ISAAC RUDNIK *
Las contradicciones en la alianza kirchnerista (2003 al 2008).
«Néstor y Cristina Kirchner encabezan desde el año 2003 un modelo de desarrollo nacional que ha permitido alcanzar importantes logros en los ámbitos económicos, políticos, sociales e institucionales de la Argentina.
En la línea de largada partimos con unas pocas herramientas estatales sumamente deterioradas y disminuídas, un consenso político raquítico, índices de pobreza e indigencia extendidos y en niveles inéditos para la historia reciente argentina, y un descreimiento generalizado de parte de la población respecto a las posibilidades de encauzar y resolver los principales problemas del país. Desde el
retorno a la democracia en 1983, éste debe ser el gobierno
Los dos primeros años
¿Cómo pudo entonces, ganarse la confianza de las mayorías en tan poco tiempo, al punto de que el consenso mayoritario, se constituyó en el instrumento principal para desarrollar medidas, que atacaron
e inutilizaron rápidamente algunas de las bases fundamentales sobre las que venía funcionando el modelo neoliberal?
El primer elemento que apareció como determinante, fue la decisión política firme de romper con el modelo que con distintas variantes gobernaba nuestro país desde hacía décadas. En su primer discurso
como presidente electo Néstor Kirchner definió con claridad lo que no iba hacer: «No vamos a ser el
Gobierno de las Corporaciones».
Y desde el inicio buscó avanzar en esa dirección: reemplazo de la Corte Suprema que le daba sustento legal a las políticas menemistas y a sus continuadores; lucha frontal contra la impunidad de los genocidas de la dictadura amparados por la alternancia radical-justicialista; denuncia de esas estructuras partidarias como irrecuperables para la defensa de los intereses populares; giro de 180 grados en las prioridades de las relaciones internacionales, cambiando las «relaciones carnales con los EEUU» por la integración regional, con eje en el Mercosur; cambio radical en el modo de relacionarse con las corporaciones internacionales:
«Vamos a salir adelante con Uds. o sin Uds.» les dijo Kirchner en su primera gira europea, a los empresarios españoles dueños de la empresas de servicios privatizadas, que amenazaban retirarse de la Argentina
sino se les concedían aumentos de tarifas, mientras que pocos meses después convocaba públicamente
a un boicot a la multinacional norteamericana Shell que empujaba constantes aumentos de los precios
de los combustible; drástica reducción de la deuda externa mediante una quita unilateral a los tenedores
de bonos; pago adelantado de la deuda con el FMI para sacarnos la tutoría sobre la economía nacional;
fomento del desarrollo del mercado interno como eje de la recuperación económica, mediante una serie de mecanismos como el mantenimiento de un tipo de cambio alto para dificultar las importaciones y promover las exportaciones; imposición de las retenciones a las exportaciones para distribuir parte de las inmensas ganancias obtenidas por los exportadores de los productos que se fueron valorizando en el mercado internacional; impulso de políticas que posibilitaron la generación de millones de puestos de trabajo con la consiguiente disminución de la pobreza y la indigencia; y finalmente la confrontación victoriosa con Duhalde y el aparato justicialista a finales del 2005, lo que contribuyó a fortalecer las expectativas de que transitábamos por un camino que estaba lejos de encontrar escollos insalvables para la voluntad política definida.
Sobre el consenso político se construyó un amplia alianza de apoyo al gobierno, que abarcaba desde grandes grupos económicos -controlados mayoritariamente por capitales de origen nativo- con inserción en un mercado interno que se dinamizó a niveles impensables, a los exportadores agropecuarios beneficiados por los elevados precios en el mercado internacional combinada con la política de dólar alto, pasando por los asalariados y los sectores sociales excluidos por el modelo noventista, que vieron crecer en poco tiempo el poder adquisitivo de sus remuneraciones y/o encontraron nuevas oportunidades en el mercado de trabajo.
Una alianza no exenta de contradicciones y pujas internas, pues implica la convivencia de sectores con intereses diversos. Algunos con un poder económico muy poderoso acumulado por décadas, y otros -las mayorías- empobrecidas por las depredaciones del modelo menemista, que como sucede históricamente, sólo cuenta con la movilización, y la organización como únicos recursos para defender intereses y recuperar
derechos conculcados.
El discurso político kirchnerista llamaba a la renovación política, sobre la base de convocar a los sectores populares decepcionados de las dirigencias políticas corruptas, a construir nuevas representaciones
bajo el concepto de «transversalidad», para comprometernos con la continuidad y profundización del proceso de cambio, aun cuando viniéramos de diversas extracciones políticas e ideológicas.
Esto implicaba que si bien la alianza contenía en su seno hasta sectores que fueron parte de las clases dominantes en los noventa, la construcción política principal asentaría sus raíces directamente entre los trabajadores y los sectores populares, salteando una intermediación desprestigiada por sus sucesivas traiciones.
Esta propuesta si bien no garantizaba un camino indetenible hacia los cambios soñados en nuestra Patria, nos daba herramientas organizativas y políticas para potenciar nuestras luchas, y contrarrestar los poderosos mecanismos construidos por las minorías en décadas de predominio neoliberal, iniciando el cambio de una correlación de fuerzas ampliamente desfavorable para el campo popular.
Escollos
Sobre estas expectativas asentadas en la generación de sucesivos hechos concretados -algunos de ellos incluso por encima de nuestras previsiones temporales- en los dos primeros años, es que se fueron incorporando apoyos de sectores de la izquierda y el progresismo, que en la primera etapa miraban este
proceso con escepticismo y empezaron a mostrarse dispuestos a ser parte de la convocatoria kirchnerista, aunque fuera en distintos niveles de incorporación o integración al proyecto.
Pero si hasta aquí las medidas para avanzar fueron sucediéndose una a una casi sin solución de continuidad, desde este punto de llegada en adelante empezaron a aparecer señales contradictorias. Lo más notorio fue el abandono paulatino de la idea de construcción política que secundarizaba a la dirigencia política administradora del modelo de los noventa, repudiada por la población en la rebelión popular del 2001 y rechazada en las recientes elecciones de 2005 (el Frente para la Victoria encabezado por Cristina le propinó una paliza electoral al Partido Justicialista de Chiche Duhalde). Si bien Néstor Kirchner por un lado seguía afirmando públicamente que nunca volvería a ser parte del aparato del PJ, por otro incorporaba rápidamente a su entorno a la mayoría de los dirigentes que lo habían enfrentado en el proceso electoral de 2005, con el argumento de que venían «rendidos».
Paralelamente nos restringía el apoyo en recursos para promover nuestro crecimiento, y nos limitaba la incorporación a lugares visibles de la administración gubernamental a los Movimientos Sociales y Políticos de la izquierda del proyecto nacional, que veníamos aportando sin restricciones a su desarrollo, buscando inserción y representación allí donde la dirigencia política tradicional dejaba un evidente vacío.
El concepto de «transversalidad» fue quedando en el olvido, y el vuelco cada vez mas pronunciado a buscar el apoyo político de la alianza sólo en acuerdos súper estructurales, fue la tendencia que en el terreno de la construcción política atravesó todo el año 2006.
Esto implicó entre otras cosas, que los intendentes y gobernadores recibían directamente los recursos para las obras públicas en actos donde el presidente los elogiaba como «compañeros de lucha de toda la vida», cuando era notorio y público que en muchos casos se trataba de personajes desprestigiados y corruptos, enriquecidos en sus fortunas personales en premio a haber sido prolijos administradores de las políticas de los noventa, y que mantienen hoy las mismas metodologías para seguir gobernado allí donde están. Así llegamos al año 2007 encarando la carrera electoral para las presidenciales de octubre con Cristina como candidata, reemplazando la «transversalidad» por la «concertación».
Este cambio no tuvo pocas consecuencias, pues significó el abandono definitivo de la búsqueda de inserción y construcción política propia de un kirchnerismo que representara una renovación política desde las raíces. Esta renovación podría ser más lenta o más acelerada, ignorando totalmente las estructuras tradicionales o buscando acuerdos transitorios con ellas para una convivencia transitoria más larga o mas corta. Pero lo que estaba -y está- absolutamente claro, es que el reclamo de la renovación política surge generalizado desde el conjunto de la población y en especial desde los trabajadores y los sectores populares, que siguen sufriendo en el día a día como una burla, la acción de representantes políticos elegidos por el voto popular que ocupan sus cargos para beneficio propio y en contra de los intereses de las mayorías.
La línea de acción contraria a esta aspiración tuvo un efecto desmovilizador en la base la alianza, y de escepticismo y de distancia por parte de vastos sectores progresistas, quienes tomaron el camino de apoyar -en la mayoría de los casos de manera pasiva- aspectos puntuales de las políticas gubernamentales (Ej.: Derechos Humanos, Integración Regional), y de criticar duro- a veces justificadamente y otras no tanto- cuestiones como los retrasos en las políticas redistributivas, o las concesiones a los grupos económicos que continuaron consolidando sus posiciones oligopólicas en la economía nacional.
A ésto se le sumó la pérdida del apoyo de la clase media, en parte producto de la fuerte campaña mediática opositora que instaló temas como el caso Skanka, la bolsa con dinero en el despacho de Felisa Micheli, y ya con Cristina en el gobierno, el caso de Antonini Wilson, todos los cuales le pusieron el rótulo de la corrupción. Pero gruesos errores propios contribuyeron también consolidar la tendencia de alejamiento de los sectores medios, como el apoyo a la reelección de Rovira, la política divisionista en Capital que facilitó el triunfo de Macri, y el pésimo manejo del conflicto docente en santa Cruz.
No pudimos entonces aprovechar esta etapa de enorme consenso y de recuperación de la confianza política para con un nuevo proyecto nacional por parte de la población, para empezar a organizar nuevas referencias políticas de cierta envergadura. Al interior de la alianza se fortalecieron entonces las viejas estructuras políticas y sus aliados naturales, los grandes grupos económicos que empezaron a entrever la posibilidad de disputar en mejores condiciones para imponer sus exigencias.
El resultado de las elecciones de octubre de 2007 fue una radiografía de lo que estaba sucediendo: un triunfo holgado de Cristina a nivel nacional, pero seriamente cuestionado en los grandes centros urbanos, en varios de los cuales se perdió y en otros se ganó ajustadamente.
Allí donde las opciones alternativas tuvieron posibilidades de expresarse con mayor nitidez, capitalizaron el descontento creciente con los aspectos más contradictorios del mensaje kirchnerista. Capitalización que obviamente no fue en su mayoría por izquierda, sino, y quizás esto debió haber sido motivo de mayor preocupación para sus conductores, sino que fue aprovechada por una derecha presentada a través de opciones abiertas (Lavagna, López Murphy, De Narváez, etc.), o disfrazadas (Carrió). Sin embargo ante esta
realidad optaron por redoblar la apuesta en la misma dirección cuando toman la decisión de desdecirse de
la definición sostenida hasta poco tiempo atrás, y el propio Kirchner acepta pasar a ser la cabeza del Partido
Justicialista, con el argumento de que a la derecha no hay que regalarle ese espacio, sin querer advertir
la inmensa brecha que se profundiza con el progresismo.
Inflación, Retenciones Móviles y Correlación de Fuerzas
Desde el segundo semestre del año anterior el proceso inflacionario no dejó de acosar al conjunto de la población, en particular a los más postergados, que en el país continúan siendo millones. Y éste fue y es, un punto crítico en la pulseada por la distribución de los beneficios de un proceso económico que continúa
con altos índices de crecimiento. Los grupos económicos que ya tenían posiciones oligopólicas en el mercado interno antes de la llegada del Kirchner al gobierno, y que las consolidaron durante su mandato, buscan mantener e incrementar sus ganancias elevando los precios, sin poner parte de éstas en reinversiones que permitirían ampliar la oferta para dar cuenta de la demanda creciente.
O sea que sigue para ellos la lógica del capitalismo salvaje del neoliberalismo: producir menos con mayor rentabilidad asegurada, antes que asumir cualquier riesgo que no sea absolutamente subvencionado y con las ganancias aseguradas.
Ante esta actitud de los grupos económicos la política de control de precios del gobierno, implementada desde la secretaría de comercio encabezada por Guillermo Moreno, ha sido y es buscar acuerdos con ellos, ya que son los verdaderos formadores de precios. Las negociaciones se llevan a cabo encerrados en las oficinas, con funcionarios que tienen a mano débiles mecanismos de presión, pero que dicen contar con las «buenas condiciones» de un mercado oligopolizado, ya que esto les permite rápidos acuerdos con pocos actores.
Obviamente no es la misma política de llamar a la población a participar activamente -en aquél caso mediante el boicot- que menos expectativas despertó al momento de iniciar su gestión». I.R. se implementó cuando se dió la controversia con la Shell. Los resultados en uno y otro caso nos relevan de cualquier comentario. En aquélla oportunidad una poderosa multinacional petrolera tuvo que retroceder y rebajó el precio, mientras que desde hace un año éstos no dejan de subir injustificadamente en todos los sectores de la economía.
Ahora se habla del «modelo coreano», que significa la asociación entre el estado y dos o tres grupos concentrados por rama de la economía, los cuales obtendrían buenas condiciones (créditos blandos,
desgravaciones impositivas, etc.) para expandirse a cambio de garantizar inversiones, con lo se convertirían
en el motor del desarrollo y el crecimiento.
Difícil de concretar esta aspiración. Primero, porque el modelo coreano se impuso sobre una feroz represión que acalló cualquier reclamo popular durante muchos años, lo que les permitió mantener bajísimos costos de mano de obra y entonces realizar una enorme acumulación a los grupos económicos beneficiados. Segundo, porque la facilitación a los grupos económicos por parte del estado, iba acompañado de metas acordadas que
aquellos debían cumplir, y que en caso de no realizarse, no sólo dejaban de recibir los beneficios, sino que corrían el riesgo de ir a parar a la cárcel acusados de defraudación al fisco cosa que sucedió en más de un caso.
Es obvio que ninguna de estas herramientas está en las intenciones ni en las posibilidades de este gobierno.
La resolución de la puja distributiva entre los trabajadores y los sectores populares que pugnan por recuperar derechos y conquistas cercenados por décadas de neoliberalismo salvaje, y los grupos económicos
concentrados que intentan elevar permanentemente sus niveles de acumulación, se va ir resolviendo
en un contexto de equilibrios inestables, que continuará inclinando la balanza hacia uno u otro lado, de acuerdo a la evolución de la correlación de fuerzas existente en cada coyuntura.
Aquí el problema no pasa por las dificultades que provienen de reclamos desmesurados de los trabajadores,
ni del descontrol fiscal, porque ni los aumentos de salarios ni el incremento del gasto público son inflacionarios en la actual coyuntura.
La base estructural de la economía nacional no se ha modificado en lo sustancial desde el inicio del gobierno de Néstor Kirchner, las intenciones de los grupos oligopólicos que controlan la economía tampoco: ellos quieren que su tasa de ganancia siga creciendo cada día. Pero ha disminuído, en una porción importante, el consenso y la confianza política desde los cuales Néstor y Cristina Kirchner pulsearon durante todo estos años con los poderosos intereses económicos a los que se fueron enfrentando.
En estas condiciones llegamos a la confrontación por las retenciones a las exportaciones agropecuarias, de la que salimos derrotados.
Una parte importante de la población no creyó en el discurso redistributivo del gobierno, fracasó estrepitosamente la política de acuerdos con sectores oligopolizados en las áreas de medios de comunicación
y en el mismo sector agropecuario, mientras que las multinacionales ligadas a la industria mantuvieron una falsa neutralidad, pues en los hechos jugaron contra el gobierno. Pero lo que verdadera y notoriamente explotó en las manos de sus principales mentores, fue la línea de acuerdos políticos que denominaron «concertación» y la expectativa que el Partido Justicialista respondería homogénea y
disciplinadamente a los requerimientos del gobierno.
Los apoyos del Partido Justicialista y la «concertación» lejos de ser sólidos, se fueron desflecando a lo largo del conflicto, hasta que varios de sus principales integrantes, entre los que se contaron el vicepresidente y algunos supuestos aliados justicialistas notorios como Carlos Reuteman o Juan Carlos Romero, fueron los artífices de la derrota a manos de la derecha. La correlación de fuerzas al interior de la alianza que sostiene el proyecto nacional está claramente desbalanceada en favor de los grupos económicos más concentrados, en detrimento de las mayorías populares.
Lo que a su vez ha producido un serio debilitamiento del gobierno respecto a los embates de la derecha política (incluida la que anida en el propio PJ), del poder financiero y de las multinacionales.
Las respuestas equivocadas y sus consecuencias
Ante el resultado obtenido después de cuatro meses de conflicto agropecuario, la conducción kirchnerista confirmó la estrategia de asentar su construcción política en un Partido Justicialista que sigue profundizando su desprestigio en el seno de la sociedad, a la vez que sus principales dirigentes recomiendan públicamente al gobierno nacional moderar el paso para evitar a toda costa futuras confrontaciones con los poderes económicos. En este terreno, el sostenimiento del tipo de cambio por debajo de los niveles de los últimos años, combinado con la negativa a conceder aumentos salariales que compensen proporcionalmente las subas de precios, trae como resultado un aceleramiento menor de la inflación, pero que llega no por la vía del control a los grupos oligopólicos que controlan el mercado, sino a través del enfriamiento de la demanda.
La búsqueda de Inversiones Extranjeras Directas a través del pago al contado de 6.700 millones de dólares al Club de Paris, es volver a la remanida fórmula que ha fracasado históricamente: «pago al contado para que me prestes en cuotas», pero las cuotas no llegan o llegan tan condicionadas que nos sirven muy poco. Ciertamente los resultados obtenidos por la promesa de este pago en los días inmediatos posteriores no son alentadores. La continuidad de las convulsiones del mercado internacional producto de la agudización de la crisis en las potencias imperialistas, hacen pensar que los capitales van a confluir sobre el centro y lejos van a estar de buscar inversiones productivas en los países periféricos. Es más, lo probable es que se produzca una fuga desde la periferia al centro, lo que se está traduciendo en exigencias generalizadas del poder financiero al gobierno de Cristina por nuevas concesiones.
Si estamos buscando vías de financiación para las inversiones indispensables que le den continuidad al crecimiento, ¿no era mejor usar parte de las reservas que se destinarían este oneroso pago al Club de Paris, a promover directamente y con recursos propios la financiación necesaria? Obviamente esto hubiera traído
como consecuencia un conflicto con los poderes económico y financiero igual o superior al que tuvimos con las retenciones, que la dirigencia justicialista y sus aliados no están dispuestos a sostener.
La consolidación del Partido Justicialista como sostén excluyente del proyecto nacional, junto a la moderación de las acciones en dirección de profundizar un modelo redistributivo que requiere necesariamente
de avanzar para no retroceder, deja vacante un espacio político en la sociedad. Espacio de sectores
de los movimientos sociales y organizaciones y referentes políticos de izquierda y de centroizquierda, que hemos venido involucrados en la construcción de este proyecto nacional, o apoyando desde posiciones más o menos críticas el accionar puntual de tales o cuales políticas.
Espacio, que en estos años de gobierno kirchnerista se fue ampliando y fortaleciendo, a partir de que, como nunca desde el retorno a la democracia, se instalaron desde el propio gobierno debates y acciones que fueron demostrando en la práctica que es posible luchar con éxito contra la impunidad de los genocidas de la dictadura, que se puede parar firmemente frente a los poderes económicos internacionales zafando de la tutoría del FMI, u obligando a la multinacionales a mantener congeladas tarifas durante años, o reestatizando empresas de servicios.
Desde allí viene hoy un reclamo generalizado hacia los que apoyamos este proyecto nacional levantando las banderas mas avanzadas que enarboló el kirchnerismo: el de la ruptura con el modelo neoliberal y el impulso de la renovación política como herramienta indispensable para poder construir un modelo alternativo. Seguir enarbolando esas banderas nos plantea la necesidad impostergable de diferenciarnos tajante y públicamente de todo vínculo con el Partido Justicialista y sus similares, denunciándolo como lo que realmente es: la cabecera de playa para todo tipo de traiciones como la que sufrimos en la lucha por la instalación de la retenciones móviles a las exportaciones de soja.
Para dar respuesta a este sector de la sociedad que mantiene vivas las ideas mas progresistas y avanzadas, debemos avanzar ya en la confluencia entre los que tenemos éstas coincidencias básicas, mostrando en la práctica concreta que es posible construir referencias políticas que tengan la envergadura proporcional al espacio que hay en la sociedad.
Septiembre 2008