Héctor Walter Valle*
Es evidente que algo, de carácter estructural y con importancia no menor para sus actores, parece haber cambiado en la relación bilateral.
El conflicto latente
Desde fines de 2003 la corriente de nuestro intercambio con el Brasil se ha tornado francamente desfavorable. Tal tendencia se ha fortalecido a lo largo de 2004 y en lo que va del corriente año debido, precisamente, a que las exportaciones brasileñas fueron la locomotora de su crecimiento . Según la información de la Secretaria de Comercio Exterior del Brasil, en 2004 el desequilibrio acumulado a favor de ese país fue de 1.800 millones de dólares y en el primer trimestre de 2005 ya alcanza a más de mil millones..
No se trata de circunstancias coyunturales sino que se explica fundamentalmente, como ya mencionamos, por el sesgo que adquirió la orientación predominante en la economía brasileña , apoyada en el dinamismo de sus ventas externas, Esta, a su vez constituye una resultante de los cambios estructurales en su oferta provocados por el fuerte ingreso de inversiones extranjeras directas recibidas durante los años 90. La inversión e la Argentina tuvo un curso diferente focalizándose en las privatizaciones y, correlativamente su esfera productiva exhibe una notoria desindustrialización.
Es evidente que algo, de carácter estructural y con importancia no menor para sus actores, parece haber cambiado en la relación bilateral:
1) debe recordarse que mientras durante los ‘90 se profundizaba la desindustrialización de la Argentina, en el Brasil, paralelamente se asistió a la maduración de proyectos sectoriales muy importantes, en el sector manufacturero y aún en su oferta agropecuaria;
2) en muchos de esos emprendimientos ha aumentado sensiblemente la presencia de las firmas transnacionales;
3) la dimensión de ese nuevo parque productivo esta programada , en lo inmediato, a escala Mercosur, pero con aspiraciones a mediano plazo de conquistar otros espacios en los mercados mundiales.
Una síntesis preliminar debe entonces consignar que, a consecuencia de las características verificadas en la acumulación de capital, el desequilibrio intra industrial se ha descompensado severamente, y en contra de la Argentina.
Estamos frente a cambios substanciales, si bien no los únicos, respecto al viejo modelo hegemónico de desarrollo basado en el mercado interno capitaneado por la burguesía brasileña –particularmente la originada en el eje Rio, Sao Paulo, Minas Gerais , que tanta admiración despierta habitualmente en la Argentina.
La historia y los cambios en las condiciones objetivas
En la presente etapa, es cierto, el Brasil intenta orientarse, como meta de mediano plazo, cada vez más hacia las exportaciones de mayor valor agregado. Pero la base de tal diversificación exportadora estuvo constituida por el desarrollo de capacidades productivas destinadas originariamente a la producción para el mercado interno. Ese proceso de sustitución de importaciones les permitió por lo tanto crear una estructura productiva muy diversificada sostenida por el ejercicio permanente del proteccionismo, ejerciéndolo como una persistente política de estado. Este fenómeno tiene poco de novedoso, tanto debido a sus antecedentes en la historia económica de los países industrializados como por las experiencias más recientes del sudeste asiático, donde la protección se aplicó con notable éxito.
Se trata de elementos de juicio que ratifican que la continuidad de políticas industriales originariamente destinadas al mercado interno constituyen la plataforma más adecuada para una virtuosa incorporación a las corrientes internacionales de comercio como oferentes de bienes manufacturados cada vez más complejos y con mayor incorporación de tecnologías de punta. La experiencia argentina desde 1975 en adelante, recorriendo el camino inverso, muestra por el contrario a la desprotección de la oferta interna de manufacturas como el factor determinante de su baja ponderación en las exportaciones y la persistente primarización de estas últimas. .
Ahora bien, a partir de los ‘80 en el Brasil se fue desplazando el eje hacia un esquema definido como de “integración competitiva en el mercado mundial” donde la preeminencia de las multinacionales resultó cada vez mayor. Esta orientación se fortaleció durante los años ‘90. Dada la orientación de las inversiones (particularmente las de origen externo), tal esquema se ha convertido en la estrategia de largo plazo prevaleciente , donde ganó cada vez más poder la empresa trasnacional.
Esto no supone que los otros actores desaparezcan de escena ni dejen de batallar, por cierto, la burguesía paulista no es un “ tigre de papel “. Pero es previsible que casi inevitablemente vayan perdiendo ponderación las empresas nacionales, debido a que no es fácil, operando en soledad, sobrevivir en un mundo globalizado Para entrar en el juego es necesario contar con escala, tecnología y creciente productividad. Todo implica fuertes inversiones. La consecuencia fue que muchas de las empresas nacionales brasileñas ya hayan desaparecido o fueran incorporadas a empresas multinacionales, especialmente en el caso de aquéllas que registraban mejores desenvolvimientos en los sectores tecnológicamente de punta.
La tendencia que estamos destacando se ratifica con las características predominantes en el destino de la inversión extranjera directa dirigida hacia la región durante la década de de los noventa, donde fueron mayoritarias las fusiones y adquisiciones de empresas ya existentes. En Brasil, como ya había ocurrido en la Argentina sobraron durante esos años las oportunidades de negocios originadas en las privatizaciones de sus empresas públicas –por ejemplo el caso Telebras, privatizada en 1998, guarda muchas similitudes con la experiencia argentina en la materia y otro tanto ocurrió en el caso de las empresas productoras y distribuidoras de electricidad – o, por lo menos, marcando el firme propósito de acotar la participación del Estado en la economía.
Esto último también se ratifica en la política fiscal y las “reformas” acordadas con el FMI durante las gestiones Cardoso y Lula. Nos encontramos entonces frente a un nuevo modelo productivo, muy instalado y donde el mando se ha ido desplazando cada vez más hacia las multinacionales.
Se trata de un proceso que siguió un curso inverso al de la estrategia tradicional de sustitución de importaciones y donde la actual tendencia de las firmas transnacionales favorables al empleo exclusivamente de las tecnologías “primeras mejores”en la mundialización de sus ciclos productivos implica desentenderse de objetivos meramente sustitutivos o de integración productiva interna. La consecuencia es que los efectos industrializantes a nivel de país o región son notoriamente menores que en la época sustitutiva. Adicionalmente, tanto la internacionalización de los proveedores como las decisiones de exportación también se subordinan a la estrategia de la casa matriz, lo que muchas veces limita las potencialidades de ciertas filiales para privilegiar otras. En consecuencia, ahora esa integración al ciclo mundial impacta sobre los resultados del comercio nacional bajando los grados de libertad de la política económica en la materia.
Veamos un ejemplo: según la CEPAL, las multinacionales registraban en Brasil, en 1985 (año donde todavía predominaba el viejo modelo), un superávit comercial de 1.500 millones de dólares que en 1995 se había convertido en un déficit por 9.700 millones. Ello indica claramente un proceso de reversión en la sustitución de importaciones en el que se debilitan quienes en su momento habían sido actores relevantes. No debería sorprendernos que la maduración de las grandes inversiones externas registradas hasta 2000, dadas sus características puede fortalecer todas estas tendencias y, adicionalmente, debido a su localización privilegiando el Brasil, termina minimizando el espacio para el desarrollo industrial en los otros socios del Mercosur, especialmente en la Argentina.
¿Porqué las decisiones en materia de localización productiva han privilegiado al Brasil?. Más allá de los atractivos que proporcionan factores tales como el tamaño del mercado, los bajos salarios o la flexibilidad laboral, y la clara decisión argentina de desentenderse de cualquier proyecto industrial durante los ‘90, también son muy alentadas por la existencia de subsidios gubernamentales, especialmente en el plano de los bajos costos financieros para las exportaciones y los estímulos que otorgan los estados brasileños. Los efectos de esa combinación de estímulos brasileños ya se convertía en un cóctel letal para nuestra industria.
No cabe duda de que el factor cambiario tuvo, en los 90, importancia decisiva en las decisiones empresarias de mudarse que encararon muchas empresas argentinas, pero no debe desmerecerse la incidencia de las asimetrías vigentes en materia de incentivos, particularmente aquéllas originadas en las administraciones estaduales, que implican un fuerte abaratamiento de costos. Además, en la mayoría de los casos, tales incentivos se acoplaban a la perfección con la estrategia de dislocación productiva de las firmas multinacionales, con lo cual estas recibieron un premio adicional que les endulzó la vida a cambio de nada.
A partir de la devaluación del real con que comenzó 1999, se aceleró la corrida de empresas argentinas hacia el Brasil, fortaleciendo una tendencia que ya había despuntado en los años anteriores. El ritmo al que ocurrió tal desplazamiento se intensificó más aún con las decisiones de política económica interna -fuertemente recesivas- adoptadas por la administración De La Rua y la ratificación de la convertibilidad, dos decisiones que marcaron el inicio de la gestión aliancista. Una medida de ese tipo no podía sino terminar en la caótica salida de la convertibilidad y la gran fuga de capitales, ocurridas a principio de 2002. Repasando todos estos hechos no cabe sorprenderse por la localización elegida por las inversiones, ya fueran de inversores externos o de argentinos.
El proyecto regional y la estrategia de las firmas transnacionales, una convivencia difícil
Se estima que casi la mitad de las 500 mayores empresas manufactureras del Brasil se encuentra ya controlado por el capital extranjero. En materia de exportaciones, las nuevas inversiones realizadas por las filiales del capital extranjero radicadas en el Brasil se orienta fundamentalmente al abastecimiento del Mercosur y el resto de América Latina y el Caribe. Por ahora, es menor la orientación de sus ventas desde la plataforma brasileña hacia el resto del mundo, mercado para el que , desde la lógica de las multinacionales, tiene menos relevancia las exportaciones desde las filiales que localizaron en esta región, ya que en muchos casos es atendido por otras “hermanas”.
Además, si las exportaciones manufactureras del Brasil no crecieron más rápidamente y en función de la magnitud alcanzada por los ingresos de inversiones verificados hasta 2000, ello se debió, además, a que el capital extranjero ha ido, preferentemente, a rubros tales como la generación de servicios, la atención de ciertos tramos del mercado interno o la radicación en sectores productivos que, en términos relativos, son rubros que se encuentran entre los que menos crecen en el comercio mundial.
Adviértase que, pese a ese proceso de penetración transnacional , en el Brasil la exportación de bienes con tecnología de punta – tal el caso del material aéreo-, así como el desarrollo de la investigación básica en el sector informático y la exploración de recursos petrolíferos (vale decir aquellas actividades más riesgosas) está a cargo de empresas con notable participación estatal, en algunos casos por el propio Estado en exclusividad, por ejemplo, las Universidades y otros institutos técnicos, o con un fuerte apoyo en materia de subsidios oficiales.
Se abre el interrogante acerca del grado en que la estrategia trasnacional contempla convertir al Brasil en una plataforma de exportaciones para sus productos líderes en materia tecnológica de punta o bien, en los casos de aquellos productos de tecnología intermedia, asignarles una parcela más importante de sus actuales y potenciales mercados fuera de América Latina. Esa es la condición necesaria para el despegue de un dinámico y diversificado sector exportador.
Pero veamos la condición suficiente. Desde el punto de vista del capital transnacional, y con el propósito de lograr un mejor aprovechamiento de las nuevas inversiones productivas llevadas a cabo, no debería sorprendernos si a fines de aumentar la magnitud y diversificación de las exportaciones desde la plataforma brasileña, las empresas multinacionales ejercieran una presión cada vez más intensa para modificar la posición que, hasta el presente, esa Nación ha tenido en el caso de la integración al ALCA y la Unión europea. Tampoco cabe descartar que ese giro diplomático gane creciente consenso en los sectores del poder económico brasileño, privado y público. El tiempo dirá.
Inversión externa. Los datos de la realidad y un intento por interpretarla
La gran asimetría entre ambos países tanto en el comportamiento como en los volúmenes de la formación de capital verificada durante casi una década no debía sino reflejarse, como ocurrió, en las agudas diferencias estructurales que determinan las distintas capacidades de producir y exportar vigentes en ambos países.
A partir de este nuevo escenario general, cabe preguntarse en qué medida puede compatibilizarse la estrategia de las empresas trasnacionales con un proyecto de industrialización para la región, que sea adoptado por sus países como el mejor instrumento para avanzar hacia condiciones de mayor equidad social y armonice los distintos intereses nacionales dentro del marco de esa Unión Aduanera Imperfecta.
Si se juzga el grado en que la realidad responde a la interpretación teórica del comportamiento del capitalismo trasnacional, puede comprobarse que las condiciones que determinan la localización de las firmas multinacionales en alto grado resultan satisfechas por las condiciones que les ofrece la economía brasileña. Así, se verifica que el “aumento en la tasa de ganancia en las regiones de menor desarrollo permite postergar la depresión en las utilidades a escala internacional. En la periferia la mano de obra es más barata y las condiciones laborales más flexibles (mejor aún si es buena la oferta de técnicos y profesionales dispuestos a aceptar remuneraciones notablemente inferiores a las de los países industrializados), se ofrecen materias primas muy baratas y además existen menos restricciones en materia de preservación del medio ambiente”. (Cristiano Monteiro Da Silva, “Teoría del Imperialismo y la desnacionalización: el
caso de la economía brasileña”). Precisamente, es interesante destacar que, según estimaciones para 1995/8 el Brasil era el país que proporcionaba la mayor rentabilidad media para las subsidiarias norteamericanas en el mundo: el 8,42% de rentabilidad sobre los activos., duplicando al promedio mundial.
*Héctor Walter Valle
Presidente de FIDE