Revista Tesis 11 Nº 133 (04/2020)
(américa latina/brasil)
Traducido del portugués por Alfredo Iglesias Diéguez
“El nombre de (la) forma de actuar recibe un nombre: cooperación y solidaridad. Es lo que distingue a los humanos de los virus. Los humanos que hacen justicia a esta condición saben que necesitan intercambiar información y apoyo, y que es con cooperación global, no con xenofobia, que se vence al enemigo invisible. La mayoría de los gobiernos entiende eso, pero algunos se han mostrado incapaces de percibir la gravedad de la situación y han optado por el aislacionismo. Por pura arrogancia y ceguera geopolítica, como los Estados Unidos de Trump, o sólo por sumisión y prejuicio, como el Brasil ‘de los Bolsonaros’…”
El país más severamente alcanzado por el coronavirus, China, consiguió superar la fase aguda de la epidemia tras enorme sacrificio de su pueblo, con miles de pérdidas humanas y gran esfuerzo de sus científicos e investigadores. Ahora, pasó a ofrecer su experiencia y, sobre todo, sus profesionales y equipamientos médicos a otros países que pasaron a sufrir con la enfermedad.
China envió a Italia, que se convirtió en el mayor foco de la pandemia del COVID-19, un avión cargado con especialistas, 17 mil kilos de equipamientos para terapia intensiva, decenas de miles de pruebas y 500 mil máscaras de protección. Hizo el mismo tipo de donación a España, Holanda, Bélgica y Portugal. La Unión Europea recibió de China 50 toneladas de equipamientos, 2 millones de máscaras quirúrgicas y 500 mil pruebas.
“China no olvidó” dijo la representante de la UE, recordando que países de Europa ofrecieron ayuda a los chinos cuando ellos eran el principal foco de la enfermedad. “Cada gota de agua que nos dan, devolveremos transformada en una fuente”, respondió el gobierno chino, justificando el apoyo ahora ofrecido.
El nombre de esa forma de actuar recibe un nombre: cooperación y solidaridad. Es lo que distingue a los humanos de los virus. Los humanos que hacen justicia a esta condición saben que necesitan intercambiar información y apoyo, y que es con cooperación global, no con xenofobia, que se vence al enemigo invisible. La mayoría de los gobiernos entiende eso, pero algunos se han mostrado incapaces de percibir la gravedad de la situación y han optado por el aislacionismo. Por pura arrogancia y ceguera geopolítica, como los Estados Unidos de Trump, o sólo por sumisión y prejuicio, como el Brasil “de los Bolsonaros” y de un canciller que no tiene ni idea de diplomacia.
Trump sólo piensa en sí, en su reelección y en sus posibles electores, y por eso apartó a los EEUU de cualquier cooperación global. Culpa a China para encubrir su incompetencia ante la crisis del coronavirus en los EEUU, país más rico del mundo y sin sistema público de salud. Los Bolsonaro hacen lo mismo, por su alineación geopolítica automática al presidente americano, hasta el punto de insultar al pueblo y al gobierno chinos, reproduciendo la teoría, sin base científica alguna, que llevó a Trump a llamar al coronavirus con el nombre de “virus chino”. Científicos de todo el mundo afirman que el coronavirus tiene origen en una zoonosis. A la familia Bolsonaro no le importa si es una fake news sostener que el virus fue fabricado en un laboratorio, como se inventó Trump. Sólo un tierraplanista vulgar y xenófobo puede creer semejante mentira. Lo peor es que a los Bolsonaro, no les importa que, ofendiendo a los chinos, están ofendiendo a un pueblo amigo, a un gobierno compañero y a nuestro gran aliado comercial.
El hijo del presidente insulta los chinos, crea una crisis diplomática grave y Bolsonaro, en vez de calmar los ánimos, repite la fake news, como hizo a la salida del Palacio de Alvorada: “La gente oye hablar desde hace dos meses de que el virus nació en China”. No nació, y el presidente sabe que está mintiendo. El anticomunismo de Bolsonaro, calcado del anticomunismo de Trump, está provocando que Brasil culpe de la pandemia a su mayor víctima y al país que supo superar la crisis y ofrecer ayuda humanitaria al mundo.
El discurso de odio de los Bolsonaro instigó a sus descerebrados seguidores a clavar placas frente a la embajada china con ofensas de bajo calaña al país. Esperemos que el gobierno chino entienda que son actitudes aisladas de un gobierno en estado de cuarentena cognitiva. Felizmente, los gobernadores del #ConsórcioNordeste tomaron la iniciativa de reafirmar la admiración de los brasileños por los chinos y pedir ayuda para sus estados al país asiático para enfrentar la pandemia. Que se imponga la urgencia del combate al coronavirus, a años luz de ser sólo una “gripecita”, que los demás exijan seriedad, transparencia y eficacia en esa acción de control e impidan la inercia de ese ignorante y peligroso gobierno.
*Dilma Rousseff, política, economista, ex presidenta de Brasil
Fuente: Rebelión