La marea

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De Gerardo Codina *

La conquista del tercer título mundial por nuestra selección de fútbol desató una portentosa marea de alegría popular, que inundó todas las calles y plazas céntricas a lo ancho del país. El epicentro inicial fue la gran urbe bonaerense, a donde arribaron los elegidos desde la exótica Doha. Millones en las calles, celebrándose e identificados con un equipo en el que visualizan las mejores virtudes de la mayoría de los laburantes, se expresaron sin violencias y cuidándose a sí mismos.

Como nunca en la historia, tantas y tantos se sintieron implicados en la victoria y la festejaron. La capacidad del equipo de reponerse de sus caídas, de pelear hasta el final, de bancarse en todas entre sí, de confiar en sus capacidades y sostener siempre la esperanza de avanzar un paso más, reflejaron la lucha cotidiana de millones por sobreponerse a las adversidades de la vida cotidiana.

Frente a este gigantesco despliegue de afecto popular, la política se quedó sin palabras. De nada valieron los reclamos del macrismo en contra de la decisión de decretar un feriado nacional para dar espacio y tiempo al afecto de la multitud alborozada. Las generaciones que nunca habían visto coronarse a nuestro fútbol, tomaron el espacio público para dar rienda suelta a su entusiasmo, sin agradecer el permiso otorgado y sin reparar en las críticas que mereció de los que eternamente apuestan al fracaso nacional.

Tampoco el peronismo pudo apropiarse del triunfo. Tratando de esquivar la lógica de la grieta instaurada por el odio oligárquico, los integrantes del equipo cayeron en ella, desairando la oferta de saludar al pueblo desde la Casa Rosada, símbolo de la soberanía política democrática. Es la primera vez que ocurre y no llamó la atención de la multitud festejante. Nadie demandó que la selección fuera a la Rosada, al Congreso ni al Colón. El sitio elegido fue el Obelisco, donde se celebran todos los triunfos deportivos.

Algunos lo interpretaron como una muestra de la pérdida de significación política del Presidente en el presente. Fernández siempre fue un hombre gris y opaco, y ha terminado por quitarle peso a su palabra y sus gestos. Pero la que quedó fuera de juego fue toda la dirigencia política. No sólo él. El pueblo no le dio pelota a ninguno, ni oficialista ni opositor. Ahora harían bien en preguntarse qué pasó, por qué se llegó a esta circunstancia y qué pueden hacer para remediarlo en el futuro, si les resulta significativa la participación popular en la arena política nacional.

Quizás Cristina se refiera a esto el martes 27 de diciembre en Avellaneda, cuando esta edición esté por salir a la calle. De todos modos estas preguntas seguirán importando por largo tiempo, al menos para quienes imaginan la política como una herramienta de transformación y ven en la implicación popular la llave para abrir las puertas de la historia.

No se trata sólo de despreciar el gesto protocolar de ser recibidos por el Presidente. Eso hasta es menor. Lo importante del caso es que la movilización popular mostró el profundo anhelo compartido de verse situados entre los mejores del mundo, como pueblo y como país. Millones cantaron una y otra vez “…nos volvimos a ilusionar…” y festejaron que la ilusión no fue vana. Fuera del deporte, sólo la política es la que puede dar respuesta a ese afán de las mayorías y en este tiempo no lo hace. No ilusiona. Cuando sucede esto, deja abierta la puerta para los salvadores providenciales que se atribuyen el poder mágico de hacer realidad los sueños compartidos de grandeza.

Por el contrario, el humilde y sufrido trabajo de bordar pacientemente una a una las virtudes del equipo nacional, muestra un camino necesario y posible de recorrer, creyendo en nuestras capacidades y empeño, sin desatender los obstáculos que deben superarse, para acceder a las metas colectivas. De ese futuro posible, a construir solidariamente entre la mayoría de los argentinos, debe hablar la política. Ojalá lo haga.

* Ex Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, es miembro del Consejo Editorial de la revista “Tesis 11”. Es columnista permanente de “Nuevos Aires”.

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