En los últimos días se han publicado imágenes, informaciones y artículos, sobre manifestaciones y disturbios en Cuba, por protestas contra los problemas de desabastecimiento y, presuntamente, de escasez de medicamentos e insumos médicos y problemas del sistema de salud ante la pandemia. Al mismo tiempo han circulado abundantemente en las redes sociales, noticias, fotos y videos sobre estos eventos, muchos de ellos ya desenmascarados como “fake news”, pues corresponden a eventos sucedidos en otros países y/o en otros tiempos. A ello se agrega la denuncia del gobierno cubano de que EEUU está activamente detrás de esta ofensiva. La sorpresa sería que no lo estuviera!
EEUU le quiere imponer a Cuba su propio concepto de “democracia”, pero al mismo tiempo no acepta las democráticas resoluciones de Naciones Unidas de reclamar que se levante el bloqueo contra la isla, que se reiteran desde hace 29 años y que este año la resolución tuvo el respaldo de184 países, con solo EEUU e Israel en contra y la abstención de Ucrania y, vergonzosamente, Brasil y Colombia.
Luego de sufrir por más de 60 años el criminal bloqueo de EEUU, cualquier país del mundo, independientemente de su sistema político y de la eficacia del mismo, no puede menos que tener profundas consecuencias negativas en todos los aspectos de su funcionamiento, y que haya sectores de su población, por minoritarios que fueran, que estén descontentos y lo manifiesten. Pero, como la historia de Cuba y de tantos países del mundo lo muestran, los EEUU y sus socios subordinados de la OTAN, no solo son causa muy importante del problema, sino que lo utilizan para denostar a los gobiernos que no convienen a su hegemonía mundial, acusándolos de ser responsables de los males que en gran medida causan esos mismos sectores imperialistas.
Se podría decir “nada nuevo bajo el sol”. Sin embargo estos sucesos y muchos otros en el mundo, que los tienen a EEUU y sus socios como principalísimos actores, se inscriben en una situación mundial de cambio de época, con la agudización de contradicciones en el sistema capitalista, en su fase neoliberal, el crecimiento excepcional de China en todos los aspectos, su alianza estratégica con la fortalecida Rusia, y la recurrente llegada al gobierno de espacios políticos de raigambre popular en América Latina, supuestamente “patio trasero” de EEUU.
EEUU viene tratando de reaccionar ante las múltiples evidencias de la nueva situación, particularmente en sus dos últimos gobiernos.
Donald Trump encaró el asunto por la vía de cerrar su economía mediante proteccionismo, desentendiéndose de los eventuales problemas que eso les causaría a sus aliados; atacando principalmente a China, mediante la aplicación de diversas sanciones económicas y políticas; y aplicando medidas para lograr la repatriación de empresas de EEUU radicadas en China. Todo esto en franca contradicción con los postulados neoliberales de liberación económica en los mercados internos, globalización económica, libre comercio y libre radicación de empresas en los países del mundo.
Joe Biden, encara el problema tratando de revertir el aislacionismo de EEUU provocado por Trump; restaurar la coordinación de las acciones imperialistas con sus socios de la OTAN; intensificar la intervención del Estado, ya incrementada por Trump, para impulsar el desarrollo del mercado interno y particularmente la restauración de su semiobsoleta infraestructura; y desde ya, continuar con el ataque a China y su aliado Rusia, tanto con sanciones económicas y provocaciones militares, como con una ofensiva ideológica y de todo tipo de desinformación y tergiversaciones, respecto de China su situación y su gobierno. Nuevamente, al menos las medidas económicas, contradicen francamente los postulados neoliberales de no intervención del Estado en la economía y de libre comercio internacional.
Otra evidente contradicción entre las actuales acciones gubernamentales de los EEUU y sus socios europeos y asiáticos y los postulados neoliberales, se puede observar en la iniciativa del G7 de instituir un impuesto a las ganancias, de entre 15% y 25%, a las empresas transnacionales, que se aplicaría en todo el mundo capitalista. Esto porque la proliferación de paraísos fiscales permite a las multinacionales evadir impuestos en los países donde realizan sus actividades económicas, lo cual desfinancia las arcas de, sobre todo, los gobiernos de los países capitalistas centrales. ¿Dónde queda el postulado neoliberal de asegurar la irrestricta libertad de las empresas, por ejemplo de radicarse legalmente donde más les convenga? Aunque, desde ya, esta medida le puede venir bien a países como el nuestro para aumentar su recaudación fiscal, por lo que bienvenida sea!
En lo que no ha habido diferencias entre los gobiernos de Trump y de Biden, es en seguir con la política de sanciones económicas, bloqueos, difamaciones, acciones desestabilizantes y golpes blandos y duros, contra países que, por diversas razones, constituyen la siempre cambiante lista del “eje del mal”, según los criterios de EEUU. Así es como han endurecido esas inhumanas políticas con Cuba, Venezuela y otros países, impulsaron el golpe de estado contra el gobierno de Evo Morales en Bolivia, y otras fechorías de ese tipo en todo el mundo. Generalmente los países del “eje del mal”, cuyos gobiernos serían terribles infractores de “los derechos humanos, la libertad y la democracia”, por una extraña coincidencia, suelen tener petróleo, minerales esenciales, o situación estratégica que interfiere con los intereses de EEUU y sus aliados.
De todas maneras, aunque hacen y pueden seguir haciendo mucho daño, EEUU y sus socios de la OTAN no parece que puedan detener la rueda de la historia que, por estos tiempos, no está precisamente girando a su favor.