Dossier: La Puja Distributiva (artículo 2 de 2).
Mauricio Balestra*
“…el problema mayor que enfrenta Argentina es el deterioro en la distribución del ingreso…” “No hay sustentabilidad económica si no hay sustentabilidad social”. Kermal Dervis, Administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, [1]
Introducción
“Presidente, quédese tranquilo, nosotros no vamos a ser los culpables de la inflación”. Esa fue la repuesta del secretario de la CGT, Moyano, a la exigencia de Kirschner de que el sindicalismo “modere sus reclamos salariales”.[2]
El pedido y la respuesta eluden peligrosamente la realidad. Exigir salarios reales que restituyan niveles adquisitivos y la parte de la torta que se agregó a la ganancia empresarial y al superávit fiscal, está en las antípodas de generar inflación.
Es sabido que en 2005 el producto ya había superado los niveles de 1998, pero el bienestar de los asalariados aumentó mucho menos: a lo largo de esos siete años su participación en la torta disminuyó del 32,5% al 24%; y el poder adquisitivo de los que trabajan se redujo en más del 20%.
La puja distributiva es hoy uno de los aspectos más importantes de la lucha de clases. Y el Secretario de la CGT la está tratando de frenar; de eso sí que es “culpable”. No ante el presidente sino ante los asalariados.
Por lo tanto, lo que Moyano susurró al oído presidencial va a contramano de una sociedad que alza la voz; que se manifiesta contra la exclusión, por salarios dignos, por trabajo y por las más diversas cuestiones sociales, económicas y políticas. Que expone lo perentorio de sus necesidades cortando calles y rutas, manifestando en plazas y en ámbitos de trabajo. De una sociedad que ya no acepta pasivamente un crecimiento que no distribuye. En resumen, y así de simple, que en 2006 se estrecharon los límites para crecer sin equidad.
Acerca de la equidad
La Ministra Micheli, al asumir expresó que el objetivo del gobierno “es desarrollo con equidad”, en el entendimiento de que ambos términos, desarrollo y equidad, constituyen una unidad.
Coincidimos: nuestra historia económica está plena de intentos de crecimiento sin equidad distributiva, que por esa causa fracasaron y no pudieron concluir en desarrollo sostenido.
La cultura liberal de las últimas décadas tentó a la sociedad con la idea de que primero había que acumular riqueza arriba y luego ésta, naturalmente, fluiría hacia abajo. Esta premisa es sistémica y para nada novedosa. Hace más de sesenta años, en 1940, la Unión Industrial Argentina afirmaba:
“El momento del reparto recién llega cuando se han acumulado bienes; sólo entonces los más necesitados y los más menesterosos podrán beneficiarse en grado máximo del esfuerzo de los más afortunados o de los más eficientes.” [3]
Hoy sabemos que se crece distribuyendo. Nunca en etapas sucesivas.
Una de las fronteras más penosas de la inequidad es la visión cotidiana de niños buscando su comida en las bolsas de basura. Esas imágenes, en una Argentina que en 2005 exportó casi veinte mil millones de dólares en granos y alimentos, sacuden más que la suma de estadísticas e informes económicos: tras cada número hay gente concreta:
“…a mediados de los 70, en la Capital Federal y en el gran Buenos Aires, los ingresos del 10 por ciento más rico eran 12 veces superiores al del 10 por ciento más pobre. Ahora esa brecha es de 26 veces”. [4]
Los trabajadores que, en total, perciben menos del 25 por ciento de la riqueza generada, pagan impuestos que representan más del 50 por ciento de la recaudación tributaria de todo el país. [5]
El tiempo para resolver estas cuestiones no es precisamente lo que sobra. Si en este 2006 la sociedad no obtiene respuestas, lo que está en riesgo es no sólo la estabilidad social y económica-al decir de Kermal Dervis- sino la propia gobernabilidad.
Crisis y oportunidad
En diciembre de 2001 mostraron su cara siniestra 25 años de política neoliberal: la apertura económica, la tablita, el endeudamiento, las privatizaciones, el uno a uno. Allí fue cuando estallaron todos los contratos sociales e institucionales. Cuando salió a la luz y se profundizó en forma inédita la crisis socio política y económica que hoy envuelve a los asalariados y a los sectores débiles de la sociedad.
Se impone reconocer la crisis en su magnitud y consecuencias. Y resolverla operando sobre la oportunidad que ella abre. Las medidas a adoptar son políticas: la economía, como siempre, es tributaria de la política. Realizar la oportunidad exige modificar el estado de cosas existentes.
Hace sesenta años, frente a una crisis de rasgos diferentes a la actual pero asimilable en su profundidad, Perón, por necesidades esencialmente políticas, impulsó cambios en la distribución del ingreso y en el salario real que por su profundidad y celeridad algunos economistas califican como revolucionarios. Aquella forma de resolver la crisis dejó ganadores y perdedores. Los ecos de aquellos cambios se siguen escuchando en nuestro tiempo.
Por supuesto, nadie dice que operar sobre la realidad será tarea sencilla. Como hace sesenta años, habrá perdedores que no querrán ceder espacio. Pero también una masa enorme de ganadores, precisamente los que conforman la esencia de la base política que en octubre de 2005 ratificó el poder presidencial.
Entre las cosas que aparecen como imprescindibles de modificar y realizar, se destaca:
– Eliminar los resabios de la política económica del liberalismo, en primer lugar anular medidas y leyes antiobreras que perfeccionó el menemismo. [6]
– Transformar la política impositiva, operando sobre los injustos impuestos indirectos y directos que pagan los asalariados. Eliminar la exención impositiva de que hoy gozan las enormes rentas financieras y elevar las tasas máximas a los grandes beneficios.
– Ampliar el espectro y la magnitud técnica y económica del Seguro de Capacitación y Empleo puesta en marcha en febrero de 2006.
– Trasladar el eje de la lucha contra los efectos de la inflación a la elevación de los salarios reales, en el marco de un amplio acuerdo de precios y salarios, con premios y castigos, apoyando desde el Estado la inversión productiva. El actual sistema de control de precios tiene inmensos “agujeros” que, de no eliminarse, demostrarán lo que quiere demostrar el poder económico: que el control de precios no sirve. Creemos sí sirve, pero que para que sea eficaz debe incluir el control de los trabajadores de las empresas productoras, combinado con organizaciones de consumidores.
– Profundizar acuerdos estratégicos con los nuevos gobiernos de los países latinoamericanos, surgidos luego de los desastres producidos también en ellos por las políticas neoliberales.
Llegado es el momento de intentar justificar nuestra hipótesis de que estamos frente a una real oportunidad y posibilidad de cambio. Que no se trata de optimista voluntarismo, que tiene sustento en la realidad.
Sintetizando, nos basamos en tres factores:
- El actual momento de la economía interna e internacional.
- El enorme poder político, la real hegemonía del gobierno de Néstor Kirschner.
- La firme y creciente fuerza del reclamo de los sectores populares, principal base política del gobierno.
1).- Por los avatares de la economía interna e internacional, Argentina se encuentra en una situación que- de encarrilarse adecuadamente la puja distributiva- habilitaría un proceso estable de desarrollo:
Las exportaciones, crecientes desde los 90, se incrementaron desde 2003 al ritmo del 15% anual, con saldos favorables de comercio exterior. Pero lo destacable es que el crecimiento de la exportación – a diferencia de lo que ocurrió en otros momentos de nuestra historia – no es consecuencia de una recesión interna. Por el contrario, el producto por habitante está creciendo vigorosamente.
- A diferencia de lo que ocurría históricamente, los términos del intercambio son ahora favorables a la Argentina (hay un alza de los precios internacionales de lo que exportamos y una tendencia a la baja de los bienes industriales que compramos).
- Más de la mitad de la canasta exportadora está compuesta por productos diferentes a la canasta de consumo popular.
- La inflación, contrariamente a lo que propuso en su momento el Dr. Lavagna, se intenta frenar sin recurrir a medidas ortodoxas, tales como subir la tasa de interés para frenar la economía.
2).- Luego de las elecciones de octubre de 2005 se consolidó el poder político del gobierno. Precisamente es ese poder el que lo habilita para implementar, desde el Estado, cambios de fondo en la distribución de la riqueza, favorables a los asalariados. Es también ese poder político el que lo puede ubicar como árbitro privilegiado de la dura puja distributiva, de la insoslayable lucha de clases.
3).- La tercer cuestión apunta a la firmeza, a la creciente energía del reclamo popular por transitar los caminos que desdibujen la inequidad.
Estos tres puntos son convergentes y conforman algunas de las fuerzas y herramientas para concretar los cambios, para que la oportunidad trueque en realidad.
A lo largo de nuestra vida política pocas veces la oportunidad de transformación estuvo tan presente. Dejarla pasar, congelar el estado de cosas existentes, puede conducir al conjunto de la sociedad a una riesgosa frustración; hacer ingobernable la difícil democracia que transitamos.
Mauricio Balestra
[1] Clarín, 17 de febrero de 2006
[2] Clarín, 17 de febrero de 2006
[3] Citado en Pablo Gerchunoff y Lucas Llach, El ciclo de la ilusión y el desencanto, Buenos Aires, 2005, Ariel, página 171.
[4] Ismael Bermúdez, Clarín Económico, 27 de noviembre de 2005
[5] Tomado de Clarín, 7 de febrero de 2006.
[6] Durante el menemismo- muchas veces con la anuencia de cúpulas sindicales que dieron la espalda a los intereses de sus representados- se trastrocó el mercado de trabajo: se anularon una cantidad de derechos contenidos en leyes sociales y en convenios de trabajo. Se rebajaron salarios nominales, Fue habitual pagar horas extras como comunes, o no pagarlas. Los costos de despido se minimizaron. La protección contra accidentes laborales se privatizó, al igual que las jubilaciones. Se implantó la flexibilidad laboral en las empresas y los contratos a término, los “contratos basura”. Y floreció el trabajo por negro.
*Mauricio Balestra, ingeniero, escritor, colaborador de Tesis 11.