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Revista Tesis 11 Nº 139
Edición dedicada a América Latina
Manuela Expósito*
Tras el acto de asunción, Joe Biden y Kamala Harris se han comprometido a afrontar las principales dificultades que ha dejado pendientes la administración trumpista.
Una ciudad fuertemente militarizada acompañó finalmente a Joe Biden y su equipo hasta su triunfal ingreso al Despacho Oval. Una vez allí, y quizás como una forma de demostrar la situación de emergencia que debe afrontar el nuevo gobierno, el 46° presidente firmó diecisiete órdenes ejecutivas. Si bien los demócratas tienen vasta experiencia en el manejo de todo tipo de crisis -desde económicas como el crack de la Bolsa en 1929 o el más reciente cimbronazo financiero del 2008, hasta políticas como el asesinato de primeros mandatarios en ejercicio-, la amenaza global que representó el Coronavirus merecía redoblar los esfuerzos. Paradójicamente, un apellido como el de Trump, vinculado por los negocios familiares a la construcción, quedará a partir del 2020 asociado a la destrucción. 400.000 estadounidenses han perdido la vida desde el desembarco de la pandemia en el país: la salud es, desde ya, el primer peldaño de una larga escalera que el flamante mandatario deberá subir en los próximos cuatro años.
El plan de los 100 días
Según lo anunciado por el presidente, poco más del primer trimestre de su gestión estará plenamente dedicado a promover la vacunación de 100 millones de personas: un tercio del total de la población. Un proyecto ambicioso, sí, que cuenta con una campaña publicitaria donde la propia clase política da el ejemplo inmunizándose a través de la aplicación de dos de las vacunas aprobadas por la Food and Drug Administration, la de los laboratorios Pfizer y Moderna. Y no sólo eso. Biden anunció que destinará un total de U$S 20 billones al financiamiento de un programa de vacunación nacional, estableciendo distintos centros de vacunación a lo largo y ancho de la nación: gimnasios de escuelas secundarias, estadios deportivos y otros sitios que permitan la aplicación masiva de la vacuna recibirán equipos especialmente capacitados por el gobierno para llevar adelante la inmensa tarea.
De hecho, la administración Trump ha tenido serios problemas en lo relativo a los tiempos de fabricación y luego también con la distribución que se había pactado con ambos laboratorios. En un principio, el ex mandatario había prometido que se aplicarían 300 millones de dosis de la vacuna hacia fines de diciembre, meta que prontamente debió ser abandonada, y que terminó finalmente con tan solo 20 millones de dosis entregadas. El traslado desde los laboratorios a los vacunatorios también es una tarea compleja: la estructura molecular de la manufacturada por Moderna y Pfizer hace que tanto las temperaturas elevadas como las bajas puedan echar a perder el contenido, como sucedió en las ciudades de Maine y Michigan. El desafío va mucho más allá de las fronteras nacionales: Biden se ha comprometido a formar parte de aquellos países que, desde la O.M.S., colaboren mundialmente en la distribución masiva de la vacuna.
Intervención estatal y política monetaria expansiva: ¿con o sin consenso?
La presencia del Ejecutivo en el ordenamiento de la vida económica estadounidense es vista en estos momentos como una “top priority”. El desafío no es menor: Biden deberá enfrentarse cara a cara con el desempleo profundizado por la crisis sanitaria, que llegó a alcanzar niveles que no se habían visto desde la gran depresión. Mientras el sector privado se recupera, el público está decidido a lanzar una serie de paquetes de ayuda económica a modo de paliativo: uno de ellos destinará la suma de U$S 1,9 trillones, de los cuales U$S 400 billones estarán destinados directamente a combatir la pandemia –acelerar la fabricación de vacunas, invertir en el área de educación para volver a recibir a los estudiantes de manera segura-, otros U$S 350 billones formarán parte de un presupuesto extraordinario otorgado a los gobiernos locales, mientras que se efectuarán pagos individuales de U$S 1.400 a modo de seguro de desempleo y para aquellos ciudadanos que tengan menores a cargo.
Los demócratas saben que el consumo de los sectores medios y la clase trabajadora son el principal motor detrás de la recuperación de la economía. La elección de los funcionarios del gabinete de Biden refleja precisamente ese objetivo: como Secretario de Trabajo fue designado el antiguo dirigente sindical Marty Walsh, mientras que como Secretaria del Tesoro fue nombrada Janet L. Yellen, reconocida por su apoyo a la emisión monetaria para paliar los efectos del descenso en la actividad. Jerome H. Powell fue elegido presidente de la Reserva Federal, alguien comprometido a trabajar para hacer que la tasa de desempleo descienda. Los demócratas también tienen en claro que el sector financiero debe ser regulado: por tal motivo, han sido designados Gary Gensler en la Comisión de la Bolsa y Valores, y Rohit Chopra, en la Oficina de Protección Financiera del Consumidor. El primero, un ex Goldman Sachs, se ha destacado como impulsor de la regulación de la actividad bancaria, mientras que el segundo logró notoriedad en el trabajo de defensa de los consumidores junto con la senadora Elizabeth Warren.
Junto a este equipo, Biden tratará de aprobar una ampliación del gasto público que sumará otros U$S 1,1 trillones hacia finales del primer cuatrimestre de este año, una ambiciosa inyección de recursos públicos que buscará la reducción de la tasa de desempleo al 4,5%, desde el 6,7% en que se encuentra desde el final de la gestión Trump. Sin embargo, este paquete deberá ser aprobado por el Congreso, y no todos al interior del recinto legislativo están seguros de que la solución sea aumentar el déficit estatal, temerosos de que podría derivar a futuro en problemas como una espiral inflacionaria, desconfianza en el mercado financiero, o un incremento excesivo de la deuda pública. Los demócratas lograron una ajustada victoria en el Senado, por lo que para algunas de estas medidas -reñidas con la visión de los mercados- necesitarán disciplina partidaria al interior de la Cámara Alta y al mismo tiempo tratar de convencer al ala anti-trumpista del Partido Republicano de levantar la mano para conseguir su aprobación. Un punto a favor: el jefe de bloque de senadores de la oposición, Mitch Mc Connell, fue uno de los primeros en asegurar que el asalto al Capitolio fue instigado por el ex presidente, y en apoyar la realización del impeachment. El consenso en el marco de un bipartidismo tan fuerte será la única opción posible en un panorama tan complejo, sobre todo luego del violento golpe dado a la institucionalidad por la extrema derecha vernácula.
El reencuentro con antiguas amistades
En la era post-Brexit, parece ser que el multilateralismo regresa por la puerta grande. O al menos eso es lo que planea Biden, quien ya tiene en la mira la prohibición establecida durante la gestión anterior del ingreso de viajeros de África y Oriente Medio al país, y es muy probable que impulse profundos cambios en la política migratoria. Una de las órdenes ejecutivas firmadas durante el primer día de su gestión establece que deberá censarse a todos los migrantes que actualmente residen en Estados Unidos sin haber obtenido la ciudadanía; al mismo tiempo, frenará la deportación y separación de los niños migrantes de sus familias, uno de los mayores escándalos humanitarios de la era Trump. La construcción del muro en la frontera sur con México será detenida completamente y aquellas compañías involucradas en su construcción y financiamiento serán investigadas.
Como era de esperarse, muchas de las tradicionales contrapartes de negocios de Estados Unidos se encuentran celebrando el regreso demócrata a la Casa Blanca. En consonancia con esta posición se expresó la presidenta de la Comisión en el Parlamento Europeo, Ursula von der Leyen, quien señaló que “este es el momento que hemos estado esperando por tanto tiempo. Europa está lista para un nuevo comienzo, con nuestro más antiguo y confiable socio”. Hubo quienes alertaron acerca de los modos del anterior presidente y lo perjudiciales que terminaron siendo para el propio sistema democrático norteamericano, como el presidente Frank Walter Steinmeier, procedente de un país como Alemania que tuvo varios encontronazos con el estilo trumpista de hacer política. De hecho, la propia Angela Merkel no dudó en señalar a Trump como instigador de la revuelta que concluyó con la interrupción de la votación para certificar la victoria demócrata en el recinto legislativo. El enfrentamiento entre ambos dirigentes viene de larga data, y se instaló incluso en el seno de la O.T.A.N., donde el estadounidense tuvo el tupé de afirmar que el país europeo estaba controlado por Rusia.
¿Y qué ocurrirá con el próximo y lejano Oriente, una zona candente que ha logrado poner en cuestión la hegemonía global de Estados Unidos y en la que varias potencias económicas se encuentran en constante disputa por territorios y recursos? Al menos, en lo referente a lo discursivo, el panorama se ve un poco más alentador en materia de relaciones comerciales. La vocera del Ministerio de Relaciones Exteriores chino, Hua Chunying, señaló que “en los últimos cuatro años, la administración de Estados Unidos ha cometido errores fundamentales en su percepción estratégica de China”, algo sustentado en la guerra comercial iniciada por el gobierno saliente. En la restitución de la relación bilateral, Biden parece ser la persona más indicada, ya que estuvo a cargo del diálogo con China durante toda su gestión como vicepresidente de Barack Obama. En Rusia, el cambio de signo político también motivó reacciones positivas: el país liderado por Vladimir Putin está dispuesto a entablar nuevas negociaciones en materia de reducción de armamento estratégico, en el marco de un planeamiento común con el recientemente designado Secretario de Estado, Antony Blinken. Otra nación que se ha comprometido a volver a participar de la mesa de diálogo es Irán, cuyo presidente Hassan Rouhani ya hizo públicas sus intenciones de reflotar el Pacto Nuclear firmado originalmente en 2015. Desafíos y oportunidades no le faltarán al flamante gobierno de Joe Biden para desmarcarse en varios aspectos de las medidas adoptadas por su antecesor. Repensar la política nacional, y proyectarse hacia el exterior como una potencia, sin dudas va a ser el trasfondo que acompañará este nuevo intento demócrata por poner “la casa en orden”.
*Manuela Expósito, licenciada en ciencias políticas UBA, integrante de la Comisión de América Latina de Tesis 11.
Excelente trabajo. Gran cantidad de información y objetividad en el análisis