Revista Tesis 11 (nº 115)
(Internacional/Medio Oriente)
Ignacio Paz*
Asistimos perplejos a un escenario de terror representado por el éxodo de miles de personas que escapan del infierno bélico desatado en distintos países del Medio Oriente (Irak, Libia, Líbano, Siria). Migraciones de miles de familias amenazadas por el accionar genocida de grupos y de movimientos insurgentes enfrentados a gobiernos, o facciones de diferentes etnias pero nacidos al calor de las intervenciones de potencias de la Nato ( EEUU, Francia, Inglaterra y Canadá) en Irak, Libia, Afganistán, Líbano y Siria principalmente.
En todos los casos y con la excusa de actuar a favor del restablecimiento de libertades democráticas y al derrocamiento de regímenes dictatoriales, estas intervenciones militares han coadyuvado a expandir el dominio imperialista en la región.
Detrás de cada movimiento sustitutivo de autoridades nacionales sobrevinieron objetivos de penetración, y de control de los grupos monopólicos trasnacionales, sobre la exploración y producción de petróleo y el apoderamiento de enormes reservas hidrocarburíficas. Al mismo tiempo y siempre cada una de estas acciones están orientadas a la consolidación de los intereses geopolíticos, sobretodo norteamericanos, en la región.
Mercenarios terroristas (entre los cuales la organización fundamentalista Estado Islámico) armados por EEUU para actuar en Libia y derrocar a Muhamad Kadhafi, se reprodujeron para actuar de idéntica manera en Siria.
Objetivos: En Siria, al igual que en Libia con Kadhafi, liquidar el régimen de Al Assad, figuras despóticas pero carismáticas en sus países y con políticas económicas y de relaciones internacionales que no aseguraban la continuidad “armónica” de la explotación de las riquezas nacionales a manos de los consorcios internacionales, sobre todo norteamericanos.
En Siria, así como lo fue la intervención armada en Afganistán e Irak, la estrategia se orientó a la búsqueda de consenso para sus ofensivas criminales. El objetivo de coronar la implantación de nuevos gobiernos dóciles se basó en el intento de desprestigio popular de líderes como Sadam Hussein en Irak, Kadhafi en Libia, y Al Assad en Siria incentivando la guerra civil a través de atentados terroristas perpetrados por las organizaciones creadas al efecto.
Pero en cada una de estas intervenciones militares y en la cruenta e inhumana guerra civil desatada, afloraron con fuerza inusitada las rivalidades nacionales, étnicas, y religiosas subyacentes históricamente en la región.
Así, la tierra arrasada por los invasores fueron nuevos escenarios de guerras fratricidas, fuera de cualquier control y con consecuencias de genocidio irreparable.
Como sucediera con Al Qaeda en Afganistán, (organización armada por EEUU como guerrilla contra las fuerzas soviéticas de invasión), en Siria, el Estado Islámico pasó a constituirse en entidad con autonomía para apoderarse de personas, tierras y bienes.
Su control de amplias regiones en el norte de Siria incluye importantes refinerías y yacimientos de petróleo. Petróleo que venden en Europa a precios reducidos, por la inexistencia del canon petrolero en sus costos y que le permiten abastecerse de armas en dichas fuentes internacionales, armas con las que masacran incluso a europeos residentes o viajeros en la región.
Este estado de terror provocado por las causas mencionadas es la base del éxodo desesperado y sin certezas de destinos de más de trescientas mil personas, hasta hoy.
¿Porqué en Medio Oriente?
Por su riqueza en hidrocarburos, por la complejidad de sus relaciones étnicas y nacionales que han representado, a lo largo de los tiempos, conflictos potenciales, por su ubicación estratégica como paso obligado hacia el Extremo Oriente (China, India, Rusia), históricamente el Oriente Medio ha sido una zona de litigio interimperialista y botín de guerra para acrecentamiento de las ganancias de los grupos económicos trasnacionales.
De histórica estructura feudal, las divisiones nacionales eran hegemonizadas por el control económico y militar del imperio turco otomano, a través de sultanes, jeques y realezas subordinadas, corruptas y sangrientas.
En ese mapa geopolítico se distinguía la Gran Siria (Siria, Líbano, Jordania, Israel, territorio Palestino, partes de Turquía e Irak) cuya división fue concretada a causa de la derrota de Turquía (aliada de Alemania) en la primera guerra mundial.
La creación de nuevos estados y el mandato otorgado a Gran Bretaña hacia 1917 por la Sociedad de las Naciones para ordenar y pacificar el área, que de hecho habilitó al Reino Unido al saqueo de las riquezas regionales y a su control militar violento, reactivó en el Medio Oriente ancestrales conflictos étnicos y religiosos.
Las potencias imperialistas rivalizaron históricamente por la hegemonía regional y la búsqueda del control político económico y militar ha sido una constante en esta región.
El Mandato británico no se ocupó de pacificar sino de defender a sangre y fuego, los intereses de las inversiones británicas en Egipto, Arabia Saudita y Palestina.
Actuaba así y en última instancia en línea con su dominio imperial sobre la India y otras naciones del sudeste asiático.
A su vez Francia, cuestionaba este mandato inglés dado sus intereses y relaciones comerciales y culturales con la zona del Magreb (norte de África) y su control imperial sobre Siria y Líbano (acrecentado desde 1923).
La llamada “Francia del Levante” colisionaba con la Arabia Británica.
La derrota de Alemania en la 1ª. Guerra Mundial, y la necesidad de mantener un fuerte control sobre las zonas conquistas, hace aparecer a EEUU como “socio activo” necesario para dicha finalidad con vistas a contener el flanco oriental y “el peligro ruso”.
El petróleo aparece sin velos como verdadero móvil económico y de poder político.
La conflictividad social determinada por este poder imperial en la región y la total eliminación de libertades democráticas así como de democracias participativas se ve agravada por la resolución Balfour de noviembre de 1917 para el establecimiento de un Hogar Nacional Judío en Palestina, lo cual pone a prueba la verdadera vocación británica de garantizar una paz duradera en la región y respetar la voluntad de sus pueblos.
Se firman acuerdos franco-británicos para delimitar sus respectivos intereses en la región, pero la conflictividad se acrecienta por el control de la riqueza petrolera y los acuerdos territoriales tambalean. EEUU, nuevo participante en la región, no aprueba los pactos franco-británicos de asignación mutua de territorios y propone delegar en la Sociedad de las Naciones esta función (1919). La construcción de un oleoducto desde Irak hacia el Mediterráneo confirma la importancia geopolítica y económica de las disputas en juego.
Luego de la segunda guerra mundial (1945) se acrecientan los movimientos nacionalistas por reivindicaciones políticas. Así Arabia saudita acepta “el paraguas estadounidense” de protección a cambio de petróleo, firmado por Roosevelt con el monarca Feissal de la dinastía saudí . En iguales términos el rey Faruk de Egipto y Hussein de Jordania estrechan vínculos de “ayuda mutua” con EEUU.
Se acrecienta la hegemonía norteamericana en la región y la situación internacional durante la Guerra Fría con la Unión Soviética, convierte al Medio Oriente en campo de conflicto internacional tanto por sus riquezas como por su ubicación estratégica.
La Unión Soviética se apoyaba en regímenes populares de carácter nacionalista, como el de Gamal Abdel Nasser en Egipto, como soporte para su presencia en la región.
Al mismo tiempo y en línea con la necesidad imperiosa de desarrollar las economías nacionales carentes de recursos, a excepción de las rentas petroleras apropiadas por las dinastías gobernantes, se concreta un acuerdo egipcio soviético para la construcción de la represa de Asuán (1960/1970). La obra más gigantesca en su tipo a nivel mundial. 6000 km2 de superficie, con un incremento del área cultivable del 500% y una producción de energía hidroeléctrica representativa del 50% del total producido en la región. Por primera vez la posibilidad de luz eléctrica para la mayoría de los habitantes del país. Pero también la posibilidad de una reorientación de la economía hacia la producción agropecuaria (sobretodo algodón).
Un nuevo acontecimiento habrá de incluirse en el complejo menú de contradicciones nacionales, étnicas y religiosas preexistentes en el Medio Oriente.
El fin de la segunda guerra mundial y la derrota del nazismo, dejaba un genocidio de más de seis millones de judíos y la perentoria necesidad de búsqueda de reparaciones para los sobrevivientes, por parte de la comunidad de naciones.
El Estado de Israel que nace en 1948 luego de la segunda guerra mundial, como consecuencia del exterminio nazi y como legítima reivindicación del derecho del pueblo judío a ocupar tierras que históricamente habitaba como hogar nacional, representó desde su origen un elemento conflictivo en la geopolítica internacional.
Estado fundado sobre bases justas y objetivos sociales progresistas, es apoyado y avalado en su origen por el campo socialista, con exaltada alocución política del canciller soviético Andrei Gromyko en la ONU.
Las dificultades para el establecimiento de un estado binacional que albergara a judíos y palestinos ya residentes en dichas tierras generan reacciones en las naciones árabes vecinas.
La presencia de un Estado Judío, el desplazamiento de palestinos, la negativa a discutir soluciones por parte de los gobiernos árabes vecinos, dirigidos por castas reaccionarias que aprovecharon las circunstancias para intentar diluir los conflictos internos, llevan al estallido de sucesivas guerras. Guerras que favorecieron a los sectores más reaccionarios de Israel como de sus vecinos árabes y a la consolidación del poder de EEUU como el “gran mediador” regional.
Al mismo tiempo se realizaban en Israel enormes inversiones, con aportes de la colectividad judía de la diáspora, pero sobre todo de los capitales más concentrados de EEUU, para mostrarlo como modelo de Occidente en la región y consolidar una fuerza político militar que coadyuvara a sus intereses económicos, políticos y militares en el Medio Oriente.
La economía
La posterior desaparición de la Unión Soviética favorece la expansión absoluta del imperialismo, sobre todo norteamericano, en la región y de los grupos petroleros trasnacionales más concentrados.
La globalización de la economía mundial y la irrestricta apertura de las economías del Medio Oriente productoras de petróleo, impulsaron el crecimiento de grupos trasnacionales concentrados como Gulf, Exxon, Chevron, Standard, Mobil (EEUU), Elf y Total (Francia), AGIP (Italia) y hoy también Lukoil ( Rusia). Estos grupos controlan hoy el flujo y los precios de los hidrocarburos a nivel mundial.
El derrocamiento y muerte de Sadam Hussein en Irak, representó el apoderamiento, a través de adquisiciones y/o fusiones, de enormes reservas de crudo en Irak (hoy estimadas en más de 300 mil millones de barriles), sobre todo a manos de la Exxon Mobil. Irak es considerado el tercer país poseedor de reservas de petróleo a nivel mundial.
El movimiento terrorista Estado Islámico, tomó el control del 50% de las instalaciones petroleras en el norte de Irak, que incluye importantes refinerías y zona de nuevos yacimientos.
Mientras que China se ha mostrado activo e importante participante en proyectos de inversión petrolera en la región, la estrategia de EI de avanzar dinamitando instalaciones en Irak y en Siria, objetivamente desalienta la actividad china, debilita su accionar frenando su ingreso a la región y favorece a los intereses norteamericanos..
Así, la crisis en Medio Oriente es hoy expresión de la crisis general del sistema capitalista mundial en su faz más descarnada y antihumana. Expoliación y sometimiento de los pueblos, crímenes horrendos, guerra fratricida despiadada y sin límites, éxodos masivos de población y muertes en los intentos de alcanzar las costas europeas en su huída.
Es innegable la responsabilidad exclusiva de los intereses imperialistas en disputa y la política de las potencias en la zona.
A diferencia del proceso seguido por el capitalismo en otras partes del mundo, no ha existido en la región una etapa de desarrollo capitalista industrial y agroindustrial, generador de empleo y de mercado interno.
La avidez y el objetivo de maximización inmediata de sus inversiones hicieron que el patrón de acumulación capitalista imperante en la región sea de carácter absolutamente rentístico. Es la renta petrolera el factor casi excluyente de generación de ganancias para los grupos económicos dominantes.
Favorecidas por regímenes de tipo feudal, antidemocráticos y absolutistas, los conglomerados petroleros han succionado renta petrolera y sus inversiones se han concentrado en este sector, permaneciendo estas sociedades en un estancamiento social extremo, con desigualdades enormes y estructuras socioeconómicas atrasadas.
En un mundo convulsionado por conflictos, sumergido en sus economías centrales más poderosas en crisis permanente, con profundas diferencias ya no solamente entre el centro y la periferia del sistema, sino incluso en el seno del mundo desarrollado (Grecia, España, Portugal, etc), la crisis humanitaria provocada en Medio Oriente, no hace sino corroborar el carácter inhumano, depredador y perimido del sistema capitalista mundial.
*Ignacio Paz, economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
Una de las soluciones es apoyar el yuan para hacerle la guerra al dolar, apoyar la cadena de bloques , el bitcoin, la tasa tobin a las transacciones financieras… FRANCIA, EEUU, INGLATERRA Y CANADA sus pueblos le pasaran factura…todas esas muertes de ninitos no pueden quedar impunes… INCORPORAR Iran a los BRICS… EL FRACKING NO TIENE VIDA…