discusiones en las aulas con profesores de diversas posiciones, algunas de ellas muy intensas y de gran contenido. Se trata, en todo caso, de desarrollar prácticas que propicien otras formas de estudiar y de hacer política. ¿Cuál es el estudiante modelo que se impone cuando funciona de manera hegemónica la lógica neoliberal?, ¿Queremos un modelo ideal? La lógica del amo y el esclavo. El pensamiento binario, legado de la tradición filosófica occidental, nos es útil numerosas veces para hacer análisis de fenómenos sociales y políticos.
Sin embargo, muchas veces provoca una reducción y simplificación de las complejidades.
Las discusiones en torno a la situación de la facultad suelen limitarse a una oposición binaria y excluyente entre la gestión de Schuster y el Centro de Estudiantes liderado por la fuerza Oktubre (PO, Izquierda Socialista, En Clave Roja-PTS, 29 de Mayo y COR). Las críticas al «aparataje» de los partidos se cruzan con las críticas hacia una gestión inepta y negativamente ideologizada, denunciando sus vínculos-los tenga o no-con el gobierno nacional. La permanente y aburrida oposición entre una «gestión vendida» y una «oposición especulativa», reduce la discusión a una puja de intereses corporativos y pseudo-políticos, anulando la posibilidad de generar otras discusiones más enriquecedoras.
Este mapa posible de discusión no es fomentado sólo por las partes mencionadas, también es inflada en las discusiones de pasillo, en las aulas, en fin, por todas las personas que estamos en la Facultad. El énfasis en la re/di-solución de este dilema está fundado en la necesidad de tomar otro camino que, aunque más espinoso y conflictivo, puede resultar verdaderamente productivo.
¿Una ética de la praxis política? Abandonar esta lógica binaria y la lógica neoliberal mencionada implica, también, la asunción de nuestras responsabilidades.
Cada actor involucrado en la Universidad desarrolla determinada praxis política que lo obliga a asumir responsabilidades; responsabilidades que, en el fragor de la lucha, parecen desvanecerse para seguir
alimentando la lista de críticas hacia el actor que delimitamos como «enemigo». El chusmerío, el «vos
dijiste, yo te dije» revelan una espectacularización de los conflictos, la reducción de lo político al marco del
talk show, con resentimientos y desamores incluidos. La incorporación de una ética de la praxis es indispensable; la auto-crítica, la discusión política entre todos los actores involucrados, también.
Construir una Universidad (¿o deberíamos decir re-construir?) no se reduce a negativizar las acciones de los
otros; en todo caso debe ejercerse una crítica que revele las contradicciones del otro desafiándolo y desnaturalice lo evidente. Hacernos cargo de nuestras acciones y omisiones también es aportar a los problemas de la Universidad, porque encierra la a veces incómoda pregunta de cómo defendemos los estudiantes la universidad. Y decimos incómoda porque esa pregunta nos obliga a erigirnos como sujetos históricos y políticos activos, y no marionetas de tal gestión o de tal partido, capaces de realizar, desde nuestro lugar, las acciones necesarias para la defensa de la Universidad Pública.
Ante todo esto creemos que es imprescindible resistir la avalancha de la educación neoliberal que se quiere imponer, debemos enfatizar en la construcción de una educación popular, pública y accesible; pero con acción, cooperación y solidaridad de todas las partes que hacen a la educación herramienta indispensable
para el sostenimiento de las sociedades postmodernas; porque seguimos considerando que la educación no está en crisis, se está replanteando y queremos ser nosotros los que día a día, nos sentemos en el banco de la escuela, subamos las peligrosas escaleras o nos paremos frente a un curso y nos propongamos ser profesionales éticos y no consecuentes con cualquier política, quienes tomemos conciencia y pongamos en marcha todas nuestras voluntades para una mejor educación, quienes debemos participar en la refundación imprescindible del sistema educativo, porque tenemos que ser el ejemplo de las generaciones futuras, pero también debemos dejarle una educación pública de jerarquía y para todos.
* ** Miembros del Colectivo Joven Tesis 11. Estudiantes de Sociología de la UBA.
Notas
1 Sobre este tema ver Adrián Berardi La educación argentina ¿hay que buscarle una función? En Utopías y Realidades.
www.utorealidad.blogspot.com