León Masac*
Cuando tenía 19 años me compré un libro con mi primer sueldo de vendedor, esa fue mi primera inversión en la deteriorada economía neoliberal argentina. El libro era “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galeano. El acontecimiento sucedió en la Feria del Libro de Buenos Aires, donde me detuve en un stand y me puse a leer el prólogo de dicho libro; pasada la primera hoja saqué unos pocos pesos arrugados y me llevé la desconocida obra (para mí, claro) a mi casa.
Mi lectura del libro fue desordenada, dejé para el final el prólogo sabiendo que una vez que quisiera salir del mundo de la lectura iba a necesitar el consuelo de las palabras que con certera precisión enarboló Galeano. Recuerdo como si fuera hoy estar en mi habitación, casi a oscuras con el simple reflejo que dejaba entrar el ventiluz, recostado en la cama leyendo con atención y desazón. Cómo entender esas palabras, cómo interpretarlas, qué buscar en ellas.
Galeano construye en esta inigualable obra sobre la historia de nuestra América – nuestra América endógena- una tierra de luchas, de resistencias, de fracasos y condenas; nos obliga a pensar en lo que fuimos, en nuestras herencias, en la sangre que alimentaba los montes y que también ensuciaba los ríos; nos lleva por encima del presente y pone nuestros ojos en el pasado para que no olvidemos que lo que somos es resultado de lo que fuimos – o mejor dicho de lo que no nos dejaron ser-. Basta recorrer las calles de Potosí -Bolivia-, para encontrar en cada adoquín, en cada esquina las imágenes que él nos dibuja, incluso cuando la fuerza de la industria turística potosina nos invita a conocer sus minas de plata, y tentados nos ponemos a pensar por qué no lo hacemos, Eduardo Galeano viene a nuestra conciencia y nos relata cómo la sangre de los justos hizo de la mina de plata de Potosí el paraíso de los invasores, al tiempo que construyó el infierno de los débiles, de los pobres y los humildes.
Las venas abiertas muestran la sangre derramada, pero a la vez nos permite entender que todos somos Cuzco o Potosí, que mientras unos se llevaban todo, los latinoamericanos daban su vida en lo más hondo de la tierra.
Las Venas Abiertas de América Latina fue editado en 1971 cuando la utopía revolucionaria por la liberación aún estaba viva y la contraofensiva militar represiva estaba gestándose en los montes y en los llanos de América del Sur; quizás por estar en una etapa transitoria donde aún quedaba tanto por hacer pero también había tanto para perder es que Eduardo Galeano desafía la historia y decide contar de dónde venimos, por qué la muerte recorría los ríos y la lucha empapaba los campos por la supervivencia de una tierra que parecía condenada pero no sin resistencia.
No puedo más que elevar la voz y decirle gracias a Eduardo, por lo enseñado y por ese prólogo exquisito que me permitió llenar mi alma que desahuciada por la historia necesitaba saber que la lucha, aunque sea débil, todavía seguía viva y que la colonia fue una circunstancia y no el fin de nuestra tierra. Por último, solo para entusiasmar a aquellos que no se animan al desafío de conocer nuestra América Latina desde adentro quiero recordar un fragmento del último párrafo del seductor prólogo, cuando dice:
“Los fantasmas de todas las revoluciones estranguladas o traicionadas a lo largo de la torturada historia latinoamericana se asoman en las nuevas experiencias, así como los tiempos presentes habían sido presentados y engendrados por las contradicciones del pasado” .
Eduardo Galeano nació el 3 de septiembre de 1940 en Montevideo, Uruguay. Desde muy joven se dedicó a la palabra escrita, primero como periodista y luego como escritor. Entre su innumerable obra encontramos: Días y noches de amor y de guerra (1978), Memoria del fuego (1982 – 1986), El libro de los abrazos (1989), América Latina para entenderte mejor (1990), Úselo y tírelo (1994), Patas arriba: Escuela del mundo al revés (1998), Las Venas Abiertas de América Latina (2000), Bocas del Tiempo (2004), Espejos. Una historia casi universal (2008), Los Hijos de los Días (2011).
*León Masac, escritor aficionad.