Revista Tesis 11 (nº 112)
(Política Nacional)
Isaac Grober*
El posneoliberalismo o la restauración conservadora. Posibilidades de un proyecto intermedio. Las restricciones al camino recorrido. La nueva realidad y los cambios a emprender. Las necesidades de orden político.
Dos proyectos políticos, dos objetivos de país y de configuración de la sociedad, confrontan en Argentina y en general en América Latina.
Son proyectos que se oponen mutuamente porque son en lo esencial expresión de intereses no sólo distintos, sino antagónicos. Proyectos que llevados hacia sus últimas consecuencias van siendo, a partir de cierto punto, de convivencia incompatible: para prevalecer, uno de ellos necesariamente debe ir desalojando al otro.
Siendo ésta la realidad y más allá del grado de conciencia que de ello tenga la sociedad, existe y existirá siempre confrontación. No es un problema de estilos.
Dos proyectos. Dos países
La raíz medular de esta contradicción radica en el rol que uno y otro proyecto otorga al Estado en la distribución del excedente económico y en forma más general en la del ingreso nacional.
Uno de ellos, de esencia neoliberal, abanderado de la llamada “libertad de mercado”, de la declamada mayor prescindencia posible del Estado en el ámbito de lo económico y por derivación en lo social, aboga dar piedra libre al accionar del capital concentrado bajo el amparo de la acción estatal y con medidas que lo favorezcan. En realidad, un Estado activo pero sesgado. Y como el que en los hechos el mercado es manejado por el capital concentrado, lo de “libertad de mercado” es sólo un eufemismo.
En el marco actual de globalización del capitalismo, de la alta concentración y centralización del capital (monopolización) al mando del capital financiero, el Estado que asume esta concepción y coherentemente aplica las medidas que de ella se derivan, conduce inexorablemente a una redistribución sistemática del ingreso y de la riqueza que la sociedad genera en provecho de ese capital. De sus resultas tenemos profundización de la desigualdad social y regional, aumento desorbitado de la pobreza y de la exclusión social (más desempleo, mayor precariedad laboral, deterioro del mercado interno y cierre de empresas, destrucción de la base industrial, primarización de la producción y de las exportaciones, multiplicación del endeudamiento externo, entre otros logros). Es una dolorosa experiencia que los argentinos ya recorrimos.
Si a estas condiciones se le agrega además que dentro del alto grado de concentración predomina con holgura el capital extranjero, en particular en los puntos neurálgicos (de las 500 mayores empresas en Argentina, 370 reconoce ese origen), fácil será colegir el grado de subordinación y dependencia del país al capital y a la política de los centros de poder mundial.
Una mera y reciente muestra para ilustración: el Citibank, que opera dentro de nuestro país, en lugar de ajustarse a las leyes y demás normas bancarias emitidas por el parlamento y autoridades de nuestra Nación, encuentra natural pedir autorización y subordinarse a las decisiones de su casa matriz y a la de la justicia norteamericana respecto al pago de los servicios de los bonos de deuda externa reestructurada emitida bajo ley argentina. ¿No indigna?
El otro proyecto político al que suele calificarse de progresista, de crecimiento con inclusión y que etiqueto como posneoliberal, apunta a un Estado regulador y activo, con un despliegue que varía y avanza, más allá de limitaciones y errores de sus impulsores, en función de la relación de fuerzas y hacia el objetivo de mayor equidad, con igualdad, con ampliación y extensión de derechos que incluyen pero trascienden lo puramente económico, en el marco de una disputa por conquistar la plena soberanía nacional: mayor nivel de empleo y del empleo formal, masividad y mayor poder de compra, más capacidad de consumo y de extensión del mercado interno, desarrollo científico y tecnológico y en general de la cultura, desarrollo e integración industrial y la de la producción rural, masividad y mejoramiento de la calidad de vida. En esencia, democratización de la política, del Estado y de la sociedad. También pretende ampliar y diversificar las fuentes de provisión y destino de los mercados externos y la composición de lo exportado.
El atajo no existe
Al plantear líneas arriba el antagonismo entre estos dos proyectos y la necesidad objetiva de que en determinado momento uno excluya al otro, enfatizamos el hecho de que no existe en perspectiva otro camino. En las actuales condiciones no existe, objetivamente no puede existir un proyecto intermedio.
En las últimas décadas el mundo ha cambiado drásticamente. Ni la economía argentina, ni el nivel de conciencia y la emotividad de nuestro pueblo son inmunes a esos cambios. Ya no existe más el llamado “socialismo real”, pero EE.UU. que se ufanaba de emerger al cabo de la Guerra Fría como única potencia económica, política y militar, se encuentra hoy con una China que a nivel de su producto interno global ya lo supera; que la política intervencionista y guerrera, terrorista, que desplegó por el mundo, ha dado muestras inequívocas de resistencia y rechazo , incluso al interior de su propio país, a punto tal que Barack Obama se ve en la necesidad de anunciar como política el no envío de tropas terrestres como en el pasado, en defensa de los intereses de los monopolios
También influyen en la configuración de los cambios de época el que el centro del capitalismo mundial y con ello el capitalismo en el mundo atraviesen desde el 2008 la crisis más profunda y prolongada desde los años ´30, crisis que por ahora no tiene vistas de concluir y que amenaza el resquebrajamiento de la Unión Europea (Grecia, España, Portugal, Irlanda, Italia); que se ha constituido un bloque con perspectivas de incidencia en el futuro como los BRICS y que América Latina, única región de paz en el mundo, otrora patio trasero del imperio, le dijo NO AL ALCA en el 2005 y viene evolucionando desde hace más de una década por un camino opuesto al neoliberalismo y a la dependencia, habiendo creado además organismos regionales como el MERCOSUR, UNASUR y CELAC, excluyendo a los EE.UU, algo inimaginable apenas ayer.
Cuba es la más reciente muestra del triunfo de la dignidad de un pueblo, que junto a las reiteradas y casi unánimes condenas al bloqueo en el seno de las sucesivas Asambleas anuales de las Naciones Unidas, son palmarios reconocimientos de que el mundo ha cambiado, a lo que también viene adaptándose y poniéndose a tono el mismo Vaticano.
Pero esta es sólo una parte del panorama. En contraposición, la configuración actual del capitalismo mundial, con un inédito nivel de globalización y de concentración, de cuya realidad y de sus efectos Argentina no está excluida, impone condicionamientos y restricciones al momento de la puesta en marcha de políticas que, al aplicarlas y dependiendo de qué intereses se quiere con ellas preservar o impulsar, irán incidiendo en la concreción material de uno u otro proyecto. Es el devenir natural y objetivo de sus efectos.
Por eso en la perspectiva no hay alternativas O es una o es otra la esencia del proyecto que se quiera construir, más allá del discurso que aspira vender determinada imagen, en especial la que considera más apropiada para la acumulación de votos en un año electoral.
Necesidad de profundizar el proyecto
Después de la explosión sociopolítica y económica del 2001, cuyo grado de conmoción amenazó con la disolución nacional, el kirchnerismo inició su gestión con la voluntad y el coraje políticos de ir modificando los soportes materiales y culturales del neoliberalismo, hijo de la dictadura cívico-militar y genocida, perfeccionado después por el menemato y su continuador, el Gobierno presidido por de la Rúa.
Se apoyó para ello en la búsqueda y, en correspondencia, el uso de un doble superávit: el fiscal y el del balance de pagos. El primero para redistribuir mediante el gasto, los subsidios y la inversión pública, el ingreso nacional, dinamizar el crecimiento del empleo, el consumo y el mercado interno. Generar demanda agregada. Con el mismo fin se fueron implementando reformas institucionalizadas (salario mínimo, vital y móvil, convenios colectivos de trabajo, moratorias jubilatorias, etc.)
El segundo – saldo positivo del balance de pagos-, para solventar el crecimiento de las reservas, las importaciones requeridas por el previsible mayor producto y para cancelar la deuda con el FMI, cerrando de este modo las puertas al estado mayor del capital financiero mundial para actuar, según su tradición, incidiendo en la dirección de la política argentina. Esto significó recuperación de grados de autonomía como aspecto principal y además no comprometer el uso de la riqueza nativa en pagos de los servicios de esa deuda.
Para salir del infierno, como gustaba decir Néstor Kirchner, para pegar el salto, contó con las “ventajas” del exceso de capacidad instalada, el alto grado de desocupación y de subconsumo, los crecientes precios internacionales de nuestros commodities, captados en parte para el fisco vía retenciones, sumado al entonces alto tipo de cambio derivado de la fenomenal devaluación de la gestión Duhalde – Mendiguren (año 2002)
Eran años en que a pesar del crecimiento, aún era baja la producción industrial y por tanto sus requerimientos de importación. Existía superávit energético y a la par de los mayores precios internacionales de la exportación agropecuaria más el no pago de deuda externa ni el de sus servicios, dado el default, se pudo en conjunto acumular divisas en calidad de reservas.
Pero para estos efectos, lo central fue la decisión política, la orientación en el uso de los recursos. Nada milagroso derivado sólo del viento de cola. En aquellas condiciones se arbitró para tener recursos y lo importante es cómo y para qué se usaron.
Desde entonces, mucha agua pasó bajo los puentes. Aun sin mayores alteraciones en la estructura de la propiedad concentrada, más bien aumentó el grado de concentración, creció significativamente el empleo, la participación de los salarios en el ingreso nacional, al igual que el del producto industrial dentro de un PBI anualmente acrecentado. Se reabrieron y multiplicaron por miles el número de empresas y es incuestionable la dinamización del mercado interno, como el de la extensión y ampliación de derechos civiles y sociales.
Pero como no podía ser de otro modo, también crecieron las expectativas y las apetencias, por lo que se despertaron nuevas necesidades a la par de la aparición de una realidad nueva que trajo aparejado nuevos problemas y en consecuencia, otras exigencias para continuar con el rumbo.
Las restricciones y las necesidades
Desde hace dos años la generación de producto entró en declive para alcanzar un 2014 con una variación interanual prácticamente nula (0.5 %, INDEC). La industria fue en ese año, de los sectores, el más golpeado (- 2.5%), pero el mismo signo lo reflejó la construcción (- 0.4 %), con llamativas caídas en los segmentos de obras viales (- 1.7 %) y obras de infraestructura (-2.7 %), áreas, estas dos últimas, con peso decisivo de origen gubernamental, evidencia de la insuficiencia de recursos fiscales. En 2014 el déficit fiscal trepó a los 38.000 millones de pesos, lo que muestra que la época de los superávit fiscales de los primeros años del kirchnerismo ya pasó.
A propósito y como muestra de las contradicciones, mientras en 2014 caían los negocios de las actividades productoras de bienes, el sistema financiero logró ganancias extraordinarias impulsadas en parte por la devaluación de principios de año forzada por las grandes corporaciones Según datos del Banco Central, a octubre de ese año la banca privada registró ganancias por 39.873 millones de pesos, un 83 % más que los 21.782 millones que obtuvieron en igual período de 2013.
Dejando a un lado la incidencia de aspectos coyunturales, para sopesar estos resultados hay que computar que se alcanza este signo a pesar de las medidas contracíclicas adoptadas, aunque con efectos compensatorios, pero insuficientes, hacia fines del segundo semestre
Ahondando en el examen de las causas, hay que descorrer el velo sobre las trabas estructurales, que se manifiestan por ejemplo en las tensiones en el frente externo en razón de la escasez de divisas, en las limitaciones presupuestarias para abordar políticas de efecto expansivo y la problemática en materia de precios derivada fundamentalmente del accionar monopólico.
En materia de divisas concurren diversas causas. Algunas, con escasa o nula capacidad de incidir como lo es el menor dinamismo del comercio mundial, producto de la profunda crisis del sistema capitalista y la abrupta caída de los precios internacionales de la producción agropecuaria. A ello se suma el estancamiento de Brasil, nuestro principal socio comercial (con un PBI cuyo crecimiento fue del 0.3 % en 2014) y hacia adelante con expectativas adversas a su reversión, dada su opción por una política restrictiva, de ajuste ortodoxo y la devaluación del real. El sector más afectado será el del automotor.
Pero Argentina tiene su propio calvario. Dada su desequilibrada estructura industrial, el crecimiento del PBI impone a su vez el crecimiento de las importaciones de insumos, componentes y bienes de capital que, por la limitación de divisas, acota la importación y con ello al mismo crecimiento del producto. Se soluciona con sustitución de importaciones que muchas veces, por las magnitudes y calidades requeridas, no se decide ni concreta de la noche a la mañana. No es extraño que el sector privado, motivado sólo por la rentabilidad segura y de concreción a corto plazo, no esté dispuesta a asumir el emprendimiento. La solución: participación del Estado, en exclusiva o asociado al capital privado, para lo que hay que contar con recursos públicos. Otra restricción
En materia de restricción de divisas, el otro determinante y de viejo origen es la operatoria del comercio exterior, en particular, pero no exclusivamente en los rubros de cereales, aceites y carnes, a la que también están asociados o vinculados para un objetivo espurio, los grandes productores hábiles en ocultar especulativamente la cosecha y retrasando la liquidación de divisas, además de sub o sobrefacturar y tercerizar mercados, evadiendo así impuestos y fugando anualmente al exterior capitales multimillonarios. Para colmo, el neoliberalismo privatizó puertos por los que fluye parte importante del comercio exterior y de los que ninguna autoridad tiene acceso ni control. Aquí también hace falta un profundo reordenamiento con la participación pública y probablemente con el movimiento cooperativo para que juntos se hagan cargo del negocio, incluido el manejo de puertos.
En adición, este esquema podría contribuir a acelerar la política de redistribución del ingreso ya que como gran corporación comercial, podría, al comprarle a los productores, fijarles precios retributivos y diferenciados en beneficio de los pequeños y medianos y a la vez proveerlos de insumos (semillas, plaguicidas, insecticidas, nutrientes, etc.), porque usando de su gran poder de compra, las mejores condiciones y mejores precios que obtendría, podrían ser trasladados al beneficio de esos productores.
No puede faltar en esta semblanza la permanente fuga de capitales al exterior. Fuga que en gran parte está asociada a la gran evasión impositiva. La fuga de estos capitales no se hace acomodando fajos en una valija y trasladándolos luego en avión con disfrazados de turista. Es inconcebible la posibilidad de esta fuga, dada su magnitud, sin la participación de bancos. El caso del HSBC – que no es el único – es bastante ilustrador al respecto. Pero es sólo una muestra.
Según un estudio de investigación del Cefid-Ar, la formación externa de activos de residentes argentinos, ya había totalizado al terminar el 2012 los 373.912 millones de dólares
Por eso es imperioso reformar la ley de entidades financieras y caracterizarlas como prestadoras de un servicio público, modificar también el régimen aplicable al capital extranjero, al igual que la ley de minería, fijándoles condiciones para radicarse en el país como por ejemplo actividades admitidas, capacidad operativa, tecnología, nivel de aportes y también magnitud y oportunidad de utilidades a transferir.
En los distintos ítems que citamos a propósito de la restricción de divisas, mostramos también su conexión con las insuficiencias del flujo de aportes en pesos a la caja fiscal. Pero esta se alimenta también de impuestos, en muchos casos independientes del tema divisas. La restricción aquí es el regresivo régimen tributario argentino. Y ello no sólo por el significativo peso de los impuestos al consumo, sino que aun los llamados impuestos directos – a las rentas y al patrimonio – muestran falencias y sesgos recaudatorios inequitativos que afectan en particular a sectores económicamente menos capacitados. Por sólo citar un ejemplo, en el impuesto a las ganancias aplicable a personas físicas y sucesiones indivisas, es alta la alícuota de arranque (9%) de la escala de tributación y debe llamar a la reflexión la rapidez con que se trepa en esta escala debido a la estrecha magnitud de sus escalones. Con relativa facilidad un contribuyente de nivel medio es gravado con la tasa máxima (35 %), la misma que le corresponde a un multimillonario. Qué diferencia con la vieja ley de réditos donde el tributo sobre la ganancia imponible comenzaba con una tasa básica y general del 9 %, a la que después se le agregaba una escala progresiva que llegaba hasta el 45 % para el escalón superior. Es decir, los de mayor ingreso tributaban 54 % (9% + 45 %).
A todo lo previo hay que sumar la aberración de los impuestos provinciales: uno, el impuesto sobre los ingresos brutos, conceptual y técnicamente el más regresivo de todos, porque grava en cascada, es decir en toda transferencia de dominio de un bien o servicio, en oportunidad de cada etapa de su recorrido desde que se inicia hasta que se concreta la última venta, con alícuotas que llegan en algunas provincias hasta el 5% del precio de venta de cada operación. No hay que ser especialista para concluir sobre quien recae la mayor incidencia de este impuesto al consumo.
La otra aberración en impuestos de jurisdicción provincial, es el de los impuestos inmobiliarios o territoriales. Siendo un impuesto que grava parte del patrimonio y debiendo ser una importante fuente de ingreso para los tesoros provinciales, amén de su uso como herramienta redistributiva, es enervante constatar lo ridículamente bajo de esta tributación sobre la propiedad rural en muchas jurisdicciones. Con este criterio de tributación, ciertos gobernadores la posan de simpáticos ante los terratenientes mientras presionan sobre el Tesoro Nacional para cubrir sus faltantes.
Referido al sistema tributario, cabe una conclusión de mínima: es algo que reclama a gritos una reforma integral tal que contribuya a reforzar los ingresos del Tesoro y a redistribuir progresivamente el ingreso.
No abundaremos sobre la inflación. El tema ya lo abordé en un anterior número de esta revista (1) y la misma TESIS 11, la Asociación, también hizo conocer una declaración con el título “La inflación: carácter político de su origen, de sus riesgos y de su solución” (2). Sus recomendaciones tienen plena actualidad y vigencia. Sólo agregaría a título de reflexión y de confrontación con las ideas y prejuicios de raigambre neoliberal, la que más abunda, la que siempre apunta contra el gasto público y la intervención del Estado, que expliquen cuál es el mecanismo por el que el aumento del circulante derivado del mayor gasto público, genera aumentos reiterados y generalizados de precios, aun en épocas de exceso de capacidad instalada. ¿Por qué no se escucha el mismo argumento crítico cuando el sistema bancario aumenta el crédito y que por efecto del llamad multiplicador de los depósitos, tiene idéntica consecuencia monetaria? ¿Cómo es que cuando aumenta la erogación fiscal y provoca incremento de la demanda de bienes y servicios, el villano de la película es el emisor de la moneda y no quienes, al aumentar el poder de compra y la riqueza social, aprovechan la oportunidad y su poder para vía precios apropiarse de ella, arruinar a una inmensa porción de la población y diluir las posibilidades de acción económica del propio Estado?
Conclusiones
Sostuvimos y creemos haber demostrado que la solución en beneficio de la inmensa mayoría del pueblo en la confrontación entre los dos proyectos de país y de sociedad, tiene en perspectiva una única solución: la de la orientación posneoliberal. Nunca la restauración conservadora.
Contamos para ello con las experiencias de uno y otro tipo ya vividas por nuestro pueblo y la toma de conocimiento de los cambios en el mundo y en América Latina. De todo ello los sectores populares algo han aprendido, hechos que en muchos también ha conmovido sus sentimientos y sensibilizado sus emociones.
El proyecto político iniciado en el año 2003 ha recorrido un trecho con importantes aciertos y también con insuficiencias y errores. Lo que importa es el rumbo y las posibilidades que la permanencia de este rumbo brinda. Pero la realidad del mundo y del país cambió, cambios que exigen, como creo que se demostró, nuevas respuestas a los problemas que la evidencia de tales trabas viene planteando. Inexcusablemente habrá que enfrentarlas y resolverlas, de lo contrario está en riesgo la propia continuidad del proyecto,
Las trabas a erradicar, aunque no de sencilla solución, no tienen como mayor dificultad su temática técnica. El problema es esencialmente político, porque los cambios a introducir afectarán intereses muy poderosos. Habrá más resistencia y confrontación, a la que sólo se puede enfrentar, doblegar y continuar con el proyecto, construyendo la organización y desplegando en su respaldo acción unitaria, ejercicio participativo que derivará en cambios culturales, en una nueva subjetividad de las masas, en fin, en el desarrollo y profundización de la conciencia que es una fuerza poderosa para concretar los cambios necesarios. En palabras bien nuestras: hay que impulsar y comprometerse con los cambios, hay que ganar la calle, masivamente y juntos, para ganar el alma y la cabeza de la inmensa mayoría del pueblo.
Las autoridades actuales o las que vengan, por sí solas, aisladas del apoyo y acción unificada, movilizada y organizada del movimiento popular, poco es lo que podrán hacer y entonces puede ser grande la frustración resultante.
*Isaac Grober, Contador Público y Magister en Economía, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
(1) Revista Tesis 11, Nº 95, de mayo de 2010:
(2) Declaración de Tesis 11, del 30/11/2012: