(situación nacional/movimiento obrero)
Victorio Paulón*
“En la dirigencia intermedia, en las provincias, en las regionales, es notorio el grado de autonomía respecto a la cúpula cegetista. Se está desarrollando un proceso de unidad imparable y hoy los cuadros intermedios tienen más lazos de compromisos horizontales que verticales. Los armados provinciales donde confluyen las corrientes de la CGT y de ambas CTA son mucho más fuertes que el de cada una con sus cúpulas.”
Para Explicar mi visión sobre el movimiento obrero y la actual etapa voy a recurrir a dos ejes concretos. El primero el desarrollo histórico del sindicalismo en las últimas décadas y en segundo término la situación actual de esta clase obrera del siglo 21.
Para afirmar cuestiones tales como ¿Cómo está el movimiento obrero en este momento? Lo primero que se impone es repreguntar ¿comparado con qué época? No cabe la menor duda que este colectivo consciente y organizado está siempre presente en la vida política del país desde comienzos del siglo pasado, en la clandestinidad y con la persecución de las grandes patronales y el poder político, hasta su irrupción masiva en el gobierno y la escena política a partir del emblemático 17 de octubre de 1945.
La construcción de aquel estado de bienestar criollo, traducido posteriormente en la constitución de 1949 le brinda al sindicalismo un status diferente que lo transforma en protagonista político de la historia. La revancha oligárquica de 1955 y la restauración conservadora que la siguió, vino acompañada con una sistemática persecución, despidos, cárceles y ejecuciones a referentes y dirigentes del peronismo y del movimiento sindical. Desde aquel momento hasta ahora la política de las sucesivas representaciones de la derecha en el poder combinó siempre la estrategia de la división, la cooptación y la persecución.
Los históricos 18 años transcurridos desde el golpe del 55 hasta el retorno de Perón en el 73 se tradujeron, por un lado, en el intento de recrear la argentina con la supuesta desaparición del peronismo como una identidad política mayoritaria entre los trabajadores y, por otro, en un lapso histórico signado por la inestabilidad política más notoria de todo el siglo 20. A la llamada revolución libertadora le sobrevino la elección de Arturo Frondizi con la proscripción del peronismo, derrocado por los militares tras el fracaso del Plan Conintes tras mostrarse incapaz de parar la ola de huelgas que sacudía el país. Tras el interregno de Guido se convoca nuevamente a elecciones con el peronismo proscripto y gana el radical Arturo Illia con el 25% de los votos. Dos años más tarde es derrocado por el golpe de Juan C. Onganía tras soportar una ola de tomas de fábricas a lo largo de todo el país. A partir de este momento se pergeña por primera vez un modelo político de neto corte corporativo al estilo del dictador Franco en España y se promete una dictadura de al menos 15 años de duración. A los 4 años el dictador renuncia al calor de las barricadas del Cordobazo, el Rosariazo y una seguidilla de insurrecciones parciales que dan por tierra con este proyecto y la dictadura languidece hasta mayo de 1973.
Luego viene el retorno y la muerte de Perón y el terrorismo de estado como respuesta final a este hecho histórico que generó el fenómeno, aún vigente, que produce el insomnio interminable de los intelectuales orgánicos de la clase dominante. Si con 30.000 detenidos desaparecidos, cientos de miles de despedidos, una transformación regresiva sin precedente en el desarrollo industrial y el empleo creado desde mediados del siglo 20, no lograron extirpar los sindicatos de los lugares de trabajo y de la escena nacional, empezamos la post dictadura con una combinación de resistencia a las políticas anti obreras de los sucesivos gobiernos y de colaboracionismo de sucesivas cúpulas sindicales.
En ese marco volvemos al comienzo y para explicar esta etapa caracterizamos dos fenómenos: 1) la existencia de una nueva clase obrera y sus características y 2) un proceso de transición en la dirigencia sindical de nuestro país.
El proceso de recuperación económica de argentina después de la crisis de principio de siglo se expresó en el período de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández en la creación de millones de puestos de trabajo, los que sumados a la sucesiva renovación de los existentes por razones etarias, da como resultado que entre los trabajadores activos más de la mitad ingresaron al mundo del trabajo desde 2003 en adelante.
Los doce años hasta la asunción de Mauricio Macri fueron claramente años de recuperación de derechos, de empleo, de salarios, en una palabra más de 10 años de conquistas, pero no fueron producto de la lucha directa de los sindicatos sino que se trató de una política de estado que lo fomentó. La consecuencia lógica es que esas conquistas se “naturalizaron” y el colectivo de los trabajadores fue invisibilizado. El 2015 significó el inicio de una etapa diametralmente opuesta. Esa joven clase obrera conoció la cara del sistema. La derrota el despido y la represión sucedieron todo al mismo tiempo.
Por eso a la pregunta de ¿cómo está el movimiento obrero? se impuso situarlo históricamente.
Entiendo que la resistencia ha sido importante, en medio de un proceso de destrucción en masa de las fuerzas productivas. Ha sido creciente y sostenida pero, a diferencia de otras etapas, no está en centro de la construcción política de la resistencia. La cercanía de la experiencia anterior de un gobierno popular atrae para el análisis al concepto de la restauración inmediata de aquella política. “Vamos a volver” parece encerrar la clave para derrotar el neoliberalismo. Ello no nos permite analizar alternativas como la que sucedió con Lula en Brasil, o el intento de acabar con el Chavismo en Venezuela. Eso hace subestimar luchas de resistencia dignas de los mejores registros históricos. La lucha de los mineros de Rio Turbio con aquel acampe de toda la comunidad en la boca de la mina que logró revertir aquellos centenares de despedidos. La de los maestros de Neuquén o de Chubut que acamparon durante semanas en invierno soportando el frío de la dura estepa patagónica hasta lograr paritarias que equipararan los salarios con la inflación. La de los obreros de Astillero Rio Santiago, de larga historia de lucha, que evitaron el cierre de la fuente de trabajo soportando brutales represiones. La resistencia masiva a la reforma del cálculo jubilatorio, que resistió una bestial represión y persistió resistiendo pacíficamente a la policía. La lucha de los despedidos de Télam hasta revertir los despidos. Los Aceiteros de la Federación que obligaron a Cofco a dar marcha atrás con los 300 despidos, en fin muchas luchas y muchos triunfos.
Al calor de estas experiencias se va modelando esta joven clase trabajadora en su bautismo de fuego. La tasa de sindicalización aumentó en este siglo.
El último punto que deseo señalar es la transición que se está dando en la dirigencia sindical. A este joven proletariado modelo siglo 21 lo conduce mayoritariamente una dirigencia del siglo 20. Hay en la última década nuevos jóvenes liderazgos que representan esa franja etaria. No son pocos, algunos están en conducciones nacionales. Los que protagonizan la actual resistencia son ellos, aunque desconocidos. Esto es claramente una transición. En 5 0 10 años más serán quienes conduzcan plenamente este movimiento obrero, con su historia, sus contradicciones, pero cuyo mayor mérito fue no dejarse “desaparecer” ni en los peores momentos del genocidio. En la dirigencia intermedia, en las provincias, en las regionales, es notorio el grado de autonomía respecto a la cúpula cegetista. Se está desarrollando un proceso de unidad imparable y hoy los cuadros intermedios tienen más lazos de compromisos horizontales que verticales. Los armados provinciales donde confluyen las corrientes de la CGT y de ambas CTA son mucho más fuertes que el de cada una con sus cúpulas.
Quienes venimos militando en los DDHH desde el sindicalismo la reconstrucción de la memoria histórica es el mayor aporte que podemos hacer para recuperar la memoria obrera. La memoria es el principal elemento constitutivo de la identidad de clase. Este 15 de marzo realizaremos el primer encuentro nacional de centenares de secretarios de derechos humanos de sindicatos. Nuestra consigna central que pretendemos incorporar al movimiento obrero es: “Los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos son parte de la historia del movimiento obrero”.
*Victorio Paulón, dirigente sindical, Secretario de Derechos Humanos de la CTA (secretaría Yasky)