“…Que el mundo fue y será…” Entre la inmoralidad institucionalizada, “Cambalache” y un futuro tan incierto como peligroso

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Revista Nº 158 (03/2025)

(internacional)

Claudio Ponce*

Cumpliendo el primer cuarto del siglo XXI, los pueblos que habitan el continente europeo, como así también los que viven en el territorio americano y africano, o sea la región occidental del planeta, se encuentran padeciendo un proceso de decadencia integral que pareciera no tener límite. Al parecer, el sistema capitalista en su versión neoliberal-imperialista demanda cada vez más intensamente la necesidad de políticas autoritarias para sostener su modelo. La vida en la llamada “civilización occidental y cristiana” denota cada vez menos atisbos de civilización y mucho menos aún, señales de mantener las ideas y los valores sustentados por el cristianismo. La guerra, el racismo, el desprecio por el semejante y la intolerancia a la diversidad, son las característica de una forma de vida que se presenta como la única posible.

El marco internacional del occidente capitalista ha llegado a un grado de envilecimiento nunca imaginado para las “hipotéticas democracias” de la región desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Durante los últimos tiempos, el proceso de deshumanización sistémico nunca se detuvo en los países del oeste planetario. Por el contrario, la “neo-colonización semiológica”, cuya meta de conquista nunca fue “física” sino que apuntó siempre al “dominio del alma”[1] de las personas que vivían en las sociedades capitalistas, tuvo y tiene aún la finalidad de anular la conciencia comunitaria a los efectos de consolidar el más profundo individualismo predicado por la cultura neoliberal. De esta forma, la degradación cultural observada en la actualidad fue mucho más allá de las profecías del poeta y músico argentino Enrique Santos Discépolo cuando preanunciaba hace casi cien años que el mundo se convertiría en un conglomerado de “inmoralidad institucionalizada”, un lugar plagado de ridículas contradicciones donde el único “valor” sostenido había sido siempre la defensa de los intereses individuales a cualquier precio.

El panorama político del mundo contemporáneo muestra un indiscutible conflicto entre los “supuestos defensores” del liberalismo económico y los proyectos económicos planificados por el Estado cuyo éxito deja en evidencia la falacia de la “auto-regulación del mercado”, así como el embuste que afirma que el crecimiento económico solo es posible con el retiro del Estado. Estos experimentos solo se pusieron en práctica en su totalidad en América Latina en particular, y en otras regiones del Tercer Mundo en general, pero siempre a través de dictaduras que tuvieron que cometer horribles genocidios para imponer el modelo en cuestión. En EEUU y Europa solo se pusieron en práctica parcialmente en las gestiones de Margaret Thatcher en Inglaterra, y Ronald Reagan en los Estados Unidos durante la década de los años ochenta. Más allá del actual dilema político y económico entre el modelo liberal o los Estatismos de Oriente, herencia de la “guerra fría”, la coyuntura actual se observa muy compleja por inválidas luchas por la hegemonía mundial entre la alianza Ruso-China y unos EEUU en franca decadencia, con el agregado de endebles alianzas con una Europa dañada por la guerra entre Ucrania y Rusia. A esta difícil situación se le debe sumar el conflicto en Oriente Medio donde también el “Tío Sam” pretende terminar la guerra solo pensando en su beneficio, aunque sea a costa de la expulsión de la población de gaza para fundar un “protectorado” norteamericano. Si a este horizonte le sumamos además las dificultades de América Latina, la coyuntura de los países de medio oriente y de occidente se están llevando la vida de cientos de miles de personas que mueren día a día solo beneficiando a una “oligarquía mundial” que concentra cada vez más capital a la vez que extiende su dominio sobre la población mundial. Por otra parte, se agrega que en muchos países de occidente, hoy conforman gobierno sectores de la derecha política que reflotan las viejas ideas que hasta hace un breve tiempo atrás fueron las que llevaron a cabo las más grandes atrocidades consideradas por de la Historia de la humanidad.

El segundo gobierno de Donald Trump en los Estados Unidos, en su desesperada competencia con una República Popular China que cada vez con mayor intensidad aventaja con su evolución tecnológica y su desarrollo económico al viejo imperialismo norteamericano, asumió su gestión con una serie de amenazas que intentaron infundir un temor que, por lo visto, ni en la Rusia de Putin y menos aún en el “gigante asiático” influyeron demasiado. Solo pareció generar resquemor y atención en Oriente Medio y algunas naciones de África y América Latina. La nueva presidencia de Trump fue la primera gestión que mostró en el propio gabinete a un grupo de híper-millonarios que, sin ser casualidad, son los mismos que financian el resurgimiento de los partidos políticos que pretenden la reinstalación de regímenes totalitarios de corte nazi-fascista. Así lo hace Elon Musk con el partido neonazi en Alemania y así sucede con el apoyo económico a todos estos sectores tanto en Europa como en Latinoamérica. El objetivo del aval a la extrema derecha política no radica en un hecho ocasional y útil para los ricos, sino que es una necesidad esencial del sistema capitalista para que este funcione como tal. Este objetivo tiende a profundizar el odio de clase, o de género, e incluso entre etnias, o de cualquier valor que reconozca la “otredad” y la “dignidad de los semejantes”. En realidad, este personaje de Elon Musk y el resto de los oligarcas del planeta solo son la muestra del verdadero rostro del capitalismo: esencialmente autoritario, racista, violento y opresor que hoy día tiende a la destrucción de la población del mundo considerada sobrante e innecesaria para el buen funcionamiento del sistema. De hecho, EEUU y  algunos gobiernos americanos y europeos se acercan bastante a esta política concreta y a la vez están demostrando hacia donde marchan las  “democracias  occidentales”. ¿Existe posibilidad de evitar la concentración en manos de una oligarquía que pretende la consolidación de capitalismo en un imperio global solo controlado por esos pocos infames?

El devenir de la Historia Humana brinda otra vez un nuevo contrapeso al proceso de acumulación de riquezas y al control globalizado del sistema. Tanto América Latina como las naciones africanas tienen la posibilidad de no quedar pegados al esquema de este poder concentrado. La posible apertura de formación de un sistema de alianzas con China y Rusia, por ejemplo los BRICS, puede ser la mejor defensa frente a los embates del “Tío Sam” y sus aliados. De esta manera pueden volcarse a mantener una política externa volcada a la multipolaridad en este mundo tan complejo y desfavorable, aunque no siempre sea ni fácil ni sencillo, vale la pena el riesgo. Pero para ello quizás sea fundamental una fuerte transformación cultural, ya que la decadencia en este campo facilita y facilitó la imposición del autoritarismo y el individualismo tan necesario para el sistema de dominación. Gobiernos como la gestión de Milei en la Argentina, otros de América Latina y algunos de los países africanos, dóciles y genuflexos a la “fe” del neoliberalismo que se difunde como la única opción de vida posible para estas naciones, están “marcados por el destino” de aceptar cobardemente el dominio de esa plutocracia que se consolida en el oeste del planeta. De allí el fomento del egoísmo para la “conquista de voluntades”, de allí la generación de guerras focalizadas, de allí las amenazas y presiones en materia de política exterior, en fin, todo lo que pueda hacer factible el control y la vigilancia de los pueblos. Por eso, el gran enemigo es China y su alianza con Rusia. A su vez, en el actual contexto también la India y Corea del Norte son aliadas de la economía China. Si a su vez, las posibles negociaciones para la finalización de la guerra por Ucrania, salen “medianamente empatadas” entre Putin y Trump, con un control repartido de las “tierras raras”, la Unión Europea se irá convirtiendo en una base de control de operaciones para los EEUU, pero además en una zona de influencia de suma importancia de parte de Rusia para con un viejo continente muy dependiente del gas y el petróleo ruso tan necesario para mantener la energía en Europa. Frente a las desquiciadas propuestas políticas del protectorado en Gaza, de la toma del canal de Panamá o de la invasión de Groenlandia, frente a la difusión del autoritarismo y el desprecio del “otro”, frente a los irracionales discursos de las derechas europeas o del estereotipo televisivo de la derecha que hoy gobierna la República Argentina, todavía queda la “racionalidad de Oriente”, un modelo de objetivos no tan conocidos pero que evidencian un mayor respeto por el ser humano, muy distinto a las repugnantes ideas y prácticas del capitalismo neoliberal imperialista.

El dilema que vive el contexto internacional queda pendiente de una definición que encauce una mayor distribución de la riqueza y un mejor uso del ocio productivo que puede generar la Inteligencia Artificial. La esperanza en el triunfo de la lucha nunca se pierde, aunque también es lícito decir que el delirio y la psicopatología narcisista que abunda en el ámbito de la política, en materia de las relaciones exteriores, ha superado con creces las predicciones del gran “Discepolín” en la letra de su famoso tango “Cambalache”.

*Claudio Esteban Ponce, Licenciado en Historia, miembro de la Comisión de América Latina de Tesis 11.


[1] Formulación expresada por la Premier Margaret Thatcher en la entrevista del 3 de mayo de 1981 en el Sunday Times, donde sostuvo que la economía era el método pero el objetivo era el cambio y la conquista del corazón y el alma de los individuos. No cierres los ojos. Ediciones Akal, 19 de junio de 2018.

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