El Frente Amplio sí tiene muchas cosas para preocuparse y algunos elementos en los cuales afirmarse para comenzar el duro trabajo de recomponer las fuerzas y, quizás, volver a enamorar a quienes alguna vez fueron sus votantes para conquistar nuevamente el gobierno.
El larguísimo periplo electoral uruguayo llegó a su fin. La realización de las elecciones departamentales y municipales este domingo 27 de septiembre puso punto final a un proceso iniciado formalmente en junio de 2109, cuando hubo que elegir candidatos presidenciales dentro de los partidos políticos. Después de eso hubo elecciones nacionales, hubo balotage, hubo una postergación de las elecciones departamentales inicialmente previstas para mayo porque hubo, se sabe, una pandemia que dicho sea de paso continúa entre nosotros.
Suele decirse que las elecciones son ese episodio que media entre campaña electoral y campaña electoral. Que una vez que termina una compulsa, empiezan los preparativos para la otra en un frenesí delirante. Un poco de eso ha estado presente en los últimos años en Uruguay. Puede decirse que desde mediados de 2018 la realidad nacional mutó en campaña proselitista y esa constante debería haber terminado en la noche del domingo.
Por los resultados conocidos, todos los partidos tienen algo que festejar y también motivos para preocuparse.
En primer lugar, el Partido Nacional liderado por Luis Lacalle Pou obtuvo una victoria importante y consiguió 15 de las 19 intendencias del país, consolidando las 12 intendencias que tenía y arrebatándole al Frente Amplio Rocha, Paysandú y Río Negro.
Eso, sumado al control del aparato del estado en coalición con sus socios, le da poder más que relevante por los próximos cinco años. Es claramente un ganador de este ciclo electoral.
Pero también podría encontrar elementos para preocuparse, porque su apuesta para Montevideo, la capital en la que habita un poco menos de la mitad de la población, perdió por más de 10% con el Frente Amplio y ni siquiera pudo llegar al 40%, lo que hubiera significado al menos mantener su elección de octubre. Y en Canelones, el segundo departamento más poblado del país, perdió sin remedio con Yamandú Orsi, candidato único del Frente Amplio y a quien casi todos ven como uno de los seguros precandidatos presidenciales en las elecciones de 2024.
El Frente Amplio sí tiene muchas cosas para preocuparse y algunos elementos en los cuales afirmarse para comenzar el duro trabajo de recomponer las fuerzas y, quizás, volver a enamorar a quienes alguna vez fueron sus votantes para conquistar nuevamente el gobierno.
En lo que respecta a la elección departamental, el Frente obtiene con holgura los departamentos más poblados del país, Montevideo y Canelones, donde alcanza votaciones superiores al 50%, y retiene el departamento de Salto con Andrés Lima. Pero el trago más amargo lo tiene en Rocha, departamento que pierde por algo más de 1000 votos después de haberlo gobernado durante tres períodos consecutivos con éxitos innegables. Además pierde Paysandú y pierde Río Negro y no conquista ningún otro territorio.
Desde el punto de vista territorial, pierde varias posiciones.
Pero también tiene enseñanzas que sacar y puede sentirse relativamente contento con la votación obtenida en el área metropolitana, porque emergen dos figuras de recambio con muchísima fuerza y, ahora, con muchísimos votos.
Tanto Carolina Cosse, apoyada por el Partido Comunista y el Partido Socialista, ambos de raíz marxista, como Yamandú Orsi, dirigente del Movimiento de Participación Popular y delfín del ex presidente José Pepe Mujica, expresan a una izquierda más tradicional en sus postulados.
Ambos tienen personalidades fuertes pero distintas. Carolina es una mujer sagaz, inteligente, de convicciones firmes, con un trato que puede ir desde la sana distancia a la cierta y medida dulzura. Permanentemente apela a la fraternidad entre los compañeros, habla de la unidad, convoca a sus iguales, aunque a veces es pintada como una mujer de hierro cuando enfrenta las posturas gubernamentales, pero es muy conocido el recurso de sus enemigos de confundir firmeza con altanería.
Yamandú es un hombre que trabaja la cercanía permanentemente, es campechano, accesible, firme, claro, con facilidad para hablarle tanto a los habitantes del interior del país como a las capas medias urbanas. Tiene orígenes ideológicos muy vinculados al ideario batllista, que es la referencia más cercana a la justicia social que reconoce la historiografía nacional.
Estos dos liderazgos concentrarán mucho poder dentro del desarrollo de la izquierda en los próximos años y estas elecciones, además,reconfiguraron las fuerzas internas del propio Frente, que reafirmó un corrimiento un poco más hacia la izquierda y sentenció que el centro de atracción principal desde el punto de vista electoral dejó de ser el centro ideológico, caracterizado por la moderación y los cuidados y se trasladó.
El Frente Amplio obtuvo el 52% de los votos en Montevideo, pero dentro del Frente Amplio compitieron tres candidatos. Además de Carolina Cosse, que alcanzó 20,5%, se presentaron el Dr. Álvaro Villar, hijo del Dr. Hugo Villar, primer candidato único a la intendencia de Montevideo por el Frente Amplio en 1971 y fundador de esa fuerza política, quien obtuvo un respetable 18% y que fue impulsado por el ex presidente Mujica, y el ex intendente y ex candidato a Presidente en las elecciones de 2019 Daniel Martínez, que obtuvo casi un 12% liquidando cualquier pretensión política para los próximos años y poniendo a los sectores moderados del Frente en un durísimo trance.
La fuerza más votada en estas elecciones departamentales en Montevideo fue nuevamente el Movimiento de Participación Popular de Mujica, pero seguido muy de cerca por el Partido Comunista, que a su vez fue seguido por el Partido Socialista, que se ubica más a la izquierda que en anteriores periodos tras la asunción del Secretario General Gonzalo Civila.
Es decir que en el Frente Amplio se reacomodaron las fuerzas y la llamada ala izquierda tiene mayoría. Probablemente en la autocrítica que el Frente debe elaborar en los próximos meses esté presente la discusión sobre cuál es el vínculo que debe genera la fuerza política con la sociedad, porque esta votación también podría expresar el enojo de una parte de la sociedad con la forma de hacer política de una parte importante del Frente Amplio, que durante más de una década ocupó todo tipo de roles en la burocracia estatal y no logró vincular de forma efectiva la elaboración de las políticas, la gestión estatal y el balance de los actos con la vida de la gente. En buen romance, no hizo política con la gente, sino para la gente. No desde el llano, sino desde las alturas. Olvidó la participación.
Con este escenario, es probable que el MPP trate de ampliar su base de sustentación e intente convertirse en el fiel de la balanza ocupando algunos espacios de lo que otrora fue el centro político pero sin abandonar su impronta de izquierda. Menuda tarea. Según los manuales es posible… Pero habrá que ver.
En las próximas semanas y meses se desarrollará dentro del FA un proceso de autocrítica tras todo el período electoral 2019-2020-. Ese proceso fue postergado hasta después de las elecciones departamentales y es probable que culmine con la realización de un Congreso que determinará nuevas autoridades. Puede ser a fin de año, aunque parece difícil, o en los primeros meses del año próximo, lo cual aparece como más probable.
Las autocríticas son siempre complejas y se trata de salir mejores, más fuertes, con la menor cantidad de heridas. En este caso es probable que haya profundos debates, incluso enojos importantes, pero en el horizonte debe estar siempre conservar la unidad. Para los sectores que hoy salen fuertemente respaldados el deber es articular y zurcir, pero no capitular, porque si no el juego es inconducente. Y el que ganó, ganó, y el que perdió, perdió, y deberá convencer de nuevo.
En suma, se vienen cinco años de una izquierda reconfigurada, menos moderada, que además deberá ganar, por un lado, las capas medias, las que viene perdiendo desde hace años en un goteo constante y para lo cual precisa una estrategia que no se agota en enfrentar al gobierno y sus políticas neoliberales y restauradoras. Y por otro lado deberá reconectar con parte de los sectores más pobres de la población, a los que había conquistado en las elecciones de 2004 y 2009 y que parecen ir alejándose desde 2014.
Por último y para ser justos con todos los partidos que compitieron con expectativas, hay que mencionar dos colectividades. Una puede festejar algo: el partido Colorado. El histórico Partido-Estado del Uruguay, liderado por el ex presidente Julio María Sanguinetti, logró conservar la jefatura departamental de Rivera, que es su último reducto y casi su razón de existir en términos ejecutivos, exceptuando todos los acuerdos a nivel estatal garantizados por su labor en la coalición de gobierno. Pero es un partido que, al menos a nivel de las elecciones departamentales, parecería tener que repensarse seriamente porque está cerca de desaparecer.
El otro es Cabildo Abierto, del ex jefe del Ejército y actual senador Guido Manini Ríos. Cabildo abierto acompañó al Partido Nacional en algunos departamentos pero quiso mostrar fuerza con sus listas en otros rincones del país. A juzgar por los resultados, la idea fue un desastre. Ayudó a ganar al Partido Nacional pero a costa de su propio crecimiento y en donde fue solo, no destacó en lo más mínimo.
Hasta aquí un primer balance de lo sucedido este domingo en Uruguay. A partir de ahora comienza otra etapa política del país, el escenario ya está dibujado y las fichas están en el tablero. Pero como se sabe, si la elección es el pequeño episodio entre campaña y campaña, es probable que ya estemos asistiendo a los primeros movimientos de cara a la nueva elección, en octubre de 2024. Pensándolo bien, no falta tanto.