JORGE SOLMI *
El economista jefe de la Federación Agraria
Argentina analiza el controvertido fenómeno de la
soja, principal producto agropecuario argentino.
Entrar en la discusión si «soja si» o «soja no» es otro
de los falsos dilemas que nos quieren plantear. Y,
hasta ahora, es apenas un vehículo de posicionamiento
ideológico o comercial de detractores y
auspiciantes del cultivo. Algunos, con clara incoherencia,
se aferran a los mandatos del mercado pidiendo
que el Estado no intervenga, pero no tardan
en reclamarle que desarrolle «buenas políticas» sobre
la cuestión. También, analizar la expansión del cultivo
de soja lleva atado analizar el contexto en el que
se da este fenómeno.
El inicio de los ’90 encontró a los argentinos
atados a una paridad de 1 peso = 1 dólar, cuyo atraso
constante y apertura indiscriminada hizo estragos
en varios sectores, y entre ellos en el agro argentino,
dejando cicatrices evidentes: 103.405 productores
menos entre 1988 y 2002, un 24.5% de desapariciones.
Un 28% más grandes son hoy las explotaciones
agropecuarias mientras que la frontera del agro se
extendió sólo el 5,2%. Son datos de una concentración
sin precedentes. Mucha tierra en manos de pocos
productores.La aparición de los eventos
transgénicos para cultivos extensivos se inició en la
Argentina en esa década, en la que el campo, y en
especial los productores más chicos, sufrieron la peor
de sus crisis históricas.
En la campaña 96/97 se aprobó el primer
evento transgénico para cultivos extensivos autorizado
en nuestro país, la soja RR, resistente al glifosato.
Un agro ahogado por el atraso cambiario y el creciente
endeudamiento, la vio en un principio como
la soga de la salvación.
La reducción de costos y simplificación de labores,
con la incorporación del sistema de siembra
directa frente al convencional, hicieron que rápidamente
los productores la adoptaran, de modo tal
que en el período 1991/2003 la superficie cultivada
de soja creció el 135%. Pero el fuerte incremento se
produjo desde la campaña 96/97, en la que se incorporó
este evento, que comparado con la 2001/02 se
incrementó en un 100%. Ese crecimiento es en detrimento
de superficie destinada a otras actividades y
gracias a la incorporación de tierras que antes no se
dedicaban a la agricultura, fundamentalmente de zonas
extrapampeanas que fue donde más creció el
cultivo en el segundo quinquenio de los 90.
Pero con la incorporación del evento transgénico
al hábito productivo, se debió necesariamente
realizar un cambio de tecnología. Así que quienes
pudieron y quienes se endeudaron, incorporaron
maquinaria de siembra directa, tractores de mayor
potencia y aplicadores de agroquímicos de mayor
porte, produciéndose allí un primer desplazamiento
de los pequeños productores que no podían acceder
a ello fruto de su crisis y endeudamiento, por lo que
los que pudieron acceder, que eran quienes estaban
mejor posicionados en ese momento, fueron los productores
más grandes.
Juntamente a la aparición del evento soja,
surge en el agro argentino, y a la luz de los buenos
precios internacionales del 96/97, una nueva figura,
los pools de siembra. Estos eran agrupaciones de capital,
generalmente exógenos al sector agrícola que
con los beneficios de este cultivo, por su simplificación
gracias al evento transgénico y a la luz de los
precios internacionales, invertían en la producción
agrícola, profundizando la desaparición de productores
que no pudieron mudar de tecnología.
Los productores pequeños tuvieron pocas alternativas.
Una era desplazarse de sus zonas históri-
cas de producción hacia la región extrapampeana,
asumiendo el dasarraigo y el riesgo que ello representa,
además de requerir fondos para arrendar campos
en esas zonas e invertir en su acondicionamiento
agronómico, cosa que muchos no pudieron hacer. Es
aquí donde se evidencia una concentración de la tierra
y los capitales dispuestos a hacerla producir, que
desplaza a los pequeños productores. Estos capitales
al ver un ahorro en los costos de producción deciden
potenciarlo sobre la base de ganar escala.
Para el pequeño productor también le llegaba
un ahorro, pero en una menor escala, y al mismo
tiempo se le diluía ese diferencial porque ellos debían
contratar de terceros los tractores potentes, las
sembradoras y pulverizadores necesarios para poder
aprovechar las ventajas económicas de la incorporación
de este evento. Ello hizo que fuesen ganando
espacio los grandes grupos de siembra a expensas
del desplazamiento de los pequeños productores.
El Estado, en retirada en esa década, redujo a
la mínima expresión todos los planes de investigación
y sobre todo en el área que nos ocupa, dejando
terreno libre a un también concentrado grupo de
empresas propietarias de la genética o quienes estaban
autorizados a la venta en el país.
Tenemos entonces un panorama que a fines
de la década del 90 se fue profundizando, lo que llamamos
el «desierto verde». Recorrer hoy la zona productiva
argentina nos muestra un gran desierto verde.
Donde en los fines de 80 había familias con explotaciones
mixtas, tambos, cerdos, aves de granja,
algo de ganadería bobina, hoy encontramos sólo
soja. Entre 1988 y el 2002 hemos perdido el 37.2%
del stock porcino. Entre 1996 y el 2000 se perdieron
el 27.30% de los tambos, es decir dejaron de existir
6000 establecimientos, pasando de 22.000 a 16.000.
Este tipo de explotaciones mixtas que requieren
trabajo intensivo son las que arraigan al productor
a la tierra, la agriculturización fue desplazando a
los productores, haciendo que abandonaran las chacras
y se refugiaran en los centros poblados, mudando
de actividad los que pudieron o padeciendo el
desempleo aquellos que no tuvieron la oportunidad.
Sin lugar a dudas podemos decir que la aprobación
del evento transgénico de la soja aceleró esta
concentración. El proceso concentrador se da en dos
aspectos en la Argentina, la concertación económica
y la territorial.
La soja transgénica aceleró y ayudó a consolidar
la concentración en el uso y la tenencia de la tierra,
fundamentalmente la pampeana.
En la región extrapampeana se da un fenómeno
similar, con el agravante que en esas regiones
existen los llamados pobladores, es decir, productores
familiares que se establecieron en grandes predios
ocupando una pequeña superficie desde tiempos
inmemoriales.
Mientras esas tierras eran destinadas a actividades
agrarias marginales no había grandes inconvenientes.
Cuando se intentó desembarcar con una actividad
agrícola, se empezó a intentar desalojar a
esas familias arrojándolas hacia centros poblados y
despojándolas de practicar, tan siquiera, su economía
de subsistencia, para dar paso al desierto verde.
Esas tierras, en general, tenían un monte natural que
está desapareciendo para dar lugar a esta
agriculturización.
Vemos, entonces, que se van sustituyendo los
productores pequeños de actividades diversificas y
sustentables de la zona pampeana por los medianos
y éstos, a su vez, por los fondos de inversión que los
arrojan a las zonas extrapampeanas donde se destierra
a los campesinos pobladores de economía de
subsistencia y transforman los montes naturales en
más desierto verde.
Desde el Estado se abandonó durante la última
década la vocación de regulación e investigación.
No se reguló en absoluto sobre el uso y tenencia de
la tierra para morigerar el proceso descrito ni se reguló
en el uso de la semilla transgénica, llegando, en
soja, a niveles alarmantes, siendo que en la campaña
96/97 se sembró el 6% de la superficie, en sólo 6
campañas se llegó a casi el total de implantación.
Este puñado de empresas dueñas del gen y su
derecho de comercialización, ahora y en virtud que
la legislación argentina mantiene el llamado Privilegio
del Agricultor, o sea el derecho de los productores
a reservar semilla para su uso propio, intenta, por
un lado, establecer una modalidad llamada de regalías
extendidas. Es decir que el productor que se reserve
la semilla para su propio uso debe pagar las regalías
y, por otro lado, intenta insistir con mayor alteración
genética tratando de incorporar el gen
TERMINATOR, que tiene como finalidad producir la
esterilidad de los granos obtenidos con la semilla
portadora del mismo, con el objetivo de mantener su
posición dominante en un esquema en el que prima
la exclusión y la concentración.
* Economista en Jefe de Federación Agraria
Argentina.