María Mercedes Montero*
El NO que franceses y holandeses dieron en el referéndum de reatificación de la Unión Europea fue un verdadero cataclismo en Europa. Cuando las encuestas apuntaban a un triunfo del NO también en Inglaterra, Blair suspendió el referendo indefinidamente. Sin embargo, no fue un voto contra la integración europea sino contra el modelo económico que conlleva la Constitución.
El 29 de octubre de 2004 los Jefes de Gobierno de los Estados miembros de la Unión Europea firmaron en Roma el tratado internacional por el que se instituía la “Constitución Europea” o “Tratado Constitucional”. El objetivo de esta Constitución era la creación de una Unión Europea de 25 Estados miembros y 450 millones de habitantes. El mundo asistió expectante al nacimiento de la nación europea, que borraba las fronteras y facilitaba el tránsito de sus nacionales y sus mercancías por sus países miembros.
La Constitución definió el marco en que puede actuar la Unión Europea y creó un sistema institucional: Parlamento Europeo, Consejo de Ministros, Comisión Europea, Tribunal de Justicia de la Unión Europea, etc.
La Unión Europea instauró una moneda única, el euro, que rápidamente superó al dólar en valor y se convirtió en la moneda competidora como refugio de capitales. Esa forma de asociación frecuentemente se citaba como uno de los modelos de referencia para la integración de América Latina.
La Constitución debía entrar en vigencia el 1º de noviembre del año 2006, previo proceso de ratificación en cada uno de los países miembros.
Europa parecía encaminada hacia su destino manifiesto, la unión bajo el modelo económico plasmado en su proyecto constitucional. Sin embargo, dos de los países fundadores de la Unión, Francia y Holanda, dieron un cataclísmico NO a la constitución propuesta y en Inglaterra, donde las encuestas también daban como ganador al NO, Tony Blair pospuso indefinidamente el referendo.
¿ Qué pasó? ¿ Es que los europeos se oponen a la integración de las naciones de su continente?
No necesariamente, dicen destacados analistas políticos cuya opiniones sobre las causa del rechazo a la Constitución Europea en los últimos referendos ratificatorios citaremos a continuación .
Jürgen Habermas: Es la gran figura del pensamiento europeo contemporáneo. Filósofo alemán, ganador del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2003.
Una Constitución ilegible no puede estimular la fantasía. No representa una estructura transparente de normas fundamentales, como suele ser una verdadera Constitución. Pero hay otra razón más profunda de su ilegibilidad: falta la perspectiva que podría facilitar el reconocimiento de la razón por la que Europa necesita ahora una Constitución.
En tiempos de cambios económicos a escala mundial se avecinan conflictos de reparto en la Europa compleja de los 25 . Ahora los ciudadanos quieren saber adónde va a llevar este proyecto que influye a diario en su vida. La unificación europea, si pretende obtener el apoyo de los ciudadanos, tiene que ir de la mano de una perspectiva política.
Los políticos tuvieron sus razones para rehuir el debate público acerca del objetivo de la construcción europea. Ahora sus bases electorales les devuelven la basura que durante años les han estado barriendo debajo de sus alfombras y, como muestra de terca protesta, se la han colocado amontonada delante de su portal.
El terreno europeo ya está seriamente minado por los intereses contrapuestos de los países miembros más ricos y más pobres, los más grandes y los más pequeños, los más antiguos y los más nuevos. También los mitos de las historias nacionales contrapuestas han dejado sus profundas huellas.
En cualquier caso, si se toma al pie de la letra la explicación de los noes socialistas franceses, los votos de una mayoría de los electores no iban dirigidos contra la continuación del proceso de construcción europea. En definitiva, el voto significa un “así no”. El “¿entonces cómo?” es una pregunta que no se puede responder mediante un plebiscito.
Lo que para Habermas resulta claro es que quien sale ganando son los defensores del mercado neoliberal ya que disfrutan de los beneficios de una globalización no regulada.
Habermas no ve una perspectiva muy positiva si existe una unión económica pero no la unión política establecida por una Constitución: “Se puede entender el repentino interés hacia Europa por parte de los halcones republicanos como Newt Gingrich, pues el escenario más probable es que nuestro continente, unido económicamente, pero desmoronándose como unidad política, pierda su rumbo y vaya viéndose atraído hacia la esfera social y política de la potencia hegemónica”.
Ante este escenario Europeo Habermas tiene una propuesta para salvar la unión: “una pro-fundización de la unión política llevaría a superar el estancamiento de los acuerdos intergubernamentales y devolverles a los ciudadanos europeos voz y voto. Sería entonces cuando se crearían nuevos espacios para la competencia abierta en cuanto al rumbo político fundamental de la Unión.
El procedimiento para esta alternativa a la fuerza natural de las circunstancias existentes está previsto en los artículos 43 y 44 del Tratado de Niza. Según éste, algunos miembros fundadores podrían tomar la iniciativa para saber si los Estados que integran la Unión Monetaria estarían a favor de una “cooperación reforzada”. Las reglas de este tipo de cooperación podrían mostrarle el camino a una futura Constitución.
James Petras, destacado politólogo norteamericano. Docente e investigador del Departamento de Sociología de la Universidad del Estado de Nueva York (Binghamton).
Los profundos cambios estructurales en Europa han perjudicado a la vasta mayoría de trabajadores, agricultores, profesionales asalariados y pensionados europeos, sin respetar fronteras geográficas y políticas, edades o nacionalidades.
El voto por el NO fue un rechazo a las privatizaciones, la subcontratación de trabajo en el extranjero, las reubicaciones de fábricas y la legislación social regresiva que se han implantado en consonancia con lo que se denomina “integración”, “competitividad” y “engrandecimiento” de la UE. El negativo pasado y la promesa de un futuro aún peor pesaron con fuerza en la decisión de los electores.
El NO en Francia y Holanda fue una afirmación y defensa de su sector público de servicio social, su legislación laboral, su protección de salarios y empleos, que se ven amenazados por la nueva concentración de poder en Bruselas.
La Constitución creaba el mecanismo institucional para arrancar las decisiones socioeconómicas cruciales de manos de las legislaturas y autoridades locales, las cuales están sujetas a presiones populares (huelgas generales, protestas en masa), y llevarlas a Bruselas, donde el bloque de los países de nuevo ingreso a la UE, aliado con la derecha de Europa occidental, tendría la última palabra sobre políticas.
Ignacio Ramonet, director de Le Monde Diplomatique, director de Manière de Voir.
Doctor en Semiología y en Historia de la Cultura, catedrático de teoría de la comunicación, Universidad Denis-Diderot, París. Profesor invitado, Universidad Carlos III, Madrid. Especialista en geopolítica y estrategia internacional (experto-consultante de Naciones Unidas, Nueva York).
Desde sus comienzos en 1958, y sobre todo a partir del Acta Única europea de 1986, la construcción comunitaria ejerció una coacción creciente sobre todas las decisiones nacionales. El tratado de Maastricht (1992) y después el Pacto llamado de Estabilidad y Crecimiento (1997) les quitaron a los gobiernos dos de las palancas principales de la acción pública: la política monetaria y la política presupuestaria. La tercera, la política fiscal, es cada vez menos autónoma, porque se inscribe en una lógica generalizada de “competencia libre y no falseada”.
El voto por el NO ha sido un voto sumamente informado por miles de encuentros, debates y lecturas, dado que las obras sobre la Constitución han figurado durante meses a la cabeza de los éxitos en las librerías. Frente a la propaganda del Estado, retransmitida por la mayor parte de los medios, los ciudadanos quisieron formarse su propia opinión. Les ayudó el trabajo de hormiga realizado sobre el terreno por múltiples colectivos que se instauraron espontáneamente en toda Francia, especialmente los comités locales de Attac. Esta abundancia hace honor a la democracia…
¿Ha sido un voto nacionalista? No, ha sido mayoritariamente un voto pro europeo. No se equivocaban en ese punto todos los sindicalistas y militantes sociales de muchos países de la Unión Europea que desde sus lugares o a través de su participación en la campaña francesa atestiguaron su solidaridad con la aspiración a otra Europa esgrimida por las fuerzas vivas del NO. Privados de referéndum, muchos europeos pidieron a los franceses que emitieran en su nombre un voto por procuración.
El no del 29 de mayo no cierra ninguna puerta. En cambio, da vía libre a todas las esperanzas.
http://www.nuevaprensa.com.ve
*María Mercedes Montero
Miércoles 22 junio 2005
(extraído de la página web de BELLACIAO)