MOSHÉ ROZÉN* Bialystok ¿Una rebelión olvidada?
La palabra Shoá, las imágenes del Ghetto de Varsovia y Mordejai Anilevich, el joven comandante de la rebelión, son bastamente conocidas: de algún modo representan a todo el padecimiento y heroísmo de un pueblo. Pero se corre el riesgo de no recordar otros nombres que dejaron su sello en la historia del Holocausto y la resistencia judía.
En estos días se cumplen 65 años de la insurrección del Ghetto de Bialystok, la ciudad del noreste polaco en la cual, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, los judíos constituían la mitad de la población.
Un siglo antes del estallido de la Guerra ya había en Bialystok rabinos Jovevei Tzión, Amantes de Sión. A
principios del siglo veinte el socialismo judío sustentado en el Bund ganaba las calles con sus manifestaciones
y carteles. La vida judía en sus múltiples caras era signo distintivo de Bialystok.
A fines de junio de 1941, con la ocupación alemana del sector hasta entonces administrado por la Rusia
Soviética, los nazis torturan y asesinan a miles de judíos. Luego, ordenan instalar un ghetto: el primero
de agosto de ese año cincuenta mil judíos fueron confinados en un estrecho espacio.
Tras dos años de penurias y opresión, los comandantes de la ocupación deciden evacuar a los judíos «rumbo a Dublín…».
Treinta mil judíos exhaustos, hambrientos caminan a la terminal, cargando sus pertenencias pero desprovistos de toda esperanza. Es el 16 de agosto de 1943. A las 10 de la mañana, mientras la caravana,
cercada por alemanes y ucranianos, abandona las calles de Bialystok, se oyen disparos desde la calle Novogrodzka: estalla la rebelión. La juventud combatiente, dirigida por Modejai Tenenbaum-Tamarof y Daniel Moscovich, empuña escasas armas contra el poderoso armamento del Reich. Saben que es una batalla perdida, pero, como en el Ghetto de Varsovia, resuelven apostar a la dignidad y enfrentan al aparato de la muerte.
Haika Grossman participó de la lucha por la resistencia y documentó aquellas horas de angustia y terror.
No permitamos que la ignorancia y el olvido silencien las voces de la memoria y el testimonio. Haika sobrevivió la masacre y la perpersecución. Transformó la pesadilla de la guerra en un sueño «y lo hice
realidad: tengo un país, un Kibutz, tengo mi hogar…pero no me olvido de aquellos que no accedieron
a esta nueva realidad, ni de aquellos que sufren por injusticias y guerras hasta hoy» .
* Representante en Argentina del Movimiento Kibutziano de Israel