Por Eduardo de la Serna
Como ante la muerte de Hebe de Bonafini parece que hay que destacar las diferencias, quiero señalar las mías:
- Hebe era mujer, yo no:
- Hebe era madre, yo no;
- Hebe tenía dos hijos desaparecidos, yo no;
- Hebe era miembro de las Madres de Plaza de Mayo, yo no;
- Hebe tenía casi 94 años, yo no;
- Hebe vivía en La Plata, yo no;
- Hebe es una bandera, yo no…
Estas son algunas de las cosas que me diferencian de Hebe, pero después, compartíamos un camino, una lucha por la verdad, una búsqueda incesante por la justicia, una denodada militancia por hacer memoria. Ella grande, yo no… pero el camino es el mismo.
Los caminos tienen necesidad de señales, indicadores, guías porque, en ocasiones, es fácil perderse. Con Hebe teníamos un faro luminoso, y ese faro sigue encendido. En los caminos suele haber, más en tiempos confusos, cantos de sirenas o voces de mentiras; los mismos que Hebe, con su claridad molesta y estruendosa supo y sabía señalar. No dejes de molestarnos, Hebe; no dejes de sacudirnos la modorra; no dejes de poner nombre y apellido a la mentira y los mentirosos, a la mediocridad y los mediocres. Tendremos que aprender a escucharte de otra manera, pero ¿callarte? Eso, ¡ni la muerte!