Política y cine. El vice (2018) de Adam Mckay (Valentín Golzman)

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(cultura/cine)

Valentín Goldzman* 

“…es en la imagen donde nuestra memoria consolida la historia.”[1]

 Sobre el cine ficcional y su representación de lo real:

 Entrevistadora: Dos tercios de los americanos dicen que la guerra de Irak no vale la pena.

Dick Cheney: ¿Y qué?

E: ¿Y qué? ¿No le importa lo que piensa el pueblo americano?

CH: No. [2]


Si bien el film representa la trayectoria de Dick Cheney[3] desde su juventud, cuando era un operario estatal hasta que logró convertirse  en uno de los hombres más poderosos del planeta, no estamos frente a una película de género biográfico: El Vice es un film acerca del poder, de cómo obtenerlo, defenderlo y ejercerlo. Así de simple.

De la película emergen las debilidades y limitaciones de los sistemas democráticos: muestra la forma en la que, en Estados Unidos, que ha dado en llamarse democracia modélica -con su congreso y corte suprema como expresiones de control sobre el ejecutivo- un hombre pudo  decidir, sin ningún control, sobre la vida y muerte de millones de habitantes del planeta.

La película representa a Cheney encarnando la ultra derecha conservadora del partido Republicano. El film pone bajo una lupa lo peor de la política y simboliza en el personaje aspectos de lo peor del sistema capitalista.

El poder, como en nuestras y otras playas, constituye un trampolín para concretar negocios: cuando Cheney ascendió a la vicepresidencia era director ejecutivo de Halliburton, empresa petrolera cuyas acciones-lo remarca el film- subieron 500% tras la guerra de Irak. Luego, la empresa  obsequió a Cheney con un bono por 26 millones de dólares.

Una de las escenas centrales del film es la que representa el momento en el que, previo a las elecciones de 2002, Cheney impone al débil e inseguro candidato presidencial Jorge W. Bush sus condiciones para acompañarlo en la fórmula presidencial. Durante el encuentro, mientras Bush sigue devorando su plato de carne, en escenas filmadas plano y contraplano, el director representa la forma en la que Cheney logra un acuerdo para hacerse cargo -de salir electos- de manejar el ejército, la política exterior, el aparato estatal y la energía: o sea el mando total del país.

Apoyados en los resquicios que ofrecían la Constitución y un grupo de leyes, se realiza un salto legal gigantesco. Gracias al mismo, tras el ataque –el 11 de setiembre de 2001- a las torres, Cheney y su grupo comienzan a operar con total impunidad. Basados en mentiras y medias verdades realizan la invasión a Irak, cuya riqueza petrolífera constituía una preciada joya. Luego, pasando por encima de la Convención de Ginebra, torturan a prisioneros de guerra, rebautizando dichas acciones como “método de interrogatorio mejorado”.

Otro ángulo de lectura del film habilita seguir paso a paso la forma en la que  Lynn, la esposa de Dick Cheney, opera sus propias ambiciones desde la sombra y las proyecta sobre su esposo. Acertadamente el director ha trazado desde las primeras escenas, un paralelo entre la ávida de poder Lady Macbeth (Shakespeare) y Lynn.

El film representa también las complejas relaciones de Cheney con otras figuras clave de la política estadounidense de esos años, tales como  Donal Rumsfeld y Colin Powell.

En correspondencia con lo representado en las distintas secuencias, el ritmo de muchas de ellas –en especial las que refieren a la guerra en Afganistán e Irak- se torna frenético.

Es así que el director, junto a las brillantes actuaciones de los personajes, consigue generar una impactante sensación de credibilidad. El sonido que se acopla a distintas secuencias del film opera como un personaje más. Por momentos magnetiza la pantalla y potencia los diálogos. En algunas escenas parece penetrar la mente del silencioso Cheney y la de su esposa, e interpretar pensamientos y sentires.

En algunas de las escenas jugadas en los interiores, la fotografía y la iluminación remiten a Rembrandt y al film El padrino, de Francis Coppola. Las tragedias que vemos representadas en la pantalla por momentos se atemperan gracias a las formas satíricas, las ironías y sarcasmos que adopta el director al avanzar en el relato.

El film, dado el momento en el que fue realizado, impulsa a conectar, en la mente del espectador la gestión de Cheney (2002-2009) con la actualidad de un Estados Unidos gobernado por Donald Trump. La diferencia pasa por el hecho de que Cheney operaba en las sombras, en tanto Trump opera desembozadamente. 

Ficha técnica

Vice; EE.UU. (2018)

Dirección y guion: Adam McKay

Fotografía: Grieg Fraser

Música: Nicholas Britell

Interpretes; Cristian Bale, Amy Adams, Steve Carerll, Sam Rockwell, Jesse Plamons.

Duración: 132 minutos

*Valentin Golzman, Economista, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11

[1] Yoel Gerardo (compilador), Pensar el cine,  imagen, ética y filosofía. (2004) Valentin Alsina, Manatial, Pág. 17.

[2] Entrevista representada en el film. Minuto (1:53:40).

[3] Dick Cheney tiene una larga trayectoria de servicio público,  que comienza en 1969 cuando se incorpora al gobierno de Nixon. Ésta culmina como vice de George W, Bush (2002-2009). Al mismo tiempo tenía lazos con poderosas empresas petroleras y con la industria militar: Halliburton y Lockeed Martin.

 

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