Catalina Julia Artesi*
Teatro comunitario en la ciudad de Buenos Aires.
Parafraseando el título de un artículo de Néstor García Canclini (García Canclini, 1992) inquiero acerca de la reconstitución de las identidades étnicas, regionales y culturales en procesos de hibridación intercultural como el nuestro, a pesar de la globalización.
Tal parece la pregunta que también asoma en los barrios de la Ciudad de Buenos Aires, donde diversos actores populares llevan adelante intervenciones en el espacio público ya sea en plazas, calles, monumentos y diversos ámbitos urbanos. Es entonces cuando: la calle es un lugar- otro, que en su aparente desorganización genera diversos sentidos y experiencias, distribuye roles y homogeniza la ciudadanía ( Ma. de los Ángeles de Rueda, 2003).De este modo murgas, grupos de teatro callejero, músicos, artistas plásticos del arte público ocupan ese espacio que les pertenece, ya que son ciudadanos.
Surgen, de este modo, diversas narratividades populares, por ejemplo las murgas. Uno de sus referentes, José María Silva, director de la murga uruguaya Araca La Cana, la define y reconoce su función social, la reconstrucción de la memoria colectiva: La murga es, por definición, la voz del pueblo en forma bailada, cantada y actuada, como la zarzuela. Es la información que se lleva de un lado a otro denunciando las cosas que pasan. Porque la murga es un ámbito politizado, lo que no quiere decir partidario, por naturaleza{El subrayado es mío} . Aparecería. entonces, un discurso alternativo al de los medios de comunicación, superando la desinformación.
Como lo expresan los integrantes de Alma Mate, grupo callejero que trabaja en la Plaza de los Periodistas, en el barrio de Flores, Lo primero que hacemos, en lugar de contemplar lo público, es apropiarnos de lo público. La plaza empieza a cobrar otra vida a partir de la presencia de una murga y a partir de la existencia de Alma Mate de Flores. Fundamentalmente, lo que hacemos es sentir que el espacio público nos pertenece y ahí estamos y lo usamos; termina la función y al otro día la energía y la magia quedan, el lugar público pasa a transformarse desde el hacer artístico de cada uno de nosotros {El subrayado es mío}. De esta manera el espacio público se transforma en un nuevo territorio, un lugar para reconocerse y hallar un código en común.
En el mismo registro documental que hiciera Araceli Arreche en el marco el Segundo Encuentro Nacional de Teatro Callejero de Grupos, realizado en el 2003 en Parque Avellaneda, el grupo Teatro de la Intemperie, que suele trabajar en dicho lugar, expresa algo similar: Buscamos llegar al espectador y movilizarlo en temas que golpean en su realidad utilizando textos teatrales, en este caso un clásico griego que perdura en su vigencia (Antígona). Nuestra intención es, también, que el espectador se vea involucrado sin ser violentado o forzado a hacerlo a transitar parte de la obra. Al finalizar desearíamos que la gente se quede a comentar y compartir su percepción { El subrayado es mío}.
Paradójicamente, en barrios de la zona sur como Balvanera aparecen situaciones culturales y sociales aparentemente contradictorias. Así lo señala el proyecto del grupo callejero Cabaret Tuñón que reconoce: Por otra parte, nuestro barrio o buena parte de él, se encuadra “… en la siguiente contradicción: por un lado está afectado por un empobrecimiento manifiesto (…). Y por otro lado cuenta con una muy fértil y variada producción cultural y artística” .
Efectivamente, esta multiculturalidad, sumada a las desigualdades sociales y económicas, acentúa la necesidad de crear un espacio de afirmación cultural. Algunos lo hacen reconstruyendo la memoria histórica barrial. El grupo callejero Boedo Antiguo que se presenta en plazas de la zona y en el Galpón del Centro Cultural Julián Centeya así relata los momentos fundacionales del grupo: Desde entonces cada sábado se encontraron aportando información que cada uno reunía de diversas fuentes: recuerdos propios, de familiares, de vecinos, bibliografía(…) etc. De tal modo, los acontecimientos históricos y culturales del barrio constituyeron el punto de partida y el hilo conductor del espectáculo que lleva el nombre homónimo “Boedo Antiguo”(…).{ El subrayado es mío}
A partir de un discurso fragmentario, con diferentes registros y datos, reconstruyeron una historia alternativa a la oficial, y a la vez reflexionaron sobre la identidad del barrio: Desde ese sentir, con los códigos comunes que surgían de cada ensayo se elaboraron los cuadros del espectáculo {El subrayado es mío}, agregan más adelante en su memoria.
Como lo señalara Paul Ricoeur ( Ricoeur, 2004) surge el “sí mismo”, un “nosotros” reconfigurado por el juego de la narrativa, en este caso la narrativa escénica. Así lo reconoce la misma fuente de Boedo Antiguo: En cada función el público le devuelve miradas que revelan sus recuerdos, cómo se identifican con lo narrado, esa emoción por lo vivido, por el corrimiento del olvido y la fuerza que se reaviva ante situaciones injustas que siguen vigentes (los hechos ocurridos en 1919 conmueven por identificación con otros recientes) {El subrayado es mío}.
De esta forma surge desde la heterogeneidad de las tribus urbanas la construcción de otro lugar, móvil, multifacético, un “no lugar” que a la vez se constituye en ” otro lugar”, donde no hay exclusiones, los diversos modos de comunicar y habitar esta ciudad. En esta nueva ocupación del espacio público las radios barriales cumplen una función primordial. Como lo señalara Martín Barbero (Mediaciones urbanas y nuevos escenarios de comunicación) la radio es una gran mediadora de la experiencia popular de la ciudad, y en particular las de bajo alcance, lográndose el enlace de la matriz expresivo-simbólica del mundo popular con la racionalidad informativo-instrumental de la modernidad urbana (Barbero). Lo mismo ocurre con los otros medios de comunicación de la zona-diarios, periódicos y revistas culturales barriales- que dan cuenta de esta pluralidad cultural, facilitando la integración. y la participación de sus habitantes.
CONCLUSIONES PROVISORIAS
Revisando los conceptos que trabajé acerca de las características de las culturas urbanas en general y la nuestra en particular, vislumbro conflictos que parecerían insolubles, tanto para el analista de los fenómenos culturales como para los propios actores culturales pues la cultura/ as popular/res han sido tomadas por el discurso hegemónico. Esta tensión entre lo subalterno y lo hegemónico constituye un rasgo común en todo nuestro continente, donde los procesos de colonización y los regímenes dictatoriales de turno han ido borrando los enclaves de la memoria y de la identidad nacional.
Si bien la globalización ha profundizado la desterritorialización, se observan nuevos procesos sociales y culturales donde surgen nuevos territorios identitarios a través de diversas expresiones artísticas. Estos espacios culturales alternativos, las tácticas del débil, son muy notorios en nuestra ciudad y particularmente en la zona sur. Por eso tomo como ejemplo colectivos que realizan un arte público en la calle re-apropiándose de su cultura y de su historia: murgas, grupos de teatro, músicos ambulantes y otros colectivos generan identidad/es narrativas, espacios de encuentro.
En esta dinámica, observo que los medios de comunicación del discurso hegemónico no registran tales expresiones, salvo cuando se transforma en un posible objeto de mercado Son los medios alternativos barriales los que efectivizan las mediaciones y concretan otra forma de comunicación, menos distante respecto del oyente- en el caso de las emisoras radiales- atentas a las necesidades de la zona. Los medios gráficos también amplían estos escenarios urbanos, expanden el mapa, formando una red posible para la cohesión local.
Como no poseo respuestas terminantes, si estos desplazamientos urbanos se mantienen, el acrecentamiento de estas expresiones permitirá un diálogo donde se encuentren, sin exclusiones, todas las voces en pugna por el espacio simbólico.
*Catalina Julia Artesi, licenciada y profesora en letras. Docente e investigadora teatral en la UBA.