Por el “INSTITUTO DE INVESTIGACION SOCIAL, ECONÓMICA Y POLITICA CIUDADANA” *
Una gran periodista argentina, Stella Calloni, escribió que toda guerra real era precedida por una de papel… La guerra de papel como concepto remite a la instalación de la confrontación bélica como una necesidad ineluctable en el sentido común de la opinión pública con el objetivo de que la sociedad asuma los costos y los esfuerzos que la misma pueda causar.
Los medios de comunicación son, en la Argentina actual, el escenario virtual de una guerra de papel llevada adelante por distintos sectores del poder real y que tiene como horizonte estratégico operar profundos cambios en el modelo económico.
Famosos que piden mano dura, la «ola» de inseguridad, la ley de radiodifusión, el grupo Clarín pintado para la guerra, el «campo», la crisis internacional y las elecciones próximas son, en el carrouselle impúdico del tratamiento del «Partido de los Medios», la manifestación epidérmica de una disyuntiva más profunda que es solapada y ocultada.Adelantamos una percepción casi transparente: el gobierno de Cristina Fernandez comete importantes errores en la actual coyuntura política.Pero tal enunciado debe ser acompañado por una certeza no menos visible para quien quiera mirar: la corporización de aquello que Carta Abierta llamó «voluntad destituyente», no se articula para superar esas limitaciones, sino para borrar los aciertos que ha tenido y que, aun tiene, este proyecto nacional.
Como aquel fervoroso cacerolero partidario del «campo» que vive en un depto. de 60 m2 sin balcón, los Susanos de la Inseguridad son el ejército de superficie de un conjunto heterogeneo de intereses que tienen como meta que los condensa políticamente, esmerilar o derrotar a lo que genéricamente podemos denominar Kirchnerismo. Aquel conglomerado «destituyente» (diverso desde lo económico, político y cultural) detenta un nucleo concentrado que lo direcciona y que tiene un programa que no se detiene en la derrota del gobierno. La construcción mediática de la sensación térmica de que nuestro país es más inseguro que la Franja de Gaza tiene muchos actores de oficio y oficiosos.
Instalar la percepción de vivir en el caos guarda correspondencia directa con la necesidad de imponer «orden». Y ese orden es otro orden. Y la necesidad de ese otro orden, en esta papilla con la que nos alimentan los medios privados de comunicación, significa «dejarse de joder con los derechos Humanos » y que «el que mata tiene que morir», aunque claro –todos somos católicos y no queremos la pena de muerte. Podemos y debemos escribir y transcribir toneladas de argumentos en contra; mostrar índices, comparar la experiencia de otros países, reafirmarnos en los derechos humanos, cargar contra la derecha, recordar en que derivó el pedido de orden luego de 1976… pero aun así estaríamos operando sobre la epidermis de la cuestión si no encontramos y hacemos visible el nexo existente entre el reclamos de mano dura, la crisis económica, el kirchnerismo y el< Partido del Orden.
No es la primera vez en la historia argentina que las «fuerzas vivas» se oponen a un gobierno que lleva adelante políticas populares ocupando todo el ancho de banda de la opinión pública. Ni el Yrigoyenismo ni el peronismo de 1955 parecían tener defensores si uno solamente se atenía a leer los periódicos.Luego del conflicto por la 125, de manera notoria, los sectores de poder ganaron la batalla por el sentido de lo común. Y desde allí se lanzaron a adueñarse de la arena política. Pero ¿hay dos modelos en pugna? y ¿hay solo dos alternativas políticas que los representen?. Creemos que actualmente se perfilan 4 modelos de desarrollo que podemos expresar
La conocida Argentina de los 90´.El segundo: Devaluacionista sin distribución, con un achicamiento del consumo y el mercado interno, fuerte control social y preponderancia absoluta de las exportaciones de materias primas agrícolas y MOA (Manufacturas de origen agropecuario). El tercero: El actualmente implementado; Tipo de cambio competitivo, desendeudamiento del sector público, fomento del consumo y el mercado interno, intervención
Por supuesto que estos modelos de acumulación no son compartimientos estancos sino que se encuentran en permanente puja e interlocución. Desde nuestra perspectiva, en la actual coyuntura del país, el primero y el último esquema tienen escasas posibilidades de ser implementados. Por lo que las opciones reales pasan por la adopción del segundo modelo
Es estratégico observar que ambos modelos comparten importantes actores económicos y políticos de poder contrapuestos pero no taxativamente antagónicos en muchas de sus lógicas.¿Cuál es uno de los elementos centrales que diferencia ambos modelos?. Algo que tiene capital importancia para las mayorías populares. En el esquema de salida de la crisis del 2001, implementado por el duhaldismo, el consumo extendido y el mejoramiento de los ingresos de las mayorías fueron interpretados como un elemento negativo que restaba saldos exportables y que por lo mismo afectaban la cuota de ganancia de los sectores exportadores.
El recorte de las rentas extraordinarias no estaba en su arsenal económico-político y mucho menos la redistribución de la riqueza. El conflicto social resultante pensaba ser resuelto con la decisión política de reprimir la protesta. De allí la lógica que desencadenó la masacre del Puente Pueyrredón. La falta de gobernabilidad resultante empujó a esos actores económicos y políticos a recostarse (muchas veces a regañadientes) en una figura (Nestor Kirchner) que sin alterar el esquema estructural imprimió a su gestión un estilo y una lógica que incorporó los elementos positivos antes mencionados.Hoy, los sectores económicos concentrados acicateados por las manifestaciones de la crisis mundial, entienden que para defender su tasa de ganancia es necesario desandar el camino distribucionista (aún con todos sus importantes límites), «enfriar» la economía y trasladar y concentrar ingresos hacia la cúpula.
A ninguno se le escapa que para volver a esta política será necesario disciplinar a los trabajadores y a los sectores más desprotegidos. Y eso en un marco de discusión por la renta implica necesariamente conflicto. Por ende, la represión pasa a ser una necesidad económica de esas fracciones del capital. La magnitud de la crisis mundial, las dificultades de recomposición social y política del campo popular organizado, la renovada ceguera de amplios sectores medios que insisten en acompañar los intereses más concentrados, la posibilidad que significa que muchos actores políticos y económicos sean parte de ambos caminos en pugna y las limitaciones del kirchenerismo para recrear las bases políticas que lo lleven a sostener y profundizar su proyecto sobre todo en los sectores más postergados, se conjugan para que el establishment se haya decidido a recuperar el poder político que perdiera/cediera en el 2003.
Si estos sectores pueden instalar -y han mostrado capacidad para hacerlo- en el sentido común de la sociedad que la represión es un «precio a pagar» para la implementación del orden; lograran que una parte significativa de la dirigencia política tradicional (que como lo demuestra el Partido Justicialista está con un pié en cada modelo según su propia supervivencia), siga abandonando el Kirchnerismo hasta desarticularlo como posibilidad política y se sume a un modelo con el que tiene solidaridades económicas e ideológicas más estrechas. Del análisis de estos conflictos y articulaciones se desprenden para las organizaciones populares tareas políticas trascendentes. La acumulación propia, es una obviedad decirlo, se plantea en medio de tensiones mayores que la determinan.
Sostenemos la necesidad de no caer en el reduccionismo y el ombliguismo, es tiempo de debates fraternos, de revisar la experiencia histórica, de evitar la dialéctica amigo/enemigo dentro del campo popular y al interior de las organizaciones. Y ésto no implica diluir niveles de responsabilidad. En un análisis anterior recordábamos que quienes conducen un proceso tienen mayores responsabilidades a la hora de encontrar respuestas a los desafíos al mismo. El gobierno tiene mucho que actuar desde esa perspectiva. Pero por su parte también supimos resaltar lo indispensable que es que las organizaciones populares puedan desplegar herramientas y estrategias de crecimiento propio fortaleciendo y no atentando contra la continuidad del proceso general. Sintetizando; El amplio bloque destituyente va por la derrota del armado político que hizo posible los avances ocurridos desde el 2003.
Toma sus errores para ir por sus aciertos. Su estrategia parte de los sectores concentrados que temen perder o ver achicada su tasa de ganancia en medio de la crisis. Vuelven a apostar al enfriamiento y al control del conflicto social. El Partido de los Medios es su avanzada y el Ejército de Susanos su tropa para lograr que su proyecto se transforme en el sentido común de La Nación. El gobierno va perdiendo apoyos y popularidad y no sabe, no quiere o no puede, recrear la mística de participación en las mayorías. Las organizaciones populares deben trazar su derrotero en este estrecho desfiladero político.
Sin hacer concesiones a los imaginarios apocalípticos, sus decisiones si bien no son las que determinan la centralidad del escenario, pueden transformarse en emblemáticas a la hora de cristalizar simbólicamente los campos en pugna. Repasar las disyuntivas históricas del siglo XX en la Argentina no sería un ejercicio de evasión nostálgica, pues como dijera el filósofo Walter Benjamin: Si el enemigo triunfa ni nuestros muertos estarán a salvo. Este mes de marzo es importante recordar que la memoria se juega siempre en el presente.
* Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana