Revista Tesis 11 (nº 118)
(Argentina)
Monserrat Olivera*
Este movimiento comenzó a visualizarse con la fuerza que hoy se le reconoce desde hace un año. Tiene su raigambre en ideologías colonizadoras y dictatoriales, que se siguen manteniendo. Estas ideologías sostienen la idea de la discriminación, humillación, sumisión del más débil hacia el más fuerte, caracterizando a las mujeres en este último grupo. Frente a tantos femicidios, las mujeres comenzaron a organizarse, difundir y exigir a organismos estatales responsables, reconocimiento para ser protegidas y cuidadas.
Es importante que todas las mujeres y todos los hombres tomen conciencia de esta situación social, para luchar y erradicar todos juntos este flagelo social, y construir así, una sociedad más justa y equitativa.
En 1995 Susana Chávez escribió un poema con la frase «Ni una muerta más» para protestar por los femicidios en Ciudad Juárez . La poetisa terminó asesinada en 2011 por su lucha sobre los derechos de las mujeres.
Un grupo de escritoras, artistas y periodistas militantes tomó esa expresión y la convirtió en «Ni una menos», es decir, ni una mujer menos, víctima del femicidio, para utilizarla como convocatoria para la movilización.
Convocatoria
Debido a la situación alarmante que generaban los femicidios en la Argentina, un grupo de mujeres organizó primero una maratón de lectura en una plaza el 26 de marzo de 2015. Coincidía en forma alarmante con el hallazgo del cadáver de Daiana García el mismo día en que se cumplieron diez años de la desaparición de la estudiante neuquina Florencia Pennacchi, cuando salió de su casa en el barrio de Palermo. El objetivo de esa convocatoria, era visibilizar la problemática y reclamar un freno a la cantidad de mujeres muertas. Tiempo después, el asesinato de Chiara Páez hizo que volvieran a organizarse en una nueva convocatoria frente al Congreso de la Nación, el 3 de junio de 2015. Esta convocatoria fue apoyada por todo tipo de personas indistintamente de su género. Al comienzo se trataba de un evento feminista, pero el tema rápidamente se viralizó y tomó trascendencia internacional. La convocatoria se realizó principalmente a través de las redes sociales. Numerosas figuras públicas se adhirieron, incluyendo jugadores de fútbol, actores, artistas, periodistas, deportistas, dirigentes políticos, ONG, sindicatos, famosos y personajes mediáticos.
Una nueva convocatoria surgió a partir de recientes femicidios, y tuvo lugar el 3 de junio de 2016 .
El objetivo fue visibilizar la grave problemática de la violencia hacia las mujeres, en especial el asesinato y el femicidio. Se reclamó que ya no haya más víctimas de violencia de género y se pidió que las instituciones brinden los instrumentos necesarios para erradicar este flagelo social.
El 3 de junio de 2016 se dijo NI UNA MENOS. Basta de femicidios, en todas las plazas delpaís. En Buenos Aires la convocatoria se realizó frente al Congreso Nacional, y contó con la participación de 200.000 personas.
Los datos que se fueron suministrando dieron cuenta que en 2008, moría una mujer cada 40 horas, y en 2014 cada 30 horas. En el término de esos 7 años se produjeron alrededor de 1808 femicidios. No contamos con los datos de 2015. Sí podemos preguntarnos, cuántas mujeres murieron sólo por ser mujeres.
Sabemos que existen cuestiones sociales que debieran ser discutidas para evitar que este mal se siga propagando. En 2009, se sancionó la Ley 26.485, pero que aún están pendientes de reglamentación algunos artículos, que incluyen el Plan Nacional de Acción de erradicación de la Violencia contra las mujeres. Existen también líneas telefónicas y oficinas para recibir denuncias, pero no alcanzan, si no hay políticas oficiales que amparen dichas denuncias.
El Poder Judicial desempeña un papel que es ineficiente, y que debería otorgarle tranquilidad a las víctimas. Pero éstas denuncian a los asesinos pero muchos de estos actos son desestimados por las autoridades que las reciben. A su vez los medios de comunicación subestiman a las víctimas y agitan la frase de “algo habrán hecho”, culpabilizándolas. La televisión repite imágenes y palabras en las que destacan muchas veces la desigualdad, la dominación y la discriminación que padecen las mujeres por parte de los hombres.
El femicidio se materializa o se convierte en sí mismo, para que el dolor se naturalice.
En todas las plazas del país donde pudieron manifestarse las poblaciones sensibles, se realizaron acciones coordinadas para atacar este problema, de la mujer golpeada-asesinada, cuyo origen podemos ubicarlo, en la cultura machista.
La idea fue pronunciarse para manifestar el deseo y la exigencia de “queremos mujeres vivas”.
Influencias coloniales
Este tema encierra una problemática, que entiendo debe pensarse en la historia desde la época de las conquistas coloniales, por no decir los comienzos de la humanidad. Es cierto que en este momento salen a la luz estas cuestiones y creo que es importante que se reivindiquen estos derechos y se luche por las garantías de libertad que debemos tener las mujeres, pero también esto responde a la necesidad de luchar por las garantías y derechos que tenemos todos los seres humanos.
En este momento en que estamos imbuidos en los vaivenes que nos ocurren con las situaciones que vivimos los pueblos latinoamericanos, con las amenazas de las políticas neoliberales, podemos recuperar la imagen de dos mujeres luchadoras y latinoamericanas, Bartolina Sisa y Juana Azurduy.
Bartolina Sisa, (1750-1782) mujer indígena aymará, luchó por la emancipación de la comunidad indígena del yugo español, en Bolivia, como comandante político-militar, siendo una valerosa guerrera a quien finalmente matan y descuartizan, siendo testigos la misma población que ella defendió. Y Juana Azurduy, no quedó sometida a los designios de la época, de quedar bajo la obediencia del hombre, marido, sino que pudo ponerse al frente de la lucha reivindicando el lugar de la mujer no sometida, acompañando a los hombres en las batallas que se libraron por la emancipación de los colonizadores españoles. Estos son ejemplos de mujeres que se esforzaron por ser libres más allá de su independencia personal, que nos aportan modelos, para no tener que soportar el flagelo de la violencia de género sosteniendo la libertad que debemos alcanzar todos los seres humanos.
En las épocas en que estas guerreras debieron actuar, era casi imposible que surgieran mujeres guerreras y luchadoras, sin embargo éstas dejaron un modelo de integración social que nos debe hacer reflexionar en estos tiempos en que se quiere hacer aparecer a la figura de la mujer como alguien con capacidad limitada para luchar y defender los derechos de todos los seres humanos, que aspiramos vivir con mayor libertad en un mundo que nos incluya a todos.
Este modelo de mujer guardada, silenciada y con imposibilidad de mostrar sus capacidades como tal, es el modelo capitalista que aspira imponer estas políticas neoliberales, que someten al género femenino a ser consideradas personas de menor nivel, a las que no se sostiene en el plano laboral con la misma retribución que al hombre. Y que en la mayoría de los puestos de jerarquía, aún hoy no se las considera para que puedan ejercer y desplegar sus potencialidades.
La sociedad está impregnada del modelo de dominación masculina al que se someten las mujeres. Este concepto predomina no sólo en los barrios que sufren gran miseria social y cultural. La fuente de las frustraciones que engendran violencia es más bien esa miseria, con las graves carencias psicológicas que la suelen acompañar. Estas frustraciones tienen mayor incidencia en los varones que en las mujeres, sobre todo en una sociedad que se preocupa por el éxito económico y los logros personales, dejando de lado los ideales comunitarios.
Las políticas de discriminación, podrán ser modificadas, siempre que se pueda trabajar en educación, para que todas las mujeres puedan defender su lugar como tales y rebelarse si fuera necesario contra la violencia que pueda ejercer el varón sobre ellas, en los diferentes sitios donde deban producir algún tipo de actividad, tanto en lo familiar, laboral, social, comunitario.
Este tema referido a la violencia de género, sin duda se produce también en el ámbito laboral, donde surgen en muchas ocasiones la discriminación y la subestimación sobre la persona en su condición femenina. También palpamos este acoso verbal en los ámbitos callejeros.
Violencia y Justicia
Según el informe del CELS, sobre Derechos Humanos en Argentina 2016, difundido hace unos días, conocemos la falta de políticas estatales frente a esta problemática. Mucho se habla, se resuelven dictámenes y se promulgan leyes que aparentemente defenderían a las mujeres en situaciones de vulnerabilidad. Sin embargo, pareciera que toda esta política,no tiene el efecto necesario para frenar o subsanar esta violencia de género, que parece estar sostenida por el Estado, cuyas dependencias están coordinadas por varones.
Muchas causas iniciadas por las mujeres que han sufrido violencia doméstica y/o de género deambulan entre el desinterés de la justicia y del estado.
La violencia institucional a la luz de la Ley de Protección Integral de las Mujeres analiza los dispositivos legales con que cuentan las mujeres pero que no son cumplidas, la marginalidad legal a que son sometidas las trans, la labor judicial para aplastar todo tipo de demanda femenina, la precariedad de las mujeres detenidas, la violencia policial que sufren las mujeres en el momento de realizar las denuncias.
El Informe al que hacíamos referencia, fue redactado por Vanina Escales y Edime Cárdenas del CELS, menciona también que la perspectiva mediática con que fueron tratadas estas noticias durante 2015, fue “clasista y revictimizante”.
La idea de femicidio fue instalada por la agenda mediática a partir de divulgaciones aparatosas y casi obscenas de los mismos. Señalan la ausencia de políticas de estado y de respuestas positivas a la tremenda realidad que se produce día a día.
Si estas reglamentaciones no van acompañadas por una decisión firme y efectiva de parte no sólo del estado sino de toda la sociedad, que debiera interesarse, involucrarse y sentirse responsable frente a estas violencias, es muy difícil que pueda ser erradicada.
Es necesario construir políticas educativas que involucren a todos los estamentos del área de educación, con políticas de trabajo y concientización desde los niveles más primarios, hasta los universitarios, incluyendo los más altos. Estas políticas debieran incluir la lucha contra la discriminación por género, el sometimiento al más débil y la violencia que ejercen los que más tienen.
Es necesario conformar ámbitos donde se promuevan asesoramientos psicológicos y jurídicos eficientes, se provea de asistencia inmediata a víctimas de violencia de género, se limite la difusión de mensajes en publicidades mediáticas que favorezcan estas violencias. Y en el ámbito laboral, deben tenerse en cuenta la discriminación, la subestimación y el acoso verbal.
El Informe del CELS, destaca también el escaso espacio que da el estado a generar políticas que eviten la violencia de género al manifestar que el Consejo Nacional de Mujeres en 1992, fue conformado con rango de Secretaría dependiente de Presidencia. En los gobiernos sucesivos se redujo y pasó a tener un rango menor dentro del Consejo Nacional de Políticas Sociales dentro del Ministerio de Desarrollo Social. En esto también se menciona la reducción en el presupuesto que evidencia la escasa importancia que se le otorga a esta población en riesgo.
Especifica también las serias dificultades de acceso a la justicia a las mujeres víctimas de violencia de género. Los argumentos que esgrimen los operadores judiciales son tales como: la inexistencia de denuncias previas por hechos de violencia, la falta de un vínculo previo entre el agresor y la víctima, que no es necesario caratular la causa como femicidio pues resulta suficiente la figura del homicidio agravado por el vínculo.
Así es como comprobamos que son inmensas las dificultades que impone el sistema para que las mujeres víctimas de violencia de género accedan a la justicia y se sientan amparadas por el estado que es quien debe proveerles protección cuando en el ámbito familiar no lo encuentran.
Podríamos introducir, para reflexionar, algunas palabras de Alvaro García Linera, que pronunció en la Facultad de Ciencias Sociales UBA, en Mayo 2016. “…para que estas políticas se lleven a cabo deben estar sustentadas por políticas económicas que acompañen estos proyectos”. En otro párrafo expresa que ”cuando uno es gestión de gobierno, cuando uno se vuelve estado, la economía es decisiva. Y no siempre los gobiernos progresistas, los líderes revolucionarios han asumido la importancia decisiva de la economía cuando se está en gestión de gobierno… No puede haber ningún tipo de política económica que deje de lado lo popular… No hay revolución verdadera, ni hay consolidación de un proceso revolucionario, si no hay una profunda revolución cultural… Es en el trabajo cotidiano con la base donde uno gesta la construcción del sentido común”.
De ahí la importancia de intensificar el trabajo en la sociedad de manera de exigir políticas de estado que favorezcan la erradicación de este flagelo.
Violencia y Dictadura
Quiero comentar sobre las consecuencias que esta violencia produce en la sociedad y cómo debe estar presente la necesidad del cuidado de la salud de toda la población.
Creo que esta sociedad padece aún formas de funcionamiento que han quedado arraigadas desde la época de la dictadura que se encargó de instalar políticas neoliberales que hoy padecemos. Aunque parezca que han pasado 33 años, y se piense que son muchos años, sin embargo, la penetración cultural que hemos padecido ha sido tremenda.
Esta forma de violencia de género fue brutalmente instrumentada por los represores hacia toda la comunidad, sobre los 30.000 desaparecidos, los luchadores sobrevivientes de este genocidio y toda la población que debió soportar la instrumentación de políticas neoliberales que conllevaron la necesidad de someter a la población a una situación de dependencia económica con los poderes empresariales, económicos y mediáticos.
Primeramente se utilizó la represión como un modo de destruir la identidad individual generando un estado de terror y miedo en la población que produjo una necesidad de silenciamiento sobre todos los sentimientos que podían surgir, sin posibilidad de manifestación. Se generó una política de estado que no permitió un trabajo cultural en la sociedad para entender las diferentes situaciones que estábamos viviendo en la que quedamos toda la sociedad afectada.
Esas vivencias dejaron huellas y marcas que produjeron efectos violentos en las relaciones interpersonales, no sólo en ámbitos familiares, sino también en los ámbitos laborales y sociales.
Podemos mencionar cómo ha quedado afectada la sociedad, con sentimientos de indefensión, humillación, vergüenza, culpa, vulnerabilidad, afectación de la identidad de género, retraimiento en los vínculos.
Comprobamos que estos sentimientos aparecen en muchos de los afectados por violencia de género y la imposibilidad en muchos casos de recuperar su integridad psíquica.
Es por eso que insisto en la necesidad de incluirnos TODA la sociedad en esta tarea de erradicación de la violencia de género. Es necesario que todos los varones tomen conciencia de que ellos también deben estar involucrados en esta lucha. Y que todas las mujeres, madres de varones pero también de niñas, sean conscientes de la importancia de generar conceptos culturales que ayuden al cuidado y respeto por cada uno.
Y que entre todos dejemos de hablar de “Ni una menos”, y pasemos a hablar de “MUCHOS MAS”, cuidándonos entre todos.
De esta manera adhiero a lo solicitado por la concurrencia a la Marcha del 3 de junio pasado: que se acabe el femicidio, que se cumpla la ley, que la justicia responda, que la sociedad se comprometa, detener y suprimir la violencia doméstica.
*Montserrat Olivera, psicóloga, miembra de la Comisión de América Latina de Tesis 11.