Gerardo Codina*
A veces se olvida que el gobierno, en una sociedad como la nuestra, no es el poder. Solo es la administración del Estado. Y el mismo Estado, colonizado en gran medida por diversas corporaciones a favor de sus intereses sectoriales, es nada más que uno de los poderes fácticos que modelan, en sus interacciones, el curso del conjunto social.
A veces se olvida que el gobierno, en una sociedad como la nuestra, no es el poder. Solo es la administración del Estado. Y el mismo Estado, colonizado en gran medida por diversas corporaciones a favor de sus intereses sectoriales, es nada más que uno de los poderes fácticos que modelan, en sus interacciones, el curso del conjunto social. Los otros poderes, los que no se someten a los ritos de una democracia, aunque deban también revalidar su legitimidad para intervenir en los asuntos comunes, por caso la Iglesia, los medios y otros grandes aglomerados empresarios, intervienen o procuran intervenir del modo más activo posible, en el rumbo que toman las cosas en el país. Hacen su política. Construyen sus argumentos. Nunca inocentes, claro, sino a su servicio.
Ahora mismo tratan de evitar que se consolide el proceso de salida del neoliberalismo imperante desde los noventa y se proponen socavar las bases políticas del kirchnerismo. Lo hacen porque lo identifican como el gran responsable de ese proceso. En la medida que el Gobierno salió al encuentro de las aspiraciones de la mayoría de los argentinos de a pie, la mira está puesta en deslegitimarlo. Para esto aprovechan sus errores, se impostan como santos defensores de las instituciones republicanas y tratan de escandalizar corazones ingenuos, mostrando horrores solo visibles a sus ojos.
No es casual que la Iglesia haya asumido ahora ese rol. No sólo porque la derecha está desarticulada y no ha generado todavía un polo de gravitación suficiente que ordene todo su espacio. Además, porque cualquier avance en la democratización del Poder Judicial arriesga la presencia de la derecha católica, organizada allí desde el tiempo de la Dictadura y antes. También, porque todo progreso en la desregulación y despenalización del ejercicio privado de la sexualidad, aparta al catolicismo ultramontano al rincón de las corrientes culturales minoritarias, lo que en verdad es. Y por último, porque el juicio y castigo, largamente demorado, del terrorismo de Estado pondrá al descubierto la complicidad de parte de la jerarquía con el genocidio.
Los puntos débiles del oficialismo
Hasta ahora el kirchnerismo no logrado generar figuras propias, capaces de reunir consenso electoral y coherencia ideológica con el proyecto presidencial. No hay liderazgos complementarios de los que ejerce el matrimonio Kirchner[1]. Eso se siente en todo el país. Pero impacta decididamente en la ciudad de Buenos Aires, donde los estrategas oficiales tuvieron que recurrir a figuras del gabinete nacional para saldar la insuficiencia de su oferta política. Por ese paso, se pagaron dos costos políticos muy altos: uno, dividir el espacio de la antigua coalición gobernante, la que llevó a Ibarra a su segundo mandato. El otro, hacer aparecer al candidato oficialista como un delegado del Gobierno nacional, en una ciudad que apenas hace 11 años ganaba su derecho a elegir su gobernante.
La posible recurrencia a Telerman como figura propia, que algunos sectores del kirchnerismo, en especial Libres del Sur han sostenido, hubiera evitado en principio esa fragmentación (salvo por el ibarrismo, embarcado en una guerra sin cuartel contra quien considera el gran culpable de la destitución sufrida por su líder), pero en la lógica oficial esa opción tenía el inconveniente de promover una figura con pocos lazos firmes que dieran certeza de su rumbo futuro. La misma campaña mostró la amplitud de criterios exhibida por el actual Jefe de Gobierno a la hora de procurar aliados con el fin de asegurarse su reelección, confirmando los peores temores del kirchnerismo.
Otros errores en la acción política oficial se sucedieron además desde la decisión de promover la candidatura de Filmus. Por mencionar solo algunos, tratar de avanzar a costa de desgastar al telermanismo, antes que concentrarse en quien en verdad es el adversario a vencer y hacer campaña con golpes bajos en vez de con propuestas concretas de promoción social, modernización urbana y desarrollo educativo, por indicar algunas cuestiones[2]. Errores que se está a tiempo de subsanar, teniendo en cuenta que efectivamente existe una plataforma lúcida, progresista y responsable de transformación de la ciudad en favor de las mayorías, algo que se puede verificar con sólo consultar los sitios web de los candidatos a Jefe y Vicejefe[3].
La estrategia de la derecha
Esos errores no han sido desperdiciados. Activamente, los factores de poder permanente han trabajado para maximizar su ventaja ocasional. Corrieron hábilmente a Macri hacia el centro, con el co protagonismo de Michetti, no por casualidad proveniente del mundo católico y apuraron además, la coalición de Telerman con Carrió, impensada dos días antes, si uno le tomase la palabra a la ex líder del ARI. Finalmente, con el concurso activo del sistema de medios, todos los conflictos nacionales se amplificaron para hacerle mella al kirchnerismo. Así, repitiendo la lógica del PO, el asesinato de Fuentealba por la policía neuquina, terminó siendo una responsabilidad del Ministro de Educación de la Nación, por haber dispuesto un nuevo piso salarial para los docentes[4].
A esta altura de las cosas, existe una posibilidad de que alcancen sus objetivos. Si no es el óptimo, Macri en la jefatura como cabeza real de una futura coalición nacional anti kirchnerista, al menos, lograr que pierda el candidato del Gobierno nacional. ¿Qué pasaría entonces? En los planes kirchneristas, alternarse en el ejercicio del poder político le permitiría al actual Presidente abocarse por entero a superar el talón de Aquiles del actual proceso, la carencia de una fuerza política propia con arraigo popular, mientras recaería en Cristina Fernández la responsabilidad de continuar la administración del Estado, superada la etapa más critica del proceso de recuperación nacional. Pero para avanzar en esa dirección, Kirchner espera tener garantías de que no corre riesgo la elección presidencial.
A la inversa, si se le da a Kirchner la oportunidad de conformar el sustento político estable del actual proceso de transformación, eso tendería a hacerlo irreversible: este es hoy el fantasma más temido de la derecha. Es cierto que no sólo depende de la voluntad presidencial que se conforme esa fuerza y de hecho, existen muchos síntomas de que se avanza en esa dirección, más allá de lo que haga Kirchner mismo. Un ejemplo fue el último acto del Frente Transversal en el Luna Park, motorizado por un sector de la CTA. Pero de todos modos, nadie ignora la gravitación de Kirchner y su potencialidad para motorizar un emprendimiento político nacional, si sólo esta dedicado a ello[5].
En esta elección, el Gobierno reclama un apoyo al rumbo seguido hasta ahora. A diferencia de toda la política tradicional, no promete que hará cosas sino que exhibe lo hecho. Y la mayoría de los porteños sabe que Kirchner superó gratamente las expectativas que se tenían sobre él. Por ello es esperable que su propuesta sea acompañada por el voto popular y que Filmus sea el próximo Jefe de Gobierno.
Si así no fuera, un traspié porteño no implicaría consecuencias irrebatibles. El Presidente ha demostrado en varias oportunidades que aprende de sus propios errores. En principio, convendría desandar el conflicto que arrojó a Telerman en brazos de la derecha. Identificar claramente la diferencia entre aquellos con los que se debe confrontar y aquellos que se deben disputar y colocar en la propia esfera de influencia, algo que largamente hizo con un amplio espectro de figuras, es la renovada lección de realismo que podría extraer de esta coyuntura. La pregunta en ese caso es cuánto necesitaría Telerman del Gobierno nacional y en qué medida sería reversible el conflicto instalado. Mas allá de esto, es la vitalidad de la propia presencia política en el territorio la mejor garantía que el kirchnerismo tendría que buscar para evitar nuevos riesgos a futuro.
De todos modos, todavía el juego está abierto y puede lograrse, si se enmiendan errores, que el resultado fuese el mejor para lo que está en disputa. Si se consolida o se amenaza el proceso nacional en curso. Una señal fuerte en ese sentido ha sido el reencuentro entre dos corrientes del campo popular expresado en la fórmula Filmus Heller. Que se revierta el desencuentro histórico entre estas fuerzas populares es, en sí misma, una promesa de futuras profundizaciones en el proceso de salida del modelo neoliberal que actualmente transita el país, recorrido que la derecha pretende atajar de cualquier manera.
*Gerardo Codina, psicólogo, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11, Coordinador del Grupo Tuñón.
[1] Las razones de esa ausencia son varias y complejas. Su análisis pormenorizado excede los propósitos de esta nota.
[2] Sin hablar del brete en que se encerró en Santa Cruz, otra muestra de las limitaciones autoritarias de sectores del oficialismo para tramitar conflictos.
[3] Respectivamente http://www.danielfilmus.com.ar/ y http://www.hellerenlaciudad.com.ar/modules/home/
[4] Pareciera que lo deseable, según esa mirada torcida de la realidad, hubiese sido que el Ministro no procurase un incremento en el salario docente, de que modo que no se hubiera desatado el conflicto y no hubiera habido asesinato.
[5] Lo sabe Bergoglio, lo sabe Lavagna, lo sabe Macri, pero entre los que se reputan progresistas, de centro izquierda o de izquierda, hay muchos que no se dieron por enterados y prefieren seguir con sus juegos autistas. ¿Cómo asociarse a este Presidente? ¿A un peronista?
[1] Lo sabe Bergoglio, lo sabe Lavagna, lo sabe Macri, pero entre los que se reputan progresistas, de centro izquierda o de izquierda, hay muchos que no se dieron por enterados y prefieren seguir con sus juegos autistas. ¿Cómo asociarse a este Presidente? ¿A un peronista?