Jorge Cardelli*
“Estamos ante un gobierno contradictorio. Una parte del mismo, con el presidente a la cabeza, intenta reconstituir un capitalismo más nacional, mas justo y más democrático y para ello aspira a gestar una coalición política y social y una transformación de la clase dominante que le dé sustento a este proyecto. Ha tomado importantes decisiones pero nada que cuestione de fondo el núcleo central de la dominación capitalista actual en Argentina.”
En nuestro país la derrota electoral del justicialismo en el 99 jalona un primer hito victorioso en las luchas desarrolladas durante la década del noventa contra el Menemismo y el proyecto neoliberal que él encarnaba. Muy poco duraron las expectativas que se generaron en los discursos previos de constitución de la Alianza y más en particular en los compromisos programáticos del Frepaso que se fueron expresando a lo largo de su corta historia. Al poco tiempo se inicia nuevamente un proceso con sucesivas crisis políticas donde los trabajadores y el pueblo fueron ampliando su presencia en las calles. Las razones que llevaron a De la Rua al triunfo electoral fueron negadas al poco tiempo asumir. Quiso remozar el Menemismo cuando este ya había iniciado el camino de su derrota.
Este proceso de movilizaciones que se inició en la década del noventa tiene su expresión mas alta el 19 y 20 de Diciembre del 2001 y hasta mediados del 2002. Allí los protagonistas principales son dos fenómenos sociales nuevos. Uno de ellos es el movimiento piquetero que se había venido gestando a lo largo de los noventa. Organización básicamente territorial y que hace del corte de rutas su método principal de lucha. Lo más importante a señalar de este movimiento emergente de la década del noventa y hoy fuertemente activo en la vida política es que expresa una forma de organización de los trabajadores desocupados donde el barrio y la conciencia política de que la desocupación no es un problema de los que la padecen sino de quienes son los responsables de organizar la economía. A partir de allí se vuelve legítimo la lucha por los subsidios que son los planes trabajar.
Es también importante resaltar que este movimiento hace visible uno de los más importantes cambios que ha tenido la clase trabajadora en los últimos 28 años. Por un lado apareció el trabajador desocupado que ya no se le puede llamar ejercito de reserva por cuanto los porcentajes exceden cómodamente el 16-18 % y cuando hablamos de subocupación estas cifras se duplican. Las políticas neoliberales desde la Dictadura en adelante pero con particular énfasis en los noventa promovieron la desocupación como una herramienta estratégica de disciplinamiento social. Y por otro lado la clase obrera industrial con el modelo fordista de producción deja de ser el núcleo dinámico de la lucha de clases como lo había sido hasta la Dictadura. Este hecho tiene consecuencias muy importantes para la organización de los trabajadores.
La primera de ellas es que la fábrica pierde centralidad en la organización de los trabajadores. La segunda es la crisis del sindicalismo defensivo que negociaba aumentos salariales en el marco de un capitalismo capaz de crecer de manera eterna. Esta crisis atraviesa la historia del movimiento obrero desde la Dictadura en adelante. En la década del noventa este sindicalismo heredero de las organizaciones sindicales combativas de los sesenta- setenta, corrompido por las negociaciones con las patronales y la Dictadura e inerme ante la ofensiva neoliberal menemista negocia la entrega de las conquistas históricas de los trabajadores aunque muchas de ellas sólo figuraban en los papeles. En este marco surge la CTA, haciéndose cargo de las transformaciones que está viviendo el conjunto de los trabajadores, de la crisis de sus formas organizativas y de la necesidad de construir una perspectiva política de transformación de este sistema que ya no tiene nada para dar al conjunto de los trabajadores.
El otro fenómeno social que fue realmente un emergente de las movilizaciones del 19 y 20 de Diciembre del 2001 son las Asambleas Barriales con base fundamentalmente en la Capital Federal pero también con importantes desarrollos en el Gran Buenos Aires. Las asambleas tuvieron como eje principal la movilización en torno a la transformación del orden político. El “que se vayan todos”, la democracia directa, la constituyente y en general el cuestionamiento profundo al sistema político y su concepto básico, el de representación, constituyeron el núcleo central de sus debates y el objetivo general de sus movilizaciones. La falta de articulación con otros movimientos sociales del país en el marco de una perspectiva común, la incomprensión de los partidos de izquierda de la profundidad de este movimiento y la apertura del proceso electoral por parte del gobierno de Duhalde contribuyeron a su debilitamiento. Una cuestión importante a señalar es que una buena parte de los participantes de las asambleas eran trabajadores y jóvenes. Eran trabajadores que ahora se movilizaban cuestionando el orden político y social y no sectores medios. La presencia de trabajadores de la cultura, entendida esta en un sentido amplio, era inmensa. Docentes de todos los niveles, trabajadores de prensa, de la salud, investigadores, trabajadores del estado, otros.
Es importante resaltar antes de continuar que los trabajadores de la cultura son hoy un componente amplio y activo de la clase trabajadora y que tienen en la CTA un fuerte motorizador. A las tradicionales luchas de los maestros y profesores de CTERA hay que agregar las luchas universitarias de los 80 que terminó constituyendo el movimiento sindical universitario CONADU, el caso Cabezas de los trabajadores de prensa, la Carpa Blanca, las luchas de los investigadores del CONICET por mayor presupuesto, de los trabajadores de la CNEA contra las privatizaciones, las lucha de los trabajadores de la salud con un fuerte protagonismo de los médicos y muchas otras más. Esto también expresa el proceso de transformaciones que esta viviendo la clase trabajadora.
A partir de mediados del 2002 la clase dominante a través del justicialismo en el Gobierno con el presidente Duhalde fue retomando de manera paulatina el control de la situación. Uno de los instrumentos que utilizó fueron la entrega de cientos de miles planes trabajar. La mayoría de ellos fueron a alimentar el clientelismo político de los intendentes y gobernadores justicialistas. Pero una parte importante fue negociada con las organizaciones de desocupados. En la actualidad de los dos millones de planes de empleo que circulan por el país, unos doscientos mil son administrados por el movimiento de desocupados. Estamos hablando de la FTV, La Corriente Clasista Combativa, Los MTD y el Bloque Piquetero. Este hecho conformó por un lado un reconocimiento a la organización popular en el plano de los trabajadores desocupados pero por otro implicó someterlos a una lógica de negociación no pública.
El otro instrumento desmovilizador fue adelantar las elecciones para usarlas como herramienta de fractura y debilitamiento del movimiento popular. Esto fue posible por varias razones. Una muy importante es que el movimiento de las asambleas que giraba alrededor del “que se vayan todos” y que tenia en la profundización de la democracia su reivindicación principal encontró en el protagonismo electoral un camino de salida. Otra razón muy importante era profundizar las contradicciones entre los partidos políticos de izquierda dado el carácter electoral de sus estrategias de poder. Por este camino introdujeron la discusión electoral en el movimiento social contribuyendo a su desmovilización.
El costo para el Gobierno de adelantar las elecciones fue que no pudieron digitar el futuro presidente. Recordemos que al Duhaldismo le fracasaron los intentos con Reúteman y De la Sota y tuvieron que suspender las internas por que el Menemismo se las ganaba. En este marco de condiciones aparece la postulación de Kirchner con un discurso más acorde con al etapa y con ciertas tradiciones peronistas. Era una alternativa razonable que aceptaron con el cuidado de ponerle los suficientes condicionamientos en el ejercicio del gobierno. Lavagna y la composición del parlamento son una expresión de esto.
En este marco de condiciones se puede visualizar la política del actual gobierno de Kirchner como el intento de superar la crisis argentina mediante el desarrollo de un “Capitalismo Serio”. Esto significa en concreto 1) Compromiso con las reivindicaciones históricas del movimiento popular sobre derechos humanos. Revisiones de normas que permitan trabajar en la recuperación de derechos perdidos o en la garantía de nuevos. 2) Mejoramiento de la calidad institucional por la vía de una mayor transparencia y ampliación de algunas instancias participativas como el caso de las propuestas de los Jueces de la Corte. Abrir espacios de denuncia, crítica y procesos de modificación en instituciones como las Fuerzas de Seguridad, PAMI y otras. 3) Compromiso activo del estado a través de políticas sociales focalizadas. Continuar con la política de planes sociales. 4) Apoyo del Estado a desarrollos industriales locales pero teniendo en perspectiva el mercado exportador. 5) Negociar el pago de la deuda externa desde una posición de dignidad nacional 6) Política Internacional más independiente de la presión imperialista y hacia una mayor autonomía para América Latina. Fortalecer el Mercosur sin llegar a posiciones rupturistas. De la misma manera se piensa el apoyo a las alternativas populares en los diferentes países o la relación con Cuba. También se considera importante una buena relación con los EEUU. Por ello el ALCA aparece como una cuestión a negociar o tirar mas hacia delante.
Este gobierno se desenvuelve en el marco de una coalición en proyecto de constitución, que es parte de la clase dominante pero que aspira a transformar esta con una presencia mas fuerte de un empresariado nacional. Esto explica las direcciones discursivas nacionalistas del presidente pero también el carácter contradictorio de las políticas. Esto se manifiesta en las perspectivas limitadas que presentan las reformas y en el origen político de los dirigentes que aparecen con mas responsabilidad en el Gobierno. A esto hay que agregar dos cuestiones de fondo que no implican la ruptura con los esquemas de dominación política existentes en el país.
La primera de ellas sigue ratificando el esquema imperial de dominación sobre los capitalismos periféricos como el nuestro. El esquema de desarrollo continúa siendo a través de las exportaciones producidas por vía de mano obra barata o con fuertes ventajas naturales. La estructura económica queda subordinada al desarrollo del mercado externo y a la voluntad de inversión del capital trasnacionalizado. En este plano las altas tasas de desocupación siguen siendo funcionales al proyecto dominante así como también la libre movilidad de las divisas y la continua depredación de nuestras riquezas naturales. El centro de decisión de las direcciones de inversión sigue estando en manos del capital trasnacionalizado.
La segunda es la continuidad del actual sistema político, fuertemente desarticulado del movimiento popular. Su mayor inserción social y cultural es la clase dominante en sus diferentes expresiones y por vía de la corrupción y los negocios. Negocios que a su vez son el sostén de las estructuras partidarias y clientelares del partido justicialista y en menor dimensión el partido radical. A su vez al interior del propio sistema político la división de poderes con concentración en el ejecutivo termina siendo un mecanismo de contrapesos que tiende a inclinarse, ante la ausencia de articulación estructural con el movimiento popular, a las presiones del ejecutivo en alianza con la coalición hegemónica de la clase dominante. Esto no significa que el ejecutivo las tiene todas con él por que diferentes grupos que aspiran a constituir una coalición hegemónica se pueden aliar con los poderes legislativo o judicial y presionar desde allí. Lo principal es que en este sistema político el movimiento popular está ausente de manera estructural. Las movilizaciones del 19 y 20 de Diciembre pusieron esto en cuestión y por ello durante medio año fueron una pesadilla para el gobierno de Duhalde.
Estamos ante un gobierno contradictorio. Una parte del mismo, con el presidente a la cabeza, intenta reconstituir un capitalismo más nacional, mas justo y más democrático y para ello aspira a gestar una coalición política y social y una transformación de la clase dominante que le dé sustento a este proyecto. Ha tomado importantes decisiones como hemos señalado mas arriba pero nada que cuestione de fondo el núcleo central de la dominación capitalista actual en Argentina.
En esta coyuntura para el movimiento popular y para la clase trabajadora lo importante es hacer visible este intento, no jugar a su fracaso, mostrar sus insuficiencias y apostar a que esto sea una transición a un proyecto nacional, popular, democrático y latinoamericano. Recuperar los derechos perdidos, conquistar la libertad sindical y hacer de la autonomía una herramienta de unidad y de compromiso con la transformación de nuestro país son importantes líneas de avance para los trabajadores en esta coyuntura..
*Jorge Cardelli
Miembro de la Mesa Nacional de la CTA
Instituto de Estudios y Formación de la CTA
Director de la Escuela Marina Vilte de CTERA