CATALINA JULIA ARTESI *
Arte y participación social
Otra realidad es posible
Síntesis de una experiencia de educación popular realizada en «Fuerte Apache», Ciudadela, por un profesor de teatro.
Pareciera que el arte ha quedado en el olvido en este lugar. Sin embargo no es tan así. Nos referimos a un proyecto de intervención social que llevó adelante en el año 2008 el joven profesor de teatro, Martín López, en la mal llamada localidad de «Fuerte Apache».
En realidad el lugar fue bautizado con el nombre de «Carlos Mugica» en honor al sacerdote que luchó por los pobres y que fue asesinado debido a su compromiso social. Por eso durante la época de la dictadura militar fue rebautizado como barrio «Ejército de los Andes», aunque en realidad la gente lo denomina como lo expresamos más arriba de otra manera. En su arquitectura sobresalen los edificios de monoblocks, con una población numerosa y heterogénea.
Allí conviven argentinos e inmigrantes latinoamericanos, que sufren las consecuencias de la marginación: diferentes tipos de violencias, inseguridad, drogadicción, desocupación, deterioro en las viviendas y en la infraestructura. La mayoría de los niños del lugar observan a diario cómo muchos jóvenes mueren en enfrentamientos o bien se pierden en el mundo de la droga. La discriminación es moneda corriente, al igual que la exclusión, no se relacionan los chicos de determinados sectores del barrio, tampoco con los niños extranjeros. Si bien Martín López, junto con otros docentes de áreas artísticas, inició sus actividades en el 2003 con la finalidad de dictar talleres extracurriculares en escuelas primarias de la zona, hacia el año 2007, consiguieron los auspicios del Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Los niños podían optar por las siguientes disciplinas: fotografía, manualidades, danza clásica y española, danzas árabes, guitarra, telar, teatro, juegos recreativos. Pero este apoyo estatal duró poco.
En el mes de enero del 2008, Martín López continuó sólo la tarea sin ayuda alguna, acompañado por la docente Pamela Funes. Este joven profesor de teatro recurrió a las técnicas del director brasileño, Augusto Boal, se basó en las ideas de Paulo Freire con su Pedagogía del Oprimido (Ver mi artículo El Teatro del Oprimido de Augusto Boal en www tesis11.org.ar. N° 89/pág.45.). Nos expresó Martín López en su relato de la experiencia «Las relaciones opresor-oprimido no se veían solamente a nivel grupal sino también a nivel ficcional; los que proponían- en el momento de realizar una improvisación o situación dramáticaeran los chicos que estaban con nosotros desde hacía un tiempo. No sólo en el plano real (en el debate mismo acerca de qué hacer) sino también en el plano ficcional, los que proponían eran ellos y los «nuevos-oprimidos» se adaptaban a las propuestas de los «viejos-opresores».
Tuvimos varias charlas con los chicos que venían trabajando con nosotros acerca de que cómo debían tratar a sus compañeros nuevos, y fundamentalmente, acerca de los tiempos de cada uno en particular, el respeto por el otro, la solidaridad, hicimos hincapié en valores, tan perdidos en un contexto como este». El año de trabajo fue muy intenso pero productivo. Un día realizaron un ejercicio del Teatro del Oprimido de Augusto Boal llamado «Teatro imagen» donde los niños realizaban un trabajo corporal y luego quedaban congelados. El resto proponía personajes y situaciones a partir de estas imágenes para ser improvisadas. El grupo había propuesto una historia de astronautas. Parecía sencillo, sin embargo, uno de los niños, Cristian, que era boliviano y discriminado en barrio por serlo, decidió completar la historia clavando una bandera en un planeta gritando: «Viva Bolivia», en ese momento se había liberado de su opresión.
Pero la tensión fue grande entre nosotros, no obstante, otro niño clavó otra bandera gritando: «Viva Argentina, también». Todos se abrazaron por la hazaña lograda, quedando en evidencia que era posible la integración entre ellos. Estas y otras actividades durante ese año permitieron que se fuesen modificando las conductas de los niños, dentro y fuera del taller. Expresa Martín en su relato: «Las madres de nuestros alumnos nos vinieron a agradecer ya que a partir de estudiar teatro los niños leen, por ejemplo, los textos del colegio que antes no tocaban, tienen nuevos intereses; quieren ver otro tipo de programas de TV. Es decir cambiaron muchos hábitos y desarrollaron nuevos intereses.
Se pueden desenvolver de forma más clara al hablar y al expresarse, esas primeras inhibiciones van desapareciendo. Inclusive los niños extranjeros- a pesar de ser discriminados- están más desenvueltos y desinhibidos». Mediante estas experiencias de educación artística popular se logró una transformación social y cultural muy profunda en los niños y en su entorno familiar. Seguramente estos futuros jóvenes al poseer nuevas herramientas provenientes del teatro, podrán encarar de otra forma su vida. Porque otra realidad es posible.
* Profesora y Lincenciada de la UBA. Investigadora teatral.
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