Reconfiguración del escenario político: Los límites de la voluntad.

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Revista Nº 156

(nacional/política)

Gerardo Codina[1]

La irrupción libertaria produjo hasta aquí una profunda reconfiguración del sistema de fuerzas políticas. Milei ocupó el lugar central de la agenda y lidera, con sus iniciativas, a buena parte del espectro político de derecha y centro derecha. Entre quienes resisten los cambios impulsados desde la nueva administración, la CGT junto a las otras dos centrales sindicales, se situó como un vértice de articulación popular, hecho inédito en décadas.

A punto de lograr las facultades extraordinarias que reclamaba el nuevo Presidente, a seis meses del inicio de su mandato y con su DNU inicial todavía vigente, la brusca recesión inducida hunde en la pobreza a más de la mitad de la población, pero no termina de frenar la inflación ni resuelve la falta de dólares que pone en jaque al país. En ese contexto de crispación, y con miles de personas en las calles, un enorme despliegue represivo y después de 13 horas de debates, el Senado argentino aprobó por el voto de la Vicepresidenta la llamada Ley Bases el 12 de junio pasado, el primer gran proyecto legislativo impulsado por el presidente Javier Milei que pretende privatizar empresas públicas, facilitar el acceso privilegiado del capital extranjero a nuestros recursos naturales, dar ventajas a los empresarios a costa de los derechos laborales y otorgar poderes extraordinarios al presidente para legislar sin pasar por el Congreso.

Culminaba así la primera etapa de la administración que vino a “destruir el estado desde adentro”, como proclama abiertamente Milei. Esa voluntad expresada de viva voz se encontró hasta aquí con los límites de una correlación de fuerzas que sólo pudo transformar a su favor con una intensa política de alianzas, aceitada con el reparto de prebendas y fondos desde el Tesoro nacional. Ahora la Ley Bases reformada deberá ser refrendada o rechazada por la Cámara de Diputados, donde en un primer momento ya fue sancionada. Asegurar esa votación es la nueva obsesión presidencial, que se materializó en el gesto inédito hasta ahora de recibir a los mandatarios de la llamada Mesa del Litio en la Rosada el Día de la Bandera, para garantizar su respaldo y la realización del nuevo pacto fundacional de Argentina que pretende el 9 de Julio próximo en Tucumán.

En la precaria situación económica que atraviesa el país, el logro de la primera ley propuesta por el Ejecutivo despejó por el momento la creciente incertidumbre que reinaba entre los mismos actores económicos que festejan las ocurrencias del showman elegido presidente. “Hasta principios de la semana pasada, el mercado tuvo un rally bajista”, explicaba un analista financiero en Ámbito el Día de la Bandera[2]. “Los activos argentinos acumulaban más de un mes en negativo. De esta forma, el Gobierno se enfrentaba por primera vez a un panorama adverso en el plano financiero y, para recuperar el optimismo del mercado, necesitaba una inyección de buenas noticias. Este shock finalmente apareció el jueves pasado, cuando el gobierno consiguió no uno, sino cuatro hitos: la aprobación de la Ley de Bases, la renovación del swap con China, el dato de inflación más bajo desde enero de 2022 y la aprobación de la 8ª revisión del FMI”, señalaba el cronista. Todo esto no alcanza, sin embargo, para que el FMI deje de presionar por una nueva devaluación, mientras los analistas anotan que en el último mes el Banco Central no pudo acumular dólares.

Que los mercados financieros celebren no habla de la salud de la economía, sino del humor de los especuladores, como bien sabemos los argentinos. Los supuestos logros de política económica del dúo Caputo-Milei se asientan hasta aquí en la represión de necesidades de los sectores más empobrecidos de la población, por lo que la pregunta del millón es hasta cuándo durará la paciencia de las mayorías con este nuevo experimento farsesco de los anarco libertarios.

Por cierto, nada habrá de ocurrir por generación espontánea y lo que suceda, requiere de cauces organizados que posibiliten la conversión de los impulsos de momento en gestos instituyentes de nuevo ordenamiento social. ¿Es posible que eso suceda? ¿Qué explica que casi la mitad de la población todavía confíe en Milei? Esta realidad también pone límites a la voluntad de aquellos que se enervan con las fantochadas del nuevo mandatario y las descalifican por ser un renovado proyecto de entrega colonial.

Observan con razón que, al igual que en los 30 del siglo pasado, otra vez las élites oligárquicas equivocan su percepción de las relaciones de fuerza mundiales y apuestan por el Imperio en decadencia. El Pacto Roca-Runciman firmado el 1º de Mayo de 1933 con un Imperio Británico en declive para asegurarse los mismos privilegios que las colonias británicas en el comercio con Inglaterra, se reconvierte hoy en la entrega de nuestros recursos naturales al capital financiero anglo norteamericano y el alineamiento acrítico con su política a cambio de nada. Pero se trata de un poder cuya prevalencia global esta puesta en duda por la emergencia de los BRICS y la renovada potencia económica del espacio indo asiático.

De la frustración al resentimiento

Buena parte del fenómeno Milei se puede intentar explicar por la frustración de la expectativa puesta en la posibilidad de un progreso social, sostenido e inclusivo, prometido por la democracia recuperada. La decepción de décadas de probar diferentes alternativas políticas ofertadas por las fuerzas tradicionales, permitió el surgimiento de sucesivas ofertas novedosas, desde el Frente Grande y el Frepaso en los 90, hasta el macrismo en 2015 y el mismo Milei en nuestros días. Gran parte del PJ es responsable de los resultados decepcionantes de nuestra joven democracia, al no haber culminado las reformas estructurales necesarias para asentar un desarrollo nacional autónomo con justicia social. Son los mismos personajes que hoy procuran negociar sus intereses con el nuevo poder central, a contramano de los principios justicialistas que dicen sostener.

En el camino, esa frustración se manifestó en diferentes formas de enojo, como “el que se vayan todos”, del 2001, hasta convertirse en un resentimiento extendido hacia todo lo que se vea como parte de la “política” y del Estado mismo. Milei sintetizó ese sentimiento en el repudio de lo que llama “casta”, concepto ubicuo y que opera como un significante vacío en el que se pueden contener todas las pulsiones agresivas que despierta el desengaño. Pulsiones que alcanzarán al mismo Milei, cuando las mayorías perciban que es un nuevo fracaso de sus expectativas. 

Este es un fenómeno que se puede apreciar, con sus matices diferenciales, en muchas de las sociedades democráticas. La tensión entre el sistema económico (quienes detentan el poder económico en una determinada forma de organizar la reproducción ampliada de la sociedad) y el sistema político que, en democracia debería implicar una redistribución del poder en beneficio de las mayorías, lleva a las fuerzas políticas a un permanente desgaste de su credibilidad y una pérdida de confianza en la política como camino para lograr la satisfacción de las expectativas de progreso social, en la medida que no se atreven a redistribuir los recursos sociales en beneficio de las mayorías.

La concentración creciente de la riqueza (y del poder) en cada vez menos manos, da impulso sostenido al intento de derribar todos los límites existentes a la obtención de mayores dividendos, aunque ello implique la destrucción del planeta o el empobrecimiento de las mayorías. Para eso requieren del consentimiento tácito o explícito de muchos de los empobrecidos. Allí juega su rol la ideología, en tanto “falsa conciencia”. Parte del espejismo que cautiva a millones reside en un “sálvese quien pueda” de obligado individualismo, cuando no emergen salidas colectivas viables y en el culto a los “emprendedores exitosos”, cuyas opiniones e intereses son permanentemente expuestos en un sistema de medios de comunicación del que son propietarios mayoritarios. 

El cerrado control monopólico de todos los medios de comunicación, incluso los novedosos que parecen promover la participación ciudadana en la generación de contenidos, les permite ejercer una censura ajena a las instituciones políticas de la sociedad democrática en función de sus intereses corporativos, instalar falsos ejes de debate y fijar agendas de prioridades que reflejan las preocupaciones de las oligarquías. Es el mayor riesgo actual a la vida democrática.

Cuando Milei se proclama abiertamente opuesto a todo lo que huela a “comunismo”, advierte en el fondo cuál es la verdadera antítesis de las sociedades actuales, en las que campea el egoísmo, el individualismo y el corto plazo. Pero lo hace además con el condimento de una enorme violencia apenas contenida, que moviliza reacciones represivas contra todo lo que se le opone. Por ahora, limitadas a manifestaciones verbales. Así, sus seguidores festejan las escenas de brutalidad policial con las que se intentó acallar las protestas opositoras a la política oficial y que causaron consternación en el mundo. Es un indicio fuerte de que los límites que impone la democracia a los capitales concentrados ya no son tolerados por sus poseedores. Un fascismo renovado que apareció en el escenario global trasvestido de modernidad tecnológica, un tecnofascismo[3] que manipula las percepciones de las masas, echando mano a todos los nuevos recursos de las tecnologías de la información.

De lo individual a lo colectivo

La reconstrucción de una noción compartida de lo “común”, atraviesa el proceso de articulación de las protestas, del reclamo singular a la síntesis política de una nueva mayoría. En la etapa inicial de la resistencia a los embates totalitarios de Milei, las centrales sindicales, con el protagonismo esencial de la CGT, se ofertaron acertadamente como punto de encuentro entre diferentes vertientes del movimiento social. En primer lugar con los trabajadores excluidos del sistema económico formal. Se ha instalado como habitual la realización conjunta de actividades, como la movilización del 1º de Mayo, pero hasta hace poco la agenda de los desocupados o de la economía social estaba ausente de las preocupaciones de los dirigentes sindicales.

Este año se sumaron otras tres articulaciones novedosas y de profundas consecuencias. En cada caso, acompañando las iniciativas gestadas autónomamente por cada corriente. Así, asumir como propias las banderas del movimiento de mujeres, sumándose a la movilización del 8 de marzo; del movimiento de derechos humanos, expresada en la convocatoria del 24 de marzo y del movimiento universitario, participando de la marcha del 23 de abril, ha sido una forma inteligente de superar el posible aislamiento de los reclamos gremiales, de sumar visibilidad y legitimación popular a las organizaciones sindicales, al tiempo que asumir una centralidad organizativa que incluso superó las previsiones de sus gestores.

El liderazgo sindical no quiere ocupar el espacio de la política, pero trabaja para que resulte posible y necesaria una alternativa a la actual gestión, lo antes que sea viable. Asume el riesgo de despegar de sus propias bases, conscientes que al menos la mitad de sus afiliados se cuentan entre los votantes de Javier Milei y que es necesario recuperarlos para las expresiones nacionales y populares. Pero tiene la necesidad de proteger los cimientos que hicieron posible uno de los mayores movimientos sindicales de nuestra América.

Otra economía

Más allá de las instituciones protectorias del trabajo registrado, el movimiento sindical tiene una fuerte presencia en el sector económico, sobre todo en el ámbito de las prestaciones de salud. Las organizaciones sindicales han conformado un poderoso sistema de Obras Sociales, haciéndose cargo de una parte importante de la salud pública que progresivamente fue abandonada por sucesivos gobiernos, a medida que se alejaban del ideal expresado por Ramón Carrillo, nuestro primer ministro de Salud. Esas empresas sociales que gestionan una densa trama de efectores de salud, padecen la misma suerte que todas las empresas nacionales, arrojadas a una competencia desigual con los capitales concentrados extranjeros, que también mercantilizan las prácticas sanitarias.

Esta convergencia objetiva con el sector de los empresarios nacionales, pequeños, medianos e incluso grandes, todavía no fue valorizada con iniciativas que promuevan otra agenda en el debate público, distante de la nostálgica del consenso de Washington que promueve Milei. En contraposición al ajuste del gasto público y la licuación de los ahorros populares, es factible promover la construcción de acuerdos sobre una recuperación económica basada en el trabajo, la industrialización de la economía y la modernización tecnológica de nuestro aparato productivo.

Como ya expresamos en una nota anterior[4], Argentina tiene condiciones para recorrer “un camino nacional, democrático y popular para resolver los problemas argentinos”. Pero para ello son requeridos iniciativa política, apertura conceptual y habilidad negociadora, todos atributos largamente adquiridos por las organizaciones sindicales en el marco de las negociaciones paritarias y que se pueden movilizar en la medida que perciban su responsabilidad en el nuevo momento histórico de nuestro pueblo.

Lo que está en juego es no sólo rechazar una reconfiguración regresiva de nuestra economía y de nuestra sociedad, sino ser capaces de proyectar un nueva Argentina, desarrollada, próspera, integrada y con justicia social plena. Una Nación así sólo es posible con un renovado proceso de industrialización que aproveche las ventajas naturales y las potencie con la capacidad innovadora de nuestros técnicos y científicos. Carece de sentido poseer Vaca Muerta y pagar el terrible pasivo ambiental que implica su explotación intensiva[5], para que después el combustible para consumo interno se cotice como equivalente al importado. Así sólo es negocio para los monopolios petroleros. En cambio, como energía disponible para toda la actividad productiva y como insumo barato y abundante para una poderosa industria petroquímica, puede multiplicar su valor por diez y sentar las bases de un ingente desarrollo.

Ese nuevo proyecto nacional no puede ser elaborado en un gabinete cerrado, sino que debe necesariamente ser puesto en debate en la sociedad, pues sólo puede prevalecer si construye un consenso social mayoritario. Pero sabemos por historia que la voluntad es una fuerza poderosa cuando se nutre de nuestras mejores tradiciones y arraiga en nuestro pueblo. Aunque tenga límites que superar. Es el desafío que tenemos por delante.

1] Gerardo Codina es Lic. en Psicología (UBA 1982). Especialista en Políticas Sociales (FLACSO 2001). Director de Sistemas de Salud del Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio de la UNTREF. Miembro del Consejo Editorial de la Asociación Civil, Cultural y Biblioteca Popular Tesis 11. Fue Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (2017-2019), Ex Director Provincial de Coordinación de Consejos Departamentales del Consejo del Menor PBA (2000-2001), Ex Coordinador del Presupuesto Participativo de la Ciudad de Buenos Aires (2004-2006). Ex integrante del Gabinete de Asesores del Ministro de Trabajo de la Nación, Dr. Carlos Tomada (2007-2015). Actualmente forma parte de la agrupación Iniciativa Buenos Aires.

[2] https://www.ambito.com/finanzas/bonos-dolares-estan-caros-o-baratos-y-que-peligro-default-tienen-n6018121

[3] https://tarcoteca.blogspot.com/2013/12/descubra-el-tecnofascismo_5898.html

[4] https://www.tesis11.org.ar/de-la-resistencia-a-la-ofensiva-construir-lo-nuevo/

[5] En lo que va del año ya se registraron más de 30 temblores de tierra en la zona de explotación, dos tercios de ellos en zonas de fracking. https://www.lmneuquen.com/neuquen/temblo-rincon-los-sauces-que-magnitud-tuvo-el-sismo-n1119906

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