Revista Nº 150 (06/2022)
(nacional/política/economía)
Isaac Grober*
Soporte teórico y fáctico del actual programa económico nacional. Objetivos prioritarios y el rol que adjudica a los actores. Contrastes con la realidad. Perspectivas. Responsabilidad y papel que es necesario asuman las organizaciones populares.
Clarificar la lógica interna del programa económico del gobierno nacional es de interés para una mejor comprensión del debate político entablado entre las visiones en pugna al interior del Frente de Todos.
Ninguna de ellas omite el cómputo de la catastrófica herencia macrista superpuesta a los efectos de la pandemia del coronavirus, las que en conjunto potenciaron los problemas de vieja data que traban el desenvolvimiento económico del sistema y el bienestar de las mayorías: la desigualdad social, la concentración de los ingresos y de la riqueza, la creciente extensión e intensidad de la pobreza, un ritmo de crecimiento bajo e irregular con insuficiente inversión dentro de una estructura productiva desequilibrada, responsable además de alimentar y sostener la restricción externa, conformando un todo acosado ahora por una deuda descomunal y la puja distributiva por la apropiación del excedente, inevitable motor de la inflación.
Para enfrentar y revertir este escenario la conducción económica diseñó un programa macro que para Martín Guzmán, el ministro, es “consistente y creíble”, que al anclar expectativas, “tranquilice la economía” y contribuya a ordenarla. Este es un objetivo que tiene carácter de ineludible prioridad. Con su puesta en marcha busca generar – dice – un clima propicio para “iniciar un proceso de construcción de confianza y certidumbre” que potencie los proyectos de inversión privada y colabore con la desescalada inflacionaria.
Programa diseñado. Medios y fines
Variable medular de este esquema es la acumulación genuina de divisas sustentada en un perfil productivo capaz de generarlas. Es un objetivo que para alcanzarlo promete un tipo de cambio que se irá moviendo en forma consistente con la estabilidad de la balanza de pagos (variando al ritmo de la inflación local) y una normativa que aliente las exportaciones.
La necesidad de mayores reservas apunta tanto a cubrir los requerimientos para la atención de los servicios de la deuda externa como la de evitar los tradicionales estrangulamientos de la balanza de pagos, disparador de las recurrentes crisis de la economía. Pero además, esa mayor disponibilidad de divisas hace a la necesidad de hacer frente a la incertidumbre externa, vehículo inductor de la generación de expectativas adversas y su repercusión sobre los procesos inflacionarios. El incremento de reservas es pues pilar para alcanzar la estabilidad cambiaria y meta ineludible para bajar la inflación.
Muestra concreta de esta política es la negativa a la fijación de cupos y suba de retenciones a la exportación de las materias primas agropecuarias, pese al reconocimiento de ser herramientas idóneas para el desacople de los precios domésticos respecto de los internacionales, aún en tiempos que soportamos, la explosión de precios en el mercado mundial, hecho que ha contribuido a que la suba interanual a mayo de los precios al consumidor superara el 60%. De los U$D 78.000 millones exportados en el curso de 2021 hay un 94% de productos con reducción o eliminación de retenciones. “Argentina necesita dólares” es la línea que impera para no confrontar con los sectores proveedores de divisas.
Otra muestra es el nuevo y flexibilizado régimen de acceso a las divisas para el sector hidrocarburífero, resolución con la que se pretende estimular un flujo inversor hacia este sector con vistas a erigirlo en polo exportador, liberalidad que se contrapone con las actuales limitaciones al libre flujo de importaciones en razón de la debilidad de las reservas externas.
Completan esta rápida revista del esquema programático el propósito de proyectar un rumbo que, como parte del esquema para atacar a la inflación, vaya reduciendo el déficit fiscal y la emisión monetaria y aparte, una política de tasas reales de interés positivas (superiores al ritmo inflacionario y al del ajuste del tipo de cambio) que sirvan de incentivo para que el ahorro líquido fluya hacia activos en moneda local.
Aquí vale una primera conclusión. Pese a que dentro de los objetivos proclamados está el de la elevación real de los salarios y la expansión de la inversión en infraestructura pública, en ciencia y tecnología, insoslayables para dinamizar el mercado interno y crear empleo, la concepción del programa apunta a una orientación exportadora para el desarrollo futuro, contradiciendo el sendero tradicional de la economía argentina para la cual el mercado interno fue y es responsable del 70/80% del PBI, o dicho con más propiedad, es un modelo que subordina el desarrollo del mercado interno al crecimiento de las exportaciones bajo el supuesto adicional de que los nuevos polos tendrán un gran efecto multiplicador hacia el interior del sistema.
El riesgo de un colapso climático al que está expuesto todo el planeta y por tanto la supervivencia de los seres vivos, augura – si se llega a tiempo – una nueva matriz tecnológica, productiva y comercial durante la transición energética y con ello la avidez del mercado mundial por recursos naturales con los que Argentina cuenta: los hidrocarburos, en especial el gas, titular de la segunda reserva mundial del tipo no convencional (Vaca Muerta) y minerales, como el litio, con reservas del mismo orden a nivel global y que con 40 mil toneladas anuales, hoy detenta el cuarto puesto dentro de las exportaciones mundiales.
Atento a estos antecedentes el gobierno nacional apuesta a que la permanencia en el tiempo de esta orientación exportadora pueda dar pie a una transformación a largo plazo de nuestra estructura productiva, a la que en lo fundamental incorporaría los polos energético y minero como proveedores de divisas, de preferencia concentrada hasta hoy en el sector agroexportador.
Para eso está en marcha la construcción del gasoducto Néstor Kirchner y las negociaciones para la incorporación de nuevos inversores que desarrollen los yacimientos de litio. En paralelo se está finalizando la primera planta nacional de desarrollo tecnológico de celdas y baterías de ion litio, iniciativa a cargo del CONICET, Y-TEC y la Universidad Nacional de la Plata.
En este escenario de mayor aptitud exportadora no estarían excluidos la agroindustria, la industria de maquinaria y equipos para la producción de alimentos y el sector automotriz.
La realidad y las perspectivas
Ningún diseño de proyecto económico a nivel país que aspire a cambios reales augura un destino exitoso si omite la consideración de la estructura social y la gravitación de sus clases, sus contradicciones y por tanto la pugna entre los intereses en juego, porque toda política económica debe necesariamente operar en el seno de conflictos entre las clases sociales. Optar por este último enfoque brindará siempre un escenario totalmente diferente y probablemente, si la percepción de la realidad es certera, más apropiada para el diseño del cómo y sobre qué actuar.
Y al parecer es ésta una de las falencias de los fundamentos ministeriales, porque al exponer por ejemplo sobre cómo operarían las variables elegidas y el rol que les atribuye, las contradicciones fruto de las oposiciones de clase no aparecen, no se las menciona, ni se indica cómo se las enfrenta, ello más allá de la validez o no de objetivos perseguidos. Lo ilustra el que en las distintas disertaciones del ministro de economía no se haya referido a la subordinación de la economía y los problemas que se pretende enfrentar en razón la presencia y acción del capital concentrado y su consecuencia, el peso de la financiarización de los excedentes.
Veamos por ejemplo las herramientas que concibe para el combate contra la inflación. Frente a un problema social y político de la envergadura que hoy tiene y la premura por acotarlo, ignorando aparentemente el decisivo papel de los oligopolios en la formación de los precios, se conforma con la creencia de que es esencial contar con un programa de ortodoxia monetaria acompañado de una política que rompa con la inercia inflacionaria, que permita acumular suficientes reservas en divisas como para que otorguen estabilidad cambiaria, “tranquilicen la economía” y con ello transformen las expectativas. Aunque no desmerece una política de precios y acuerdos (Precios Cuidados), se muestra convencido de lo fructífero de la convocatoria al empresariado, el del capital concentrado, con el que apelando al diálogo se cree el clima que contribuya a “construir más entendimiento y confianza”. Al parecer, los CEO de La Anónima y de Arcor no le entendieron. Y los demás tampoco.
De paso y con el beneplácito de los agroexportadores, reniega de la suba de aranceles a la exportación de materias primas agropecuarias y a la fijación de cupos; se dejó pasar la oportunidad de tener una empresa pública de comercialización y producción de alimentos, caso Vicentín, que además sirviera como ente testigo; quedó en manos de la justicia y se prescindió de convocar a la movilización popular para enfrentar la resistencia de las cableoperadoras reacias a aceptar los límites a la variación de tarifas dispuestas para un servicio declarado de interés público; la ley de abastecimiento existe pero no se aplica. Es cosa de un lejano pasado las Juntas Nacionales de Granos y la de Carnes. Por qué no una empresa nacional de alimentos y la difusión de mercados de concentración con los que, acercando el productor al consumidor, se neutralice la intermediación parasitaria y especulativa. Mientras se aplica el programa del FMI que es intrínsecamente inflacionario. Y así de seguido. Al parecer, para poner freno a la carrera de precios alcanza con un programa macroeconómico “consistente y creíble” que genere mayor disponibilidad de reservas de divisas y por eso cambie las expectativas.
Por un lado se proclama lo multicausal como determinantes de la inflación, pero a la hora de la formulación del programa y de la acción pareciera que todo se reduce a las expectativas- Así nos va.
Vale también el interrogante de cómo se articula la consistencia del programa macroeconómico y su credibilidad con la probada actitud desestabilizante y hasta golpista que hoy exhibe el capital concentrado, para el cual el precio, además de usarse como herramienta para la apropiación del excedente, es también un instrumento de provocación y lucha política para eternizar su poder.
Otro tanto ocurre con el propósito de remodelar la economía nacional hacia una orientación exportadora en el marco de una Argentina con un alto nivel de concentración y extranjerización en casi todas las actividades de la producción, el comercio y los servicios, más la subordinación del todo a la hegemonía del capital financiero y ahora sometidos a la extorsión de la deuda externa.
Dentro de este encuadre, el poder real, responsable histórico de este escenario, le impuso y le impone al país una matriz predominantemente extractivista, primario exportadora o con alguna industrialización de los mismos, en el mejor de los casos, con limitaciones para la sustitución de importaciones y para desarrollar la industria en profundidad, generar empleo. En otras palabras, restricciones para edificar una economía dinámica e inclusiva.
Lo esencial para aquella orientación es el mercado externo, la generación de divisas a como dé lugar y con la cual atender los servicios de la deuda, la repatriación de capitales, la remisión de utilidades, la financiarización y la fuga. Cuando se llega al límite y los dólares no alcanzan, ajuste y devaluación y degradación de la calidad de vida de las mayorías. Por eso la restricción externa, como fenómeno estructural, siempre está presente, lo mismo que la necesidad de recurrir a la deuda. Y hasta tanto no se neutralice o remueva este esquema de poder real, es ilusorio el tránsito hacia la solución perdurable de la pobreza y la creciente diferenciación social.
Mientras, siendo imperioso engrosar las reservas en divisas, sigue vigente el Decreto 949/2020 que mantiene abierta la puerta a la no recuperación de la soberanía sobre el eje fluvial Paraná- Paraguay y sigue en manos privadas el control de los puertos sobre esa vía acuática, en conjunto canal tradicional del contrabando. No se pesa ni controla el contenido de las exportaciones. Así miles de millones de dólares anuales fluyen off shore a las guaridas fiscales.
Se mantiene sin definición las obras para hacer operativo el Canal Magdalena, obligando por ello a depender del puerto de Montevideo, erogando por eso fortunas que encarecen la logística de lo que se importa y exporta y se limita y encarece la comunicación con la ribera atlántica.
Después de tanta experiencia, enseñanzas y sinsabores acumulados ¿no es hora de constituir una organización pública o mixta, con la participación de cooperativas, por ejemplo, abocada al comercio exterior de granos, cereales, derivados e insumos para la producción agropecuaria?
La urgencia por reforzar las reservas cambiarias obliga a acelerar la investigación y reparación por la fuga de divisas e imponer a los principales demandantes de divisas que demuestren la fuente de recursos con los cuales la sustentan, ya que en muchos casos sus balances no lo atestiguan
¿A qué se espera para declarar como servicio público la actividad bancaria y redirigir el crédito a la atención de las auténticas necesidades nacionales, acotando la operatoria especulativa?
Es imperiosa la reforma impositiva integral orientada en una dirección más ajustada al criterio del gravamen en función de la capacidad contributiva
No es burocracia, ni falta de eficiencia, ni carencia de funcionarios inteligentes. Son intereses y un poder real que obstruye y agrava las falencias y que, en lo que hace a la subjetividad, a la construcción del sentido común, fomenta la vigencia de la política que abierta o solapadamente impone medidas que responden a la teoría del derrame.
No está en cuestión la necesidad y conveniencia de potenciar la exportación, en particular aquella con el mayor valor agregado posible. Lo que no existe es sustitutos a la prioridad del mercado interno y los factores que lo determinan y dinamizan. En el actual contexto la orientación exportadora no es una salida posible porque amén de los tiempos que insume, incompatibles con nuestras urgencias, es incapaz de remover las causas del relativo estancamiento y las penurias que afectan en forma creciente a las mayorías, con mayor gravitación en los sectores más vulnerables.
Conclusiones
Lo hasta aquí esbozado no es en esencia, con sus particularidades, exclusividad argentina. Está inmerso en un mundo que transita con un rumbo aun indefinido hacia una era históricamente nueva pero en un estado en el cual lo viejo todavía no murió y lo nuevo no termina de nacer. El riesgo del colapso climático, aun siendo responsabilidad de lo viejo, es sólo una parte.
Manifestación clara de estos cambios es la decadencia de la hegemonía de los EE.UU en lo económico, en lo político y en la valoración que de él tiene el resto del mundo, su prestigio de otrora. Son los verdaderos motivos que subyacen tras la guerra en Ucrania, su disputa con China y la intensificación de sus presiones sobre los gobiernos latinoamericanos para frenar sus acuerdos con el gigante asiático en materia de emprendimientos estratégicos, infraestructura, energía y comunicaciones.
Otra muestra, si se acepta, es el tono y saludable discurso que como presidente de nuestro país y titular pro témpore de la CELAC, Alberto Fernández pronunció en la reciente Cumbre de las Américas, inimaginable hasta hace muy poco tiempo atrás. Muestra de que los pueblos de este continente – el discurso fue consensuado entre varios presidentes – le están perdiendo el miedo al poder real, a las oligarquías responsables de la construcción de la actual matriz productiva y de los programas económicos y políticos que ahora se muestran inviables para resolver las trabas e inequidades, su crisis.
En perspectiva está el rechazo al status quo. Lo que está pues en debate es el verdadero poder y la base material y las del sentido común, la subjetividad sobre la que se sustenta. Lo evidencian también los pronunciamientos populares de sentido progresista o de izquierda en varios países de nuestra América.
Cada vez está más expuesta a la luz la necesidad de cambios profundos y más sometidos con naturalidad al debate. Sólo que éstos, para ser eficaces, tienen que tener una perspectiva y carnadura política. Quienes y para qué las llevan a cabo. Qué tipo de sociedad se quiere construir.
Es un proceso que tendrá las más favorables perspectivas en la medida en que se construya en base a la unidad y su integración en un solo torrente entre las diferentes partes del pueblo y también proyecten con ese mismo sentido a la América Latina toda, formando un cuerpo unido de países y pueblos integrados para operar, económica y financieramente, un mercado común y un Banco del Sur y al mismo tiempo terminen siendo expresión de poder ante el mundo, una expresión auténtica de su ser. Es un proceso no exento de trabas y dificultades, porque oponiéndose hay también poderos intereses a los que hay que vencer. La lucha desplegada en forma aislada, hace a los pueblos y a los países más vulnerables
Entre nosotros, argentinas y argentinos, cabe a las organizaciones del campo popular involucrarse en esa lucha de forma unida y coordinada, partiendo por la motivación en la conquista de las reivindicaciones que constituyen derechos que son sentidos y necesarios y que asociada al debate cultural, ideológico, accedan a un más elevado nivel de conciencia, de un sentido común acorde a la nueva era, a construir un contrapoder, de modo que las transformaciones que impulsen viabilicen el logro perdurable de una calidad de vida superior para todo el pueblo, hecho que sólo será posible en forma plena en el marco de una democracia en la que el pueblo sea el constructor y activo partícipe de las decisiones de la esfera pública.
*Isaac Grober, Contador Público y Magíster en Economía, miembro del Consejo Editorial de Tesis 11