Horacio Ramos*
“Nosotros, representantes de la CGT de los Argentinos, legalmente constituida en el congreso normalizador “Amado Olmos”, en este Primero de Mayo nos dirigimos al pueblo. Lo invitamos a que nos acompañe en un examen de conciencia, una empresa común y un homenaje a los forjadores, los héroes y los mártires de la clase trabajadora.”
(Mensaje de la CGTA/1º de Mayo de 1968)
Este extenso documento fue un verdadero programa de la CGTA surgida del congreso normalizador de marzo de 1968, el que además eligió como secretario general de la nueva organización a un dirigente poco conocido en esos días, Raimundo Ongaro. Un linotipista que ejercía la titularidad de la Federación Gráfica Bonaerense. Asimismo, con el propósito de recoger y explicitar los rasgos más combativos de la nueva Central de los trabajadores, comenzó a publicarse a partir de mayo del mismo año, el semanario CGT que tenía a Raimundo Ongaro y Ricardo De Luca como editores responsables, Rodolfo Walsh como director, y contaba en su redacción con periodistas de la talla de Rogelio García Lupo, Horacio Verbitsky, José María Pasquini Durán y Luis Guagnini, este último desaparecido durante la dictadura cívico-militar de 1976.
Sin duda, el alma de este proyecto político-sindical-periodístico, se llamó Raimundo Ongaro, que así enfrentaba a la línea colaboracionista con el gobierno dictatorial de Juan Carlos Onganía y que se corporizaba en el líder metalúrgico Augusto Timoteo Vandor. De ahí nace la frase arropada por Ongaro y sus compañeros: “Es preferible la honra sin sindicatos, que sindicatos sin honra”. Toda una definición que, aún, recorre la intimidad contradictoria de esta época argentina que refleja la antinomia habitual que sigue creciendo entre la conducción y las bases sindicales.
Tiempo arriba, y ya pasados los afiebrados días que lo llevaron a Ongaro a expresar su solidaridad con el “Cordobazo” en las figuras de Agustín Tosco y Elpidio Torres, con quienes tuvo que compartir también años de cárcel por su resistencia al oprobio del totalitarismo en el poder. En 1975, nuevamente detenido por su oposición sin tregua a López Rega y sus cómplices, sufrió entre rejas la noticia del asesinato de su hijo Alfredo Máximo por acción de la “Triple A”. Al salir en libertad y persistir la persecución contra él y sus familiares, marchó al exilio, para retornar a la Patria luego de concretada la restauración democrática. Como epílogo a una vida ejemplar signada por la lucha y la esperanza, Raimundo Ongaro falleció en su antigua casa de “Los Polvorines” el 1º de agosto de 2016 a los 92 años.
*Horacio Ramos, periodista, escritor, miembro de Tesis 11.