Las operaciones en Argentina están a la orden del día

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Revista Tesis 11 Nº 147 (12/2021) edición dedicada a América Latina

(américa latina/argentina)

Roque Silles*

Como en la mayoría de los países de Latinoamérica los operadores políticos, económicos, operadores de medios, etc., todos y cada uno a su medida, pone una cuota de “opereta” (mezcla de “operación + berreta”, barata) tratando de llevar “agua para su molino”, lago o laguna.

Argentina nos tiene acostumbrados, especialmente a los argentinos, a la sobre-oferta de opciones de todo lo que se nos ocurra: en el orden cultural, turístico, arquitectónico, y del rubro que cada uno piense. Uno de los puntos más notable en estos últimos años fue la aparición oportuna de algunos colectivos sociales, como el de las mujeres enarbolando el “Ni una menos”, y los movimientos siguientes.

Aunque no todo son rosas multicolores. También hemos visto crecer una nueva corriente política de ultraderecha (en sintonía con las aparecidas en otros países del mundo), que disfrazándose de “liberalismo”, esconden las más profundas raíces neofascistas, tratando de usufructuar el descontento de una franja de la sociedad, que se mueve entre la queja de entrecasa y la rebeldía adolescente, en un momento social muy complejo signado por los cambios que la pandemia nos ha impuesto al mundo entero. De ese modo vemos en este nuevo “crisol político” a un Milei en una de las dos bancas obtenidas por su partido, quien desde un discurso de odio buscará la destrucción del estado, formando parte del mismo sistema que le abonará regularmente sus ingresos, mientras trabaja para facilitar el acceso al poder, de las multinacionales amigas que lo sostienen. Los personajes se van turnando; pero la lucha es siempre la misma: una derecha que brega por el poder hegemónico, de medios, de capitales, en pos de pocos ricos cada vez más ricos, y de pobres, cada vez más en cantidad, y cada vez más pobres.

Pero no estará solo en su discurso, seguramente. La oposición mayoritariamente compuesta por Juntos, no cejará en su búsqueda de poner un obstáculo tras otro al gobierno actual. De hecho, luego de las elecciones del pasado 12 de noviembre, estaban molestos por el supuesto “festejo de una derrota” del oficialismo, que había recuperado buena parte de los votos perdidos en las PASO. Tampoco dudaron en endurecer su discurso hacia la derecha, tratando de captar a los votantes disgregados por la extrema derecha. Todo vale, en pos de buscar la ingobernabilidad de Alberto Fernández y el Frente de Todos, sin el menor reparo de vergüenza propia por los destrozos llevados a cabo durante el período en que ellos mismos gobernaron y nos llevaron a los más altos índices históricos de desempleo y cierre de PyME´s, o el camino a una inflación del 46%, sin el lastre de la deuda externa, más el “regalo” del FMI de los u$s 47.000.- para sostener un gobierno que se caía a pedazos. La dualidad entre “la incapacidad de Macri” para gobernar para las clases que más lo necesitaban, y “vinieron a hacer esto, y lo hicieron muy bien”, ya casi no existe: ambas opciones sucedieron. Hoy Rodríguez Larreta, el heredero natural en Juntos, también debe prestar atención a varios frentes; en su espacio, la fidelidad no es moneda corriente. Sus últimos movimientos políticos no han dado el resultado que esperaba: Santilli no pudo recuperar el terreno perdido por Vidal en la provincia de Buenos Aires, y Vidal no pudo sostener el crecimiento de esa coalición en el bastión más fuerte que tienen: CABA. A pesar del “intercambio regional”, los discursos cada vez más derechistas, y la mentira sostenida en todos los frentes, nada queda definido de manera absoluta con miras al 2023. Macri lo hizo. Larreta lo reivindica; no a MM, sino a las políticas que sostienen desde hace años: un discurso conciliador que los medios amigos difunden, y una gestión que va en sentido contrario. Mientras para la prensa se desgarran las vestiduras hablando en defensa de la educación, el presupuesto del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires cayó un 14% en términos reales -descontando el efecto de la inflación- entre 2011 y 2021, en tanto que su incidencia dentro del total de gastos del gobierno porteño se redujo del 23,8% al 18,5% en el mismo período. Sin contar la falta de vacantes que todos los años se presenta, que ya se ha convertido en un clásico lamentable.

Nada de esto pareciera importante para los medios hegemónicos de prensa; de “propaganda”, en su más fiel concepto: los medios amigos de la derecha operan a toda hora y en cada oportunidad que se les presenta. Y si no se les presenta ninguna, la inventan; total, son los que tienen el poder de llegar con el relato que deseen ya que poseen (al menos) el 43% propio del mercado de comunicaciones. Y en estos dos años no hubo medidas para compensar algo de este desfasaje. La pauta oficial asciende a $ 970 millones entre Clarín y La Nación, donde el grupo Clarín pica en punta con un 50% de presupuesto más por sobre su seguidor, el grupo América. ¿Qué podría salir mal al comunicar alguna “buena noticia oficial”?

De este mismo modo, también se ve entorpecida la lucha anti-inflacionaria, que está en el 51,4% anual. El gobierno busca sostener (cual malabarista chino) cada uno de los ítems que aparecen sobre el mostrador. Cuando logra acordar con los supermercados, se retoban los empresarios de la carne; cuando establecen pautas para controlar la fuga de dólares, los operadores de empresas de transportes aumentan los precios de los pasajes locales. No dan respiro. Y cuando vimos a un Larreta (pre-elecciones) asegurando que “el aumento de impuestos no era el camino”, aparece una semana después autorizando el aumento de tarifas de taxi, los peajes, el estacionamiento medido y la Verificación Técnica Vehicular (VTV), en montos que van desde un 30 al 51%. No vayan a buscar las críticas a esta contradicción en los medios; aunque seguramente, lean críticas al gobierno nacional por no poder controlar la inflación.

Un reciente informe elaborado por Claudio Lozano advierte del peligro que ciertos rubros muy importantes en el desarrollo del país estén en manos de muy pocas empresas. Según dicha investigación, y contando con los balances actualizados a 2020:

  • 3 empresas concentran el 85% de los despachos de cemento;
  • 1 empresa concentra el 57% de la producción de acero laminado caliente, y el 98% de la producción de planos laminados en frío;
  • 1 empresa concentra el 98% de la producción de aluminio;
  • 1 empresa concentra el 43% del mercado de las telecomunicaciones y,
  • 2 empresas concentran el 78% de la producción de celulares, 64% de autoparte y 40% de televisores.

En cuanto a la energía, agrega que:

  • sólo 2 empresas concentran el 70% de la extracción de petróleo crudo;
  • 5 empresas concentran el 80% de producción de gas y,
  • 5 concentran el 50% de generación de energía eléctrica.

¿Alguna empresa estatal? lamentablemente no; todas privadas, con intereses y ganancias, también privadas. No somos Vicentín. Y para dejarnos más informados (aunque no sé si más tranquilos), sólo 10 (diez) empresarios poseen 27 de las firmas de mayor facturación, que concentran el 35% de la facturación TOTAL de la cúpula empresarial.

Sin embargo, Argentina siempre tiene recursos para continuar la lucha. Así ha sido históricamente, y lo sigue siendo. Por eso, hoy están tan presentes con su trabajo de campo, las Organizaciones Sociales, que cubren un espacio político y social en un terreno que es para nada fácil, y que muchos referentes políticos han relegado. La pobreza alcanza a más de 18 millones de personas, de los cuales, casi 5 millones están por debajo de la línea de indigencia. Este porcentaje se ha reducido en 1,4% respecto al semestre anterior, en un camino del que queda mucho por recorrer. Y ahí es donde los movimientos sociales ponen su mayor acento: exigen más fondos, y más trabajo genuino, para recuperar rápidamente al 9,6% de la población desocupada, más otro tanto (casi igual), sub-ocupada.

El levantamiento de restricciones a la circulación, evidentemente, ha influido en la recuperación económica del país. Breve, lenta; pero positiva. De hecho, la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) mejoró la perspectiva económica del país al 8% en 2021 y al 2,5% en 2022, con cuatro décimas más para el 2021 y seis décimas más para el 2022, en referencia a los valores enunciados en septiembre, y en coincidencia con las estimaciones hechas por el FMI. Claro que también menciona que el mejor camino es a través del ajuste fiscal y la reducción de los gastos sociales.

AQUÍ VA UN TWIT ESTADÍSTICO DEL INDEC—

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Según las mediciones locales, también podemos tener esperanzas: en mediciones del INDEC en septiembre la actividad económica continuó su dinámica ascendente, y fue el tercer mes que superó la actividad pre-pandemia, y ya se encuentra al mismo nivel que en 2018. La economía acumula una suba de 10,9 por ciento en los primeros diez meses del año, siendo los rubros de turismo y los servicios en general, los que acumulan los mayores porcentajes interanuales: entre el 59,1 y el 66,9%, respectivamente. Otro punto referencial es el crecimiento de la construcción, que llegó al 27,1% de incremento.

Estos últimos datos positivos dan una confianza oportuna al presidente Alberto Fernández, quien se apoya en su ministro de Economía Martín Guzmán para el buscado (¿?) acuerdo con el FMI, y confía en la gestión interna de Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo, más allá de los ríspidos intercambios (de ideas y de colaboradores), con Roberto Felleti, en la Secretaría de Comercio Interior. Mientras tanto, la oposición dilapida energías tan necesarias para salir del embrollo, preocupándose de si Cristina Fernández de Kirchner habla a través de sus misivas (o si no lo hace, por qué no lo hace); la misma oposición de desgrana en cinco bloques entre los recientes diputados asumidos, y dentro mismo de la UCR, se subdividen, en búsqueda de una representación que hace aguas.

Operaciones desde los medios, el poder judicial, la oposición, los empresarios, los propios. Al menos, ya nos toma con el barbijo puesto. Los 20 primeros meses vividos en pandemia nos obligaron a resguardarnos, a cuidarnos solidariamente; el pueblo resignó su herramienta más potente a la hora de hacerse escuchar: la movilización popular. Antes los esbozos de juntadas sabatinas convocadas por la derecha, signadas por las consignas anti-vacunas, anti-barbijos, anti-cuidados, y cualquier “anti” que sirva para destilar su odio, sólo buscaba la desestabilización del Frente de Todos, con Alberto y Cristina a la cabeza, intentando su dimisión si hubiese sido posible. Mientras, el pueblo responsable omitió (con toda la impotencia que ello implica) salir a demostrar de quién es la calle. Hoy, esa situación es completamente distinta: el pueblo auto-convocado, y llamado a celebrar “el día de la democracia” el 10 de diciembre va a demostrar, una vez más, dónde está la fuerza.

*Roque Silles, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11.

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