Silvio Schachter
A pesar de ser declarado Patrimonio Histórico Nacional, en los jardines del Palacio Paz, en lo que fueran las antiguas caballerizas y luego el pabellón de deportes, se esta construyendo un edificio privado, el Palacio Paz XXI, de 15.000 m², destinados a departamentos, estudios, locales y cocheras.
Esta practica que se apropia de bienes históricos para el turismo, hotelería cinco estrellas, y emprendimientos inmobiliarios, departamentos de alta gama, como en este caso, combina el culturalismo de mercado con la renta diferencial que obtiene por la ubicación exclusiva, de predios de dimensiones excepcionales y el alto plus que le agregan los edificios de valor histórico patrimonial, especialmente la mansiones que simbolizan el modo de vida de una élite aristocrática que concentro un poder económico y político sin precedentes.
El Palacio fue construido a principios de 1.900, por encargo de José Camilo Paz, terrateniente, fundador del diario La Prensa, embajador argentino en Francia e integrante de la llamada generación del 80.
La riqueza generada, por la demanda de materias primas de la revolución industrial en Europa, coincidente con la ampliación de la frontera agropecuaria a expensas del genocidio de los pueblos originarios, creo un excedente fabuloso, que la oligarquía nativa derramaría en la construcción de palacios, cascos de estancias, edificios y monumentos públicos y privados, este despliegue era parte de un estilo de vida de lujo y opulencia sin antecedentes en el país. El modelo fue la élite europea y particularmente la francesa. Fascinados por el París de la Belle Epoque y sus suntuosos palacios privados, buscaron trasladar a Buenos Aires la estética, el glamour y el bon-vivant de los boulevards de la vida parisina, dando un nuevo significado a la vida urbana porteña
En 1900 José C Paz le encargo al arquitecto francés Louis-Marie Henri Sortais, realizador de varias obras semejantes en la capital francesa, el diseño de una mansión de dimensiones inusitadas y no solo para la escala de Buenos Aires.
Sobre un terreno de 6500 m², el palacio tiene 12.000 m² cubiertos en los que se encuentran 140 habitaciones y ambientes varios, un gran jardín de invierno y las caballerizas, demolidas luego en 1940. Paz no logro ver concretado su versallesco sueño, falleció en Montecarlo en 1912, tampoco pudo verlo terminado el arquitecto Sortais, quien nunca estuvo en Buenos Aires, pues murió 1911. La dirección de la obra estuvo a cargo del ingeniero argentino Carlos Agote. La construcción de la mansión tardó doce años: desde 1902 a 1914 y fue habitada por sus herederos durante 24 años.
Al palacio que tiene su frente sobre la avenida Santa Fe, se accede a través de un imponente portón de hierro y bronce, obra del italiano Luis Tiberti, un segundo acceso, a las antiguas cocheras, da a la calle Esmeralda. El edificio que es un típico ejemplo de la arquitectura de las Beaux Arts, consta de tres alas y un jardín posterior, se destacan en el boato interior, el comedor principal y el secundario, hay cinco de ellos, la galería y el hall de honor, la sala de estar, la sala de música y el salón de baile que remeda la Galería de los Espejos de Versalles. El frente se asemeja al palacio de Chantilly, reconstruido por el maestro de Sortais, Honore Daumet, y toma elementos de la fachada del Palacio del Louvre que mira al río Sena..
Contiene una impresionante colección de adornos, cristalería, arañas, vitrinas, muebles, esculturas, grabados y tallas, importados de distintos países europeos. Cuando Georges Clemenceau, primer ministro de Francia, visitó Buenos Aires en 1910, el palacio aun se encontraba en ejecución, pero la envergadura del proyecto genero su irónico comentario: “necesitará por lo menos la corte de Luis XIV, o la de Jerjes, para llenar su fastuoso domicilio.” La opulencia no solo acompaño en vida a J.C.Paz, lo atestigua la magnitud de la bóveda familiar en el cementerio de la Recoleta.
El Palacio Paz si bien es la mayor, no es la única mansión en la zona, es parte de un cambio en el espacio urbano impulsado por la aristocracia terrateniente, que ya no se resignaba a vivir en las modestas casas coloniales de doble patio y techo de tejas, o en los más modernos edificios de dos pisos, al estilo italiano. Por eso se dedica a construir mansiones y palacios al estilo francés, en un nuevo escenario de la ciudad, ese desplazamiento coincide con la creación de espacios urbanos, como la plaza San Martín y la apertura de la Avenida Alvear, donde se implantaron los palacios, para así lograr una mayor perspectiva. La plaza San Martín era el lugar de paseo preferido de la aristocracia porteña para pasear y exhibirse, gozando de la brisa que llegaba el rio
En una ciudad que crecía a un ritmo frenético, profundizando sus contrastes, mientras los Paz podían destinar sus horas ociosas a recorrer los ambientes de su desmesurada residencia, en los casi 2.500 conventillos de la Boca, San Telmo o Monserrat se apiñaban miles de inmigrantes cuyas familias vivían todos en una pieza, sin baño ni cocina. En los albores del teatro argentino la otra cara de Buenos Aires fue pintada con toda su crudeza por el autor anarquista Florencio Sanchez en su obra El desalojo, estrenada en 1906, y en 1929 por el pintoresquismo de Alberto Vacarezza, en su sainete el Conventillo de la Paloma, conventillo donde vivió el autor de la obra, situado en Thames y Serrano, en el entonces barrio periférico de Villa Crespo.
El círculo militar
A fines de los años treinta los tiempos habían cambiado, Europa estaba en pleno período de la Depresión, en crisis y al borde de la guerra y la potencia emergente EEUU, que al igual que Argentina, también amplio su territorio agropecuario con el ejercito exterminando indios, produce carne y granos, no solo no compra sino que compite con la producción argentina. La nueva situación obligo a la oligarquía a adaptarse al cuadro desfavorable.
En 1938, Zelmira Rosa Paz Díaz, hija menor y heredera de José C. Paz, a instancias de su esposo Aaron de Anchorena, decide vender la propiedad para saldar las deudas de la estancia de 11.000 hectáreas que su marido poseía en Barra de San Juan, Colonia, Uruguay. El casco de la estancia, que llego a tener 300 empleados, es hoy la residencia de descanso de la presidencia de Uruguay. Sus parientes, la familia Anchorena, poseían un palacio muy próximo y de estilo similar al de los Paz, también frente a la plaza, la mansión en 1936 y con el nuevo nombre de Palacio San Martín, paso a ser la sede de la Cancillería Argentina.
El palacio Paz, al igual que el de los Anchorena, fue adquirido por el Gobierno Nacional, prodigo en darle una mano a sus congéneres de clase, que pago por él la suma de 2.500.000 millones de pesos, para cederlo al Circulo Militar Argentino, con la única condición que allí funcionaran la biblioteca y el archivo militar.
El Circulo Militar fue creado en 1880 con la presidencia del Gral Levalle, que combatió en la guerra contra el Paraguay y luego en la campaña del Desierto junto a su amigo y compañero de armas el genocida general Julio A Roca, quién luego sería también presidente del Circulo. Aunque en sus estatutos fundacionales se establece la prohibición de involucrarse en la actividad política, la historia dejo en claro que la norma pocas veces se cumplió.
Tuvo cuatro sedes antes de establecerse definitivamente en el Palacio, en 1938, en este periodo aprovecho los beneficios que le otorgaba el papel preponderante que tuvieron los militares durante la década infame. La gestión inicial estuvo a cargo del general Pertine admirador confeso de Musollini y ministro de guerra del presidente Agustín P Justo, y fue terminada durante el gobierno de Roberto M.Ortiz de la mano de su ministro, el general . Marquez, participe de uno los mayores escándalos de corrupción de la época, la venta de los terrenos del ejercito en Palomar.
Entre los últimos presidentes del Circulo, periodo 1990-1994, estuvo el general Osiris Villegas, protagonista del golpe que derroco a J. D. Perón en el 55, ministro de Ongania y que corono su carrera con la defensa militar del general Ramon Camps. Entre 1994 y 2002 la presidencia fue ejercida por el general Genaro Diaz Bessone, ministro de Planeamiento bajo la presidencia del dictador Jorge Rafael Videla, que fue procesado por delitos de lesa humanidad por su responsabilidad en la actividad del mayor centro clandestino de Rosario. Indultado por Carlos Menem en 2005, fue nuevamente procesado y el 26 de marzo de 2012 fue condenado a prisión perpetua. Durante su mandato el Circulo era frecuentado por su amigos entre otros, Benjamín Menendez y Albano Harguindeguy
La nueva aristocracia
El Palacio Paz fue declarado Monumento Histórico-artístico nacional través del decreto1150/2014 del Poder Ejecutivo Nacional, del 21 de julio de 2014. La declaración comprende “ …a la sede central del Circulo Militar- Palacio Retiro – Pabellón de deportes (ex Palacio Paz) y el Jardín Interno , delimitado por la Avenida Santa Fe Nros. 702/750/754, calle MAIPU Nros. 1020/30, Marcelo Torcuato de Alvear Nros. 715/27/45 y Esmeralda N° 1061, de la Ciudad Atonoma de Buenos Aires..” La declaratoria incluye el mobiliario, objetos de arte y ornamentación histórico – artística que forman parte inseparable del inmueble que fue catalogado.
A pesar del decreto, en estos momento esta en ejecución el emprendimiento Palacio Paz XXI, un edificio de 15.000 m² en el área que ocupaba el pabellón de deportes, que ya fue demolido. El proyecto de once pisos de altura, contempla departamentos y estudios, locales en planta baja y dos subsuelos y medio de cocheras.
La desarrolladora argentina RED, real state developers, de activa participación en emprendimientos en Puerto Madero, countrys y edificios de alta gama, le compro los derechos al Circulo Militar, y encargo al estudio Ritcher-Dahl Rocha, con sede en Suiza, la realización del proyecto.
La obra fue autorizada por la Comisión Nacional de Monumentos, Lugares y Bienes Históricos a cargo de Teresa de Anchorena. La Comisión fundamento su aprobación considerando que: “…la nueva obra le agrega valor futuro al Palacio Paz y… que no debe solo evaluarse lo existente”.
Esta forma polémica, de construir emprendimientos privados en predios donde se encuentran edificios de valor histórico, no es nueva, otro ejemplo es el Palacio Duhau, en el barrio de Recoleta inspirado en el Château du Marais, junto al cual se construyo el cinco estrellas hotel Park Hyatt, inaugurado en 2006, que lo utiliza para restaurante y actividades varias, o el Palacio Alzaga Unzue con siete habitaciones exclusivas para el hotel Four Season, construido a su lado, el hotel fue criticado en el medio profesional por la solución arquitectónica de copiar en el presente, el estilo de las Beaux Arts, pero no por la operatoria que le dio origen. En otra zona, el barrio de Coghlan, se construye, en el predio de 3.500 m² de la mansión Roccatagliata, una torre de 27 pisos y otra de 12 pisos, tres subsuelos y 349 unidades. La casona existente, de estilo italianizante, es parte de lo que fuera la quinta de la familia dueña de la confitería El Molino y es un testimonio del pasado semi-rural del barrio.
La lógica de obtener la mayor renta urbana posible, violentando normas especificas y a costa de utilizar bienes que por su valor cultural irrepetible pertenecen a toda la sociedad, se ha vuelto un método frecuente que se sostiene en la noción del culturalismo de mercado, un concepto que permite fabricar en la ciudad, consensos para percibir los perjuicios como beneficios
Lo irreproducible de la historia urbana, como un sello de exclusividad, que los propietarios de los departamentos o los turistas en el hotel, usan en el propio lugar donde esta materializada, es parte de la globalización y su hegemónica cultura económica, que deviene en la creciente economía de la cultura, donde el patrimonio histórico es la mercancía local, cuyo particularismo es subsumido por el metabolismo del mercado global.
Esto sucede sin que las asociaciones de profesionales o la legislatura porteña se den por aludidas, con el beneplácito de los medios especializados y de muchos arquitectos y urbanistas, que saludan la amalgama de historia, cultura y mercado y también, desde otra postura, por quienes lo ignoran o subestiman, al considerarlo un tema ajeno al interés popular.1
El Estado facilitador de negocios, en la relación publico-privado se muestra muy flexible y ejecutivo para la interpretación de las normas, cuando se trata de favorecer al capital privado y ominosamente burocrático en la aplicación de las resoluciones que tienden a mejorar la vida de quienes hoy viven hacinados en las villas, como antes en los conventillos.
El tema no es, básicamente, cuestionar la búsqueda, muchas veces deseable, de articulación arquitectónica y urbanística de lo nuevo con lo antiguo, existen numerosos e interesantes ejemplos donde el vínculo ha sido muy bien resuelto. Tampoco se trata de la consideración estética, espacial y técnica del nuevo proyecto, necesaria por cierto, teniendo en cuenta, entre otros factores, que por debajo pasa el subterráneo de la linea C. Si no pensar para qué y para quién se realiza y porque un ente estatal, creado para preservar nuestro patrimonio, lo autoriza sin mediar ningún beneficio para el edificio existente y menos para la comunidad. Los bienes urbanos históricos pueden dejar de ser un espacio para ser solo contemplado y convertirse en lugares a ser vividos, lo cual en algunos casos puede se una idea atractiva, pero esa vivencia no debería ser solo para quienes tiene el privilegio de poder pagarla.
El interés de la desarrolladora inmobiliaria es obvio, la ganancia sera de muchos millones de dólares, su tarea es armar este tipo de operaciones, las autoridades del Circulo Militar justifican la venta para poder saldar deudas. Pero un aspecto quizás mas interesante, es interrogarse sobre quienes están dispuestos a pagar mas de 10.000 dolares por metro cuadrado terminado, para vivir o trabajar allí. Esta nueva aristocracia siglo XXI, ya no tiene su modelo en Paris, su espejo esta Manhattan y Miami, ligada a los negocios financieros, importaciones y exportaciones, a la renta sojera, los Ceos y ejecutivos de las multinacionales, actúan en un mundo muy diferente al de los Paz o los Anchorena de la Belle Epoque, pero tienen varias cosas en común, cien años después los une el despilfarro propio del dinero fácil, la apropiación del excedente generado por el trabajo de los hombres y la naturaleza, su hedonismo autorreferencial, la necesidad de mostrarse y competir en el seno de su clase y la ostentación frívola de su riqueza. Tal vez piensen que es mejor vivir allí que en el desangelado Puerto Madero, un pseudo barrio sin historia, para disfrutar de acceder por el mismo portal que lo hacia la aristocracia de principios del siglo veinte y usar para sus actividades y reuniones los salones del Palacio histórico, creyendo que estar cerca de objetos bellos los hace cultos y prestigia. Posiblemente piensen que en el Palacio Paz XXI, desde el high tech de metal y vidrio pueden apropiarse de las glorias pasadas y dialogar con los fantasmas de la élite oligárquica que fundo las bases del capitalismo dependiente argentino.
1 -Resulta válido el cuestionamiento a quienes consideran solo como patrimonio histórico, lo producido en cada época para uso de los sectores dominantes, y que además se apoyan en el prestigio y el carácter simbólico de esos bienes, para reforzar su rol en la sociedad, y así poder soslayar la poca o nula atención que se presta al cuidado de la producción de la cultura popular, los hábitos y costumbres de los sectores subalternos, incluidos los de quienes con su trabajos y saberes construyeron esos bienes. Esto permite la simulación de una historia urbana, sin disputas, ni lucha de clases. Las guiás y referencias a los palacios de Buenos Aires, confirman esta interpretación que, lejos de poner en evidencia los contrastes, expresan una visión apologética y de añoranza por la magnificencia perdida. Pero el reclamo de una lectura diferente, no debería opacar la necesaria preservación de todos los registros que permiten entender y conocer la evolución espacial y socio cultural de nuestras ciudades, con todas sus contradicciones y conflictos.