Revista Tesis 11 (nº 111)
(Política Nacional)
Gerardo Codina*
Las próximas elecciones ponen en juego la posibilidad de consolidar un rumbo compartido con la región, de desarrollo con inclusión y justicia social, a contrapelo de las tendencias dominantes en el mundo. Quienes apuestan por abortarlo son los mismos que colonizaron el país a favor de los intereses imperiales. Junto al liderazgo estratégico de Cristina, la movilización de los trabajadores en defensa de sus derechos será la garantía de la continuidad de las transformaciones.
1. Un poco de historia
Casi al mismo tiempo que Yrigoyen accedía en 1916 a la presidencia por primera vez en Argentina, gracias a la inauguración del voto universal, secreto y obligatorio masculino promovido por ley Sáenz Peña, el país era citado por Lenin en su libro “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, como ejemplo de país dependiente.
Decía Lenin entonces: “Puestos a hablar de la política colonial de la época del imperialismo capitalista, es necesario hacer notar que el capital financiero y la política internacional correspondiente, la cual consiste en la lucha de las grandes potencias por el reparto económico y político del mundo, originan abundantes formas transitoriasde dependencia estatal. Para esta época son típicos no sólo los dos grupos fundamentales de países -los que poseen colonias y las colonias- sino también las formas variadas de países dependientes que desde un punto de vista formal, político, gozan de independencia, pero que, en realidad, se hallan envueltos por las redes de la dependencia financiera y diplomática. Antes hemos señalado ya una de estas formas, la semicolonia. Modelo de otra forma es, por ejemplo, la Argentina.
“La América del Sur, y sobre todo la Argentina — dice Schulze-Gaevernitz en su obra sobre el imperialismo británico –, se halla en una situación tal de dependencia financiera con respecto a Londres, que se la debe calificar de colonia comercial inglesa”(Shulze-Gaevernitz. El imperialismo británico y el librecambio inglés a comienzos del siglo XX. Leipzig, 1906, pag. 318.).Según Schilder, los capitales invertidos por Inglaterra en la Argentina, de acuerdo con los datos que suministró en 1909 el cónsul austro-húngaro en Buenos Aires, ascendían a 8.750 millones de francos. No es difícil imaginarse los fuertes vínculos que esto asegura al capital financiero — y a su fiel “amigo”, la diplomacia — de Inglaterra con la burguesía de la Argentina, con los círculos dirigentes de toda su vida económica y política.”[1]
Habían pasado los fastos del centenario de la Revolución de Mayo y Argentina se abismaba en un creciente conflicto social, producto de la progresiva rebelión popular contra las injustas y miserables condiciones de vida de la mayoría de los trabajadores. Conflicto que bordeó la guerra civil en enero de 1919 en Buenos Aires y desató la masacre de obreros rurales patagónicos en 1921.
Sin embargo, recién llegados muchos de ellos a estas tierras y aún nutridos por el pensamiento social de su época, pocos vislumbraban la cuestión de la dependencia nacional como elemento estructural de su situación de sometimiento.
Enemigos de todo estado, explotador en su definición y además al servicio de los explotadores, rechazaban la idea nacional como una retórica burguesa dirigida a dividir a los trabajadores de todo el mundo, para utilizarlos los unos contra los otros en las guerras de los capitalistas por nuevos repartos del mundo, como sucedió de hecho en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Como indicio fuerte de ese pensamiento eligieron nombrar a la primera central sindical Federación Obrera de la Región Argentina. Sólo a partir de 1936 comenzaron a ondear banderas argentinas en los actos del movimiento obrero[2].
Más aún. Asumiendo la significación de la dependencia para nuestro país, importantes fracciones políticas de la época aún confiaban en el papel liberador y revolucionario de una burguesía ya por completo encadenada a los destinos de los diversos imperios que nos sometían, sin poder ver cómo clamaba la oligarquía vacuna por ser reconocida como parte integrante del Imperio Británico[3].
Esta ceguera frente a la cuestión de la dependencia nacional, castró los esfuerzos transformadores de la izquierda de origen marxista y la separó de los contingentes de trabajadores nacionalistas que nutrieron el momento fundacional del peronismo, que entendieron que la cuestión social y la afirmación de la independencia nacional, se conjugaban en un proyecto democrático de plena vigencia de la justicia social para las mayorías populares. Ellos vivieron la primera década ganada de los trabajadores argentinos.
2. Ayer como hoy
Próximos a unas elecciones significativas para la definición política de la siguiente década nacional, recordar aquellas primeras décadas del siglo veinte y los primeros pasos del movimiento obrero argentino, tiene por sentido señalar que la pugna por afirmar la segunda y definitiva liberación de nuestra patria está inconclusa.
El conflicto con los fondos buitres actualiza la cuestión de la dependencia. La observación de Lenin acerca de las implicancias de las ataduras financieras –con la implicación subrepticia de la diplomacia de las naciones centrales para anudar las voluntades de las élites del poder económico local- tienen vigencia renovada en la sistemática presión que afronta nuestro país, de adentro y de afuera, para abandonar su “heterodoxia económica”[4].
Anotábamos luego de las victorias electorales de Dilma y Tabaré que “Derrotar de manera provisoria al neoliberalismo requiere de una entera revolución cultural. Y siempre será provisorio el logro mientras en el mundo dominen las fuerzas del capital financiero más concentrado. Imponer otra lógica, donde la felicidad de los pueblos esté en el centro, de manera persistente y lozana, solicita edificar al mismo tiempo que nuevas realidades en cada uno de nuestros países, nuevas relaciones internacionales que sirvan de resguardo frente al apetito insaciable de los poderosos.”[5]
Es claro que en el nuevo contexto de esta globalización homogeinizante de las multinacionales, que procura imponer a toda hora y en todos lados las mismas reglas neoliberales de “los mercados”, cualquier afirmación autonómica de las naciones es percibida como un desafío al poder mundial encarnado en la principal superpotencia del planeta.
Ayer como hoy, los intereses imperiales son servidos por socios locales que, además de pretender el visto bueno de la embajada norteamericana, hacen suyo el programa restaurador de los conservadores, ahora expresados en las gerencias de los grupos monopólicos extranjeros que controlan la mayor parte de la vida económica nacional y quieren dictar la política que ejecute el estado argentino.
Como a nivel mundial, los grandes conglomerados empresariales no sólo se han vuelto cada vez más contradictorios con las democracias, sino también cada vez más agresivos y utilizan todo su poder para ampliar su dominio, no ya apropiándose de porciones crecientes de la riqueza que genera diariamente a nivel mundial el trabajo de miles de millones de personas, sino que, literalmente, procuran expropiar a las mayorías, hundiéndolas en cada vez más profundos niveles de pobreza, donde pueden y las fuerzas populares no se lo impiden.
La forma que el poder mundial produjo y tramitó la última crisis financiera global, en medio de una persistente debilidad de los procesos económicos de los países centrales, demuestra acabadamente lo dicho. Ingentes fondos públicos para salvar bancos de la quiebra mientras millones de norteamericanos hoy comen día a día gracias programas alimentarios de beneficencia. Son el nuevo trofeo de los supermillonarios como Paul Singer, financista de los republicanos ultra reaccionarios, que trata de comerle el hígado otra vez a nuestro país, usando como herramienta un octogenario juez municipal de Nueva York, en un caso de vulgar usura a escala planetaria.
Procesos como el inaugurado aquí por Néstor Kirchner en 2003, que se multiplican en nuestra América a contrapelo de lo que impone la lógica del capital financiero más concentrado a escala mundial, suponen un desafío al poder que toleran de mala manera. Haber desguazado la maraña de condicionamientos financieros que implicaba el Fondo Monetario Internacional y haber desacatado la voluntad imperial de transformar a nuestras naciones en coto cerrado de caza para sus empresas multinacionales como en 2005, cuando le dijimos con Chávez y Lula no al ALCA, mostró la voluntad real de sacudirse la dependencia financiera, esa que Lenin tan certeramente describía un siglo atrás como condicionante de la pérdida de autonomía nacional.
3. La coyuntura electoral
El Frente para la Victoria (FpV) aparece en lo inmediato como el seguro ganador en primera vuelta en las próximas elecciones nacionales del año que viene. El dato importa, entre otras cosas, porque ninguna otra fuerza política asegura consolidar lo logrado en esta segunda década ganada y, menos, profundizar lo recorrido.
Como en los noventa el peronismo, todas las restantes fuerzas políticas de origen popular están hoy cooptadas por expresiones funcionales a la restauración conservadora que intentan imponer desde el poder económico concentrado, incluso violentamente y en forma anticipada, si pudieran.
La primera pregunta es si ese resultado hoy asegurado, ser primera minoría, le alcanzará al FpV para alzarse con la primera magistratura nuevamente o deberá revalidar su condición de principal sector político en una segunda vuelta. Otra pregunta, no menor, es si alcanza políticamente con ser primera minoría para seguir consolidando el proceso de transformaciones abierto en 2003.
Respecto de la primera pregunta, anotemos algunas consideraciones. Como se sabe, en nuestro país rige un sistema de doble vuelta atenuado, que no requiere de obtener más del 50 por ciento en primera vuelta para definir el ganador. Con 45 puntos alcanza o incluso menos, si es más del 40 por ciento, pero la distancia con la segunda fuerza más votada supera los diez puntos.
Para ese último escenario se requiere de entonces de otra condición: la dispersión del voto competitivo o contrario a la primera minoría. Sabedora de esto, Carrió está destinando sus mejores esfuerzos de operadora política del imperio a demoler la coalición FA Unen, que ella ayudó a consolidar. Sabe que la chance de la reacción es acumular en torno de Mauricio Macri el voto opositor y que cualquier dispersión facilita el triunfo del Frente para la Victoria.
En sus esfuerzos también arremete contra el emergente Sergio Massa, con el visto bueno de todo el sistema de grandes propaladoras de informaciones según el gusto de los dueños del país, con su corte de bufones que hacen de periodistas para diversión de los poderosos.
Otra pregunta significativa es quién expresará en la competencia electoral al Frente para la Victoria y de qué forma será seleccionado. Disponemos del sistema de las PASO para verificar democráticamente qué candidato reúne la mayor cantidad de voluntades. También el Frente tiene un atributo diferencial respecto de otros espacios políticos: una conducción política estratégica clara, que seguramente acompañará por muchos años más el proceso nacional.
Por demasiado tiempo el movimiento nacional no tuvo liderazgos claros y consecuentes. En 2003 la historia sorprendió con dos. Néstor Kirchner murió prematuramente y su pérdida ha significado una baja severa al conjunto de las fuerzas transformadoras de la región. Pero conservamos con nosotros a Cristina y ella culminará su segundo mandato presidencial, pero no su vida política, en diciembre de 2015.
Indudablemente su poder político actual se alimenta en simultáneo de su liderazgo y capacidad de iniciativa y del hecho de ser ahora la cabeza del Estado. Ese último atributo lo transferirá a su sucesor, quien quiera que fuese. Si además, el que resulte ganador logró en las PASO su lugar como candidato, la autonomía que adquiera inmediatamente respecto del liderazgo de Cristina, será muy amplia. Por ello y para preservar todo el tiempo que sea posible el máximo de su propio poder político, Cristina podría verse en la necesidad de ser ella quien nomine, antes de las PASO, a los candidatos que aseguren el triunfo del espacio que representa, más allá de sus preferencias personales.
La intención de convertir a Cristina en la “gran electora” del espacio del FpV, como proclamó hace pocos días el diputado nacional Wado de Pedro, está detrás de los actos multitudinarios que realizaron tanto el Nuevo Encuentro como La Cámpora, reafirmando su alineamiento incondicional con Cristina.
La posibilidad de hacerlo así está abierta también, porque el resto de las corrientes políticas, salvo el FA Unen si llega entero a agosto, carece de planes de dirimir candidaturas presidenciales en las primarias. Ni Massa ni Macri admiten dudas en sus respectivos espacios acerca de quién se postula a presidente.
Por cierto, la dualidad de liderazgos implicará todo un desafío a futuro. Excluyendo la experiencia de Cámpora con Perón, o la de Dilma con Lula, no hay muchas buenas experiencias de coordinación de roles políticos e institucionales entre líderes populares y presidentes electos. Anticipando esos riesgos, la misma Presidenta convoca a “empoderar” al pueblo de los logros alcanzados. Sólo un movimiento popular movilizado en torno de la defensa de los derechos alcanzados será garantía exitosa de su preservación. Claro que en la medida que sepa interpelar inteligentemente a un gobierno que tendrá también que hacer suyo.
4. Después de las elecciones
Los logros de estos años recorridos desde el 2003 son extensos. No los enumeraremos aquí. También seguramente, Cristina anotará varios tantos más antes de diciembre de 2015. Está claro, de todos modos, que quedarán asignaturas pendientes. Algunas, porque simplemente no se puede hacer todo junto. Otras, porque son problemas que fueron apareciendo en la marcha. También están las cosas que no se abordaron para no desatar reacciones más violentas al proceso en curso.
Por delante quedará la necesidad de ir saldando esas deudas. Sólo profundizando las transformaciones se logrará consolidar los logros de esta segunda gran década ganada y proyectar su continuidad en el tiempo. Una condición para lograrlo es la renovación y ampliación de las fuerzas populares, entre ellas, el movimiento obrero organizado.
Consolidar una mayoría popular movilizada para sustentar la agenda transformadora, no sólo implica a las organizaciones sociales y políticas emergentes de la gran crisis del 2001, sino que debe involucrar al ancho conjunto de los trabajadores, que sólo en la afirmación de una agenda nacional de desarrollo tienen la alternativa de consolidar y perfeccionar la protección de sus derechos.
Trabajadores hermanados con sus pares de América latina, en el entendimiento que en la integración regional está la única posibilidad de hacernos respetar en un mundo de prepotentes armados hasta los dientes y de seguir caminando juntos sin pausa en el camino de la transformaciones sociales más profundas que tengan lugar ahora mismo en todo el mundo, en democracia y pacíficamente, con el poder de las mayorías.
Reconstruir su lugar de columna vertebral del movimiento nacional y popular es una de las principales transformaciones políticas pendientes. Y urge hacerlo, porque al mismo tiempo es la única garantía estratégica de hacer irreversible el proceso de cambios.
*Gerardo Codina, psicólogo, escritor, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.
[1]El imperialismo, fase superior del capitalismo. V. I. Lenin. Obras Escogidas Tomo 5, páginas 192 y 193. Editorial Progreso, 1973.
[2]Ver Godio, Julio. Historia del Movimiento Obrero Argentino.
[3]Basta recordar el llamado Pacto Roca Runciman, suscrito en 1933.
[4]Incluso Paul Krugman, habitualmente crítico de los desmanejos financieros del neoliberalismo, lo afirmó pocos días atrás en Buenos Aires, en ocasión de participar en el II Congreso Internacional de Responsabilidad Social. Advirtió que “el problema es que se mantuvo la heterodoxia durante demasiado tiempo”.
[5]“La región latinoamericana y sus perspectivas”. 29 de octubre de 2014. https://www.tesis11.org.ar/la-region-latinoamericana-y-sus-perspectivas/#more-6951